Читать книгу Lidera tu empresa en la cuarta revolución - Juan Manuel Romero Martín - Страница 13
La formación que se avecina
ОглавлениеPara elegir nuestra carrera profesional, que no es lo mismo que la carrera universitaria, debemos conocer toda la oferta formativa que tenemos a nuestro alcance. Pensemos que el trabajador del futuro deberá estar adquiriendo nuevos conocimientos a lo largo de toda su vida laboral. El de hoy en día también debería hacerlo, pero no es lo habitual. La diferencia entre ambos es que el empleado del futuro, si no se forma constante y adecuadamente, no tendrá acceso al mercado laboral y se quedará obsoleto. Los conocimientos adquiridos cinco años atrás no le servirán para el momento presente porque todo cambia rápidamente y no se puede permitir el lujo de perder el tren del conocimiento.
Esos conocimientos no se podrán adquirir en la universidad ni en escuelas oficiales porque su mastodóntico sistema educativo no les permite adaptarse a las necesidades reales del momento. Nuestro sistema educativo oficial no es nada fiable porque es prácticamente el mismo desde hace cuarenta años. Y ese conocimiento más avanzado solo se podrá adquirir en escuelas privadas, pagando mucho dinero, y por medios online.
En la actualidad tenemos una gran capacidad de adquirir conocimientos totalmente gratuitos online en plataformas como YouTube o los cursos online masivos y abiertos (MOOC, massive online open courses), además de otras muchas posibilidades, ya sean gratuitas o de pago. Hoy en día cualquiera que tenga acceso a Internet, que lo tiene prácticamente todo el mundo, si no se forma es porque no quiere.
Tenemos que apañarnos por nuestra cuenta por esa incapacidad de nuestro sistema educativo, que no responde a las necesidades de las empresas, que necesitan que los profesionales posean conocimientos que ni las escuelas oficiales ni las universidades públicas imparten en estos momentos ni está previsto que los impartan en un futuro inmediato. No son capaces de evolucionar con la rapidez que exigen el mercado y la revolución tecnológica que estamos experimentando cada día ni se saben adaptar a las exigencias de una renovación continua, que es imparable e impredecible.
Esto obliga a las empresas a ser ellas las que preparen a sus trabajadores y a la vez se abre un magnífico mercado para las escuelas de negocios, que sí son capaces de adaptarse, ofreciendo másteres y programas profesionales de todo tipo y para cada necesidad. Se van adaptando sobre la marcha.
Y para formarnos adecuadamente debemos conocer cómo está evolucionando nuestro sector con el fin de adaptarnos a él, ya sea para atisbar las nuevas oportunidades que se van presentando en nuestro puesto de trabajo o para optar a los nuevos puestos que se vayan creando.
Hasta no hace mucho tener una carrera universitaria era esencial para encontrar un buen trabajo. Ahora, sin embargo, se valoran más las habilidades y la formación en temas concretos. Y la Formación Profesional se presenta como una magnífica opción para acceder a un mercado laboral que cada vez exige más especialización. Es una magnífica palanca de apoyo tanto para los nuevos empleos como para los puestos más demandados.
Cierto es que en ocasiones elegimos una formación que luego no nos convence. Y también es cierto que, si no se adapta a nuestras expectativas y tenemos la posibilidad de hacerlo, lo mejor será cambiar. Porque cambiar no significa fracasar, y una retirada a tiempo puede ser una victoria. Estudiamos para formarnos y trabajar y para ser felices. Si nuestra profesión nos hace infelices es mejor intentar cambiar, aunque no siempre nos lo permiten las circunstancias de la vida. Por eso debemos formarnos en aquello que nos gusta, nos motiva y nos interesa.
La formación es imprescindible, teniendo en cuenta que después de los estudios obligatorios nos preparamos con más estudios que supuestamente nos conducirán a trabajar en un determinado sector profesional. Pero para triunfar en ese sector o cambiar a otro es fundamental que continuemos formándonos durante toda nuestra vida laboral. Esta es la pieza clave del éxito y la única forma de alcanzar nuestros objetivos.
En el actual sistema de formación oficial se necesitan muchos años para planificar planes de estudio y seleccionar a los formadores en estas nuevas profesiones. Este sistema es incapaz de asumir la vertiginosidad de los cambios, por lo que no ofrece una respuesta inmediata a las nuevas necesidades, lo que crea una distancia abismal entre el sistema de formación y las empresas, la llamada brecha digital (técnicamente denominada gap digital).
La mitad de las empresas no son capaces de contratar profesionales con formación tecnológica de los perfiles relacionados con la ciencia, la tecnología la ingeniería y las matemáticas, los denominados perfiles STEM (science, technology, engineering y mathematics).
España es uno de los países con una mayor distancia entre las necesidades de la empresa y la formación de los profesionales. Esto significa que habrá un importante déficit de trabajadores cualificados.
Se trata de una muy mala noticia porque se va a frenar nuestro progreso económico y social y seguiremos estando en los vagones de cola del tren de la innovación y el desarrollo. Aunque, como en toda crisis, surgen oportunidades, sobre todo para los más preparados, para aquellos que estén formados en lo relacionado con la tecnología en particular y las carreras STEM en general. Estos últimos tendrán casi asegurado un puesto de trabajo y, por cierto, muy bien remunerado.
En este debate sobre la educación y la formación nos encontramos con las escuelas de negocios, cuya función debería ser ―y, de hecho, lo es― ofrecer una formación más personalizada y especializada, con un mayor uso de la tecnología, porque este mundo está experimentando unos cambios vertiginosos.
Parece claro que el ritmo al que se produce la transformación social y de las diferentes organizaciones obliga a las escuelas de negocios a adaptarse constantemente porque lo que es bueno y útil hoy mañana puede no serlo. Estas empresas, porque al fin y al cabo una escuela de negocios no es más que una empresa que busca beneficio económico, están siendo capaces de adaptarse y reciclarse según van apareciendo nuevas necesidades en un entorno cambiante.
Los directivos son, claramente, uno de los sectores profesionales que más beneficios pueden lograr de una escuela de negocios. Tendrían que cambiar su forma de pensar y actuar, porque se forman poco a pesar de que se preocupan mucho de que sus empleados sí tengan la formación que ellos parecen rechazar. Quizá esto se deba a que los empleados tienen más ayudas que los ejecutivos, que, además, suelen disponer de menos tiempo por sus largas jornadas de trabajo y porque el ego les hace pensar que ellos no necesitan formarse ni reciclarse.
Si consideramos que la oferta formativa se globaliza a marchas forzadas, debemos concluir que esta internacionalización supone tanto un reto como una oportunidad para las escuelas de negocios, que cazan al vuelo las necesidades de las empresas y los profesionales.
Estos centros de formación no solo se ocupan de las habilidades técnicas, sino también de la formación en habilidades directivas, esenciales para desarrollar con éxito cualquier carrera profesional. Son capaces de asumir el reto de crear contenidos personalizados de una forma ágil tanto para los trabajadores como para los directivos. Porque las necesidades de formación son desiguales en función de los diferentes puestos de trabajo, por lo que las ventajas competitivas para desarrollarlos adecuadamente son diferentes. Y todo ello teniendo claro que para esa formación no hay que desaprovechar ninguna de las ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Pero no se trata de dejarlo todo en manos del mundo online, sino que tenemos que buscar un punto de equilibro. Si es cierto que el mercado online crece vertiginosamente y es muy cómodo para el usuario, no es menos cierto que el contacto personal presencial permite interacciones imposibles a través de una pantalla de ordenador, tableta o móvil.
Este mundo online es un claro ejemplo de la importancia de adaptarse, algo que han logrado las escuelas de negocios, que, frente a las universidades, tienen esa ventaja de flexibilidad. Sin olvidar, además, su contrastada capacidad de adaptar temáticas y currículos a las necesidades de un mercado que está cambiando constantemente.
La evaluación del conocimiento también está cambiando, porque estamos pasando de valorar los conocimientos puros y duros a tener más en cuenta la capacidad de análisis y adaptación de esos conocimientos, la capacidad de ser capaces de usar esas enseñanzas para intuir nuevos escenarios que nos permitan generar en las empresas modelos de negocio hasta ahora desconocidos.
A pesar de las claras ventajas que aportan las escuelas de negocios como complemento de otras acciones formativas y educativas, desde algunos ámbitos universitarios se ha puesto en cuestión su existencia dentro del modelo educativo. Primero se puso en duda y ahora se ha pasado de cuestionar su origen a discutir el concepto en el que se basan. Y, aprovechando ese cuestionamiento, han sido las propias universidades, tanto públicas como privadas, las que en muchas ocasiones han creado sus propias escuelas de negocios. Lo que no han tenido en cuenta es que el hecho de montar una estructura y denominarla escuela de negocios no convierte de forma automática esa estructura en una verdadera escuela de negocios. Muchas veces nos encontramos con sucedáneos que no han sabido asumir el ADN de las escuelas de negocios. Este ADN consiste en una formación de posgrado que tiene como principales ejes la formación práctica, actualizada, orientada a resultados e impartida por profesionales, empresarios y directivos que trabajan en el área que está enseñando ese docente y que lo que busca es la transformación profesional de sus alumnos y no la mera adquisición de conocimientos.
Al final, ya sea una escuela de negocios, una universidad o cualquier otro centro de formación, lo importante es que ese tiempo que se le dedica nos prepare para ser capaces de aprender y desaprender en este entorno económico globalizado en el que vivimos. La necesidad de formación a lo largo de la carrera profesional es, hoy en día, indiscutible y será mucho más importante en el futuro, precisamente por esos cambios, que nos obligan a adaptarnos constantemente. Y en este entorno la capacidad de aprender y desaprender rápidamente se ha convertido en una habilidad imprescindible para cualquier profesional del siglo XXI.