Читать книгу Diario de una temporada en el quinto piso - Juan Carlos Torre - Страница 12
1 de diciembre de 1982
ОглавлениеQuerida hermana:
Bien, terminé. El 30 de octubre, fecha límite, mi tesis fue entregada. Ni un minuto antes ni un minuto después. Ahora debo esperar el momento de la defensa. Tendré que viajar a París. Ya me informaron que mi director de tesis, Alain Touraine, estará ausente de París hasta enero; la defensa se hará después. Esto me viene bien, podré aprovechar el tiempo para mejorar mi francés macarrónico. Con la tesis he cerrado un capítulo, la iniciación a la carrera académica. Es verdad que, como cierre, es bastante tardío. Dentro de poco tendré 43 años. Estoy cerrando un capítulo que otros de mis colegas han cerrado antes de los 35. Además estoy abriendo uno nuevo con mi casamiento con Ana María, cuando ya otros, a esta altura, son señores adustos y tienen hijos. Mi caso es un ejemplo extremo del fenómeno de la discontinuidad –la tendencia a recomenzar a cada rato– de buena parte de mi generación. Recuerdo el comentario de Ricardo Piglia, que ironizaba aludiendo al hecho de que a los 36 años era presentado como un escritor de la joven generación. Vivir en un país que se mueve a los tumbos se resuelve con frecuencia en esta manera de crecer, que no es sólo mía, en el que las cosas se hacen a destiempo, con la sensación de haber pasado “días enteros en las ramas”. En estos momentos tengo por delante un objetivo: revisar el manuscrito de la tesis para transformarlo en un libro publicable. Espero tener el libro en imprenta en el mes de julio. La revisión supondrá bastante trabajo. Si bien escribo con el propósito de hacer una diferencia en la mente del presunto lector, no me hago muchas ilusiones al respecto. Mi tema es el peronismo y este es un tema en el cual hay ideas muy arraigadas, que ya son creencias. Por lo tanto, estoy pensando dar un giro a la revisión del manuscrito para darme un gusto personal y compaginar el texto como lo haría un literato. No será un texto que empieza en la página 1 y termina, digamos, en la página 256; serán varios textos superpuestos a través de los cuales intentaré resolver la doble tarea de narrar la historia y de interpretarla. En tu última carta me decías que debías escribir sobre el populismo. Te cuento que en mi tesis he hecho la hazaña de escribir sobre los orígenes del peronismo sin mencionar una sola vez la palabra populismo. Se han dicho tantas pavadas bajo su auspicio que preferí evitarla.
Me decías también que no vas a venir para las fiestas de fin de año, que postergas el viaje para mitad del año próximo. Quizás para entonces haya más claridad en este país. Por ahora no vislumbro cómo se hará para salir del pantano. Los militares quieren garantías para irse, los políticos no pueden dárselas por la presión de la gente. El hecho más complicado son los desaparecidos. Sugestivamente, se trata de una cuestión levantada por una minoría pero que tiene una fuerte capacidad de movilización, no sólo por su tesón contra viento y marea sino también por su resonancia moral. Cuando te digo que es una minoría quiero ser claro: son las Madres de Plaza de Mayo y punto. El resto de la opinión tiene otras preocupaciones: los políticos, llegar a las elecciones y sentarse en el Congreso, y las grandes mayorías, encontrar una fórmula económica que alivie sus penurias. Sólo el coraje de esas mujeres mantiene candente un tema que, en su fuero íntimo, muchos han cancelado. Una anécdota reveladora fue la que protagonizaron hace unos meses las Madres de Plaza de Mayo en un acto peronista en la cancha de Atlanta: debieron retirarse porque no les dieron bolilla e incluso fueron silbadas. Y se comprende. Para los peronistas los desaparecidos son los infiltrados denunciados por Perón. De aquí surge una llamativa coincidencia entre los militares y los peronistas: para ambos la cuestión de los desaparecidos es una cuestión de índole política y no pone en juego un principio de justicia. Al margen de la retórica de sus dirigentes, me parece que los peronistas prefieren dar vuelta la página y llegado el caso apoyarían una ley de olvido, como ocurrió con la transición a la democracia en España. Los radicales, en cambio, actúan bajo el asedio de la movilización de las Madres de Plaza de Mayo. Para ellas no hay solución de compromiso porque no piensan en términos políticos. Toman distancia así de algunos políticos que son solidarios con ellas pero que, he llegado a saber, sostienen que no se pueden poner a todos los miembros de las fuerzas armadas en el banquillo de los acusados porque es una consigna irrealista. El realismo no es, sin embargo, la virtud más cultivada en estos días. Los militares creen que pueden seguir poniendo condiciones en su retirada; los políticos creen que la vuelta de la Constitución habrá de redimir a los vicios de los argentinos. Entre tanto, la libertad de expresión va ganando terreno y estamos ante el espectáculo insólito de tener a los militares en el poder pero que en cada quiosco de diarios, en muchos programas de radio, periodistas y espontáneos se dedican a putearlos en grande, cobrándose los años de amordazamiento y represión. Imagino que este clima debe estar llevando inquietud a las guarniciones. ¿Un golpe? ¿Por qué no? Vueltos como están sobre sí mismos los militares, pueden concebir fantasías locas, a espaldas de la realidad política. Un alzamiento militar no tiene futuro. Los golpes militares que fueron capaces de fundar un régimen contaron con la aquiescencia de casi el 50% de la población, en 1955, en 1966, en 1976. Hoy esos apoyos no existen; pero los cielos de la vida política no están totalmente despejados porque subsiste el recurso de presión virtual que puede ejercer una corporación unificada en la defensa de sus años en el poder.