Читать книгу La niña halcón - Josep Elliott - Страница 9

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-Desde el principio, les dije que era una mala idea.

—Esas palabras no nos llevan a ninguna parte, Clyde.

—Lo que quiero decir es que esto iba a suceder tarde o temprano. Y si seguimos con ella ahí arriba, será sólo cuestión de tiempo que pase otra vez.

—Estoy de acuerdo. Ha demostrado que no es persona de fiar en puestos de responsabilidad.

—Más que eso, debemos discutir también un castigo. Esa chica merece ser castigada.

Hay muchas voces hablando así que no es fácil saber quién dice qué. Se supone que no debo estar en el bothan de los ancianos, porque no es un lugar público, lo cual significa que no puedo entrar sin permiso. Por eso estoy escondida. Y estaré en problemas muy serios si llegan a encontrarme.

—¿No creen que retirarla de su labor será suficiente castigo?

—Vamos, fue un error accidental. No pretendía hacerle mal a nadie —quien acaba de hablar es Maighstir Ross, creo. Es el jefe del clan durante esta luna, lo cual quiere decir que es la persona más importante. Hay siete ancianos y cada luna cambian de jefe, para ser más justos.

—Ya sé que no pretendía hacerle mal ni daño a nadie, pero eso no impidió que lo hiciera. Fue una suerte que nadie resultara ahogado. Y eso sin contar con que perdimos un barco. A las Avispas les tomará semanas reemplazarlo.

—Clyde tiene razón. Son tiempos de peligro estos que vivimos. No podemos arriesgarnos a que nada ni nadie ponga en riesgo a nuestro clan. Sobre todo, después de lo que le sucedió a Clann-na-Bruthaich.

—No estamos seguros de qué le sucedió a ese clan. No tenemos certeza.

—Tenemos certeza: los deamhain los invadieron. Eso quiere decir que aquí estamos expuestos. Y que somos vulnerables, además. En especial con ella como primera línea de defensa —es Maighstir Clyde quien dice eso. No me agrada mucho porque a veces puede ser odioso.

—Siempre supimos que era un riesgo convertir a Agatha en Halcón, pero permítanme recordarles que ella siempre ha sido uno de los miembros más esforzados y leales de este clan —dice Maighstir Ross.

—Y además es una retarch, y por poco mata a doce personas.

—Ya basta, Clyde.

Por primera vez desde que comenzó la reunión, todos guardan silencio. Es cierto, casi mato a todas esas personas. No era mi intención. Fue un accidente. Ahora los ancianos están decidiendo qué hacer conmigo. Estoy aquí porque quiero saber. Vine después de la comida matutina, cuando nadie me veía. Nadie vive en este bothan. Sólo se usa para reuniones. Por eso lo construyeron alejado de los demás, sobre la colina. Es circular y dentro sólo hay siete sillas y el enorme baúl en el que estoy metida. El baúl tenía muchas cosas adentro, así que tuve que sacarlas primero y ocultarlas. Fue un buen plan. Entonces, me metí en el baúl y esperé. Los ancianos no aparecieron durante un buen rato, así que pasé todo ese tiempo esperando. No hay mucho lugar aquí adentro, así que no es nada cómodo. Me alegra haber dejado a Milkwort en el pequeño agujero de mi cama. Le gusta estar ahí y, además, se encuentra a salvo. Si lo hubiera traído, estaría aquí, apretujado junto a mí.

—Aquí tenemos tres cuestiones diferentes —dice Maighstir Ross—. Si permitimos que la chica permanezca en su oficio, qué haríamos con ella si le quitáramos su nombramiento y, aparte de las otras dos, si es necesario o adecuado un castigo. Empecemos por lo relacionado con su oficio.

—No se conservan registros de un miembro del clan al que se haya despojado de su nombramiento, salvo en casos de exilio.

—¿Y no podría permanecer nominalmente como Halcón, y que la mantengan en una zona menos importante de la muralla, bajo supervisión cuidadosa? —tal vez sea Maistreas Sorcha la que habla.

—Se supone que estaba bajo supervisión de Lenox ayer, y miren hasta dónde nos llevaron las cosas.

—¿Y nos podemos dar el lujo de desperdiciar los ojos de otro Halcón para vigilarla a ella? Son escasos. Si la amenaza de los deamhain es real, necesitamos todos los ojos puestos en el mar.

¿De qué habla? ¿Deamhain?

—Entonces, ¿cuáles son las alternativas? —dice alguien, no sé quién.

—Podría capacitarse nuevamente para convertirse en una Perca —propone Maistreas Eilionoir, creo.

—Las Percas no querrán tener nada que ver con ella. Es torpe e incompetente. ¿Acaso no fue ésa la razón por la que decidimos ponerla en la muralla en un principio? ¿Con la esperanza de que cayera desde allá arriba y nos hiciera a todos un favor?

¿Qué dijo? Eso no está bien. No es fácil oír claro desde dentro del baúl.

—Esa forma de ver las cosas no nos ayuda para nada, Clyde.

—No voy a disculparme por poner en palabras lo que todos estamos pensando. No la nombramos Halcón pensando que llegaría a ser buena. Queríamos sacarla de en medio. Es la desgracia del clan. Y ahora, nos ha dado razones de peso que justifican esa reputación.

Siento que mis ojos se van enojando. Lo que dice no puede ser verdad. Soy una buena niña Halcón, soy una buena niña Halcón.

—¡Soy una buena niña Halcón!

Lo dije en voz alta porque no podía callarlo. Nadie dice nada. Oigo pisadas y luego la tapa del baúl se levanta. La luz de afuera es brillante. Parpadeo y veo a Maistreas Sorcha allí.

—Parece que tenemos compañía —dice. Maistreas Sorcha es la más joven de los ancianos. Es bonita y amable. Me ayuda a salir del baúl, cosa difícil porque estoy toda hecha nudo.

Salgo del baúl. Todos los ancianos me miran. No me gusta, así que volteo la mirada al techo. Está lleno de sombras que se mueven como si fueran seres. Pero no lo son pues si lo fueran, ya estaríamos todos muertos. Nos despedazarían. Eso es lo que hacen las cosas de sombra y uno no puede impedirlo. Además, esas cosas viven en tierra firme y no en Skye, por eso sé que no están aquí.

Maighstir Ross habla:

—Agatha, esto es algo que ninguno de nosotros esperaba. Supongo que sabes que está estrictamente prohibido entrar al bothan de los ancianos si no eres uno de ellos, ¿cierto? —me dice.

—Soy una b-buena niña Halcón —repito una vez más.

—Has demostrado varias cualidades que lo prueban, sí —afirma Maistreas Sorcha—, pero también has puesto en peligro varias vidas, y eso no se puede pasar por alto —se vuelve hacia los ancianos, y pregunta—: ¿Qué debemos hacer con ella?

—Ya que se encuentra aquí, bien puede quedarse para enterarse de su destino —dice Maighstir Ross. Me mira, señalándome con el dedo—: pero deberás permanecer en silencio todo el tiempo.

Abro la boca para decir que no es justo, pero Maighstir Ross me mira enojado y me callo. Maighstir Clyde resopla.

—Si la vas a dejar aquí para que yo tenga que refrenar la lengua, Ross, más vale que lo pienses dos veces.

—La hora de hablar ya ha terminado —dice Maighstir Ross—. El fuego está en su punto. Agatha, sé buena y alcánzame las bhòt que están dentro del baúl.

Las bhòt son unas piedras que se usan para tomar decisiones.

—Tengo que ir… b-buscarlas —digo, y salgo. Afuera ya está oscuro y me cuesta encontrar las cosas en el lugar donde las oculté, pero lo consigo.

—Las escondí entre los brezos —digo cuando vuelvo a entrar. Pienso que tal vez me dirán que fue un buen plan, pero nadie pronuncia palabra. Maighstir Ross toma la bolsa con las piedras y me siento en el baúl porque no hay ningún otro lugar donde hacerlo.

Maighstir Ross se levanta y voltea la bolsa sobre el fuego. Unas piedras son negras y las otras grises. Se sienta y me dice:

—Las llamas se han apagado, pero las cenizas aún están calientes, así que escoger una piedra implica una experiencia dolorosa. Eso se hace para garantizar que sólo voten quienes ya tienen clara su decisión. Los ancianos de Clann-a-Tuath han votado así a lo largo de muchas generaciones —y luego le dice a uno de los ancianos—. Primer asunto: en relación con la consideración de si Agatha-Cabhar, aquí presente, debe ser castigada por la destrucción de un barco de los Pescadores, además del contenido de éste, así como de poner en peligro la vida de doce Pescadores que iban a bordo de dicho barco. Todos los que deseen votar, pueden hacerlo ahora.

Maighstir Clyde se levanta primero. Mira el fuego y mete la mano hasta el fondo, para sacar una piedra. No da señales de que le duela. Ha escogido una negra. Arroja la piedra a un lado y vuelve a su silla. Algunos de los otros ancianos hacen lo mismo. Las piedras que escogen son grises. Pasa un rato, y Maighstir Ross dice:

—Na clachan bhòtaidh deiseil?

—Tha bhòtadh deiseil. Dearbh dhuinn an fhìrinn —dicen los ancianos en la lengua antigua.

Maighstir Ross mira la pila de piedras y dice:

—El escrutinio me indica uno a favor, cuatro en contra, y dos que se abstienen, con lo cual se acuerda que no se le impondrá ningún castigo. Leig leis.

—Leig leis —dicen todos.

Maighstir Ross me mira y me parece que está contento. Yo también estoy contenta de que no me vayan a castigar. Recoge las piedras y vuelve a ponerlas en el fuego.

—Segundo asunto —empieza—: decidir si Agatha-Cabhar, aquí presente, debe ser despojada de su nombramiento como niña Halcón. Todos los que quieran votar pueden hacerlo ahora.

Ya no estoy contenta. Quiero hablar, o tal vez gritar, pero prometí quedarme callada. Soy un Halcón. No pueden hacer que ya no lo sea. No pueden, por favor, que no puedan.

Maighstir Clyde otra vez es el primero en tomar una piedra del fuego. Los demás ancianos escogen las suyas también. La única persona que no lo hace es Maistreas Eilionoir. Permanece en su silla, mirándolos a todos y a mí.

—Na clachan bhòtaidh deiseil? —pregunta Maighstir Ross al terminar, y todos responden como antes. Entonces, mira la nueva pila de piedras. Esta vez, todas son negras.

—Con seis votos a favor y uno que se abstiene, se acuerda que a partir de este momento Agatha-antes-Cabhar ya no será reconocida como niña Halcón de Clann-a-Tuath. Leig leis.

¿Qué? No. Me levanto. No pueden hacer eso.

—No pueden hacer eso —grito—. No pueden hacer eso —me duelen los dientes.

—Agatha —la voz de Maighstir Ross se escucha calmada—, te permití permanecer aquí con la esperanza de que, al ver el proceso, podrías comprender mejor cómo se toman las decisiones, y el carácter definitivo de los acuerdos a los que llegamos.

—Pero no pueden —repito—. Soy una buena niña Halcón. Soy una b-buena niña Halcón.

Necesito arrojar algo. Tomo una taza y una cobija y todo lo que tengo a mano y se los arrojo. No me importa si golpeo a alguien o si caen al fuego. Hay manos que tratan de detenerme, pero no lo voy a permitir. Levanto el enorme baúl y lo vuelco, y choca con las sillas y las derriba. Se oyen gritos. No me importa. Trato de zafarme, grito, embisto. Maighstir Clyde está frente a mí. Es muy rápido. No sé bien qué está haciendo hasta que termina de hacerlo. Me da un puñetazo en la cara y caigo al suelo.

Me duele la cabeza y sale sangre por mi nariz.

El bothan gira a mi alrededor.

Después, nada.

La niña halcón

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