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LAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS

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Durante gran parte del siglo XIX los viajeros subrayaron el notable atraso de la agricultura nacional. Muchos memorialistas chilenos también compartieron esa imagen, aceptada por buena parte de la historiografía. No es difícil apuntar a los motivos de semejante atraso, el principal de los cuales era la reducida demanda de los productos de la agricultura, consecuencia del bajo peso demográfico del país durante toda la primera mitad del siglo y de la ausencia de centros urbanos de magnitud, a lo que se agregó, como se ha indicado antes, la carencia de adecuadas vías de comunicaciones.

Es evidente que el desarrollo tecnológico chileno del siglo XIX no se podía comparar con el de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, no solo cunas en esa época de la revolución industrial, sino también centros demográficos de consideración y generadores de una fuerte demanda de alimentos.

Como se ha advertido antes, la evolución de la agricultura sufrió notables cambios en el siglo XIX, que mostraron un mayor énfasis desde su segunda mitad. Y uno de los factores que explican ese fenómeno fue la introducción de tecnologías de producción, las que abarcaron variadas áreas, como la reproducción genética, la adaptación de nuevas variedades y las innovaciones en los cultivos y en el procesamiento de los productos.

En este marco, el papel que le cupo a la Sociedad de Agricultura y Beneficencia fue especialmente destacado. Fue fundada en mayo de 1838 por un conjunto de notables con el propósito de mejorar en un amplio sentido la agricultura en el país. En rigor, hombres como Domingo Eyzaguirre, Diego Antonio Barros y Antonio García Reyes deben ser considerados como los precursores de la agricultura chilena moderna170. En conjunto se propusieron reactivar el agro nacional y constituyeron el primer directorio de aquella institución, con Eyzaguirre en el cargo de director, Barros en el de tesorero y García Reyes en el de secretario171.

Esta iniciativa privada, que en palabras de Gonzalo Izquierdo estaba preocupada esencialmente de la productividad172, fue respaldada con rapidez por el gobierno de Manuel Bulnes, el que ordenó la compra de un terreno destinado a ser un lugar de estudio y de experimentación agrícola. Así, se adquirió en cuatro mil 750 pesos del padre de Diego Portales el inmueble en donde se alzó la Quinta Normal. Sometida directamente en un principio a la mencionada Sociedad de Agricultura, fue entregada su dirección a un horticultor y, a continuación, al francés J. Leopoldo Perot. En 1848 llegó a Chile el lombardo Luis Sada de Carlos, profesor de agricultura práctica, quien recibió del ministro Manuel Camilo Vial el encargo de dirigir la Quinta Normal. Después de un demoledor informe acerca del estado de abandono en que se hallaba el establecimiento, Sada logró darle un notable impulso al proyecto desde 1849, contando con el sostenido apoyo de Antonio García Reyes y de Jerónimo Urmeneta. Gracias a los fondos obtenidos del Congreso por el primero, fue posible ampliar la extensión de la Quinta Normal en 19 cuadras, asegurarle mayor cantidad de agua para el riego, construir los edificios para la escuela y los empleados y adquirir en Europa y los Estados Unidos plantas, herramientas e instrumentos necesarios para la enseñanza173. No obstante lo anterior, dificultades de todo orden, como la demora en recibir los apoyos económicos para la adquisición de insumos, la desintegración de la Sociedad Nacional de Agricultura, y las exigencias de última hora de los administradores, se sumaron para entorpecer el proyecto. Con todo, al concluir el decenio de 1840 comenzaron las primeras clases de agricultura en la escuela de Santiago, cuyos alumnos eran elegidos expresamente por el gobierno en función de sus intereses. La extracción de árboles de la Quinta Normal para plantarlos en la alameda de la capital llevó a Sada, en julio de 1852, a renunciar a su cargo. También renunció Antonio García Reyes a su labor de inspector de la Quinta Normal, siendo reemplazado por Aníbal Pinto. El gobierno, al año siguiente, nombró al francés Delaporte a cargo del establecimiento, quien dos años más tarde fue sustituido por Manuel Arana Bórica. Los cambios en la dirección, unidos a orientaciones muy diferentes respecto del sentido propio de la Quinta Normal como lugar de formación profesional, pero, fundamentalmente, como centro de experimentación con nuevas especies vegetales, produjeron un grave deterioro en su funcionamiento174. Una segunda etapa, que se inició en 1868 y se prolongó hasta fines del siglo, marcó de modo definitivo el papel de la Sociedad Nacional de Agricultura y de la Quinta Normal. No es coincidencia que este proceso fuera de la mano con el desarrollo de una agricultura de exportación. En esa etapa se modernizó la enseñanza agrícola, formulándose programas de educación sobre la base de las tecnologías existentes175. El decreto No 1.038 del 15 de mayo de 1886 reimpulsó la tarea, expandiéndose por Chile nuevos centros educativos para el agro. La creación de escuelas en Concepción, Chillán, Talca, San Fernando y Elqui fue buena prueba de ello.

No cabe duda de que el empeño puesto en difundir la enseñanza agrícola influyó también en muchos propietarios rurales, quienes se empeñaron en adquirir, por intermedio de obras especializadas, los conocimientos técnicos necesarios para obtener un mejor rendimiento de sus predios. Aunque el alemán Julio Menadier, incansable difusor de la agricultura moderna a través del Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, siempre se quejó de la ignorancia y de la indolencia de los terratenientes chilenos, en las bibliotecas de los fundos era habitual encontrar libros sobre agricultura y ganadería, en su gran mayoría provenientes de España y Francia, estos últimos en francés o traducidos en la Península176. El problema que presentaban era su brevedad o bien su excesiva extensión. Además, las diferencias de las estaciones con el hemisferio norte no facilitaban su uso. Tales motivos impulsaron a Santos Tornero a preparar, sobre la base de textos europeos y norteamericanos, un exhaustivo Tratado Teórico-Práctico de Agricultura General, publicado en cinco tomos, más otro de láminas, a partir de 1872177.

Para Menadier, tal como por lo demás lo declaraban los estatutos de 1869 de la Sociedad Nacional de Agricultura, la modernización del agro era tarea de “esos grandes propietarios que emprenden ensayos de aclimatación, de cultivos de razas de ganado, máquinas e industrias agrícolas desconocidas en el país”. La inversión en maquinaria agrícola era para Menadier indispensable, pues disminuía la necesidad de mano de obra y reducía los costos de producción178.

No solo en el ámbito educativo se produjeron innovaciones; también las hubo con la incorporación de nuevas especies, como antes se indicó. Incluso una curiosa donación, como la realizada por Pedro Alessandri, quien trajo a Chile el alcornoque, constituyó un gran aporte tecnológico para la conservación de los vinos179.

Otro tanto se puede afirmar de la importación desde París de semillas de eucalipto (Eucaliptus globulus) por Manuel José Irarrázaval, a raíz de la publicación, en el diario El Independiente, en abril de 1865, de la traducción hecha por Abdón Cifuentes de un folleto francés que se refería a las bondades de dicho árbol180, que ya se conocía en el país; de las abejas italianas traídas con muchas dificultades por Patricio Larraín Gandarillas, y de nuevas variedades de ovejas, vacunos y caballares. Fueron también numerosos los árboles importados en 1848 y 1849 por Luis Sada desde Francia y Estados Unidos, por encargo del ministro Manuel Camilo Vial, con bastantes pérdidas en los traslados, y aclimatados en la Quinta Normal: cipreses, encinas, robles, hayas, plátanos, tilos, fresnos, castaños, castaños de la India, arces, nogales, moreras, olmos, etc.181, además de muchas variedades de vides y de pastos forrajeros182. La zarzamora (Rubus ulmifolius), utilizada para deslindar predios y potreros, fue, aparentemente, traída por los colonos alemanes183.

En materia mecánica también se produjeron numerosas innovaciones. A fines de 1841 y comienzos de 1842 el inglés Alexander Caldcleugh importó la primera máquina trilladora inglesa, con un valor de 800 pesos, para su chacra. Lo singular de este hecho es que, junto con ser la primera en el país, ella nunca funcionó184. Intentando superar aquel fracaso, en mayo de 1846 llegó, según Pérez Rosales, una máquina para limpiar el trigo. Se ha dicho que Domingo Bezanilla fue el primer agricultor que en su fundo de Pencahue utilizó una máquina trilladora movida por vapor185.

De acuerdo a una memoria publicada en 1904, en 1856 existían 11 máquinas trilladoras en uso en el país, cuatro de ellas construidas en la fábrica de Perón y Cía. En Concepción había tres europeas y cuatro americanas. Según sostenía el autor de dicho trabajo, ninguna de ellas era considerada lo suficientemente buena como para sustituir a las yeguas186. Esto último no es más que una muestra del viejo conflicto, tan propio del agro, en torno a continuar o cambiar las viejas formas de producción. Manuel Montt documentó los problemas en torno al uso del “arado extranjero” por los peones. Los encargos que le hacía al respecto a su capataz son muy reveladores:

Haga reunir los arados extranjeros que hay en esa y que se compongan todos los que se puedan, aprovechando en unos las piezas de los otros que ya no puedan servir187.

Y en otra oportunidad volvía a insistir sobre el tema:

Van igualmente en las carretas diez arados extranjeros que llaman de 19½, para que a su tiempo se empleen junto con los otros de Klein que hay en esa y que se compongan, en la siembra de cebada. Prevenga usted una especial vigilancia sobre el uso de estos arados para que no los rompan, porque cuestan muy caros188.

Que la mecanización de la agricultura se estaba produciendo, aunque con seguridad en forma discontinua y no generalizada, lo prueban los inventarios de máquinas que se conocen. El de las existentes hacia 1880 en Viluco, próxima a Linderos, propiedad de un “agricultor progresista”, Rafael Larraín Moxó, es impresionante: 180 arados americanos Howard y Grignon; dos motores de vapor; dos motores de agua; una trilladora Ransomes, tres trilladoras Pitts, dos aventadores; 10 cribas rotatorias; un molino portátil movido por vapor; una tascadora movida por vapor; una desgranadora movida por vapor; un aserrador Buckley movido por vapor; cinco segadoras Governor y Buckley. A lo anterior se agregaban destroncadoras, gradas, rodillos, rastrillos, etc.189.

En la región del Maule sur, caracterizada históricamente por ser aislada y más atrasada en comparación con la industriosa del Maule norte o la activa zona del Biobío, se puede demostrar que también la tecnología se utilizó al servicio de la agricultura. Frente a la entonces villa de Parral estaba el fundo El Porvenir, de 470 hectáreas, una de las tantas propiedades pertenecientes a José Santos Ossa. Aquel fundo tenía en el decenio de 1870 una máquina a vapor, una trilladora Letts, tres segadoras y una turbina, todo avaluado en la no despreciable suma de seis mil 600 pesos190.

Con ser las inercias en la agricultura mucho mayores que en otras actividades, derivadas con seguridad del ciclo anual de producción, no cabe duda, y más allá de los ejemplos que se puedan dar, de que la actividad se fue modernizando y tecnificando a lo largo del siglo XIX. Ello ocurrió, por cierto, con ritmos muy diferentes a lo largo del país, los que dependieron tanto de los mercados externos como de la ampliación del interno por los cambios demográficos y la progresiva urbanización.

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