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II

Al día siguiente, Katka se despertó con una sensación imprecisa de amargura. Se había quedado leyendo hasta tarde La invención de la Argentina de Shumway. Vio por arriba en su celular algunas noticias en portales argentinos y todos hacían referencia al impactante asesinato, la noche anterior, del poderosísimo, inescrupuloso y muy odiado empresario Augusto Montaner, al que muchos le atribuían las más terribles extorsiones, aunque nadie se animaba a denunciarlo por su llegada a las altas esferas del poder.

Más que en las circunstancias del homicidio (había sido masacrado a golpes en una calle céntrica de Buenos Aires que, sin embargo, en ese momento, estaba desierta), casi todas las noticias hacían referencia a la osadía (o, acaso, ignorancia) del eventual asesino al meterse con un ser tan intocable que había atemorizado, incluso, a peces muy gordos.

Luego de leer que el crimen había ocurrido no muy lejos y tal vez a la misma hora de su visita al Palacio Barolo, Katka se puso a revisar los informes sobre el historiador alemán Josef Pfitzner, vicealcalde de Praga durante el Protectorado nazi y, tal como le habían dicho antes de viajar y ahora se lo confirmaba Ulman, era una de las líneas fundamentales de su investigación. Ya conocía casi de memoria el itinerario de ese ladero de Hitler que, en lugar de cuentos, les leía a sus hijos manifiestos nazis y que en 1938 obtuvo su primer cargo público como miembro del Ayuntamiento de Praga. El 16 de marzo de 1939 fue uno de los primeros en dar la bienvenida a Adolf Hitler en el castillo y, desde entonces, se convirtió en vicealcalde durante los mandatos de Otakar Klapka, quien fue ejecutado por los nazis en 1941 por cooperar con la Resistencia checa, y Alois Říha. Hitler valoraba a Pfitzner por sus vastos conocimientos: escribió una biografía sobre Carlos IV y ordenó retirar las estatuas del rabino Löw en Mariánské náměstí y de Moisés de la calle Pařížká. Adalid de la capital imperial, pidió estar al tanto de todas las publicaciones sobre Praga y prohibió unas cuantas por no ajustarse a sus exigencias. Katka recuerda que, al estudiar la vida de Pfitzner, se rio al pensar cuántos de quienes hacen el llamado free tour estarán al tanto de que un nazi como él inició la formación y el examen de los guías de turismo en la capital checa. También estaba al tanto de que Pfitzner había vivido mucho tiempo en un departamento de Holešovice, aunque un buen día decidió mudarse junto a su familia a la residencia de alcaldes de Marianské náměstí que, en la actualidad, sólo se destina a importantes visitas del extranjero; y pese a estar disponible desde 1928, fue utilizada como vivienda por dos personas: Karel Baxa, alcalde desde 1922 hasta 1937, y él.

Cuando Reinhard Heydrich murió, el 4 de junio de 1942, como consecuencia de la Operación Antropoide, Pfitzner cobró mucho protagonismo en cada uno de los actos que buscaron vengar al líder nazi.

Sin embargo, una vez que Alemania se rindió, Pfitzner fue capturado por los estadounidenses que lo entregaron a la policía checoslovaca. Durante los interrogatorios se defendió, como tantos otros, con el argumento de que estaba obedeciendo órdenes. El 19 de junio de 1945 se lo encontró culpable de delitos nazis y traición a la patria, y fue condenado a muerte. Su ejecución, que tuvo lugar el 6 de septiembre de 1945 delante de la cárcel de Pankrác, frente a una verdadera multitud, fue la última de carácter público.

Katka salió de la cama. Se asomó al balcón con la misma ropa con la que se había dormido y vio que el día no sólo estaba gris, sino que además había bajado mucho la temperatura. Aunque los trenes hacían bastante ruido, la amplia vista hacia las vías ferroviarias la hacía sentir un poco más acompañada. Decidió que se daría una ducha caliente y de pronto se acordó del segundo nombre mencionado por Vladimír Ulman en el Palacio Barolo. Tenía la sensación de haber leído algo sobre Jan Kefer pero, a su vez, no quería mostrar ante ese tipo el menor indicio de duda. Pospuso la ducha para buscar algo de información al respecto y confirmó su intuición: un astrólogo nacido en 1906 que estuvo involucrado en una insólita misión para liquidar a Hitler con magia. De acuerdo a las informaciones que aparecían en los archivos secretos, Kefer y su núcleo de colaboradores le hicieron llegar al por entonces presidente Edvard Beneš la propuesta de utilizar sus servicios mágicos para eliminar al líder nazi. Aunque el presidente no descartó el asunto tan rápido como se podría suponer, terminó declinando la oferta en busca de métodos un poco más convencionales.

Enseguida se enteró Katka de que mientras ascendían con la delegación checa por los ascensores y escaleras del Palacio Barolo, a doce mil kilómetros de distancia se había descubierto una placa conmemorativa en homenaje al astrólogo en su casa de Praga 5. Así todo, en los documentos a los que ella tenía acceso que, evidentemente, no eran los mismos que manejaba Ulman, no existía ninguna mención respecto a un viaje del astrólogo a Latinoamérica y mucho menos de algún vínculo entre Kefer y el vicealcalde Josef Pfitzner.

Cuando fue a buscar la ropa que se pondría después de bañarse, escuchó una notificación de su celular. Vio la foto que le enviaba por WhatsApp su amiga Sandra: le hacía una broma mientras se la veía en bikini, en una reposera del embalse Džbán, en la reserva Divoká Šárka. Katka se rio y dudó si responderle en ese momento o más tarde, pero por primera vez sintió cierta contrariedad al ver cómo se estaba perdiendo los hermosos días que empezaba a hacer en Chequia.

No llegó a ver el mensaje de la embajada antes de entrar a la ducha. Y tampoco lo quiso ver después. Pero sí se fijó en que Delfina, su vecina de avión, le había mandado un mail invitándola a tomar algo.

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