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Conclusiones

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Iniciamos este trabajo planteando un problema: si —como nos dice Zavaleta— la heterogeneidad de la estructura económica no es una especificidad de América Latina, sino que es el producto normal de la reproducción ampliada del capital, la pregunta debe ser por la homogeneidad. Es decir, la pregunta es ¿cómo explicar las dificultades para la unificación, nacionalización o totalización social de las sociedades latinoamericanas en comparación con los países centrales, al menos hasta los años sesenta y setenta? Pero, lejos de abandonar el vínculo entre especificidad de la cuestión estatal en América Latina y heterogeneidad estructural, formulamos la hipótesis de que la respuesta debía hallarse en la modalidad de heterogeneidad estructural que las afecta.

La expansión del capital en el período de la gran industria, que es también el período de su mundialización, tiende a producir una modalidad particular de heterogeneidad estructural en la periferia capitalista. Por un lado, la competencia mundial obliga a la asimilación de las formas de producción y de las tecnologías más productivas. Por otro lado, la brecha tecnológica, los volúmenes mínimos de capital exigidos por la concentración del capital industrial, y la ausencia de las condiciones sociales, que son supuesto y resultado de esos desarrollos en gran escala, producen una fractura entre “desarrollo” y “atraso” dentro de las formaciones sociales periféricas y entre centro y periferia, que son la causa de desequilibrios específicos de la acumulación. Esta es la base de relaciones de dependencia de difícil reversión. La dependencia tecnológica, el atraso relativo de la mayor parte de la producción y el papel del capital de origen extranjero o transnacional en el desarrollo son reforzados por la especialización en la exportación de productos del trabajo simple, o por la inserción en fases de cadenas globales de valor que exigen trabajo relativamente simple. En particular, la acción de la ley del valor a escala mundial en condiciones de desarrollo desigual y combinado implica una asignación de tiempos de trabajo que tiende a perpetuar esta especialización y la fractura estructural. Por otro lado, si bien la ley del desarrollo desigual y combinado, a diferencia de la teoría de la dependencia, permite explicar pasajes de posiciones periféricas a semiperiféricas o incluso centrales, los vuelve también altamente improbables.

El problema del Estado en América Latina, por lo tanto, no se vincula simplemente a que las estructuras sociales sean heterogéneas, sino a la dinámica específica que origina el desarrollo combinado. La fractura social que instaura determina una dinámica desequilibrada de la reproducción social que le impone restricciones o límites específicos, diferenciables de aquellos originados en la acumulación de capital a lo Marx. Estos límites o restricciones imponen dificultades a la producción de la separación Estado/acumulación. En términos de Zavaleta, la ecuación social resultante de los momentos constitutivos (aquellos momentos de reestructuración del capital y del Estado) se distancia en alto grado del óptimo social.

El caso argentino es especialmente relevante por su excepcionalidad respecto de la mayoría de los países latinoamericanos. En especial, se aleja de la tendencia a equiparar heterogeneidad estructural o desarrollo combinado a la coexistencia de formas de explotación diversas (modos de producción en los términos de esos autores). La formación social argentina se ha caracterizado por el predominio de formas de explotación capitalistas desde épocas tempranas. Sin embargo, muestra todos los rasgos del desarrollo deformado y las crisis de dominación recurrentes.

Hemos mostrado cómo desde 1955 la heterogeneidad estructural de la formación social argentina ha variado, y se han transformado con ello las dinámicas específicas de la acumulación: stop and go vs. go and crash, en términos de Schvarzer y Tavosnanska (2008). Dichas variaciones se explican por las distintas fases y formas de la internacionalización del capital y de la propia economía local. Y determinan, a su vez, límites específicos a la constitución de una dominación estable. Entre 1955 y 1975, la dinámica de stop and go imponía límites estrechos a la continuidad temporal de los procesos de movilidad social ascendente y mejoras del salario real y el empleo durante las fases expansivas. Esos límites implicaron la imposibilidad hegemónica de los proyectos de Estado en disputa, sobre el trasfondo de la integración de la clase obrera como problema político esencial. Desde 1989, en el contexto de una etapa del capitalismo que erosionó las condiciones para la integración de la clase obrera, el problema se desplazó hacia la construcción de soluciones poshegemónicas al desafío obrero. Este trastocamiento total del problema de la dominación se desarrolló en el marco de una dinámica que le puso límites restrictivos a la mejora de los indicadores sociales durante las fases expansivas (pisos altos de empleo informal, desempleo y pobreza, límites estrechos al aumento del salario real) y que tiende a crear fenómenos de empobrecimiento masivo (absoluto y relativo) de obreros y sectores populares durante las fases de crisis.

A modo de hipótesis se puede plantear que debajo de esas transformaciones se constatan invariantes que dan claves para dar cuenta del fenómeno que pretendemos explicar: 1) el desarrollo desigual y combinado produce dinámicas específicas, aislables como un tipo particular, que imponen límites a la producción de relaciones de correspondencia entre Estado y acumulación; 2) la fractura social que el desarrollo combinado instituye es el espacio de una lucha; y 3) los resultados de esa lucha son derivas históricas y contingentes que explican la imposibilidad de hablar de un tipo de Estado latinoamericano.

Esa es la tensión que atraviesa el planteamiento de Zavaleta. Todo su aparato conceptual conduce al rechazo de una generalización de la relación Estado/sociedad en América Latina; la diversidad de los momentos constitutivos de los Estados latinoamericanos lo impide y el breve repaso que realiza en El Estado en América Latina muestra una gran variedad. A pesar de ello, predominan en la región los fracasos recurrentes en la articulación de un bloque histórico. La asincronía y la no correspondencia entre Estado y sociedad son el denominador común espacial y temporal.

Esto nos debe impulsar a la realización de comparaciones que nos muestren cuánto hay de general y cuánto hay de específico en el caso argentino.

Por último, el análisis de la especificidad de lo estatal en América Latina termina por revelar dimensiones universales del Estado capitalista. Producto de la expansión global del capital, lo estatal en Latinoamérica no es una singularidad marginal, sino un desarrollo ulterior que manifiesta propiedades nuevas. La cuestión de las modalidades de heterogeneidad y su relación con las formas de Estado debe integrarse como un problema a indagar para la teoría marxista del Estado. En realidad, ya Poulantzas (1986a, 2005) y posteriormente Jessop (2019) prestaron atención a este problema al destacar la fragmentación espacio-temporal que tiende a producir el desarrollo capitalista y cómo incide en la función estatal de factor de cohesión. Sin embargo, ha sido un tema marginal en las indagaciones de los países centrales. La actual fase de la internacionalización, además, ha vuelto crecientemente heterogéneas las sociedades centrales en un modo que recuerda a nuestras sociedades abigarradas y, al mismo tiempo, es muy diferente. No es extraño que desde la periferia puedan señalarse estas cosas; Lenin, Trotsky e incluso Gramsci pensaron el mundo desde la periferia.

La cuestión del estado en el pensamiento social crítico latinoamericano

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