Читать книгу Inteligencia artificial y defensa. Nuevos horizontes - José Luis Domínguez Alvarez - Страница 7
III. EVOLUCIONES DE CONCEPTOS. NOS VAMOS APROXIMANDO
ОглавлениеAhora bien, la seguridad es un concepto que tampoco ha sido ajeno a mutaciones en las últimas décadas. Ha exigido una adaptación, cada vez mayor, de todos los agentes implicados en su garantía, incluyendo aquellos a los que les corresponde procurar la defensa. Así, dependiendo de cómo entendamos la seguridad determinará los parámetros de acción de la defensa16. En realidad, se ha venido producido una ampliación del concepto seguridad, que es inversamente proporcional a la reducción conceptual que ha sufrido la concepción de defensa. Luego podemos hablar de una seguridad ampliada17, que además se plasma en una perspectiva multidimensional, donde la defensa sólo es una de las partes que la conforman. Sin afán de conceptualizar o fijar términos de este nuevo contexto, algo que ha sido ya realizado, lo cierto es que la seguridad tiene distintos aspectos y no una única realidad18.
Sin embargo, desde el punto de vista de una seguridad, digamos aumentada, no existe una única realidad, ni referentes únicos19. Las personas, las sociedades o Estados, el propio planeta son todos ellos prismas con los que observar una misma realidad. Quizá la perspectiva más correcta es la que contempla a la seguridad desde el conjunto de nuevas amenazas, considerando todos los instrumentos de la política del Estado20. Es correcta desde el punto de la integridad de objetivos a perseguir, en función de intereses particulares o generales, pero también lo es desde la plenitud de los instrumentos públicos dedicados a procurarla.
No deben ser vanos los esfuerzos que una organización, principalmente el Estado destine a la procura de la seguridad. No está acreditado que mecanismo es el idóneo para garantizar la misma, tampoco hace falta destinar recursos a averiguarlo. Tanta razón tiene los que abogan por emplear el “Poder Blando” como los que hacen lo propio con el “Poder Duro”. El debate soft/hard power siempre estará abierto. Si cierto es que las medidas coercitivas de diversa índole que caracterizan al hard power, junto a unas Fuerzas Armadas fuertes y capaces, son la garantía última de la seguridad, no lo es menos que es preciso utilizar predominantemente elementos de naturaleza persuasiva, para alcanzar objetivos políticos vinculantes. Ello es así, porque sólo a través de una combinación de ambos tendremos realmente una solución eficaz. En líneas generales, el modelo a implantar debería estar constituido por una combinación de instrumentos económicos, sociales, diplomáticos, etc., pero donde el uso de la fuerza militar, lejos de estar descartado, es planteado como una herramienta que, al menos en ocasiones, se torna imprescindible.
Cómo negar que cualquiera que sea el momento y con independencia de los mecanismos empleados para el mantenimiento de la seguridad, la información siempre ha sido un elemento imprescindible para disminuir el grado de incertidumbre en el que se suelen tomar las decisiones relacionadas con la seguridad y/o defensa. Son precisamente las características de los nuevos riesgos y amenazas las que han venido potenciado el valor de la información ya sea para evitarlas ya para neutralizarlas. De esta forma quienes trabajan con la información cualquiera que sea el rótulo bajo el que se auspicien, deberán formar parte inexorablemente del sistema de seguridad y defensa, obviamente previo proceso de adaptación al cambio, es decir a los nuevos retos que propone la sociedad.
Al hacer referencia a que la búsqueda de la información y su tratamiento no admiten exclusividades, no queremos sino reflejar la necesidad de coordinar las actividades de inteligencia e información relacionadas con la seguridad21, de manera quesean planeadas y desarrolladas de forma que garanticen la eficiencia en el logro de sus objetivos. Las estructuras en materia de inteligencia no son exclusivas del ámbito militar, como la defensa no es el único elemento integrante de la seguridad. No hay un solo Estado moderno que no tenga coordinados a sus servicios de información e inteligencia22. Con independencia del número, de las características de los mismos, la coordinación es algo esencial para poder ofrecer una respuesta eficaz, incluso eficiente, a las demandas de seguridad. Precisamente es la caracterización multidisciplinar y absolutamente heterogénea de la seguridad la que va a definir la configuración de distintos servicios para hacer frente a estos requerimientos.
No sólo no es ningún despropósito, sino una necesidad en sí misma, incorporar un modelo de comunidad de inteligencia. Concepto un tanto desconocido en el ámbito patrio, no así, afortunadamente, fuera de él, implica que las instituciones tanto públicas como privadas, con independencia de su configuración y/o dependencia orgánica y funcional, que trabajan en inteligencia, pongan en común su conocimiento, para facilitar la toma de decisiones. Cierto es que adoptar un fenómeno como este ya experimentado en otro país al caso particular español puede resultar ineficiente, si bien resulta imprescindible aprovechar sus experiencias, aunque sólo sea para no repetirlas. La cooperación, pero sobre todo la coordinación, son herramientas para evitar la duplicidad de esfuerzos y lograr que no se produzcan carencias informativas, logrando que la adopción de acuerdos y medidas sea más sencilla y con más probabilidades de lograr sus objetivos.
Se obtiene así una lectura transversal de la cuestión, que no hace sino redundar en la idea de cambio que venimos preconizando. El propio concepto de seguridad ha evolucionado tanto que ha pasado de un sistema de prestación directa, férreamente intervenido y controlado, a uno donde las funciones públicas en relación con la seguridad, en parte, se llevan a cabo a través de la reglamentación, control y tutela de servicios privados de seguridad, incluyendo incluso la prestación de servicios de inteligencia, quizá el último de los servicios de seguridad que ha ido a parar, en parte, al igual que el resto, a manos privadas23.
Esto es así, porque la seguridad de los ciudadanos es, cada vez más, una responsabilidad compartida entre el Estado y otros agentes no sólo públicos24. La demanda potencial de seguridad es casi ilimitada en la sociedad actual, habida cuenta de las múltiples situaciones de riesgo que se pueden producir en las distintas actividades tanto de carácter industrial o mercantil, como en la propia esfera privada de las personas. Fruto de esta situación, el sector de los servicios privados de seguridad es una realidad en franca expansión. Precisamente esta situación de desarrollo viene planteando numerosas cuestiones que necesitan ser reflexionadas, principalmente aquellas imbricadas con el rol que desempeña en relación con la propia seguridad pública, las fronteras entre sectores, el impacto en el empleo, o los servicios que deben proveerse, incluso la dialéctica entorno a su financiación (pública, privada o mixta). En todo caso lo que está claro, así lo hemos destacado ya con anterioridad, es que la seguridad ha dejado de ser un monopolio estatal, si es que en algún momento lo fue, y se ha convertido, en buena medida, en un sector de actividad en el que concurren la iniciativa privada, la social y la pública25.El concepto de seguridad tiene dos sentidos bien definidos. El primero tiene que ver con la ausencia de daños potenciales o consecuencias no deseadas tanto materiales, personales, que se puedan ocasionar tanto al entorno, como a los derechos y libertades. Esto es preciso completarlo con la ausencia de incertidumbre, que se constituye en el segundo de los sentidos anunciados. En consecuencia, seguridad es mirar al futuro con confianza, sin miedo contando con un entorno previsible y estable.
En los últimos años, como ya hemos avanzado anteriormente, se ha producido un cambio en la conceptualización de los “problemas”, de modo que la idea de delito o delincuencia como conducta excepcional se ha quedado anticuada. Términos como los de “policías y delincuentes” están siendo sustituidos por el más genérico de seguridad, incluso en cierta medida en propio concepto de defensa, tan arraigado, está evolucionando hacia una definición que se encuentre mucho más próxima a la de seguridad que a la tradicional de ese concepto. Buen ejemplo de ello es la transformación de las antiguas políticas penales o policiales en lo que se ha dado en llama políticas de seguridad.
Por otro lado, el incremento de variables como son la riqueza, el bienestar y la calidad de vida han contribuido directamente a incrementar la demanda de seguridad, ya que ésta es una dimensión, a la par que una condición, para disfrutar de aquella. Además, el aumento de la riqueza también suele venir acompañado de situaciones de desigualdad. Los agravios y tensiones sociales provocan una mayor inseguridad objetiva, cuyos efectos finales se reflejan en la propia calidad de vida, ya que paradójicamente, genera inseguridad. Este proceso social resulta por sí mismo la suficientemente ilustrativo para explicar el fuerte incremento de la demanda de seguridad que se ha producido en los últimos tiempos.
Hay que tener en cuenta que cualquier de las variantes de la noción de seguridad (alimentaría, tráfico, medioambiental, seguridad ciudadana, etc.) admite tres dimensiones: la inseguridad objetiva, la subjetiva y la tolerable. Si bien, la inseguridad objetiva es una cuestión meramente estadística, que hace referencia al número de accidentes o incidentes, en cambio la inseguridad subjetiva es el nivel de riesgo que percibe la población, es una dimensión fundamental para la prevención ya que esa percepción es lo que lleva a la población a tomar medidas de protección, a ser más tolerantes, o, en extremo decidir su voto. Finalmente, la inseguridad tolerable es el nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir. La vida misma es riesgo y siempre se asume alguno, sin embargo, bajo determinadas condiciones, el riesgo se torna inadmisible y las personas actúan en consecuencia, procurando evitarlo, en la medida de lo posible, o corrigiendo sus consecuencias si finalmente el riesgo se consuma.
Todos esos procesos a su vez dependen de distintas variables psicológicas y sociológicas. Por eso la denominada seguridad ciudadana no dependen única y exclusivamente del número de delitos. Esa es sólo la dimensión objetiva, y como tal una parte del problema.
En un entorno cada vez más globalizado, la labor de los servicios de inteligencia, como no podía ser de otra manera no puede, ni debe, ser ajena a las nuevas realidades.