Читать книгу Mitos y Leyendas del pueblo mapuche - Juan Andrés Piña - Страница 12
Cai-Cai y Ten-Ten, las serpientes enemigas
ОглавлениеHubo en otro tiempo dos enormes serpientes enemigas: Cai-Cai, que era marina, y Ten-Ten, terrestre. Frecuentemente se encontraban en pugna. Ello se debía a que en una ocasión, un Trauko trató de apoderarse de una hermosa joven que fue a bañarse en el mar. Al querer forzarla, la muchacha se defendió con todas sus fuerzas y dominó al malhechor, pero este llamó a su padre, Cai-Cai, y entre ambos violentaron a la joven.
Nació una bella hija, muy amada por su madre, por el padre (el Trauko) y por Cai-Cai. Este culebrón tenía un Pillán que acompañaba al Sol en su trayectoria por el firmamento, el que pretendió casarse con ella. Al saber esto, la madre se desesperó y no dejaba de llorar.
Ten-Ten, serpiente benigna, escuchó sus llantos y acudió de inmediato para atenderla; ella le rogó que salvara a su criatura. La serpiente abrió su boca y la niña fue depositada en ella, después de lo cual el reptil ascendió de inmediato por la ladera de un cerro en que se encontraba su cueva, a fin de ponerla a salvo. Esos cerros son fáciles de reconocer: tienen siempre forma cónica.
El Trauko no estaba en situación de seguir a Ten-Ten, pues debido a sus pies deformes no puede correr. Cai-Cai, a su vez, se revolcaba lleno de rabia en el mar. Finalmente, se le ocurrió pedir al Pillán y a sus aliados en el cielo que hicieran llover torrencialmente. El aguacero se prolongó durante semanas, de modo que finalmente ocurrió un verdadero diluvio: se juntaron tantas aguas en el mar que comenzó a salirse y a inundar la tierra.
Pronto estaban anegadas todas las tierras bajas, pero el agua seguía subiendo y cubría las colinas y los montes. Luego hubo solo algunas cumbres prominentes que sobresalían. Cai-Cai era tan poderoso que logró cubrir también toda la cordillera nevada.
Más eficiente era, sin embargo, la magia aplicada por Ten-Ten, pues era capaz de elevar los cerros que llevan su nombre. Por mucho que se esforzara Cai-Cai, no le fue posible alcanzar con sus aguas esas cumbres. Había, eso sí, otro peligro: al subir, estas se acercaban demasiado al sol, y el calor de los rayos quemaba cada vez más. Solo era posible salvarse de ser abrasado colocándose una fuente de greda sobre la cabeza, y aun a pesar de esta protección el calor era sofocante y casi insoportable.
Reconocida por Cai-Cai su incapacidad de imponerse, hizo que la lluvia cesara y las aguas comenzaron a bajar otra vez. Un hermoso y gran arcoíris se desplegó por todo el cielo. Lentamente se restableció la normalidad.
Muy pocos lograron salvarse, sin embargo, de esta catástrofe. La mayoría de los animales fueron transformados en piedras. Y en cuanto a los seres humanos, todos aquellos que no alcanzaron la cumbre de un cerro Ten-Ten, fueron alcanzados por las aguas y se transformaron en peces.
Los que sobrevivieron repoblaron las tierras del sur y así continuó la vida del pueblo mapuche.
Hasta hoy, los mapuches tienen un vívido recuerdo de este diluvio, por lo cual casi siempre se encontrarán en sus rukas algunas fuentes de greda para ser usadas si se repitiese una invasión a la tierra por el mar, como ha ocurrido ya tantas veces en los maremotos, aunque en forma menos intensa que aquel que evocan sus antepasados.
La leyenda de Ten-Ten (o Tren-Tren) y Cai-Cai (o Kai-Kai) es en la actualidad la más difundida y conocida referida al pueblo mapuche y tiene varias versiones. Según algunos historiadores, el relato se habría basado en la introducción de la religión cristiana durante el periodo de la guerra entre los mapuches y los soldados españoles. Así, los misioneros habrían relatado, como enseñanza, del diluvio universal que acaeció cuando Dios quiso castigar a los seres humanos por su mal comportamiento. Sin embargo, ello no es seguro, porque el testimonio histórico dice que en realidad fueron estos misioneros quienes escucharon narrar la leyenda. Como sea, posee suficientes elementos propios del imaginario religioso mapuche como para que tenga una fuerte originalidad. Ello se ve avalado por ciertos descubrimientos científicos que afirman que no hubo un solo diluvio en el planeta, sino muchos en distintas épocas y en diversos lugares, y es muy posible que también haya afectado a nuestros pueblos originarios.