Читать книгу Si tuviera que volver a empezar... - Juan Marín García - Страница 17

EL FRENTE DE TERUEL, DICIEMBRE DE 1937

Оглавление

Las fuerzas de nuestra División se componían de tres brigadas, la 218, 219 y 220, que se fueron distribuyendo en el triángulo Manzanera-Alben-tosa-Sarrión. Los componentes del Estado Mayor de la División dormimos en Sarrión, donde se estableció el XX Cuerpo de Ejército y de buena mañana el jefe del Cuerpo de Ejército citó a todos los jefes de servicio y yo, como ayudante de Ródenas, acudí con él. Cuando llegó nuestro turno nos puso en conocimiento de la orden secreta para la toma de Teruel, dominada desde el principio de la guerra por las fuerzas rebeldes. Esta orden se circunscribía al sector correspondiente a nuestra División. El puesto de mando se iba a establecer en Aldehuela a donde teníamos que salir inmediatamente para establecer allí el centro de comunicaciones telefónicas y desde allí diversificar la red de transmisiones a los puestos de mando de nuestras tres brigadas y las de enlace con las dos divisiones colaterales. No podíamos perder tiempo, había que cubrir lo antes posible las fases de nuestra misión, ya que la ofensiva se iba a iniciar al amanecer del 15 de diciembre y uno de los factores fundamentales era la sorpresa.

Desde Aldehuela fuimos dando líneas con mucha dificultad, pues independiente del terreno muy montañoso se unía el barro producido por las recientes nevadas, que hacía fatigoso el traslado del material, centralitas, bobinas, cables, etc. Una de las misiones más urgentes era establecer un observatorio, que al propio tiempo sirviese de puesto central avanzado de la División. Nos encargamos un oficial del Estado Mayor y yo y elegimos una prominencia desde la que se divisaba un descampado muy amplio frente a nosotros y con poca visibilidad, por la niebla reinante, se distinguía la Ermita de Castralvo, que se encontraba en terreno enemigo y era uno de los puntos estratégicos a tomar al inicio de la operación.

La primera misión de la unidad consistió en relevar las pocas fuerzas que defendían nuestro sector, avanzar entre Galiana y villaspesa, tomar la Ermita y así llegar a las puertas de Teruel, a la altura de la carretera de valencia. El día 13 de diciembre cayó una fuerte nevada con gran ventisca, que aún intensificó más la dificultad del traslado de los soldados. Este temporal con bajas temperaturas del orden de 12 a 16 grados bajo cero, y durmiendo a la intemperie, empezó a originar bajas por la congelación de extremidades. Esta tan intensa nevada hizo pensar en la imposibilidad de iniciar la ofensiva en la madrugada del 15 y aún se agudizó este temor cuando el día 14 aún se intensificó el temporal. No obstante, en la noche del 14 se dio luz verde para actuar al amanecer, fuese cual fuese el estado del tiempo.

El 15 de diciembre de 1937, lo recuerdo perfectamente, sobre las primeras horas de este día y dirigiéndome desde Aldehuela al observatorio mi llegada coincidió con la actuación de la artillería de nuestro sector, lanzando un fuego artillero muy intenso sobre las líneas enemigas. En múltiples ocasiones las explosiones iluminaban por secuencias todo el frente. Estaba previsto que la infantería iniciase el ataque en todos los sectores que circundaban Teruel. Se le dio tanta importancia a esta ofensiva que en Barracas (Castellón), existía un puesto de mando superior, donde permanentemente se encontraban el ministro de Defensa, Indalecio prieto, y el jefe del Estado Mayor Central, general Rojo.

Al llegar al observatorio, el comandante Trigueros hablaba por teléfono con nuestras baterías, rectificando el ángulo de tiro, pues los obuses caían fuera de la zona de La Ermita, que era uno de los objetivos a tomar en nuestra zona y desde allí sus defensores dominaban una amplia vaguada por donde tenían que pasar parte de nuestras fuerzas. Transcurrieron las horas y sus defensores resistían con tesón. Se recibe al amanecer la noticia de que fuerzas de la 11 División, mandadas por el comandante Líster, han enlazado con efectivos de la 64 División, mandada por el comandante Cartón, quedando cortada la comunicación de Teruel con Zaragoza, por tanto la plaza queda cercada. Esta noticia nos da ánimos, pues por nuestro sector poco se avanza y La Ermita resistiendo aún. Por la tarde empezó nuevamente a nevar y dificultó bastante el avance por el resto de sectores. El 16, y aún nevando con intensidad, se va progresando lentamente en nuestro frente y la mayor dificultad se encuentra en La Ermita que se defiende denodadamente y empezamos a tener las primeras bajas. Este día por la noche recibimos la orden para el día siguiente de conseguir envolver la Muela de villastar. El 17 aún permanecemos frente a La Ermita, que sigue resistiendo con mucha valentía, sin embargo, en el transcurso del día se consigue tomar villastar y quedan cercadas villaspesa y Castralvo. Como nuestras fuerzas han llegado a la Masía del Cerrito, ya muy cerca de Teruel, damos por cierto que al día siguiente seremos los primeros en llegar a las puertas de la capital turolense.

El 18 de diciembre conseguimos llegar por la tarde a la Granja, kilómetro 135 del ferrocarril, y recibimos la extraordinaria noticia de que las fuerzas republicanas que tenemos colindante, por la derecha a nuestra División, han tomado la Muela de Teruel, uno de los objetivos claves, por su situación estratégica, dominando desde su altura todas las prominencias próximas a la capital. También por la tarde el reducto de La Ermita se rinde. Sólo han quedado cuatro guardias civiles, varios paisanos y tres falangistas, uno de ellos de unos 18 años. Los conducen al puesto central de nuestra División para ser interrogados por un oficial del servicio de información, antes de ser conducidos al XX Cuerpo de Ejército.

Aunque ya había tenido oportunidad de asistir a los interrogatorios de los prisioneros hechos durante estos días y especialmente cuando se trataba de oficiales, para conseguir sacarles información sobre armamento, moral de los combatientes, situación de los puntos neurálgicos de puestos de mando, artillería y cualquier dato de interés, personalmente tenía mucho interés en conocer a estos combatientes que nos habían tenido a raya a todo un batallón y una batería de artillería desde el primer día. También me llamaba la atención el joven que iba vestido de falangista, imberbe, como me ocurría a mí y que contrastaba con el resto de sus compañeros, todos con barba cerrada de varios días. Ninguno de ellos se mostró muy locuaz en sus manifestaciones, argumentando que se habían limitado a cumplir las órdenes superiores, de defender su posición, y que lo habían realizado hasta el último momento del asalto por nuestras fuerzas. Me causaron una fuerte impresión de entereza y valentía, cuando ellos desconocían cuál sería su suerte. Yo sabía que serían trasladados al puesto central del Cuerpo de Ejército y desde allí a valencia.

El día 19 seguimos el avance con mucha dificultad y, el supuesto de que en esta jornada llegaríamos hasta la carretera Teruel-valencia, a la misma altura de los primeros edificios de la ciudad, no se consiguió hasta el día siguiente por la noche, aunque muy bien pudo ser sobre las siete de la tarde, ya que por el temporal oscurecía muy pronto. Al llegar a nuestro objetivo y teniendo a mano las calles ascendentes que daban acceso a la capital, recibimos la orden de no avanzar, pues lo iban a realizar fuerzas pertenecientes a la 40 División, que dependía, como nosotros, del XX Cuerpo de Ejército. Esta División estaba mandada por el comandante Nieto y sus fuerzas pertenecían al Cuerpo de Carabineros. Desde el inicio de la ofensiva se había mantenido en situación de reserva, y su misión era penetrar en la ciudad, junto a otras unidades militares y de Guardias de Asalto. Las fuerzas de nuestra División quedaron por tanto en el exterior de la ciudad por este frente. Algunos paisanos, mujeres y niños amparados por la oscuridad, y al ver la llegada de nuestros soldados, van saliendo a la carretera general de valencia y en camiones son evacuados a La puebla de valverde, donde se les facilitará comida y cuidados, hasta ser remitidos a valencia. Por sus declaraciones y aspecto se nota que han sufrido enormemente, ya que el mando de la plaza hacía ya varios días que había ordenado a la población la obligatoriedad de concentrarse en los edificios por ellos elegidos para defenderse, como el Seminario, Convento Santa Clara, Gobierno Militar…, pero muchos vecinos prefirieron esconderse en sus casas y, en estas condiciones, sin poder dar señales de vida, su verdadero problema era el alimentarse.

La resistencia en el interior de la ciudad es grande, por lo que la penetración por nuestro sector de los carabineros no va más allá de las primeras calles en la madrugada del 21. En el transcurso del día se va avanzando hacia el interior de la ciudad y, a última hora de la tarde, nos llega la noticia, posteriormente confirmada, de que hay fuerzas que han llegado por dos direcciones a la plaza del Torico, la de los Carabineros de nuestro enclave de la 40 División y por otro lado la de Guardias de Asalto, adscritas a la 34 División, mandada por el comandante Etelvino vega.

El día 22, por el sector norte, la 25 División mandada por el comandante vivancos ocupó el cementerio viejo, que desde un principio se defendió con virulencia, y seguidamente contactaron con los combatientes que ya habían llegado al centro de la ciudad. Este día, nuestro jefe superior del XX Cuerpo de Ejército, teniente coronel Menéndez, es nombrado gobernador militar de la plaza.

El 23 se sofocan centros de resistencia como son: el Banco de España, Casino y Cuartel de la Guardia Civil. Quedan aún los de mayor resistencia, donde se concentraron la mayor parte de las fuerzas que integraban la guarnición de Teruel. Estos focos de resistencia fueron: el Seminario, Comandancia Militar, Convento de San Francisco y algún punto aislado. Este día, junto con mi capitán y comisario, entramos en la ciudad y era desconsolador ver todos los edificios dañados y en algunas calles era tal la cantidad de escombros que para atravesarlas era obligado pasar sobre los mismos, que alcanzaban la altura de los primeros pisos. Al llegar a la plaza de España, donde estaba situado el Banco de España y el Ateneo, su superficie estaba cubierta por enormes cascotes. A la izquierda del Banco había apilados unos quince cadáveres, en su mayor parte guardias civiles.

El puesto central del Cuerpo de Ejército se emplazó en un chalet de las afueras de Teruel, en la parte alta a la altura del viaducto y la 68 División en otro chalet contiguo, separado por una calle estrecha. Esta calle estaba batida por el enemigo y por lo que supusimos había un excelente tirador, que bien pudiera estar en la torre de la iglesia de San Martín. En cuanto alguien cruzaba la calle disparaba y era temible el pasar de un puesto de mando al otro. Llegó a dar blanco y herir a un soldado y al día siguiente a un sargento. Dio la casualidad que yo había pasado la calle hacía dos o tres minutos. El comandante Trigueros decidió situar en este sitio una pieza de artillería con sacos terreros de protección y, con disparos de obús, se consiguió neutralizar al tirador de la torre que quedó destrozada.

Descongestionados los exteriores de Teruel, nuestra División ocupó posicionalmente el sector de la línea férrea minera de Ojos Negros, a la altura de la caseta de peones camineros del kilómetro 5.

El 31 de diciembre fue funesto para las fuerzas nacionalistas y de suerte para las gubernamentales. Fuerzas de nuestra División tuvieron que relevar a las de la 11 División de Líster, en el sector Concud-San Blas, frente en el que desde el principio de las operaciones se habían librado combates muy sangrientos. Tanto la División de Líster como la nuestra habían empezado a actuar el mismo día 15 de diciembre, y por ello no era razonable esta decisión del alto mando. Ello sembró descontento en las fuerzas de las brigadas 218 y 219, que nuestra División tuvo que situar en línea. Al mediodía se perdieron algunas posiciones y esto, unido a que fuerzas de la 40 División de Carabineros, cuya misión era atacar y eliminar dentro de la plaza los focos de resistencia de los rebeldes, viendo desperdigados a soldados que venían huyendo del frente de Concud, sintieron miedo, creyendo que se trataba de una retirada, y ello originó tal pánico que los carabineros se replegaron a la carretera de valencia, abandonando el casco de Teruel. Muchos de ellos, incontrolados, llegaron hasta La puebla de valverde donde fueron retenidos. Como consecuencia de estos incidentes la plaza de Teruel quedó sin fuerzas republicanas para su defensa. A pocos metros de la ciudad había llegado un Tabor de Larache y otro de los Tercios de Navarra y cuando llegaron al río, sobre las siete de la tarde, a esta hora era tal la oscuridad, tan fuerte la ventisca y la temperatura tan baja, sobre los quince grados bajo cero, que deciden, viéndose encima la ciudad en penumbra, retirarse sin saber que con unos pasos más y sin encontrar resistencia hubiesen contactado con los focos de resistencia que se defendían en el interior de Teruel.

Del 1 al 5 de enero se recuperó el terreno perdido con la colaboración de la II Brigada Internacional de Walter, que eran fuerzas de refresco. Mi División pasó como unidad de reserva al sector Corbalán-Tortajada. En este momento mi capitán es ascendido a comandante, por su eficiente actuación en la ofensiva, al frente de la red de Transmisiones de la División. Me sentí muy ufano de este ascenso ya que en suma yo era su ayudante. El día 7 se rinde el Gobierno Militar y el 8 el Seminario, que era el último reducto de la defensa de Teruel.

El comandante Ródenas y yo teníamos mucho interés por conocer el emplazamiento de la emisora que había funcionado en el interior del Seminario y que hacía unos días que había dejado de funcionar. Nosotros habíamos colaborado con la artillería para darles la probable situación de la emisora por medio de tres aparatos para la localización de sonidos, que nos daban su emplazamiento en uno de los ángulos de los sótanos del Seminario. Por ello, y junto al comisario Herranz, fuimos de los primeros combatientes republicanos que penetramos en el edificio. El relato que sigue a continuación constituye el episodio que más me impresionó en el transcurso de la guerra. Sin duda ese día, lo de humano que uno lleva consigo se rebeló contra el enfrentamiento entre hermanos.

En la explanada exterior, antes de llegar al edificio había unas largas zanjas que seguramente en la lucha hicieron función de trincheras y estaban repletas de cadáveres. Ya en el Seminario destrozado, quedaban a partir del primer piso unos murallones que se mantenían en pie por puro capricho arquitectónico. Los escombros de todo tipo de materiales dificultaban el andar. Se nos apareció una escalera de piedra que accedía al primer piso. Al subir esta escalera, sentados y tumbados en los escalones de la misma, se confundían muertos y heridos. Bajo los efectos de la visión que estaba contemplando, inesperadamente, un herido que estaba en el suelo me cogió con ambos brazos una de mis piernas, solicitándome agua y auxilio. Por lo que le quedaba de uniforme deduje se trataba de un guardia civil y tenía una pierna totalmente destrozada. No le mentí al decirle que sería socorrido de inmediato, ya que detrás, y a simple vista, se veía que llegaban soldados de Sanidad Militar. Aunque el frío palía los malos olores, percibimos un hedor insoportable que se iba acentuando a medida que nos acercábamos a un corredor, al que abocaban múltiples habitaciones muy deterioradas. En una de ellas y desde el pasillo-corredor vimos reunidos a jefes y oficiales de ambos bandos. Alcanzamos una amplia escalera que por su altura dedujimos que descendería al sótano. En efecto, se trataba de un salón inmenso con columnas adosadas a los muros y otras por el centro de la sala. Circundando todo este inmenso local, cada una de las columnas centrales, constituían bancos de piedra. Todos estaban totalmente ocupados por niños, mujeres y ancianos apretujados. El silencio, inverosímil por la presencia de muchos niños, era sepulcral. La palidez de sus caras impresionaba y en algunas personas los ojos estaban cerrados, gesto tan alarmante que llegamos a la conclusión de que estaban muertas. Y así era. Inmediatamente salimos para comunicar la urgencia de asistencia a estas personas y para que la Cruz Roja les atendiese adecuadamente. Tras esta impresionante imagen, poco nos importó dónde estaba situada la emisora que había originado nuestra visita.

Después de tomar totalmente Teruel, mi 68 División pasa a situación de reserva durante unos días y posteriormente actúa aisladamente en algunas operaciones de la batalla de Alfambra. A finales de marzo nuestra compañía pasa agregada al XX Cuerpo de Ejército, mandada ahora por el teniente coronel Francisco Galán, ya que la 68 División deja de pertenecer al Ejército de Maniobras, desplazándose al frente de Extremadura.

Me dan un permiso de varios días y poco puedo disfrutar de la familia, ya que debido a los continuos bombardeos aéreos y por mar, mi padre toma la decisión de desplazarse a picassent, regresando a valencia todos los días a pasar consulta con mi hermano Tomás. Coincidió mi estancia con el bombardeo que afectó a una peluquería de la calle de la paz y al Hotel Inglés. Antes del bombardeo me introduje en el refugio de la plaza del patriarca. Al salir, era tal la polvareda que creí que las bombas nos habían caído encima. Con dificultad me dirigí hacia donde gritaban los transeúntes y llegué a la altura del Hotel inglés, donde en la misma puerta había hecho blanco una bomba originando varios heridos. Casualmente se estaba procediendo al entierro de una persona que había fallecido en el hotel y el féretro estaba en el suelo. Con un guardia de asalto pude socorrer a una mujer herida en una pierna que entre los dos llevamos hasta la plaza denominada popularmente de los patos,4 desde donde en un coche la llevaron al Hospital provincial. Al día siguiente fui a verla y era la esposa del cónsul de un país sudamericano que no recuerdo. Afortunadamente la herida no era grave.

Si tuviera que volver a empezar...

Подняться наверх