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MI PARTICIPACIÓN EN LA GUERRA CIVIL EL ACUARTELAMIENTO DE BENALÚA, OCTUBRE DE 1936

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Volviendo al acuartelamiento de Benalúa, la Compañía de la FUE se ubicó en uno de los amplios dormitorios del primer piso. Iniciamos desde el primer día la instrucción militar en una explanada adecuada cerca del cuartel, más intensiva que la que realizamos anteriormente en Valencia. Como pernoctábamos en el cuartel realizamos los servicios completos inherentes a un acuartelamiento, tales como vigilancia, servicios de guardia, cocina, limpieza, imaginarias, etc. Tan pronto llegamos nos facilitaron los atuendos militares, guerrera, gorra, pantalones bombachos, botas semi-altas, y ropa interior, todo ello con las tallas más próximas a nuestras medidas.

Roberto Carpio, pepe Huguet y yo constituíamos un grupo inseparable, algo distanciado del resto de compañeros por una escasa diferencia de edad. Por ello cuando llegaba la hora de salida para pasear por la ciudad lo hacíamos en solitario. Ahora es obligado resaltar la personalidad de cada uno de los tres, ya que siendo los más jóvenes en el conjunto de los compañeros que estaban terminando licenciaturas, a los pocos días nos ambientamos y lo pasábamos estupendamente en nuestras visitas al centro de la ciudad. Pepe, fornido físicamente, era muy extrovertido, atrevido al extremo de que para él no había obstáculo que no pudiese franquear. Roberto, alto y bien parecido, era algo mayor que nosotros, de modales muy refinados notándose su procedencia francesa, de fácil diálogo y gran cultura. Había estudiado la carrera de canto y declamación. Recientemente había actuado en un teatro de orán, como barítono en una ópera, con éxito, según reseñaba un amplio reportaje en la prensa francesa. En cuanto a mí, sin llegar a la peculiar desfachatez de pepe Huguet ni a la bondad de Roberto Carpio, no me amilanaba por nada, pero me sentía muy responsable para deducir hasta donde se podía llegar con una travesura, siendo el que frenaba los impulsos frecuentemente irresponsables de Pepe. Con esta multiplicidad temperamental nos compenetrábamos muy bien.

El día que nos entregaron los uniformes y como no nos venían a la medida a ninguno de los tres, por la tarde nos dirigimos al ropero de la FUE de Alicante, donde gran cantidad de muchachas estudiantes se dedicaban a la confección de jerséis, bufandas, pasamontañas, guantes y todo tipo de prendas, confeccionadas con madejas de lana. Al frente se encontraba la simpática Elena, que se esforzó vanamente en impedirnos el paso a las dependencias donde estaban trabajando estas jóvenes. Pretendíamos que nos arreglasen los uniformes y por más que se interesaron en comentar entre ellas cómo lo podrían hacer, lo cierto fue que la única solución era ir al sastre. No obstante esta entrevista fue muy interesante, pues independientemente de que nos obsequiaron con algunas prendas de abrigo, conocimos y quedamos en salir con tres bellas muchachas: Charito, Magda Melendo y Elia González. A excepción de Charito a la que Huguet absorbió para sí solo y pronto se hicieron novios, con Magda y Elia disfrutamos de su compañía. Magda, de las tres, era la más escultural en sus formas, al extremo que acompañarla era comprometido, pues llamaba la atención. En cuanto a Elia era la más tímida y sencilla en su modo de vestir, de una belleza serena muy impresionante. Íbamos a pasear a la Explanada, en el mismo puerto, al cine, a actos culturales organizados por la FUE o la JSU de Alicante. Bien pronto, paseando por las calles y parques de la ciudad, surgió la pareja inseparable de Fernando Ferraz y Rafael Bonet, que como buenos fueístas y después de las presentaciones, no nos abandonaron agregándose a nuestros coloquios. Días más tarde se nos agregó Rafael Izquierdo, que desde el primer momento quedó prendado por las cualidades de Elia y recuerdo, como no, la presencia de Rafael Talón. De los tres hermanos talón, Rafael destacaba entre los propios miembros de la FUE, por haber sido delegado de nuestra organización en el Instituto Luis vives y también por su fructífera participación en las competiciones deportivas de atletismo. El 18 de julio le cogió en Barcelona formando parte de los seleccionados para participar en la olimpiada popular, que dos días después se iba a inaugurar como réplica a la olimpiada de Berlín. De la FUE de valencia se encontraban muchos deportistas junto a él, pudiendo citar a Codoñer, Julve, Baltasar Bonet, Manuel Solís, Cantó, Eduardo Bartrina, Manuel Usano y un etcétera muy largo.

Aunque yo fui el asiduo acompañante de Magda, fue con Elia con la que mejor me compenetraba, precisamente por limitar nuestra amistad a esa hermosa camaradería intranscendente de contarnos nuestras aficiones y los aconteceres de la guerra de los que estaba muy al tanto, ya que su padre era un conocido dirigente del frente popular en Alicante. Pero Rafael Izquierdo sí que se enamoró y percatándose de que por mi amistad con ella podría interceder a su favor, me lo pidió. Elia fue contundente. No deseaba nada más que amistad. No obstante, Rafael de no haber tenido un permiso de quince días quizás hubiese podido variar los firmes propósitos de la muchacha. Este permiso afectó a la mitad de los componentes de la FUE y nos quedamos pocos compañeros. Fue cuando se agregó a nuestros paseos Ricardo Muñoz Suay, quien como le había ocurrido a Izquierdo quedó seducido por los encantos de Elia. Cuando por la noche regresábamos al cuartel, en el trayecto Ricardo me iba relatando las exaltaciones de los variados atributos que la personalidad de esta joven le cautivaban y aunque yo era un verdadero admirador de ella con valoraciones que ya he resaltado, las de Ricardo las encontraba mitológicas y ello era debido, sin duda alguna, a que se había enamorado seriamente. Su compañía le agradaba a Elia, por la gran inteligencia de Ricardo, amplia formación cultural y de la problemática estudiantil que conocía en profundidad, por ser uno de los dirigentes más cualificados de la FUE de valencia. Al regresar Izquierdo existieron elementos de tensión entre ambos, que tanto Magda como yo tratábamos de suavizar y que afortunadamente solucionó la orden de marcha al frente de Madrid.

Llevábamos cosido en la guerrera el distintivo de tela, con la sigla triangular de la FUE que nos identificaba como estudiantes. En estos menesteres se habían esforzado las muchachas del ropero, que visitábamos con mucha frecuencia y con este motivo se consiguió que estudiantes de la FUE de Alicante se alistasen en nuestra unidad, presionados por indirectas de estas jóvenes, que les ponían como ejemplo la juventud de los estudiantes valencianos.

Es impresionante que al transcurrir de los años te enteres por publicaciones de que las dos jóvenes Magda Melendo y Elia González no podían fingir el entusiasmo que demostraban por los combatientes que se presentaban voluntariamente para defender la República, y es que eran consecuentes con los ideales de sus respectivas familias. Tengo ya citado que el padre de Elia era un dirigente del Frente popular. No lo conocí personalmente. Magda tenía un hermano mayor que ella, dirigente de la FUE alicantina, que me presentó en uno de los frecuentes paseos, ya citados, por el puerto de Alicante. De ellos voy a hablar. En la revista de Alicante Canelobre, número 20-21, editada por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, en la primavera-verano de 1991, vienen testimonios de alicantinos que se exiliaron a Francia, África, América y la URSS. Referente a los exiliados en la URSS, cita:

Entre otros hemos podido localizar a Ataulfo Melendo,1 que ocupó durante la República cargos de relieve en la FUE y en 1934 era secretario de las Juventudes Comunistas de Alicante, siendo elegido miembro del Comité Provincial del PCE, en 1936, tras haber jugado un destacado papel en la fundación de JSU; en el exilio soviético trabajó como profesor de español en la Escuela de Idiomas de Moscú, y probablemente murió en China.

En la misma revista, en una relación de «Nombres del exilio alicantino», con el número 28, se detalla:

José González prieto. Nacido en Salamanca en 1893, residió desde muy joven en Alicante donde contribuyó a la formación del Partido Comunista. Era agente comercial. Al comienzo de la guerra formó parte de la Comisión de Defensa y Orden Público e ingresó en el Cuerpo de Policía, en el que llegaría a ser Comisario. Miembro del Comité Provincial del PCE y responsable de su aparato de propaganda, dirigió durante un cierto tiempo Nuestra Bandera y ocupó la secretaría del Comité de Defensa Pasiva. Exiliado en el barco Stanbrook, estuvo durante unos meses en un campo de concentración argelino y se exilió definitivamente a Moscú. En la URSS estudió Farmacia y Economía, y durante la Segunda Guerra Mundial fue teniente de Farmacia del ejército soviético. Hasta su muerte, ocurrida en 1968, vivió en Moscú, compaginando su trabajo profesional con el de corrector del periódico Tiempos Nuevos en su edición en castellano. Nunca se pudo reunir con su esposa y sus seis hijos, salvo esporádicos encuentros en Francia, cada dos años.

De los compañeros de la FUE, en Benalúa recuerdo a: Vicente Talón Marzo que siendo alférez de complemento, lo ascendieron a teniente. Posteriormente en la URSS fue traductor, combatiente en la Guerra europea y funcionario en la hemeroteca de habla hispánica en la Agencia Tass. También a Ricardo Muñoz Suay, que nombraron alférez de la Compañía, posteriormente fue director de cine; ayudante de dirección de García Berlanga y colaboró con Buñuel. Crítico de cine. Fundador y director de la Filmoteca valenciana, hasta su muerte. Además de otros compañeros como Juan Alonso, posteriormente médico; Juan Barrera, posteriormente representante; Ricardo Bastid, posteriormente pintor y diseñador publicitario; Baltasar Bonet, posteriormente abogado; Rafael Bonet, posteriormente representante; Ricardo Campos, posteriormente representante; Francisco Canet, posteriormente coreógrafo y dedicado al cine; Fernando Cantó, posteriormente representante; Antonio Carrión, posteriormente funcionario municipal; domingo, que murió muy joven de tifoideas; Fernando Ferraz, que sin titulación dio clases; Luis Galán, traductor en Moscú; Alberto Gallez, posteriormente veterinario; José Huguet, posteriormente representante; Rafael Izquierdo, posteriormente representante; Martí Talón, posteriormente representante; José Orozco, posteriormente representante; Roberto pérez Carpio, coreógrafo teatral; Enrique Talón, que murió muy joven; Rafael Talón, posteriormente abogado y Enrique Torrella, posteriormente médico.

De nuestra estancia en Alicante se pueden destacar dos acontecimientos. Un intenso bombardeo que nos mantuvo en despliegue de defensa de la costa durante toda una noche, ante la inminencia de un desembarco del enemigo y que nunca supimos si fue simulado o sirvió como maniobra para conocer nuestra preparación militar. Nos pasamos toda la noche vigilantes, en la parte de la marisma alicantina, en posición de cuerpo a tierra, pero en este caso sobre la arena húmeda y fría. Cuando amaneció y sin habernos movido, estábamos agotadísimos.

Otro día hicimos un servicio en el puerto que mi buen amigo y compañero Luis Galán, que formaba parte de nuestro piquete, menciona muy detalladamente en su obra narrativa Después de todo …,2 escribiendo:

Realizábamos largas marchas y ejercicios de vigilancia, con pocas armas porque andábamos escasas de ellas. Una tarde fuimos alertados con urgencia. Se nos desplegó en las inmediaciones del puerto. Nuestra misión era proteger el desembarco del material de guerra que acababa de transportar un mercante soviético, forzando el bloqueo establecido por navíos de guerra italianos y rebeldes. La aviación italiana bombardeó rabiosamente la zona portuaria pero no logró tocar ni al carguero ni a los camiones que rápidamente ponían a buen recaudo el material. Como durante las operaciones de descarga se entreabrieron algunas cajas, pudimos ver que nuestros amigos rusos conciliaban la vieja antinomia cañones o mantequilla. Las piezas de las ametralladoras Maxim que iban a reemplazar a las Hotchkiss en el armamento republicano estaban envueltas en mantequilla de primera calidad.

Lo que omite citar el amigo Luis, y lo amplío por tratarse de un gesto simpático, es que en el transcurso del desembarque del material y antes de que empezase el bombardeo y ametrallamiento de la aviación fascista, fuimos sorprendidos por la tripulación del mercante soviético invitándonos a degustar el caviar rojo, que lo tomaban y nos lo ofrecieron en rebanadas de pan, como si se tratase de mantequilla. Cuando apresuradamente bajamos del barco y empezaron los aviones a bombardear, como no teníamos ningún edificio próximo, nos echamos cuerpo a tierra y fue impresionante ver caer las bombas que afortunadamente hacían agua, pero muchas caían sobre vagones de carga del muelle. El carguero ruso tenía varias ametralladoras y con valentía repelieron la agresión. De los compañeros que fuimos a esta misión no tuvimos que lamentar baja alguna, a no ser algún rasguño producido por el ímpetu con que nos tirábamos a tierra cuando los aviones los teníamos encima y se escuchaba el silbido que producían las bombas al descender. No ocurrió lo mismo en la capital, que sufrió bombardeos incesantes durante las seis horas que duró el ataque aéreo, con sucesivas incursiones de escuadrillas. En este trance más de uno pensó en nuestro Cuartel de Benalúa, ya que resultaba paradójico el hecho de que durante los bombardeos, el lugar más seguro fuese el propio cuartel por la circunstancia de que frente a él teníamos la cárcel de Mujeres, donde se encontraba encarcelada la hermana de José Antonio Primo de Rivera. Otro acontecimiento destacable en nuestra estancia en Alicante fue el juicio y posteriormente el fusilamiento del jefe de la Falange Española, en el mes de noviembre, ese día se extremaron todas las medidas de vigilancia y acuartelamientos.

Como ya queda citado en el relato anterior, al mando de nuestra unidad estaba el comandante Trigueros, militar profesional que disponía de un plantel de oficiales profesionales y también de milicias, que inculcaron la disciplina en la unidad y que en ningún momento produjeron problemas por parte de los milicianos. Destacaron entre estos oficiales el capitán Sevilla, el capitán pastor y el teniente vicente Talón –quien al llegar a Madrid ascendió inmediatamente a capitán–.

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