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Capítulo I
La fecundación: una cita para tres

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Producida la fecundación del óvulo por el espermatozoide en algún lugar de las trompas de Falopio, la célula huevo o cigoto, en flotación libre, va en busca de la pared del útero para anidarse. A los cinco días y medio ya es un grupo de ciento siete células llamado blastocisto. En su interior están ocurriendo una serie de procesos claves denominados segmentación, compactación, polarización y cavitación, pero todavía no es un embrión. Luego de implantarse, en las dos semanas siguientes se multiplicará mil veces formando primero un disco plano y alargado para luego enrollarse en una serie de tubos. Recién al cabo de las tres primeras semanas a este conjunto de tubos se lo denomina embrión. A los veinticinco días, el tubo que dará origen al corazón comienza a pulsar espontáneamente y a las ocho semanas ya están establecidas todas las estructuras fundamentales del cuerpo y comienza la etapa fetal propiamente dicha. Este período de formación de órganos y desarrollo de los tejidos concluye aproximadamente a los cien días.

Ahora bien, todo este desarrollo embriológico pertenece a la forma física que seguirá su evolución y crecimiento hasta el final del período fetal. Pero esta forma física que se está gestando va a ser ocupada por un principio consciente, un ser pensante, que tiene conciencia de sus pensamientos, de su individualidad y de su destino aun antes de que se haya concretado la concepción, cuando ni siquiera existe el esbozo de lo que será el sustrato anatómico de su actividad mental.

En el instante de la fecundación tendrá lugar uno de los fenómenos más extraordinarios que encierra el secreto de la Creación. El óvulo y el espermatozoide corren hacia su encuentro pero, al mismo tiempo, proveniente de otro mundo, de otra dimensión, llega un tercer personaje a la cita: es el alma o principio consciente a punto de encarnar. ¡Qué tremenda energía debe de desarrollarse en ese momento para que el alma se sienta inexorablemente atraída hacia ese punto sin poder sustraerse a su influjo! La concepción actúa como un electroimán con una fuerza magnética irresistible. El alma no puede hacer nada para evitarlo.

En el momento en que el espermatozoide penetra la membrana pelúcida del óvulo se reúnen las dos polaridades básicas del Universo: positiva y negativa, el yin y el yang. La energía que se pone en juego en ese momento debe de ser algo así como un pequeño Big-Bang. Una paciente que vivenció ese instante lo describió como una explosión de luz. Es en ese preciso momento cuando se produce el anclaje de la energía espiritual en la nueva célula física. Este es un misterio que todavía no alcanzamos a penetrar. Piensen que en ese instante quedan unidos dos universos diferentes: la materia física y el espíritu. Allí, en esa célula inicial que es el óvulo fecundado, comienza la aventura de una nueva encarnación. Cómo es que se produce intrínsecamente este fenómeno es algo que todavía no sabemos pero que podemos imaginar. No se trata de que el alma se mete sencillamente dentro del cuerpo. Es mucho más que eso. Lentamente, a medida que la célula inicial se va segmentando, el alma se va enraizando en cada nueva célula creada por división. Cada célula va siendo rodeada por la energía que irradia el ser espiritual y, al mismo tiempo, esta energía se va anclando en cada una de esas células constituyendo así un nuevo punto de fijación. Lenta y progresivamente, a medida que las células se van multiplicando, se va produciendo el proceso de la encarnación, y así como el alma necesita de cada célula para anclarse al mundo físico, de la misma manera cada célula necesita de la energía vital del alma para poder desarrollarse. Así lo explica Sandra en Muerte y Espacio entre Vidas (Cap. 16):

Voy proyectando vibraciones mías a esa unión física, a esa célula inicial. Es como si mi energía rodeara a esa célula física y le diera luz.

Esto es muy importante porque si por algún motivo el principio vital se retira, si el alma logra zafar del anclaje celular, el embrión no podrá desarrollarse y se producirá lo que conocemos como un aborto espontáneo de etiología desconocida. No se trata tan sólo de un proceso químico biológico. Si el alma falta a la cita no habrá desarrollo embrionario. De alguna manera esto es lo que ocurre con la fertilización in vitro. No depende sólo de la técnica empleada. La fertilización podrá efectuarse pero si el alma no logra hacer pie en esa fecundación asistida el intento fracasará. En cierta forma hay que atrapar al alma en ese momento. Esto es lo que hacían los sacerdotes mayas quienes representaban el alma con un pez al que denominaban pixan. Mediante un rito de magia simpática, elchilán (sacerdote) con una mano atrapaba un pez y obligaba al pixan a fundirse en el feto en gestación. De modo que en realidad la embriogénesis no es otra cosa que la preparación de un vehículo adecuado para que el alma que regresa a la vida física se conduzca en su nueva experiencia en la tierra.

Para comprender entonces cabalmente lo que va a acontecer durante la vida fetal, el primer punto es tener presente que la conciencia del nuevo ser ya existe antes de su concepción. La conciencia no depende del cerebro para su existencia sino que necesita de él para su manifestación en el plano físico. El segundo punto a tener en cuenta es que este ser que va a tomar posesión de ese embrión en formación trae consigo su historia, su personalidad ya bien definida a lo largo de muchas existencias previas, sus recuerdos y sus propósitos. De la convergencia y de la interacción de su propia historia con la historia de los padres que va a tener, con la carga genética que estos padres le darán y con el entorno social y ambiental en el cual nacerá dependerá su nueva experiencia en la vida física. De la interacción de estos factores, de su propia capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias y del peso que cada uno de estos factores adquiera dependerá su vida, sus posibilidades y el grado de desarrollo que alcancen los proyectos que traiga para realizar en esta existencia.

Recordemos que hemos vivido muchas vidas y que cada una de ellas deja una huella profunda en el alma. Junto con su historia personal, el ser que acaba de ser concebido en el plano físico trae también todo un bagaje de conocimientos, emociones, capacidades latentes, deseos insatisfechos, miedos y culpas como así también un propósito a cumplir y una lección a aprender. Con toda esta carga es como llega este ser al vientre de quien será su futura madre. Nadie imagina la magnitud de la responsabilidad que adquiere una mujer en el momento de quedar embarazada, porque a partir del instante de la concepción su vientre se convertirá en una caja de resonancia donde cada situación que ella viva funcionará como un eco del pasado para el ser que está allí con ella, despertando, reactivando, reforzando o suavizando y neutralizando los recuerdos traumáticos de sus experiencias anteriores.

Debido a la presencia del alma el feto tiene una extraordinaria sensibilidad para recibir y registrar las más mínimas sensaciones de su madre. Puede percibir los estados afectivos más sutiles y más complejos, como la ambivalencia y la ambigüedad, y reaccionar emocionalmente en consecuencia. A partir de aquí, todo lo que le ocurra a la madre en esta etapa incidirá en el feto. Cada emoción, cada circunstancia difícil o mareante que experimente la madre despertará en el alma que está ocupando ese feto el recuerdo de una circunstancia anterior similar. Por analogía se reactivarán las memorias del pasado. Si sus vidas anteriores fueron trágicas puede resistirse a nacer. Si los padres tan sólo piensan en abortarlo aunque luego no lo hagan, sentirá la amenaza de la muerte y eso le hará recordar la experiencia de alguna muerte anterior. Tal vez sus padres de hoy lo mataron en una existencia previa. Entonces pensará que quieren matarlo nuevamente y sentirá la desesperación de estar acorralado y atrapado sin tener siquiera la oportunidad de escapar porque en el útero no hay lugar adonde huir. Lo único que puede hacer es quedarse allí, hecho un ovillo, impotente y a merced de la voluntad de sus padres. Quizás haga lo indecible para no nacer y no correr riesgos o se diga a sí mismo: “Haré todo lo que me pidan con tal de que no me lastimen”. Nada afecta más a la madre que la relación con su compañero y sus consecuencias emocionales son vividas por el feto como propias. Si la madre es rechazada por su pareja o por su familia sentirá que él también es rechazado y hasta puede sentirse culpable de ese rechazo. Tal vez piense que si él no estuviera ahí su madre no sería rechazada. El sentimiento de rechazo trae consigo la desesperación y la incertidumbre de no saber qué hacer. ¿Adónde ir? Tan sólo de aquí, de este rechazo en la vida fetal, puede provenir la sensación de algunas personas de no encontrar nunca un lugar para sí o de tener siempre deseo de irse o de huir al menor contratiempo. El alma trae sus impresiones del pasado y una vez que está unida al feto el universo que la rodea se tiñe del color de ese pasado entremezclado con el color de las emociones de su madre.

Dentro del vientre materno el alma tiene una gran dificultad para discriminar sus sensaciones de las de la madre. Prácticamente madre y feto funcionan como una sola alma. Ya Leonardo da Vinci había advertido esta peculiaridad en sus Cuadernos:

Una misma alma gobierna los dos cuerpos. Las cosas que desea la madre se imprimen frecuentemente sobre el niño que ella lleva allí en el momento en que ella las desea. Todo anhelo, deseo supremo o temor de la madre o todo dolor de su espíritu hieren fuertemente al niño ya que es frecuente que él muera debido a ello.

Una misma alma. De eso se trata ya que sus campos vibratorios están en contacto íntimo. Hay una conexión de onda cuántica entre la madre y el feto y esto significa que hay una comunicación telepática entre ambas mentes aunque la madre no tenga conciencia de ello y es esta conexión tan particular la que dificulta la discriminación por parte del feto. La madre y el feto están conectados entre sí y aunque muchas madres no perciban los pensamientos de su bebé simplemente porque no piensan en él. pueden estar seguros de que el feto sabe perfectamente todo lo que pasa por la cabeza y las emociones de su madre y hasta puede leer los pensamientos de su padre y de otras personas cercanas. La presencia o ausencia del padre es nítidamente percibida por el feto, quien sabe perfectamente cuáles son las actitudes de aquél hacia su madre y hacia su futuro hijo. Si el padre espera un hijo varón y el feto es hembra el alma puede tomar decisiones in útero que condicionarán toda su vida. Puede sentirse culpable por no ser lo que su padre espera que sea o tomar la determinación de ganarse su amor sometiéndose a su voluntad y más adelante reproducirá esta conducta en cada vínculo afectivo que establezca.

Así como el feto tiene una sensibilidad extrema para grabar las emociones de la madre, así también sus reacciones pueden ser desmesuradas. Ante el rechazo, la agresión o la indiferencia de los padres puede reaccionar con impotencia, culpa, pánico, odio, rencor o deseos de vengarse y matar. Estos sentimientos pueden funcionar por años en la sombra del subconsciente para surgir más tarde en el adulto como rencor, temor o rechazo inexplicables hacia su madre, su padre y el mundo en general. Algunas depresiones de la vida adulta pueden tener su origen en una de estas emociones de la vida fetal. Muchos mandatos o patrones de conducta son establecidos o adoptados por la persona en su etapa fetal, cuando su capacidad de discriminación está limitada mientras que sus reacciones emocionales están exacerbadas. No todos los mandatos de la etapa prenatal se deben a la programación materna. Me atrevería a ir más allá diciendo que la mayoría de las decisiones que más tarde resultan ser funestas son tomadas por el propio feto como consecuencia de sus reacciones emocionales. Explorando con la regresión esta etapa de la vida, la persona puede hacer el trabajo de discriminación de las sensaciones que no le pertenecen como así también reconocer y desprogramarse de sus propios mandatos.

El momento del nacimiento es el instante culminante de la vida fetal. El trauma del nacimiento está profundamente entretejido con el trauma de vidas pasadas y con la experiencia de la vida intrauterina. No quiere decir esto que no haya nacimientos apacibles y gozosos, porque en verdad los hay, pero para la gran mayoría de las personas el nacimiento puede llegar a ser la situación más traumática de su vida. El bebé en tren de nacer se acuerda de sus experiencias anteriores y siente que otra vez está en el infierno de una muerte antigua. Imaginen a una persona que en una vida anterior murió en la horca y ahora está con el cordón umbilical enroscado alrededor de su cuello, o tal vez murió en una cámara de gas y a su madre la están durmiendo con gas, o quizás murió al entrar en el túnel de una mina y ahora tiene que entrar en el túnel del canal del parto, o lo torturaron en la Edad Media y ahora el médico tiene que usar fórceps. En cada una de estas situaciones, en el momento del nacimiento, el bebé experimentará por analogía la agonía de la muerte anterior desencadenando con ello todas las sensaciones y reacciones emocionales vivenciadas antiguamente que, al ser reactivadas, se instalarán en la vida presente originando desde conflictos emocionales hasta desórdenes orgánicos. Muchas de las pautas de comportamiento de sobrevivencia en la vida se originan en la forma como sobrevivimos en el momento del nacimiento. Por medio de la regresión muchas personas se dieron cuenta de que en instancias claves de su vida se comportaban de la misma manera como lo hicieron en su nacimiento. No es lo mismo nacer de nalgas que presentando la cabeza, saliendo activamente al mundo, y nacer fácilmente, en un pujo o dos, no es lo mismo que nacer a los tirones con fórceps. Más allá de las contingencias médicas hay una actitud definida en el nuevo ser en cada nacimiento.

Con todo lo que hemos expuesto, aun así, una madre tiene el poder de liberar al bebé de los traumas de vidas precedentes. Una madre consciente puede sanar las heridas de vidas pasadas y neutralizar o minimizar la influencia de sus emociones durante la vida fetal. Un obstetra preparado y conocedor del drama del ser que está a punto de nacer podrá ayudarlo a que su nacimiento sea un renacimiento y no una lucha por sobrevivir. Para que esto sea así, para que despertemos a una nueva conciencia de la vida fetal, oigamos la voz de los protagonistas que tienen muchas cosas para decir y enseñarnos. Previamente recordemos los puntos principales de este nuevo saber:

1 La conciencia del nuevo ser existe antes de su concepción.

2 Este ser ya viene con su historia y tiene una personalidad bien definida.

3 Trae consigo las impresiones emocionales de sus existencias previas.

4 Estas impresiones son reactivadas por incidentes que ocurren en la vida fetal y en el momento del nacimiento.

5 Ya feto, puede percibir los estados afectivos más sutiles y más complejos de la madre y reaccionar a ello.

6 Las emociones de la madre se graban profundamente en su psiquismo y sus consecuencias se harán sentir más tarde en la vida.

7 El recién nacido llega a nosotros con una historia que incluye vidas pasadas, experiencias en el útero y el trauma del nacimiento.

Antes de entrar de lleno en la vida fetal veremos de qué manera llega el alma al momento de la concepción. Comenzaremos primero por conocer el peso de la carga del pasado.

La vida antes de nacer

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