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Oler y saborear

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Aunque gusto y olfato se interpretan en lugares diferentes del cerebro, el aroma de una sustancia es la interpretación que hace el cerebro de la combinación de los diferentes olores y sabores percibidos, y de las otras sensaciones como el dolor (en el caso de los picantes) o la sensación térmica de las mucosas.

Es por ello que, como dice el refrán, en cuestión de gustos no hay nada escrito, ya que alimentos buenísimos para unos son detestables para otros, aunque haya un factor en común a todos los seres humanos.

Parece ser que la aversión personal a ciertos gustos está determinada genéticamente, mientras que otros reciben como regalo para esta vida más papilas gustativas que sus semejantes, y por ello son supersaboreadores.

Hay sabores que no son adecuados al gusto humano, en general los excesivamente ásperos o amargos o de sabor putrefacto. Y no, no es para sonreír, puesto que este hecho permite que haya animales que vivan de ello, como los cuervos, que comen olivas intensamente amargas, o las ratas, para las que los alimentos podridos son verdaderas delicias.

En los gusanos, gusto y olfato son un único sentido, aunque parece ser que son capaces de diferenciar si una sustancia está dispersa en el líquido o en el aire.

Especias que curan

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