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El interés público por Edgar Cayce (se pronuncia «Keisi») es mayor ahora que cuando estaba vivo y hacía las misteriosas predicciones que le hicieron ganar su reputación de auténtico místico.

Cayce no buscaba fama ni riquezas, y realizó parte de su obra en el campo de la medicina; profesión que no se caracteriza por su hospitalidad hacia quienes la practican sin haber recibido formación académica. Muchos de los profesionales que dependían de Cayce mientras estaba vivo temían admitir siquiera una relación social con él. Si los innumerables médicos que buscaron su ayuda le hubieran dado el crédito que se merecía por los éxitos obtenidos, no hubiera tenido necesidad de defenderse de los que lo acusaban de «charlatán», algo que debió soportar durante toda su vida adulta.

Debido a que algunas de las predicciones que hizo años atrás hablan de hechos que ocurrirán en el futuro cercano, deberíamos tenerlo en cuenta hoy en día. Las predicciones que aún no se han cumplido resultarán más importantes después de echar un vistazo a algunas que ya forman parte de nuestra historia. Al considerar estas predicciones es importante tener en cuenta que fueron hechas en un estado de auto-hipnotismo o trance por un hombre que tuvo que dejar de lado su educación a los dieciséis años; un hombre que no tenía mayor instrucción en sociología, geología, historia o política. He aquí algunas de sus predicciones:

En abril de 1929, Cayce predijo una inminente debacle en el mercado de valores de Nueva York. Se produjo en el mes de octubre.

En 1931, predijo que pronto cambiaría la suerte de los habitantes de los Estados Unidos y que en la primavera de 1933 habría «mejoras verdaderas y definitivas» (311-8). Estas «mejoras verdaderas y definitivas» se produjeron después de la investidura del presidente Franklin Roosevelt en marzo de 1933.

En 1932, dijo que el año 1936 marcaría el inicio del camino hacia la Segunda Guerra Mundial. Y, en efecto, en 1936 fracasó la Liga de Naciones, Hitler marchó hacia Rhineland, Italia invadió Etiopía y la mayoría de las potencias enviaron hombres para combatir junto con la resistencia en la Guerra Civil Española.

En 1939, Cayce predijo que pronto morirían dos presidentes estadounidenses mientras ejercían poder (3976-24). Franklin Roosevelt murió en abril de 1945 y John F. Kennedy en noviembre de 1963.

También en 1939, dijo: «¡. . . esta tierra vivirá una triste experiencia entre los años cuarenta y dos y tres [1942 y 1943]!» (1151-24). Esos fueron los peores años de la Segunda Guerra Mundial para los Estados Unidos.

En agosto de 1941, Cayce le dijo a un joven recluta que no podría dejar el servicio hasta 1945, cuando terminaría la Guerra. La Segunda Guerra Mundial terminó en 1945, tal como lo había predicho.

El 20 de junio de 1943 Cayce dijo, hablando de la guerra: «. . . el próximo viernes ocurrirán cosas extrañas, que determinarán hasta cuándo, cuántos y qué será necesario» (3976-28). El 25 de junio los alemanes y los rusos lucharon lo que se llamó la guerra de tanques más grande de la historia. Aunque hoy casi no se recuerda, al menos un historiador ha dicho que Heinrich Himmler reconoció la derrota de los alemanes en esta batalla como un signo definitivo de que se había perdido la guerra y de que los alemanes debían planear a continuación cómo evadir mayor humillación y seguir adelante.

En los años veinte Cayce, que no sabía nada sobre el mercado inmobiliario, le recomendó a sus amigos que compraran tierras al norte de Virginia Beach. En ese entonces la tierra más valiosa del área se encontraba hacia el sur; quienes siguieron su consejo y compraron tierras al norte se volvieron ricos.

En 1932 Cayce predijo que para 1962, el puerto de Norfolk, Newport News y Hampton sería el principal puerto marítimo de la costa este de los Estados Unidos. En 1964 esto ya era una realidad.

Esta es una impresionante muestra de predicciones, pero en ellas hay muy poco de sobrenatural, y por sí mismas no podrían haber logrado que Cayce captara en vida y después de su muerte la cantidad de seguidores que ha obtenido. Estas personas eran o bien médicos a quienes había ayudado a salvar vidas o realizar curaciones, o bien personas a las que había ayudado con sus lecturas en forma directa.

En las «lecturas» Cayce perdía la conciencia. Luego un asociado de confianza, generalmente su esposa o su secretaria, le daban el nombre y la dirección de la persona que requería su ayuda1. Aquí se presentan algunos de los casos que desafían toda explicación:

Aimee Dietrich era hija de C. H. Dietrich, un ciudadano prominente de Hopkinsville, Kentucky. Tenía cinco años y nunca se había recuperado de un episodio de gripe sufrido a los dos años. Después del ataque, su mente había dejado de desarrollarse. La habían examinado muchos especialistas y todos estaban de acuerdo en que su cerebro sufría de daños irreparables. Después de hipnotizarse, Cayce dijo: «El problema se encuentra en la espina dorsal. Pocos días antes de caer enferma su cuerpo se deslizó mientras descendía del cochecito y se golpeó la base de la columna vertebral contra el pescante. Esta lesión le causó una debilidad en la que pudieron alojarse gérmenes de la gripe que ocasionaron tanto sus limitaciones mentales como los ataques posteriores». Luego describió los tratamientos que necesitaría la niña.

Pocos días más tarde, en un llamado telefónico muy emotivo, Dietrich le dijo a Cayce que la pequeña había llamado a sus padres por su nombre por primera vez en tres años. Dos meses después comenzó a asistir a la escuela con niños de su misma edad.

Durante una lectura para un ejecutivo del ferrocarril llamado Andrews, Cayce dijo que en los tratamientos debía usarse agua de salvia. En todo Kentucky nadie reconoció este término. Andrews colocó anuncios en revistas médicas que solicitaban información sobre el agua de salvia. Como no se recibió ninguna, Cayce entró en trance y dio la fórmula para producir este medicamento. Mientras el boticario la preparaba, llegó una carta de un hombre en París. Su padre había desarrollado el agua de salvia, pero había dejado de venderla hacía cincuenta años. El autor de la carta incluyó la receta original, que era idéntica a la que había dado Cayce mientras se encontraba en trance.

Cuando Carrie House, esposa de Tom House, uno de los amigos de Cayce, se enfermó de pronto, sus médicos dijeron que tenía un tumor y que requería de inmediata cirugía. Ella se negó a permitir la operación hasta haber recibido una lectura de Cayce.

Cayce dijo que la enfermedad de Carrie tenía que ver con una obstrucción intestinal y con el hecho de que acababa de quedar encinta. El especialista que trataba el caso era escéptico, pero reconoció que el tratamiento que había recetado el místico no podría dañarla. Una vez que la primer parte del diagnóstico había demostrado ser correcta y que el tratamiento resultó eficaz, House le dijo a su amigo que lamentaba que la segunda parte no fuera verdad, porque Carrie no podía procrear. Carrie le dio la razón a Cayce una vez más: House recibió en sus brazos a su hija recién nacida siete meses después.

En otra ocasión una niña de cuatro años tenía dificultades para respirar. Los médicos estaban de acuerdo en que tenía una obstrucción en la tráquea, pero los rayos x no mostraban ningún cuerpo extraño. Cayce dijo que la obstrucción se debía a un botón de camisa hecho de celuloide que se encontraba en la tráquea. Los asombrados médicos retiraron el botón, que siendo traslúcido no había aparecido en los rayos x, y la niña se recuperó por completo.

Un cónsul italiano a quien un amigo le había hablado de Cayce escribió solicitando una lectura. Cuando Cayce entró en trance y comenzó su lectura, habló en perfecto italiano. Esto ocurriría varias veces y con diferentes lenguas, aunque nunca había estudiado ningún idioma extranjero.

En una lectura Cayce recetó una medicina desconocida, como en el caso del agua de salvia. Una segunda lectura reveló que en una farmacia de Ohio había una botella de este preparado. Al contactarlo, el boticario de Ohio contestó que la última botella se había vendido hacía un tiempo. Una tercera lectura dijo que aún había una botella e indicó su ubicación. El incrédulo boticario revisó bien sus estantes y encontró la botella oculta tras una nueva línea de medicamentos que acababa de recibir en la farmacia.

En un caso similar, Edgar le sugirió a una dama que solicitaba su ayuda que usara Codiron. Una vez más la sorpresa fue general, porque no se encontraba ningún medicamento con ese nombre. En una segunda lectura, Cayce nombró la empresa de Chicago que comercializaba este medicamento. Contactaron dicha empresa y ésta envió una botella con una nota que decía: «¿Cómo supieron del Codiron? Es un producto totalmente nuevo que acaba de perfeccionarse. Hace apenas unos días que elegimos el nombre y todavía no lo hemos anunciado públicamente».

Poco después de abrir su consultorio en Staten Island, el osteópata Frank Dobbins recibió la visita de una señora que decía haberlo estado buscando desde hacía tiempo. Dobbins había sido difícil de ubicar porque era tan nuevo en la comunidad que su teléfono no aparecía aún en la guía telefónica. La mujer dijo que su hija necesitaba el tratamiento que había señalado Edgar Cayce en una lectura, y que él le había dicho: «Ubique a Dobbins. Él puede hacerlo».

Dobbins nunca había oído hablar de Cayce hasta ese momento, pero después de seguir sus instrucciones y curar a la niña se convirtió en amigo y seguidor del místico. Más tarde mudó su práctica a Manhattan, donde hizo correr la voz de que en realidad contaba con la ayuda de Edgar Cayce.

Un día el hijo mayor de Cayce, llamado Hugh Lynn, arrojó un fósforo en un montón de pólvora y se quemó el rostro gravemente. Cuando los oculistas dijeron que debían extirparle un ojo de inmediato, Cayce les dijo que no podían hacerle nada hasta que él tuviera una lectura al respecto. También insistió en que los médicos estuvieran en la habitación mientras hacía la lectura, para que luego pudieran ayudar con los tratamientos recetados.

Cuando se despertó los médicos lo observaron con recelo porque había recomendado mantener a Hugh Lynn en un cuarto oscuro durante quince días, con los ojos cubiertos por vendas embebidas en ácido tánico que se cambiarían con frecuencia. Los médicos, aunque escépticos, siguieron el tratamiento indicado por Cayce y su hijo se recuperó por completo.

En otra ocasión, mientras enfrentaba una de sus constantes crisis financieras, Cayce realizó una lectura sobre el problema de dar vivienda a su familia. Cuando su hijo le preguntó dónde deberían vivir, Cayce dijo bajo trance que deberían comprar la casa del otro lado del lago y que aunque no tenían dinero se pagaría a tiempo.

El sábado, el día en que debían pagar el primer abono, Cayce seguía en quiebra. Pero el dueño de la casa telefoneó y dijo que no podía verlo hasta el lunes. El lunes llegó a casa de Cayce un cheque de quinientos dólares, justo la cantidad que necesitaban.

Diecinueve años después de la muerte de Cayce, un individuo llamado Alan Hovhaness, que era parcialmente discapacitado, se transformó en un hombre saludable y exuberante gracias a una serie de ejercicios desarrollados por Cayce muchos años antes.

Hoy en día, varios cientos de médicos y osteópatas están estudiando las lecturas de Cayce, porque están convencidos de que él estaba, como dijo un médico: «toda una generación adelantado a su tiempo». Mientras dormía, Cayce era una biblioteca médica y en sus lecturas cubrió casi todo aspecto sobre la salud: desde la halitosis hasta varios compuestos para tratar el cáncer que aún no se han sometido a prueba.

Debido a su alto porcentaje de exactitud, las predicciones de Cayce sobre el futuro inmediato merecen nuestra consideración, puesto que podrían afectar nuestras vidas. Entre esas predicciones, dijo lo siguiente:

Antes de 2158, Nueva York habrá sido destruida por una guerra o un terremoto.

Los Ángeles y San Francisco habrán sido destruidas antes que Nueva York.

Parte de Alabama y el oeste de los Estados Unidos estarán bajo las aguas.

Una buena parte de Japón se habrá deslizado dentro del océano.

Parte del continente de la Atlántida, que según Cayce desapareció dentro del océano en el año10500 a. C., volverá a emerger.

El comunismo terminará en Rusia y ese país se convertirá en «la esperanza del mundo» como aliado de los Estados Unidos.

La China se convertirá al cristianismo y será una democracia.

El eje de rotación de la Tierra se inclinará aún más, causando cambios climáticos adversos.

A continuación se presenta la historia de un hombre notable, cuyas maravillas nadie ha podido explicar ni igualar hasta el momento.

1 Por razones de privacidad, las lecturas han sido catalogadas en forma numérica. Por ejemplo, la lectura 294-2 es la segunda de una serie de lecturas dedicadas a un individuo que en forma aleatoria recibió el número 294.

Edgar Cayce: Hombre de Milagros

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