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Introducción

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Estamos inmersos en plena revolución tecnológica, que ha modificado y seguirá modificando la forma en que vivimos, nos relacionamos y trabajamos. Son unos cambios que no se parecen en nada a cualquier otro experimentado anteriormente por la humanidad. Cuando se descubrió el fuego, esa transformación fue gradual; sin embargo, ahora, con la Cuarta Revolución, la metamorfosis se produce de un día para otro. La velocidad, junto con el impacto en los sistemas y el alcance de estos cambios, no tiene precedentes.

Haciendo un poco de memoria, recordamos que la primera revolución industrial, que supuso la evolución de la producción manual a la producción mecanizada, se produjo entre 1760 y 1840. La segunda ocurría en el periodo entre 1850 y 1870, estuvo marcada por la aparición de la electricidad y supuso que se pasase a la manufactura en masa. Ya a mediados del siglo XX se produjo una tercera revolución con la aparición de la electrónica y las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Ahora llega la Cuarta Revolución, que se basa en la automatización de ciertos procesos y en la organización de los diferentes medios de producción con la convergencia tanto de tecnologías digitales como físicas y biológicas. En esta cuarta revolución industrial la tecnología se pone del lado de los trabajadores para conseguir un entorno laboral más seguro, cómodo y versátil para estos.

Esta revolución da paso a lo que denominamos industria 4.0, un término que surgió en Alemania con el objetivo de hacer referencia a la cuarta revolución industrial, en la que estamos inmersos. Supone un salto cualitativo en la organización y gestión de la cadena de valor, donde las relaciones comerciales y productivas conllevan una constante conexión entre cliente, proveedor, distribuidor, logística y fabricante.

Digitalización e industria 4.0 van de la mano, lo que supone la aplicación a escala industrial de sistemas automatizados. Cuatro palancas permiten ilustrar el grado de transformación del que ya estamos siendo testigos: automatización, acceso digital al cliente, conectividad e información digital.

Esta revolución afectará al futuro del empleo, con trabajadores muy bien remunerados y otros que casi no tendrán para vivir. Ahora mismo son los países más avanzados los que se adaptan a esos cambios con mayor rapidez, pero no nos engañemos, porque serán las economías emergentes las que podrán sacar un mayor beneficio a esta situación.

Tanto las economías más avanzadas como las emergentes y el resto se van a encontrar con algo nuevo, unos empleos que ahora mismo no existen en empresas que utilizan tecnologías que ahora mismo desconocemos. Tecnologías que casi no somos capaces ni de imaginar.

Aquí entra en juego otro elemento: el empresario, gestor o dirigente empresarial, que se está dando cuenta de que si no es capaz de adaptarse va a desaparecer. Y los datos, que son esenciales, porque estamos produciendo millones y millones de esos datos, que hay que analizar, gestionar y rentabilizar. El big data no es más que una inmensa cantidad de datos inmanejables para los humanos, por lo que no tenemos más remedio que apoyarnos en las máquinas. Estos datos son utilizados por las diferentes organizaciones, según el interés de cada una de ellas. Lo importante no es tanto tenerlos como manejarlos adecuadamente, rentabilizarlos. El big data supone, en general, la supresión de la cadena de valor, configurándose como una red de valor donde no existen distintos niveles, como en la actualidad, sino que todos aportan algo sustancial a la red.

Lidera tu empresa en la cuarta revolución

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