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El camino del revisionismo histórico
ОглавлениеEn la colonización pedagógica, como dijimos, adquiere suma relevancia la historiografía liberal, el relato de nuestra historia por parte de la oligarquía. Por eso, para avanzar en la descolonización pedagógica, hay que desarrollar un revisionismo histórico. Acentuado por la condición de país dependiente en el que la historia aparece “como un campo de batalla permanente”13.
Siguiendo adelante con la crítica a la izquierda tradicional, y en relación con la historia, Jauretche va a sostener entonces la existencia de una corriente de interpretación de la historia que es el mitro- marxismo, personajes que desde una postura de izquierda realizan una interpretación histórica con rasgos similares a la desarrollada por Bartolomé Mitre. Podemos ver cómo Álvaro Yunque ve a Mitre como fuerza burguesa progresista y civilizadora frente a la barbarie medieval del interior. También Aníbal Ponce tiene la misma visión de civilización y barbarie. Este reivindica la campaña contra “el Chacho”. Rodolfo Ghioldi sostuvo siempre que Mitre fue el más grande historiador y que todavía no ha sido superado.
Ahora sí, avanzamos con el revisionismo histórico. Jauretche va a hacer importantes estudios en relación con esta posición historiográfica. No está interesado en el pasado por el pasado mismo, como un nimio “juego intelectual”, sino que busca puntales donde asentarse, desde donde construir su identidad para avanzar en un proyecto político. Indagar en las vivencias, ideas, anhelos, sueños, etcétera, del pueblo. Una memoria que posibilite la reconstrucción del tejido social, y sirva de orientación en una política nacional.
Considera el autor de Política nacional y revisionismo histórico que en el análisis de la historia no hay asepsia u objetividad, sino un entrecruzamiento con intereses políticos. A la información histórica se la recorta y se la interpreta. Los hechos son los mismos, el tema es la interpretación que se le da (y cuáles son las luces o sombras sobre documentos, acontecimientos, y/o sucesos históricos). Esa interpretación se hace desde una perspectiva político-ideológica y el proyecto que se quiere sustentar. Por eso no hay una sola interpretación del pasado, sino muchas. Existen pues diferentes corrientes historiográficas. No obstante destacamos que en el “recorte” mismo ya hay una decisión político-ideológica.
En este sentido, lo que se nos presenta como historia, en realidad, desde la perspectiva jauretcheana, es una política de la historia, que construyó el relato de nuestro pasado sobre la base de un proyecto político triunfante, y así logró tornarse la visión hegemónica y excluyente de nuestra historia. Se miraron los hechos desde la perspectiva de la oligarquía porteña, triunfante en los campos de Caseros y Pavón, y soberbia en tanto se creyó “dueña del país”, y parte de Europa. Un relato que carece de visión nacional, justamente porque es oligárquico y como tal es su contracara, es una mirada colonial. Es que “aquí ha habido una sistematización sin contradicciones, perfectamente dirigida (…) que no puede explicarse por la simple coincidencia de historiadores y difusores”. (Jauretche, 2008: 15) Se nos quitó de esta forma a los argentinos la posibilidad de ver la historia desde una óptica nacional, y a partir de ella, la construcción de una conciencia nacional de los hechos de nuestra patria.
Es por esta razón que apareció, para conformar una política nacional, la necesidad del revisionismo histórico. Jauretche afirma al respecto:
La importancia política del conocimiento de una historia auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible. (Ibídem: 14)
Con la historia nacional falsificada, generaciones de argentinos carecen de las herramientas necesarias para la conformación de una política nacional. Pero cabe preguntarse, la historia de la oligarquía, ¿por qué es falsa? Es falsa porque se erige en el único relato de nuestro pasado posible, no acepta que es un relato más contado desde la perspectiva de la clase dominante que hizo eje en el puerto (si aceptara eso, no sería falso). Don Arturo lo explica en su estilo claro e incisivo:
Las pasiones de ese momento inicial de la historia falsificada pueden explicar las simples inexactitudes. No sería, en tal caso, verdaderamente una falsificación, sino la visión parcial de la bandería. Si no hubiera pretendido ser ‘la historia’, sería la lógica deposición de una parte de los actores, los vencedores de ese momento inicial de Caseros, solos en el escenario por el aniquilamiento o el sometimiento de los vencidos. (Ibídem: 17)
No es algo casual sino la sistematización de una visión del pasado nacional, construido también, vale decirlo, a partir del esquema sarmientino de civilización y barbarie.
Esta política nacional a construir en realidad es una política nacional-latinoamericana. Es que, para finalizar e introducir el próximo tema, hay dos líneas históricas: una, la de la patria chica “hostil a la geografía y al hombre autóctono. Primero a lo americano y después a lo virreinal. Reduce el país y sustituye los hombres. Cuidará después de construirle al sustituto una mentalidad adecuada a la finalidad perseguida y el producto de esa cultura es la intelligentzia” (Ibídem: 90), que se constituye en correa de transmisión de la historia falsificada. Y por otro lado, la de la nacional-latinoamericana, y para reencontrarnos con esa política, dice:
Hay que volver a la Patria Grande. Es lo que intentan los dos episodios políticos del presente siglo que comienzan en 1916 y 1945, y que sufren cada uno su ‘Caseros’. Estos Caseros podrán ser explicados por los errores, las faltas, los crímenes, si se quiere, de los gobernantes, pero lo que no puede ser explicado sino en función de una política general contra la Patria Grande es que lo que intentó no fue la sustitución de los hombres o de los partidos gobernantes, sino la restauración de las condiciones antinacionales y antipopulares que habían sido creados en el primer Caseros y vencidas en 1916 y 1945. (Ibídem)