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I. EXÉGESIS DE LA INTELIGENCIA

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Cree firmemente el que escribe que no se debe comenzar un edificio si no es por los cimientos, a riesgo de que el mismo se derrumbe de hacerlo de otro modo. Eso sería lo inteligente, aunque a veces no esté de moda. Cuando parecía que la relación entre Defensa e Inteligencia estaba tocando a su fin por caduca, las modas mandan, resulta que llega la realidad, en ocasiones de forma cruel, para recordarnos que una relación que viene funcionando tan de largo es por algo1. La prematura constancia escrita de ese binomio, no viene sino a redundar en la idea según la cual el conocimiento es algo inherente a la propia vida y que se vuelve imprescindible en el ámbito de la Defensa.

La necesidad de tener información ya sea para lograr vencer al enemigo, para superar al rival o para lograr otros fines u objetivos, se viene advirtiendo desde el principio de los tiempos2. Tampoco es ajeno a esto el saber popular, consciente de la trascendencia de la información más allá de las aplicaciones militares. Desde que FRANCIS BACON dijera aquello de que el conocimiento es poder, no son pocos quien han reproducido la frase con mayor o menor éxito.

Incuestionable es la importancia de la obtención de la información, pero no lo es menos la de su manejo, por extensión la de quienes llevan a cabo ambas labores. Tradicionalmente se ha vinculado la función de éstos, los servicios de inteligencia, a periodos bélicos o de una alta inestabilidad, en definitiva, ante situaciones de riesgo para la defensa del Estado. Pero esta circunstancia es probablemente la que más ha cambiado principalmente a raíz del periodo conocido como “Guerra Fría”, sobre todo porque se comienza a emplear la inteligencia con fines alejados del ámbito militar, utilizándola como otra forma de amenaza para la seguridad del que se entiende como antagonista.

Está claro que el concepto de Inteligencia es sustancialmente distinto hoy del de hace tan sólo unos pocos años. Unas pocas décadas atrás Inteligencia era sinónimo de información y poco más. Hoy en día se entiende como el ciclo por el que la información obtenida se convierte en un producto, que implica su aplicación práctica para resolver problemas. Esto supone desarrollar la capacidad de lógica, comprensión, autoconciencia, aprendizaje, conocimiento emocional, razonamiento, planificación, creatividad, pensamiento crítico, algo que se puede hacer con la inestimable colaboración de las máquinas, que han ido progresivamente incorporándose a este ámbito.

Pero yendo un paso más allá, siempre deseamos hacerlo, ¿por qué no dejar que sean las máquinas las que generen inteligencia? Si las podemos emplear en la búsqueda de información o en su selección; si éstas pueden aprender, algoritmo mediante, llegando a tomar decisiones, digamos motu proprio, nada debe empecer para que generen inteligencia, algo que, además, no será exclusivo del ámbito militar.

Hemos avanzado que el origen conceptual de la inteligencia hunde sus raíces en lo profundo del tiempo. Si lo queremos limitar a las aplicaciones militares probablemente se manifieste con más intensidad en los primeros ejércitos organizados: griegos y romanos, sin ser desconocida en periodos anteriores por otros usuarios. Negar esto sería como no reconocer a que la historia de las civilizaciones está llena de referencias a la necesidad de obtener información, incluso de la obligación de proteger la información valiosa para evitar una difusión no deseada.

La figura de los procuradores de inteligencia, al menos en cuanto a la obtención de información se refiere –antaño espías, otrora agentes secretos, hoy analistas, mañana a saber– cuando no han sido definidos con términos despectivos, han sido objeto de pluma malintencionada. Pero, muy al contrario, lo inteligente, es no considerarlos de esa forma peyorativa. Lejos de usar una terminología poco amable, inteligencia es término idóneo para referirse a unos fines lo suficientemente ambiguos para no encorsetar sus acciones, amén de reconocer el fondo de su labor, tratar información, lo que incluye procesos de selección desde la propia búsqueda, análisis, estudio y obtención de conclusiones. Por eso, aunque los servicios de inteligencia están marcados por los procedimientos, ya que en esencia lo que tratan es de obtener información, no lo están menos por los fines3.

La Inteligencia luego no es sólo cosa de espías, hoy tampoco solo de humanos. Además de la elaboración de la información y su transformación en inteligencia, también tiene una característica importante como es aportar seguridad contra las amenazas de otros servicios de inteligencia extranjeros y hacer más seguras las comunicaciones. Sin olvidar la garantía de la defensa nacional y el marco constitucional. Aquellos informes de inteligencia que traten sobre amenazas y riesgos lógicamente tendrán como objetivo establecer las contramedidas necesarias para detectar y neutralizar estas amenazas, al tiempo que se analizan las fallas o vulnerabilidades existentes. Siguiendo a KENT… la clase de inteligencia que debe tener un estratega para trazar sus planes y llevarlos a cabo. Inteligencia, tal y como yo la describo, es el conocimiento en el que nuestros hombres, civiles y militares, que ocupan cargos elevados, deben poseer para salvaguardar el bienestar nacional4.

En definitiva, la finalidad de la inteligencia es reducir la incertidumbre sobre las decisiones a tomar, por la persona u organización a la que va dirigido el informe de inteligencia, ya que de este modo se atenúan los efectos que conlleva el desconocimiento sobre una materia y en concreto, sobre su futuro predecible. A mayor incertidumbre, mayor es el error al que se pude llegar, debido a que no se conoce el índice de probabilidad acertado de que ocurra un determinado hecho, acontecimiento o situación, por ausencia de información.

Inteligencia artificial y defensa. Nuevos horizontes

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