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2.4. El jardín francés barroco y el renacentista italiano

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Si hasta finales del siglo XV la jardinería anduvo con autonomía suficiente respecto a la arquitectura, llegado el renacimiento habrá una dependencia que marcará época, la edificación se convierte en líder indiscutible de los ámbitos donde se interviene haciendo con ello que la jardinería se convierta en algo auxiliar y dependiente de la arquitectura, pero no con ello menos rica como podremos comprobar. Por ello, el arquitecto doblega su trabajo e inicia su bagaje en el trazado jardinero, lógicamente en base a un argumental que tenía como base el pensamiento de la época y que supuso la plasmación de la tesis de la naturalización ordenada del jardín.


En el Parque del Palacio de Caserta podemos comprobar gran cantidad de efectos espectaculares a consecuencia de los desniveles.

Como fruto de esta nueva pauta histórica, nos encontramos con unos jardines de trazado muy rígido y basados por completo en la geometría. Estas pautas no impiden que el jardín se adapte a la topografía del terreno, con lo que han de incorporarse nuevos elementos constructivos como escaleras y rampas que se vinculan perfectamente con la arquitectura practicada en cada proyección y que además sirven para integrar la estatuaria que de forma muy generosa fue legada desde el imperio romano.


La composición jardinera asume una gran perfección representada por medio de un gran artefacto escénico con profundos y profusos puntos de vista que intentan explotar al máximo todos y cada uno de los puntos focales realizados, además reforzados con la utilización a gran escala del agua en sus diversas facetas en movimiento y que para nada converge con el tratamiento que hizo el pueblo árabe de la misma. El jardín renacentista aboga de esta forma ya no solo por el paseo o el solaz, conceptos que hasta ahora todas la sociedades habían requerido del jardín y que desde este momento fueron olvidadas.

Tres periodos podemos constatar en el fenómeno renacentista del jardín, el origen que va desde 1450 hasta casi 1500 con Alberti con sus escritos y la construcción del “Belvedere” romano respectivamente. El más importante y crucial, se desarrolla a lo largo del Siglo XVI, facturando la época de más esplendor. Y el tercero y decadente ocupa la totalidad del siglo XVII y la práctica del XVIII donde se finaliza el palacio de “Caserta” en Nápoles. En la espectacularidad del “jardín arquitectónico”, arquitectura y naturaleza se dan la mano para retomar un dialogo de antaño que supondrán un rédito de arte en el jardín como jamás se había constatado y con la autoría de los mejores técnicos del momento: Miguel Ángel, Michelozzo, Ligorio, Rafael... Quizás el ejercicio más reconocido de esta floreciente época del jardín histórico, sea “Villa D’Este” en Tivoli de Pirro Ligorio a encargo del Cardenal Hipólito D’Este. Aquí ya, el jardín y edificio forman un mismo tándem. Integrados en el seno de una montaña que encumbra el edificio, salva los desniveles mediante escaleras y rampas de gran artificio ornamental y que sometidas al eje que desde la puerta principal del edificio sale, recorre toda la realización uniendo y haciendo de cordón umbilical de la misma y donde el agua aparece por doquier. Hasta ocho terrazas se van desprendiendo desde la cumbre, y que aun divididas, responden simétricamente en lo relativo a la estructura, si bien es cierto que se dan variaciones estéticas. Junto al eje base de la realización se traza otro transversal que los distintos elementos constructivos definen.



Recuerde

A esta época pertenece la realización del Belvedere de Bramante y Villa D’Este de Ligorio, obras insignes del periodo renacentista italiano.


Nota

El agua es un elemento muy dinámico utilizado en quietud o movimiento, pero siempre con gran nota escénica.

Del “jardín renacentista a la italiana” donde Florencia y Roma quedan como sus mejores cunas, podemos disfrutar hoy día de tesoros incontestables que son el mejor deleite del afán paisajístico del renacimiento, todos los elementos que lo componen existieron en el jardín, pero nunca tan bien conjuntados y expresados: aterrazados, arte topiario, grutas, pérgolas, praderas, progreso axial, láminas de agua y juegos con cascadas y todo ello, con una unidad de conjunto entre el edificio y la zona ajardinada que nunca había sido explorada. Además la zona ajardinada sufría de una apertura visual hacia el exterior que permitía disfrutar del ámbito paisajístico donde se integraba la villa, sin dejar de lado el elemento seguridad que sí seguía en uso, mediante los muros perimetrales legados. El jardín es ante todo un museo al aire libre, de alta y refinada carga artística natural.

Mientras Italia finalizaba el renacimiento, el resto de Europa se apresuraba a asumir el nuevo ejercicio inspirado en la antigüedad clásica, lo cual fue arduo y difícil sobre todo en lo concerniente a la naturaleza, que debía de pasar de atroz e insegura, a dulce compañera de viaje. Así, por medio de las sucesivas irrupciones bélicas vividas en Italia, se traslada finalmente el renacimiento a Francia, que muy a pesar de lo atractivo que vio este movimiento, con la llegada del jardín francés prontamente desvirtúo a este dejándolo en mera propuesta. Y sin duda alguna los factores desencadenantes y definitivos en lo relativo a la escasa accesibilidad francesa hacia el modelo italiano por antonomasia, fueron la razón climática y sobretodo la divergente topográfica que ambos países mantienen. El territorio francés es muchísimo más llano que el italiano, por ello los jardines escasamente subían peldaños y era a ras, donde mejor argumento encontraban para desarrollar una estructura constructiva y arquitectónica de menor escala. Sería por tanto en la amplitud de espacios donde se hubo de volcar la imaginación para lograr las vanagloriadas perspectivas francesas.


La crítica utilizó durante mucho tiempo el término “barroco” de forma despectiva, basada en las formas de un modelo que se excedía en proporciones y que resultaba ser exagerado y grotesco.


Recuerde

El clima francés es mucho más agrio y frío que el italiano y a su vez el país transalpino recoge un orografía más solvente.

Llegada la segunda mitad del siglo XVII inicia la instauración del modelo que absorbía la tesis formulada por Thomas Burnett sobre la existencia del “universo geométrico”. Según este, la tierra y en especial su medio físico y natural, habría sido totalmente manipulado y transformado hacia unas formas anárquicas y malévolas y en contra, lo natural debía ser dibujable y responder a un patrón modélico y a seriar.

Esto llevado al jardín supondría la generación de espacios ajardinados geométricos de una inmensa extensión en superficies de un relieve plano y sobre el cual el ámbito arbóreo se implementa por un sistema ortogonal en la que por encima del aspecto individual prima el del conjunto. Estábamos ante un modelo de espacio terrestre en el que todo estaría regido por las leyes de las matemáticas y con las que siempre y de la mano del hombre se la podría dominar causando la imagen más perfecta de lo abstracto. El jardín francés barroco inicia su andadura en el Castillo de “Vaux-le-Vimcomte” del que era propietario el superintendente Fouquet, a la vez Ministro de Economía de Luís XIV. El Ministro adquirió tres poblaciones limítrofes a “Melun” que demuele para realizar la construcción de un gran palacio rodeado de jardines. El proyecto que le fue encargado en su faceta arquitectónica a “Le Brun” lo fue en la jardinería a “André Le Nôtre” hijo del jardinero real. En su primer trabajo, un aventajado Le Nôtre puso de manifiesto ya, cuáles serían las pautas de un modelo que sencillamente fascinó y marcó tiempos en todo el viejo continente llegando su vigencia hasta nuestros días. El proyecto de jardín francés adoptaba una serie de pautas que tenían por máxima el que de un solo golpe de vista este habría de ser alcanzado. De esta forma la superficie del mismo tenía que considerar más longitud que anchura de igual forma ser lo más profunda posible para así dilatar al máximo el espejismo de la dimensión. En el Castillo de Vaux, “Le Nôtre” marca en un terreno levemente inclinado para su mejor visión desde el castillo, su tradicional acabado de fondo en “T”, previo a él, se representa una ordenación de traza alargada que fuerza la perspectiva buscada. En el mismo sentido se remarca linealmente el eje al que se incorporan ricas piezas escultóricas y fuentes de agua a las que hacen de telón grandes masas vegetales de tonos oscuros con los que contrastan los blancos de los paseos. Este nuevo sentir de producción jardinera se extendió por todo el país sin que curiosamente hubiesen sido redactadas o publicitadas normas algunas, circunstancia que si ocurre tras la muerte de “André”. Tras su desaparición se genera un tratado donde se aglutinan las claves y técnicas empleadas en la construcción del jardín barroco francés y que debían servir para comprenderlo mejor. Entre estas, cuatro serían las primordiales:

1 Primacía de la naturaleza sobre el arte.

2 Impedir la tristeza del jardín por la abundancia de sombreo.

3 No anticipar de una vez la belleza y razón del jardín.

4 Hacer creer que el tamaño del jardín es mayor al real.


Definición

Proyecto de jardín francés

Fue el mejor escenario del poder y visión de la naturaleza, donde se plasmaba la perspectiva con una intuición asombrosa y siempre relacionada con su periferia más inmediata.


Recuerde

André le Nôtre (1613-1700) fue sin duda alguna el mejor autor del jardín barroco francés, de su monumental arquitectura vienen las mejores y más emblemáticas obras.

Tras la conclusión del Castillo de Vaux, todo el equipo técnico fue requerido por el “Rey Sol”. Este, muy obsesionado por el resultado de los trabajos en el complejo de su ministro, adquiere el compromiso personal de rebasar con creces la creación del subordinado y así, encomienda al equipo la realización del que sería y es el más maravilloso, lujoso y más laureado jardín francés.


El Palacio de Versalles, que no venía a integrarse en un terreno con facilidades, lo había de hacer en un espacio pantanoso de aguas de mala calidad. Las obras que se dilataron, durante la práctica totalidad del reinado de Luis XIV, tuvieron al monarca como un enfermizo seguidor que se volvía bastante intervencionista a veces. La anchura del jardín es la del palacio que alcanza los cuatrocientos metros, junto a este se emplaza el que se denomina “petit parc” que adopta una planta jerarquizada por el eje central y el entramado ortogonal que forman un compendio de bosquetes en cuyo seno se muestran diversas escenas teatrales fantasiosas que el Rey cambiaba con asiduidad pero sin llegar a alterar la base jardinera creada. La pauta de la “T” con la que “Le Nôtre” firmaba sus proyectos alcanzó en Versalles aun más si cabe, pues unifica en la misma figura geométrica cruciforme que resulta ser el canal transversal al que en uno de sus brazos integra el eje principal. A este endosa milimétricamente parterres, fuentes, esculturas y todo embutido en un programa que se dispersa hacia el horizonte infinito.


Versalles se extiende en más de 800 ha de las cuales el gran canal que sirve de aljibe para los juegos de agua, acumula una dimensión de 1,5 km de largo que sirven para potenciar el trazado del eje.

A diferencia del jardín renacentista donde el eje parte desde el edificio, de igual forma en la práctica francesa este eje no sucumbe en el jardín sino que traspasa los limites y se integra en el ámbito circundante perdiéndose.

Tras Versalles, “André Le Nôtre” participó en varios proyectos aupado por el ruido generado en su producción y los fastos inaugurales, logrando raramente incrementar en alguno el equilibrio logrado entre el palacio y los jardines versallescos. Aquí se encumbró como el gran maestro jardinero de todos los tiempos con una obra que además se convirtió en santo y seña de una época y un espacio político y social.

Operaciones para la instalación de jardines y zonas verdes. AGAO0208

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