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V. OBJETIVO ALCANZADO. LA IA

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Precisamente esa tecnificación hace que no se pueda desconocer la Inteligencia desde su perspectiva Artificial. Las máquinas, que han ido cogiendo paulatinamente protagonismo, sobre todo a lo largo de las últimas décadas, pueden llevar a cabo inteligencia imitando al ser humano que las diseña. Si bien en inicio es éste el que determina la capacidad de ésta para ello, su capacidad de aprendizaje supone que la máquina desestime la necesidad de su programador para seguir pensando por sí misma. ¿No puede crear una máquina a otra que piense? Todo estriba en el algoritmo, ese gran desconocido sobre el que gira el estado de la cuestión.

La inteligencia artificial definida como la capacidad de un sistema para interpretar correctamente datos externos, para aprender de dichos datos y emplear esos conocimientos para lograr tareas y metas concretas a través de la adaptación flexible29, supone abrir nuevos horizontes a la tecnología. Ésta se ha venido ocupando de buscar soluciones eficientes mediante el análisis de datos masivos, computación y algoritmos, hasta el punto de lograr la automatización de la ejecución de actividades consistentes en toma de decisiones, resolución de problemas y, quizás lo más importante, a la par de lo que mayor riesgo supone, el aprendizaje. En definitiva, nos encontramos con sistemas que piensan como humanos, son redes neuronales artificiales.

Pero además de pensar, la IA no se detiene ahí, sino que, muy al contrario, ejecuta lo aprendido, de tal forma que se crean sistemas que actúan como humanos, en ejecución de lo que previamente o le han enseñado (el ser humano –programación–) o de lo que directamente han aprendido si además está investidos, porque así se ha decidido previamente, de la capacidad de pensar. El término robot, no responde a esa conceptualización limitada de aquellas máquinas que, con empleo industrial, realizan mecánicamente labores que antes ejecutaban humanos, ahora hay que contemplarlos como computadoras que realizan tareas de forma similar a como lo hacen las personas.

No se detiene ahí esta nueva realidad. Hoy existen sistemas que piensan racionalmente, es decir que, como mínimo, intentan emular el pensamiento lógico racional de los humanos. Decimos intentan sin estar seguros de que no lo logren. A la luz pública trasciende una información limitada de estos avances, por lo que, al menos temporalmente, es una posibilidad, que seguramente no diste de ser una realidad antes o después. Estos sistemas que actúan como expertos, pueden percibir, razonar y actuar en consecuencia, al menos en teoría.

Pero quizá la cuestión más conspicua en relación con la IA sea la capacidad de razonar como lo haría un ser humano. Precisamente la ausencia de razonamiento o lo imprevisible del mismo en función de emociones es lo que aleja a la máquina del hombre. Aunque existen sistemas inteligentes (agentes) que actúan racionalmente, tratando de imitar de manera racional el comportamiento humano, todavía no se ha logrado alcanzar este punto.

Lo inusitado del avance de la IA hace que esté presente en aplicaciones de uso diario como puedan ser la detección facial de los móviles, en los asistentes virtuales de voz como Siri de Apple, Alexa de Amazon o Cortana de Microsoft y está integrada en nuestros dispositivos cotidianos a través de bots o aplicaciones varias para móvil, que en función de la información que recaban, elaboran perfiles y toman decisiones como diagnósticos médicos, propuesta de vivienda para comprar/alquilar, o nos encontramos con un personal shopper en versión digital; en definitiva el objetivo de todas ellas: hacer más fácil la vida de las personas. Hasta ahí, poco que alegar, que no sea el uso desmedido de datos, sin que en muchas ocasiones sepamos que se están empleando, siendo, en muchos casos, datos especialmente protegidos por la legislación.

Precisamente los avances en IA, sobre todo a través del uso del big data, precisamente por su capacidad para procesar ingentes cantidades de datos, provoca que su empleo genere importantes ventajas en ámbitos como la comunicación, comercio y empresa, que la han llevado a posicionarse como la tecnología esencial de las próximas décadas. Pero tampoco son ajenas a la misma el transporte, la educación, la sanidad, la cultura… ningún sector es ajeno a este cambio. Esto supone incluir dentro de su ámbito, incluso podríamos decir de forma natural, a la seguridad. El recurso a la IA en este campo es no sólo frecuente sino innegable, cuando no pionero. Las FAS como garantes de la seguridad a través de la Defensa conceptualizada en términos actuales, son/deben serlo usuarios de la IA.

Las soluciones de seguridad basadas en inteligencia artificial son hoy imprescindibles para poder abordar correctamente el análisis de los datos generados. Conviene no olvidar que prácticamente cualquier software que utilizamos usualmente emplea como base el machine learning. Esta capacidad del software de aprender de forma automatizada para ofrecer mejores respuestas, supone una herramienta que no se puede desaprovechar en modo alguno. Esto sumado al incremento exponencial de la cantidad de información disponible para analizar consecuencia de las nuevas tecnologías, provoca que sin el empleo de la IA sea prácticamente imposible lograr inteligencia.

La inteligencia artificial permite desarrollar herramientas que comprenden mucho mejor lo que lo que es preciso implementar para alcanzar un nivel de seguridad satisfactorio sino óptimo. No hay que perder de vista que la IA opera en doble sentido, en tanto que es recurso, fácil, para los hoy ciberdelincuentes, que también han aumentado su grado de eficacia y sofisticación.

Sirva a modo de ejemplo el siguiente dato, los ataques automatizados, aquellos que se producen a velocidades que únicamente máquinas con gran potencia de procesado pueden realizar, han crecido entre 2015 y 2019 hasta un 43%. Los sistemas convencionales de ciberseguridad no siempre son capaces de detener estos ataques, ya que se basan en códigos capaces de mutar con cada infección a un ritmo que supera al de virus como I Love You, que mutaba ligeramente en cada envío30.

No obstante lo anterior, en tanto que las máquinas no piensen como los humanos, serán indispensable combinar la inteligencia de la máquina con el juicio humano para poder extraer el máximo beneficio de los datos generados, incluyendo los producidos por los entornos IoT (Internet de las Cosas).

Inteligencia artificial y defensa. Nuevos horizontes

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