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Capítulo II
La carga del pasado

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Nadie llega impoluto y santo a esta vida a menos que se trate de un enviado del cielo. Quien más quien menos trae su historia y arrastra su carga del pasado y la vida en el cuerpo físico es una oportunidad para liberarnos de esa carga. Hasta que el alma no se libere de ese peso no puede evolucionar en paz. Cada uno trae su misión, su propósito y su trabajo particular. Gran parte de este trabajo consiste en blanquear nuestro prontuario cósmico vaciando la mochila del alma. Este es uno de los motivos por el cual estamos aquí y hasta que no limpiemos ese pasado no podremos cumplir con nuestras metas más trascendentes. Cada ser que llega a este mundo bajo la forma de un recién nacido trae consigo esta carga del pasado y, su historia, junto con sus miedos y sus anhelos, ya se pone de manifiesto antes de que se produzca su concepción física.

Así como cada uno de nosotros trae su carga histórica, así Teresa traía la suya. A los cuarenta y tres años se encontraba en un momento crítico, difícil y doloroso de su vida. La sensación dominante era el dolor, un profundo dolor y un gran sentimiento de culpa. Teresa creía que no merecía vivir, que no merecía nada bueno en la vida. Separada después de un matrimonio desastroso, sin techo propio y con magros ingresos tenía que tomar una decisión trascendental. “Tengo que decidir si voy a vivir en este cuerpo y en este planeta”, decía Teresa. “Yo no quería venir.

Comencé a sospechar esto al abrir tu libro Terapia de Vidas Pasadas y ahora estoy segura de esto. Tengo que tomar una decisión y no puedo. ¡Ay! ¡Estoy temblando!”

Inmediatamente se largó a llorar y su alma comenzó a trabajar.

Viernes 2 de febrero de 1996

Terapeuta: ¿Qué está pasando que estás temblando?

Teresa: Tengo miedo de tomar una decisión distinta. Tener que decidir otra cosa. Vivir mi vida. ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero venir! —llorando.

T: ¿Qué es lo que está pasando?

Tere: ¡Ay! ¡No quiero! ¡Hay una puerta y una decisión que no es mía! ¡Tengo que hacer algo que no quiero! ¡Es una pulseada y yo no quiero! ¡Ay, José Luis! ¡Yo no quiero!

T: ¿Con quién estás pulseando?

Tere: Con alguna energía en donde estoy. ¡Yo no quiero! ¡Yo quiero decidir sola! ¡No quiero que decidan por mí! Pero sé que tengo que aceptar y no quiero. ¡No quiero venir con este destino! ¡Ay! ¡Lo odio porque no quiero! ¡Es una lección de humildad para venir! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡No quiero!!! ¡Ay! ¡Por favor!!! —llorando y gritando—. ¡Ay, sí! ¡Acepto! —con voz de resignación—. Acepto. Era una lección de humildad la que tenía que aprender. Sí, acepto.

T: ¿Quién más está allí?

Tere: Hay una luz muy fuerte.

T: ¿Y qué te transmite esa luz?

Tere: Que tengo que venir. Que no soy yo la que va a decidir. Estoy muy mareada. Estoy pulseando. Está el ángel conmigo. Estoy totalmente en rebeldía. ¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer! Tampoco quiero ser mujer. Yo quería nacer varón para tener todo el poder. No quería nacer mujer. No quería. Quería ser varón para tener el poder. Para no pedirle nada a nadie. Pedir es humillarme. Y ser mujer es pedir.

T: ¿Y qué es lo que va a pasar? ¿A qué cosa le tenés miedo?

Tere: No es que tenga miedo. No quiero venir a perder. También es aceptar que yo no mando —continúa llorando.

T: ¿Y a qué se debe que tenés que pasar por esta experiencia de no mandar?

Tere: Es una lección de humildad. ¡No puedo reconocer que esto es así! ¡Ay! ¡Ah! ¡Ah! Estoy pulseando y pulseando. Yo vengo muy soberbia y me cuesta reconocer que esto es así —llorando—. ¡Ay! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!

T: Y esta soberbia, ¿qué te hace hacer?

Tere: Es como* una cosa negra. Es como el alquitrán, como una lacra negra. Es algo que se cae de mí, que se arrastra. Estoy envuelta en esa lacra negra. Estoy como podrida de algo que no es mío. ¡Es de otro! ¡No es mío y yo estoy pulseando! ¡No es mío! ¡Ya no lo quiero! ¡No es mío! ¡Eso no lo quiero! ¡Ay! ¡Es una lacra! ¡Y yo acepté eso en algún momento! ¡Ay! ¡Yo acepté! ¡Yo acepté eso!

T: Dejá salir eso. No importa lo que sea. Fijáte, ¿de dónde te viene esa lacra?

Tere: ¡Ay!... yo sé lo que es. Yo soy mujer... estoy con un hombre... y me pega mucho, me pega mucho. Me patea y me arrastra por el piso. ¡Ay! ¡Estoy temblando! Estoy en el piso y me sigue pateando y pateando y yo tengo mucho odio. Este hombre me pega mucho y me arrastra y yo no hago nada y lo único que deseo es que se enferme y que se muera, ¡que se muera! Y este hombre se enferma y se muere... lo sé porque lo estoy viendo. Y se muere y yo me quedo con mucha culpa... y esa energía la llevo pegada. ¡Nunca la liberé!

T: Eso es y fijáte, ¿hiciste algo más ahí para que ese hombre se muriese?

Tere: Algo hice... no sé qué... ¡Creo que lo maté! ¡Esta escena la tenía presente desde hace años sin saber lo que era! ¡Pero yo ya sabía hace años! ¡Yo creo que lo maté! ¡Ay! ¡Me espanta!!! ¡Creo que lo maté, José Luis! ¡Yo no tenía paz con esto! ¡Esta escena me volvía y me volvía! Yo estaba bajo la ducha en mi casa y me acordaba de este hombre que me pegaba y yo me veía en la cama tendida y decía: “¡Que este hombre se muera!” ¡Una cosa muy oscura! ¡Esa imagen me volvía por años! ¡Yo lo maté! ¡Lo maté! ¡Ay! ¡No lo puedo creer! ¡Y tengo esa energía pegada a mí! ¡No puede ser! ¿Cómo yo hice eso? ¡No puede ser! ¡No puede ser! Te juro que veo la cama y todo. ¡Ay! Esto no me deja en paz.

T: Eso es, dejá salir todo eso. Dejá salir todo eso para terminar con esto para siempre. Es muy importante que puedas hacerte cargo de lo que hiciste en ese momento. Yo no voy a censurarle ni a criticarte. Lo importante es que puedas aceptar lo que vos hiciste...

Tere: Esperá, esperá. ¡Ah! Está la pulseada. ¡Ah! Me cuesta aceptarlo. Somos tres... yo te voy a contar lo que está pasando. Hay una energía muy grande, muy blanca, en la cual estamos envueltos, y estoy yo y está mi ángel de la luz que yo conozco y está conmigo y vos ahora estás hablando por él. Estás hablando por él y lo que me acabás de decir es lo mismo que él me dijo en ese espacio, en ese momento.

T: ¿Qué fue lo que yo te dije?

Tere: Que yo me tengo que hacer cargo. Exactamente eso. Está la pulseada. Me dijo eso, que yo me hiciera cargo.

T: Eso es...

Tere: Esperá que estoy en el momento. El problema es que yo no quiero reconocer esto. ¡Esperá que lo reconozca! Esperá que lo pueda decir con palabras porque sé muy bien lo que hay. Es muy doloroso pero yo sé que tengo que hacerlo. ¡Ay! ¡Cómo me jode decírtelo ahora!

T: Tomáte tu tiempo.

Tere: ¡No! ¡No hay tiempo! ¡Esta es la cosa! No hay tiempo porque si hay tiempo se hace lo que yo quiero y sé que esto no es bueno para mí. Esta es la pulseada. Y yo sé lo que me dice mi ángel. No me digas nada más. Mi ángel me dice que me va a dar todo para que yo pueda superar esto. Toda la vida me pregunté por qué el Universo me dio todo. Talento, gracia, buena estampa, lindos ojos, ¡todo a favor! Y yo me gasté la vida diciendo: “¡No quiero! ¡No quiero!”. Y mi ángel me dice: “Te lo voy a dar todo, todo, para que lo puedas superar”. Es una gracia de él. ¡Ah! Todos los elementos para que yo pueda superar acá todo esto... Está bien... acepto. Acepto reconocer que yo hice esto. Acepto reconocer que yo no soy una maravilla. Que yo no soy Dios, que yo tengo que evolucionar, que me falta para crecer.

T: Eso es.

Tere: La gracia que no me da es que yo nazca varón porque tendría mucho más poder siendo varón. Esto no me lo banco y yo viví toda la vida queriendo ser hombre. Esto no me lo da y esa era la condición que yo ponía. No, no.

T: ¿Qué hubiera pasado si hubieras sido varón?

Tere: Hubiera tenido mucho poder y hubiera alimentado mi orgullo porque en este planeta y en esta evolución histórica el hombre tiene mucho poder. Culturalmente yo me hubiera montado sobre esto. Me lo dice este ángel de la luz. Es el mismo de hoy. Es el mismo de siempre. El mismo que me decía: “No lo hagas”, mientras estaba matando a este hombre. En realidad no lo maté, lo dejé morir. Se está ahogando y yo no lo socorro. Está en la cama y se ahoga... ¡Ay! ¡Por Dios! ¡Estoy temblando!

T: Eso es, andá a ese momento.

Tere: Está en la cama, yo estoy acá, sentada. Una cama de hierro como las camas de hospital. Está mi ángel acá —señalando a su izquierda—. Es una luz que me dice: “No lo hagas. No lo hagas”. Me dice que no lo deje morir y yo no lo soportaba más. Es de noche y yo sabía que nadie se iba a enterar. Que iba a quedar como que se murió.

T: Eso es, seguí.

Tere: Soy responsable de esta muerte. No sé cómo, pero este hombre, mientras se está ahogando y su alma se está yendo del cuerpo, me posesiona. Es una cosa negra, negra, negra. ¡Ah! Te libero, te perdono, te perdono... pero él no me perdona.

T: Eso es y ¿qué necesitarías en este momento para que él te perdonara?

Tere: Ser más amoroso con él, tratarlo con afecto. No ser tan impía. ¡Me veo! ¡Me veo! ¡Me las vas a pagar! Soy muy impía. Yo sabía que esto iba a pasar. Era un karma. ¿Sabés que me parece que es mi marido? ¡Ah! ¡Me ahogo!

T: ¿Qué está pasando?

Tere: ¡Es esa energía! ¡No se quiere ir de mí! Me parece que ahora lo estoy hilvanando. Te voy a contar algo que yo sé. Yo era monje y tenía un hijo natural. Tenía fama de ser un varón santo pero tenía un hijo que yo jamás reconocí. Ese chico viene descalzo a verme al convento. Viene a pedirme que lo reconozca, que lo alimente. Pero yo no quiero. Lo echo. Tengo la sospecha de que es la misma persona. Yo siempre sospeché que ese chico era el marido con quien yo me casé en esta vida. Mientras estuve casada con él era tanta la aversión que tenía hacia este hombre como la fuerza que me empujaba a estar con él. Cuando yo tuve la imagen de esta criatura que yo eché tuve la sospecha de que era este hombre porque él me dio un hijo al que abandonó absolutamente. Siempre sospeché que esto era algo que yo tenía que pagar. Y en los momentos más dolorosos yo decía: “Espero que esto se anote en los libros sagrados a cuenta de lo que tengo que pagar”.

T: Muy bien. Entonces, seguirás trabajando para terminar de limpiar esa cosa pegajosa, para terminar con la vida de ese monje y con la vida de esa mujer. Lentamente, sintiendo tu respiración, tomando coraje, pidiéndole a tu ángel la asistencia de siempre, irás retrocediendo, yendo al origen, a la raíz de este conflicto, de tu soberbia, de estos sentimientos, recapitulando el aprendizaje de las duras lecciones de tu evolución. No importa lo doloroso que sea...

Tere: ¡Ay! ¡Es una cama igual que la de este hombre que hoy te contaba! Pero yo no estoy en la cama. Me fui a morir a otro lado. Me estoy yendo a algún lugar, barranca abajo. Me persigue una energía, una cosa de vergüenza, vergüenza y vergüenza. Y no me puedo esconder de esa vergüenza... ¡Ah! Me morí, me morí. Me fui a morir a otro lado. La vergüenza me llevó a morir a otro lado.

T: Seguí.

Tere: Hay como una energía muy negra que me lleva. Es como que no soy dueña de mí. ¡Mierda! ¡Me asusta! ¿Viste, como vender el alma al diablo y después el diablo te lleva? Bueno, es algo de eso...

T: Eso es, seguí.

Tere: Lo que tenía que hacer en esa vida y no hice era reconocer que ese hijo era mío y mantenerlo, alimentarlo, cuidarlo. Era lo que me correspondía. Esto era lo que debí haber hecho y no hice. Por el orgullo, por el amor propio, por la imagen. Pero no puedo darme cuenta de qué es lo que pasa ahí.

T: No importa. Sentí esa energía que te lleva ahí. ¿Qué está pasando?

Tere: Es difícil, busco una imagen de la vida real y no la puedo encontrar. Es la nada, pero esa nada es insoportable. No hay sufrimiento pero... ¡No hay luz! Es desesperante, es una nada desesperante y ¿qué hago ahí? ¡Nada! Es como un espacio de energía negra. Nada. Es como un vacío interior. Es la Nada. Y no soy la única que está ahí.

T: Avanzá un poco y fijáte cómo salís de ese espacio.

Tere: Yo no salgo, me sacan. Hay una luz que me saca y yo me dejo llevar. Es como que se me ofrece otra oportunidad. ¡No puede ser esto así! ¡Yo que me creí que era una diosa! Es como una luz que me atrae y yo puedo salir porque hay un imán desde afuera que me atrae. No hay un afuera ni un adentro. Hay como un imán que me atrae. Yo no sé qué ocurrió con la vida física que pasó, pero yo fui a parar a ese lugar por mis errores.

T: Eso es.

Tere: La vida física terminó a orillas de un río. Ahora voy rebobinando un poco. Había una montaña, una selva... la gente pudo haber pensado que me devoró una fiera... pero en realidad yo siento que me fui a ese espacio. No es un espacio, es un vacío negro. ¿Sabés que es lo mismo que yo tenía en mi alma? ¡Es lo mismo!

T: Entonces, ¿estabas en un vacío negro o ese vacío negro era lo que había en tu alma?

Tere: Es lo que había en mi alma. Lo que pasa es que estoy conectada con todas las otras almas negras, por eso tengo la sensación de que somos muchos. Es como que al morirme me metí dentro de eso negro... Sí, es mi alma. No es un espacio afuera. Es mi alma. ¡Ah!

T: Y fijáte, ¿qué emociones persisten en tu alma de esa experiencia?

Tere: El orgullo, la soberbia, que yo soy perfecta, no reconocer mis errores, mis limitaciones. Cualquiera puede dejar embarazada a una mujer y tener un hijo, pero no hacerse cargo... es otra historia. ¡Y no hacerse cargo por orgullo! ¡Por la imagen! ¡Sólo por la imagen! Para que se crean que yo soy muy noble.

T: Muy bien. Ahora contaré hasta tres e irás al momento de la muerte en esa otra vida como mujer en la que dejaste que ese hombre se muriera para terminar con esa historia. Uno... dos... tres.

Tere: No me puedo conectar. Es esa energía que no me deja. Es una energía negra. No reconozco si es mía o es ajena... Hay algo en mí que no es mío. Hay algo que no me deja y no es mío.

T: Fijáte si esa energía puede hablar.

Tere: Desde hoy que me está diciendo: “No te voy a dejar”. Siento que es la energía del hombre al que yo dejé morir.

T: Dejála hablar entonces. Esa energía tampoco es feliz. Tampoco puede evolucionar. Ella también es prisionera del odio y del rencor. Yo estoy acá para ayudarlos a los dos.

Tere: Gracias. Sí, somos dos.

T: Muy bien. Quiero que los dos vean todo el sufrimiento por el que han pasado y todo el sufrimiento que aún les espera si no hay perdón. Mientras sigan unidos por el odio, por el rencor, serán esclavos. Ya no importa quién fue el responsable en primera instancia. La Luz sólo espera que se perdonen. Lo malo no es lo que han hecho, ni lo que hacen. Lo malo de todo esto es el dolor. El rencor, el odio, la venganza, son dolorosos. No importa quién esté allí. El dolor y el sufrimiento lo padecen los dos y, de la misma manera, la luz, la paz y el amor son posibles tanto para uno como para el otro. Perdonar significa liberarse y obtener el derecho a la luz y a la felicidad. Ahora, ve a ese momento de tu muerte para que puedas hacerte cargo de tu responsabilidad, de tu odio y de tu rencor, y al liberarte a ti misma liberarás también a esa energía.

Tere:... Le pido perdón. Le pido que me perdone. Yo tenía mucho miedo. Es verdad que tenía mucho miedo. Estaba muy sola... y me perdono yo. ¡Ah! —hondo suspiro.

T: Andá entonces al momento de tu muerte para terminar con todo eso.

Tere: Muero en una cama, tal vez en un hospital. Siento que no tengo consuelo y así me siento ahora. Mucha soledad, desamor. Es una soledad absoluta y yo la conozco en esta vida. Es la soledad del desamor. Así de igual es esta vida. Así como me fui de esa vida así estoy viviendo ahora. Siempre el desamor. Así como me fui, así he vivido.

T: ¿Y qué otra cosa estás arrastrando de esa vida?

Tere: El egoísmo. Sólo pensar en mí. Sólo importo yo. Jamás pensar en qué le puede estar pasando al otro. Recién ahora empiezo a hacer algo por los demás. El desamor. Eso es todo. Con la persona más cercana. Con ese chiquilín que era mi hijo y con el cual no me pude comprometer. Con esa pareja que me golpeaba era lo mismo. No poder sentir con el otro. No poder hacer nada por el otro. Así empezó todo y no pude revertir nada. Y vengo a esta vida en las mismas condiciones para revertido y encima no quiero venir. Tengo una sensación.

T: ¿Qué sensación?

Tere: Es como que mi ángel me dice que está todo bien. Hay un halo que me rodea y está todo bien. Como que esta era mi verdad.

T: ¿Y estás dispuesta a revertir esto?

Tere: Estoy totalmente dispuesta a revertir esto. No quiero más el infierno para mí.

T: ¿Y cuál es la lección que no querías venir a aprender?

Tere: Te voy a decir algo que quizás vos ya lo sabés. Ese lugar es muy bello y allí uno está bien. Yo sabía que venir significaba venir a esto y no quería. Quería estar allí pero no te podés quedar siempre ahí. Cuando era chiquita yo decía que extrañaba a Dios. Yo no quería venir, quería ser polvo cósmico. Lo único que quería era estar con Dios. Ahora me doy cuenta de que no quería venir y me fue mal por la soberbia. Si hubiera aceptado hubiera sido diferente.

T: Muy bien. Y ahora, ¿estás dispuesta a aceptar esta vida?

Tere: Estoy dispuesta a habitar este cuerpo. Estoy dispuesta a ser de este planeta. Los ángeles me ayudan. Estoy dispuesta... y me perdono para atrás. Me perdono el desamor. ¿Sabés qué es lo que me duele?

T: ¿Qué cosa?

Tere: Me duele lo que me castigué. Lo que me maltraté. Nunca me había dado cuenta. Necesito mucha ayuda. Esto es arrepentimiento. Es la primera vez que lo siento en mi vida. No sabía lo que era arrepentirse.

T: ¿De qué estás arrepentida?

Tere: Estoy arrepentida de lo que me hice y de lo que le hice a otros. Recién ahora sé lo que es el arrepentimiento. Estoy profundamente arrepentida. Nunca en mi vida sentí esto.

T: Muy bien. Ahora elegirás un color para traer una nueva vibración a tu vida.

Tere: Rosa.

T: Muy bien. Y envuelta en el color rosa proyectarás una imagen de vos misma donde te verás en la forma en que te gustaría verte de hoy en adelante.

Tere: Me veo llena de amor y de alegría. Con frescura. Habitando este cuerpo femenino. Me perdono y libero mi pasado.

Hemos visto que el principio consciente de Teresa ya sabía de su destino antes de su concepción física y por eso no quería venir. Y no se trataba de que tenía que venir a sufrir obligadamente. El sufrimiento surge de tener que aceptar algo que no quería aceptar: La lección de humildad. Ella quería tener todo el poder y hasta se rebela ante el ángel que la aconseja. Este deseo de poder y la frustración que sobreviene por no detentarlo suele ser la causa que está detrás de algunas depresiones. La frustración por no poder hacer lo que antes se podía hacer puede llevar a la depresión.

¿Cómo es posible que yo tenga que bajar la cabeza si antes todos se inclinaban ante mí y me obedecían sin chistar? Teresa lo dice claramente: “Es aceptar que yo no mando”. Allí está el gran desafío.

Teresa trae su carga del pasado y bien pesada por cierto y, haciendo un juego de palabras, tiene que hacerse cargo de esa carga. Eso es todo pero, ¡cómo pesa! ¿Cómo hago para aceptar que eso es mío? ¿Cómo hago para aceptar que yo maté y que no soy un santo como yo me creía que era? Y ¡ojo!, que todos nosotros, por más bondadosos y considerados que seamos hoy, en algún momento estuvimos en el lugar de Teresa y es precisamente esta historia la que tenemos que blanquear. Es con su propia carga y con su propia historia que cada ser llega al momento de la concepción. Teresa arrastraba el crimen y el pecado del abandono y de la soberbia de su vida como monje. Fíjense además de qué manera la culpa, el odio y el rencor se cristalizaron en esa lacra negra y pegajosa que todavía estaba adherida al alma de Teresa. Estaba obligada a tomar contacto con esa energía, a reconocerla y aceptarla como parte de sí misma para poder liberarse de ella. Como ven, la mochila del pasado viene bastante pesada a veces y con todo eso es como llega el recién nacido a este mundo. Vean también todas las emociones que trae Teresa en esa mochila de tan sólo dos de sus vidas anteriores. El rencor, el odio, la culpa, la rebeldía, la soberbia, el egoísmo, el desamor y la soledad.

Ahora que conocemos la historia previa de Teresa vamos a ver de qué manera todas estas emociones y esta carga histórica se ponen en juego cuando ella se encuentra en el vientre de su mamá.

Martes 7 de mayo de 1996

Teresa: ¡Ay! ¡Tengo miedo! Me siento muy sola. Quiero salir de acá. Mi mamá no me quiere. Le tengo miedo. ¡Tengo miedo! ¡Ay! —llorando desconsoladamente—. Siento que no quiero estar en la panza de mi mamá... me siento un estorbo... Estoy muy mal... Mi mamá está desesperada... ¡Ay!

Terapeuta: ¿Qué le está pasando a tu mamá?

Tere: Está muy sola. No sabe qué va a hacer y a mí me da lástima. ¡No sabe qué va a hacer! —con la voz entrecortada por el llanto—. Ella quiere que yo no esté... y yo estoy. ¡No quiero estar ahí!

T: Eso es. Dejá salir todo eso. ¿Qué tiempo tenés cuando estás ahí?

Tere: No sé... Tengo bracitos... soy muy chiquitita... estoy toda así —acurrucada, hecha un ovillo— y necesito que mi mamá ponga su mano sobre la panza... ¡Ay! ¡Qué desolación! ¡Ayyy! ¡Mi mamá no se conecta conmigo! ¡Ella tiene mucho miedo! ¡Tiene miedo!

T: ¿Y qué cosa está provocando ese miedo?

Tere: ¡Tiene miedo del hombre que tiene a su lado! Ella tiene miedo de todo. Miedo de lo que va a pasar, de qué va a hacer. ¡Ay! Ella no sabe qué hacer. ¡Es una criaturita! ¡No sabe qué hacer! ¡Yo la quiero ayudar y no puedo! ¡Necesito que ella me abrace!

T: ¿Y qué está pasando con tu papá?

Tere: Mi mamá le tiene miedo, mi mamá no lo quiere. Ella no se quiere, ellos no se quieren. Yo la necesito para mí y ella está en otra cosa. Para ella esta panza es una carga. ¡Ay! ¡Tiene vergüenza y no sabe qué hacer! ¡Ayyy! —continúa llorando todo el tiempo—. ¡Ay! ¡Me ahogo! ¡Ay! Son los vómitos de mi madre. Estoy totalmente mareada. ¡Ay! ¡No me quiero morir! ¡Ay! Estoy mareada... ¡Siento que mi mamá me va a vomitar!!!

T: Eso es, sentí todo eso.

Tere: ¡Ay! Estoy muy ahogada... ¡Ay! ¡Tengo mucho miedo! ¡Mi mamá cree que si vomita me va a vomitar!!! ¡Ay! ¡Si me vomita me va a vomitar y no puedo hacer nada! ¡Ay! ¡Soy muy chiquitita! ¡Sí! ¡Mi mamá me puede vomitar! ¡Estoy absolutamente indefensa!

T: Eso es. Dejá salir todo eso y avanzá al próximo hecho significativo dentro de la panza de tu mamá...

Tere: No quiero nacer. ¡No quiero nacer! ¡Me puedo morir! ¡Me puedo morir! No sé si quiero nacer o no. No sé, estoy muy confundida. No sé si voy a nacer o no voy a nacer... ¡No quiero nacer! Me dejo estar, me dejo estar...

T: Eso es, seguí un poco más.

Tere: Tengo miedo. Tengo miedo ahora de ver qué pasa...

T: Yo estoy a tu lado. Ahora estás acompañada. Por duro o difícil que sea, todo esto es muy importante para vos y... al contar a tres irás al momento de tu nacimiento...

Tere: No quiero nacer —interrumpiéndome—. Porque hay otro nacimiento en que yo nazco y hay mucho frío alrededor, de eso ya te hablé y ahora están los dos acá. No sé qué nacimiento es pero yo no nazco. Yo no nazco.

T: Muy bien, experimentá eso.

Tere: Tengo frío, estoy helada. No puedo conectarme, todo es muy frío, todo es silencio.

T: ¿Dónde estás cuando está todo frío?

Tere: Soy un cuerpo inerte, sin vida, no tengo vida. Me tiran, me tiran, me tiran a algún lado. Tiraron mi cuerpo, a mí no me tiran. Sí, me tiran. Alguien me tiene en la mano. Son manos muy frías, me arrojan, me tiran. Como si fuera un despojo. Ya está, ya pasó, yo no estoy ahí... .

T: ¿Dónde estás?

Tere: La veo a mi mamá... ¡Ay! ¡Veo a mi mamá! ¡Pobrecita! ¡Pobrecita mi mamá! ¡Se quedó sin su bebé! ¡Ayyy! ¡Después de todo ella quería tener ese bebé! ¡Ay! ¡Tengo una culpa tremenda! —llorando—. ¡Mi mamá lo quería tener! ¡Mi mamá tiene un dolor infinito! ¡Ay! ¡Pobrecita mi mamá! ¡Está tan sola!

T: Eso es, dejá salir todo eso.

Tere: ¡Ay! ¡Pobrecita! ¡No tiene consuelo! ¡No tiene consuelo! ¡Mi mamá se vuelve una piedra! ¡No puede llorar! ¡No tiene a nadie que la tome de las manos! ¡Y yo siento cómo se endurece de dolor! ¡Mamá!!! ¡Ay!!! ¡No puede ni llorar! ¡Se ahoga de dolor! ¡Mi mamá no tiene consuelo! ¡Ayyy!!!

T: Eso es, dejá salir todo eso y, cuando cuente a tres, retrocederás un poco antes de todo eso para ver qué fue lo que pasó. Por duro que sea esto es muy importante para vos. Cuento hasta tres y retrocederás para que veas cómo es que dejás ese cuerpo. Uno...

Tere: Mi mamá sabe que es un varón, ella lo sabe. Ella necesita ese varón para apoyarse en mí pero yo no estoy dispuesta. Yo necesitaba de ella, pero no estoy dispuesta a ser su sostén. ¡Ay! ¡Te juro que estoy ahí, José Luis! ¡Te lo juro! Yo no estoy dispuesta porque ella no me quería. Pero ahora que sabe que es un varón, quiere. Ahora que me siente patear me quiere y yo no quiero. Por eso tengo tanta culpa. Yo decidí no nacer. Necesito pedirle perdón.

T: Eso es. Fijáte entonces, ¿qué sucede con vos ahí? ¿Cómo es que muere ese cuerpo? ¿Muere dentro o fuera de la panza?

Tere: Yo no salgo con vida. Yo no salgo con vida. No quise salir cuando era mi hora. Cuando me toca, ya estoy muerta. Te podría decir que lo estoy viendo. Hay una mujer de blanco que agarra el cuerpito y lo siente. Está muerto. La mujer tiene las manos frías.

T: Y entonces, ¿qué sucede? ¿Qué ocurre con vos? Avanzá un poco más.

Tere: Tengo mucha vergüenza. Me siento muy egoísta, muy egoísta. ¡Uh! Decido que voy a volver otra vez en la condición que sea. (Una decisión mortal tomada bajo la presión de la culpa.)

T: Eso es, seguí adelante.

Tere: Me siento como una luz chiquitita. Un espacio con luz y mucha alegría. Pero no estoy bien. Siento mucha vergüenza, mucha vergüenza. Me siento mal.

T: ¿Y entonces?

Tere: Hay como un tiempo que transcurre, pero no tengo noción, no tengo conciencia... Es como que otra vez entro en mi mamá, en esa panza.

T: Muy bien, ¿cómo es eso? ¿Cómo entrás?

Tere: No sé, pero decido que ésa soy yo. A ver, ¿cómo te explico? Es como que mi mamá está embarazada. Yo ya sé que mi mamá está embarazada y decido que ésa voy a ser yo. En algún momento me incorporo.

T: Eso es, seguí.

Tere: Mirá, yo no sé si es de entonces o es de ahora pero yo siento que no tengo mejor suerte. Como que yo me hago cargo de esto.

T: Muy bien. Entonces, sentíte en el vientre de tu madre cuando estás ahí, por segunda vez. Tomá contacto con tus sensaciones y emociones cuando estás allí, en el vientre de tu madre, para limpiar todo esto de tu alma. ¿Qué estás experimentando?

Tere: Hay mucha aridez. Es muy árido. Yo no me puedo comunicar con mi mamá.

T: ¿Qué está pasando esta vez con tu mamá?

Tere: Está siempre enojada, siempre enojada. Tampoco quería este embarazo. Está muy confundida, muy sola. Yo siento que me lleva y me trae. Es una carga. Yo me siento una carga. No me puedo conectar. Ella no se conecta.

T: ¿Cuál es la sensación dominante cuando estás allí?

Tere: Ella tiene mucha violencia por dentro. Siente mucha violencia. Se siente muy mal... y yo necesito que me quiera. No tengo ninguna sensación de calidez, de tibieza. No me puedo conectar. Me siento muy infeliz, pero también siento que me lo merezco, que yo quería esto. (Otro de los mandatos de Teresa.)

T: Eso es, seguí adelante.

Tere: Yo creo que hay algo que yo necesito reparar con mi mamá.

T: ¿Qué cosa necesitás reparar?

Tere: Eso de que antes mi mamá necesitaba apoyarse en mí y yo no quería. Yo no estaba dispuesta... Pero yo tampoco quiero nacer. Soy yo que no quiero nacer y esto no tiene nada que ver con mi mamá.

T: Eso es, ¿qué está pasando?

Tere: Yo no quiero. ¡No quiero! No quiero nada. Todo me da igual. Es igual que lo que te contaba la vez pasada. No quiero.

T: Y fijáte, ¿de qué manera esto de que “todo me da igual”, “no quiero nada”, cómo está influyendo en tu vida actual?

Tere: ¡Es tal cual! Todo me da igual, no quiero nada.

T: ¿Y a qué se debe que no querés nacer esta segunda vez?

Tere: Creo que vengo porque quiero reparar. En algún lugar sé que quiero reparar esto con mi mamá... de la vez anterior.**

T: ¿Y para qué te va a servir reparar esto con tu mamá?

Tere: Para tener paz. Mi mamá sufrió mucho cuando perdió ese bebé y yo me siento culpable de esto. Es como que esta vez no me importa lo que está pasando. Porque tengo mucha culpa y yo no quería venir. Todavía no quería nacer.

T: Seguí avanzando entonces. Avanzá a un hecho mareante dentro de la panza de tu mamá.

Tere: Estoy totalmente confundida, estoy rabiosa. Estoy furiosa, ¡estoy furiosa! Siento que todo me da igual. ¡Pero esto es una rebeldía! ¡Me cago en ustedes!

T: Eso es, experimentá todo eso, la furia, la rebeldía, ¿qué más?

Tere: No quiero conectarme con mi mamá. Siento como que ella espera las pataditas y todo eso y yo no quiero. No quiero conectarme con mi mamá. Por eso estoy confundida; porque yo quería reparar pero ahora no quiero.

T: ¿Y a qué se debe que ahora no querés?

Tere: Porque no quería venir. Es todo un desierto, es como si estuviera caminando en un desierto oscuro, vagando. Es la misma sensación que tengo toda mi vida. No tengo raíces, no pertenezco a ningún lugar, nada me importa. Si es, es y si no es, no es. Me puede dar furia, rabia o desasosiego en un momento, pero después sigue esto. Puedo tener entusiasmo en un momento pero después nada me importa. Tengo algo en el estómago que no sé qué es.

T: Sentí eso en el estómago, ¿qué es eso?

Tere: Es como un veneno, como una energía muy negra. Pero no sé si soy yo o es mi mamá. Yo no sé si mi mamá no tomó algo para abortarme. Hay algo muy negro en el estómago.

T: Eso es, experimentá eso. ¿Qué está pensando tu mamá?

Tere: Que esa panza desaparezca mágicamente, que desaparezca, que no esté. Esto es lo que ella quiere y yo no sé si... ¡Oh! ¡Es el vino de mi papá! No sé qué es. Hay algo que es como un veneno pero no es un veneno. Es como un envenenamiento acá —tocándose el estómago—, no sé si es la rabia, tanta rabia...

T: ¿Y quién está sintiendo esa rabia?

Tere: Mi mamá... mi mamá...

T: ¿Y qué le está pasando a tu mamá que siente esa rabia?

Tere: Tiene rabia porque mi papá toma. Tiene mucha rabia, mucha rabia e impotencia y vomita, vomita y vomita. Y tiene mucho miedo. Mi mamá está tiesa, dura y soy yo la que ahora está tiesa y dura. Todo su cuerpo está tieso. Por eso no hay calidez.

T: Eso es, sentí todo eso.

Tere: Mi mamá está tiesa de miedo, de terror. ¡Ay! Me duele todo el cuerpo. Yo siento que soy muy chiquitita. Soy muy chiquitita y estoy tiesa, tiesa y tengo un nudo en el estómago. Mi mamá no se relaja nunca, nunca.

T: Y fijáte, ¿quién tiene el nudo en el estómago, vos o tu mamá?

Tere: Mi mamá, pero yo también. Yo estoy tan tiesa como ella, no me puedo mover. ¡Ay! De repente vi que me crecieron los bracitos, ¡por favor! ¿Cómo puede ser esto? Me descubro los bracitos. ¡Ay, por favor! ¡Qué lindo! ¿Sabés que yo me quiero?

T: ¡Muy bien! Eso es.

Tere: ¿Sabés que yo me quiero? —llorando—. Pero estoy muy sola. Mi mamá no festeja esto. Acá se separan los mundos. Como que yo me conecto conmigo, a ver... ¿Cómo te voy a explicar? Me desconecto de mi mamá. Yo me quiero, me quiero, veo los bracitos y me quiero.

T: Eso es, tomá conciencia de eso.

Tere: Sí, totalmente. Es un estado de gozo pero, ¿sabés qué? Me desconecto de mi mamá. Ella está tiesa y son dos mundos. Yo no estoy conectada con mi mamá.

T: Y esto, ¿cómo te está afectando en tu vida actual?

Tere: Mi mamá sigue en la suya y yo sigo en la mía, como toda la vida. ¿Sabés que soy un bebé feliz? Feliz conmigo, no con mi mamá. Yo siento que soy feliz conmigo. Mi mamá está totalmente desconectada de mí.

T: Muy bien. Cuento hasta tres y avanzá al próximo hecho mareante en tu vida fetal. Uno... dos... tres.

Tere: ¡Tengo tanto miedo! Me pongo cabeza abajo pero tengo tanto miedo, tanto miedo. ¡Tengo terror! Hay algo que pasa pero no sé qué pasa. No me puedo conectar.

T: Eso es, ¿qué está pasando?

Tere: No sé... miedo, miedo, miedo. ¡Terror! Mi mamá no quiere ir a parir, ¡no quiere abrirse! ¡Tiene terror de que el bebé nazca muerto! ¡Tiene miedo de todo, miedo de estar sola! ¡Oooh! ¡El miedo es de mi mamá, no es mío! Mi mamá está aterrada, está tiesa. Toda ella está tiesa, la panza está tiesa. Me duele todo.

T: Eso es, experimentá todo eso y seguí avanzando hacia tu nacimiento.

Tere: ¡Ay! ¡Es muy difícil! ¡Muy difícil! ¡Mi mamá está muy tiesa y yo me siento muy mal! ¡Mi mamá no me quiere! —llorando—. Mi mamá está mal. ¡Ay! ¡Me siento muy maltratada! Mi mamá está muy dura y yo no me puedo mover. ¡Ay! No tengo espacio, no tengo nada. ¡No me deja nacer! ¡Ay! ¡No me deja nacer y me voy a ahogar! A mi mamá le da igual. ¡Ay! ¡No sé qué pasa! Ella no me acompaña. ¡Ella no sabe qué hacer!

T: Seguí.

Tere: ¡Y yo no sé qué hacer! ¡Me siento muy perdida! Me siento muy mal. ¡Nadie me espera! ¡Nadie me espera! ¡A nadie le importa que yo nazca! —llorando.

T: Seguí un poco más.

Tere: Me pregunto para qué voy a nacer. ¡A nadie le importa! ¡A nadie le importa! —con la voz entrecortada— ¡Ay! ¡Me duele todo! ¡Ay, todo es muy frío! ¡A nadie le importa! ¡Ay, José Luis! ¡Nadie me espera! —llorando desconsoladamente—. ¡Ay! ¡Qué desolación! ¡A nadie le importa! ¡Ay! ¡Me siento tan sola! ¿Qué hago conmigo?!

T: Eso es, dejá salir todo eso.

Tere: ¡Nadie me recibe! ¡Ay! ¡Me dejan ahí y a nadie le importa y yo tengo frío! ¡Necesito una mano, que alguien me toque! ¡Que alguien me abrace! ¡Y yo tengo la misma sensación de cuando me morí y me dejaron ahí! ¡Ay, qué dolor! ¡Por favor! ¿Dónde hay alguien a quien yo le importe? ¡Ay, qué desolación! Yo no puedo hacer nada. Sólo llorar y a nadie le importa. ¡Me llevan! ¡Me llevan! ¡Yo no sé adónde me llevan! ¡Yo quiero estar con mi mama!

T: ¿Qué está pasando con tu mamá?

Tere: ¡Mi mamá se duerme y yo estoy lejos! ¡Me dejan sola y yo estoy muy desesperada! ¡Necesito calor! ¡Que alguien me abrace! ¡Qué desasosiego! ¡Todo es muy frío!

T: Seguí.

Tere: Me dan algo, unas gotitas para que no llore y me duerma.

T: Eso es, y fijáte, ¿cuál fue el momento más terrible de esta experiencia?

Tere: Cuando yo salía y nadie me esperaba, a nadie le importaba.

T: ¿Y cuáles son tus reacciones físicas en ese momento?

Tere: Tengo frío, se me contraen los bracitos. ¡Tengo frío! ¡Estoy contraída! ¡Tengo miedo! ¡Ay! ¡Tengo mucho miedo!

T: Y fijáte, cuando sentís ese miedo y tenés frío, ¿cuáles son tus reacciones emocionales?

Tere: ¡Tengo frío, tengo miedo! ¡Me contraigo, me duele el vientre! ¡Necesito que me abracen! ¡Ay!

T: ¿Y cuáles son tus reacciones mentales en esos momentos?

Tere: Tengo mucha desolación, mucha aridez.

T: Y todo esto, ¿qué te hace hacer ahora en tu vida como Teresa?

Tere: Me cierro mucho, no quiero nada, no quiero nada —llorando—. ¡No quiero nada! ¡Todo me da igual! —sigue llorando—. ¡Ay! Me duele todo, el estómago, la espalda. ¡Nadie viene por mí!

T: Y todo esto, ¿cómo está afectando tu vida actual?

Tere: Yo estoy cerrada, tengo miedo. ¡Mucho miedo! No me sirve que me den la libreta. No me sirve. No me importa. ¡Yo quiero calor humano! Siento mucha aridez, ¡me siento muy sola!

T: Y ahora fijáte, ¿qué venías a aprender? ¿Para qué te iba a servir pasar por esta experiencia tan dolorosa? ¿Para qué necesitabas atravesar por esta experiencia tan dura?

Tere: A dar; no sólo a pedir. A darle una sonrisa a mi mamá. A hacer algo como mi mamá quería, como mi mamá me pedía. A cuidar, no sólo a pedir que me cuiden.

T: Muy bien. Ahora quiero que tomés conciencia de que ya no estás más allí... y quiero que recuerdes que vos te querés a vos misma...

Tere: Sí.

T: ... Que te iluminaste cuando te empezaron a crecer los bracitos y que decidiste quererte. Ahora vas a buscar la luz, un color, una vibración. El color que necesites...

Tere: Rosa, siempre es rosa.

T: Muy bien. Entonces, podrías sentir o imaginar como si un rayo de luz de color rosa llegara...

Tere: ¿A ese bebé o a mí?

T: A ese bebé, a esa situación y a vos también. Vas a envolver con el color rosa a ese bebé, en ese nacimiento, para transmutar todas esas energías...

Tere: Y a mi mamá también, yo la quiero a mi mamá.

T: Eso es. Vas a envolver toda esa escena con el color rosa, como a vos te hubiera gustado que fuese. Ahora vas a envolver a ese bebé en tu interior en el color rosa, abrazándolo y protegiéndolo. Ahora estás en condiciones de cuidar a ese bebé, de amarlo y abrazarlo, dándole todo el cariño que necesita, y de ayudarlo a crecer sano, seguro y confiante. Y envuelta en la energía del color rosa, lentamente, muy lentamente, cuando vos lo decidas, abrirás tus ojos y eso hará que regreses aquí, a este día martes, siete de mayo de 1996.

Esto es tan sólo el preámbulo de la vida fetal pero aquí ya están presentes todas las sensaciones del feto y sus reacciones emocionales ante las contingencias que le desagradan. En su libro Gravidez, un momento fundamental, el Dr. Luiz Menezes comenta que de repente, el período intrauterino, considerado tradicionalmente como un mar de rosas, se transforma en el infierno del Dante en la experiencia con la regresión. Creo que ésta es una descripción acertada de lo que puede llegar a ser la vida fetal para algunas personas. Algo así es lo que vivenció Teresa dentro del vientre materno. Allí están la rebeldía, la indefensión, el miedo, la soledad y también la percepción clara de lo que le sucedía a su madre. En la tormenta emocional en la que se encontraba, Teresa hasta cree que su madre la puede vomitar.

Algo sorprendente que ocurre y que ya he comprobado muchas veces a través de las experiencias de los pacientes es la intencionalidad del alma-feto para no nacer, para complicar el embarazo y el nacimiento. Como si fuese un suicidio fetal. La carga previa de Teresa todavía es tan fuerte que a pesar de haber aceptado venir se rebela y muere en el primer intento. La mamá de Teresa tuvo un bebé varón que murió al nacer, dos años antes de que ella naciera. Teresa nunca supo qué fue lo que sucedió con ese bebé. Nunca se supo si nació muerto o si murió al nacer pero desde hacía un tiempo Teresa sospechaba que ese bebé podía haber sido ella misma. Esto es muy importante de tener en cuenta. Siempre que en una familia haya un bebé muerto o un aborto previo a otros nacimientos es posible que alguno de los hijos que le siguen sea esa misma alma que vuelve para una nueva oportunidad. En esta experiencia Teresa se ve allí y siente que está allí. Ese hermano que murió al nacer, en realidad, fue su primer intento para volver a limpiar su pasado, pero su rebeldía y su despecho porque su mamá no la quería eran tan profundos que decidió no nacer. Esto no hizo más que intensificar su culpa y su vergüenza. Ya de por sí su carga del pasado era pesada y ahora le agregó otra piedra más. Así es como uno mismo, sin darse cuenta, se va complicando el camino simplemente por orgullo, por no aceptar, por no dar el brazo a torcer.

Como consecuencia de esta culpa Teresa toma una decisión terrible: “Volver otra vez en la condición que sea”. Esto es lo que les anticipaba al principio. Existe la programación materna y están los mandatos familiares; de esto no hay duda. Pero además el alma, en el estadio fetal, toma decisiones que por sí mismas son más que suficientes para complicarle la vida a una persona. Una decisión así hace que en los momentos de desesperación, de soledad o de culpa una persona sea completamente vulnerable y acepte cualquier condición que se le ofrezca con tal de calmar esas sensaciones que la agobian.

Tomen nota de todas las reacciones emocionales de Teresa dentro del vientre de su mamá y de qué manera esas reacciones se reproducen en su vida presente. Esta es una constante en todas las experiencias. El comportamiento fetal se debe a la personalidad que ese feto trae por su alma, y todas estas reacciones no hacen más que reafirmar y reforzar ese comportamiento que más tarde se pondrá de manifiesto en la vida adulta.

Otro hecho importante en la experiencia de Teresa es la desconexión. Pero es ella misma quien se desconecta de su mamá. La separación entre ellas tiene lugar en la vida intrauterina y ya no tendrá arreglo. Madre e hija llegan desconectadas al momento del nacimiento y así seguirán por años hasta que hagan algo para reconectarse.

Finalmente llegó el momento del nacimiento y toda la soberbia de Teresa se fue a pique. Ahora necesitaba de su mamá y del mundo exterior para poder sobrevivir. Ante la aridez y la soledad que la rodeaban su pauta de sobrevivencia fue cerrarse y contraerse, pero esa misma actitud le trae problemas en su vida de relación. Observen también que al nacer se reactiva la misma sensación de la muerte anterior. Esta es otra constante que van a comprobar en muchas de las experiencias de los pacientes.

Les cuento que la vida de Teresa dio un vuelco total después de su trabajo de limpieza del alma y se ha vuelto a conectar con su mamá.

Un comentario técnico: siempre termino las regresiones con una armonización pidiéndole al paciente que se envuelva en un color de su elección. En la transcripción de varias de las experiencias en este libro la he suprimido simplemente para abreviar el texto, pero todas las sesiones terminan así.

* Nótese, en todos los relatos, el uso abusivo de “como” y “como que”, que indica la dificultad de los pacientes para describir las vivencias insólitas de las regresiones, en la TVP, y su necesidad de recurrir a la comparación con la realidad conocida, para poder transmitirlas.

** No hay salto. (Teresa responde en el párrafo siguiente, aunque de manera indirecta.) A veces los pacientes contestan con otra cosa; esto evidencia que no están sugestionados ni se preocupan por complacer al terapeuta.

La vida antes de nacer

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