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2. ¿Por qué no pasa nada? Cómo la ira en internet es funcional al statu quo8

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A quienes argumentamos que el capitalismo democrático pasa por una crisis profunda, se nos enrostra —por parte de colegas más optimistas— la continuidad del sistema tal como lo conocemos. Ese argumento es particularmente fuerte para el caso chileno, en el que por ahora no se han producido irrupciones populistas exitosas o signos marcados de recesión democrática.

El problema con esta satisfecha defensa del sistema es que no considera el carácter inercial de una crisis. «Inercia» proviene etimológicamente de «inerte» y describe la situación de un cuerpo/objeto que no tiene la capacidad por sí mismo de alterar el estado (quietud o movimiento) en que se encuentra. Por supuesto, esta noción de crisis es la que describe un famoso pasaje de Antonio Gramsci en sus Cuadernos desde la cárcel: «La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados»9.

En esta columna me interesa volver sobre algunos fenómenos que hicieron mucho ruido en Chile durante el verano pasado y que se han olvidado. Lo efímero de lo que nos indigna cotidianamente constituye una clave importante de la tesis que me interesa plantear aquí: aquello por lo que nos movilizamos por un rato (al menos en espacios que abaratan la indignación y la «movilización» como son las redes sociales), tras alimentar nuestro morbo y ansia de estimulación constante, sale rápidamente de la agenda y se olvida10.

De la misma forma, es muy probable que pronto dejemos de hablar de lo que hoy nos indigna: la inclusión de los hijos del presidente Piñera en la comitiva oficial a China y la desprolija elección interna del Partido Socialista (PS). Nuestras iras cotidianas son síntomas mórbidos que indican la decadencia de lo viejo y la falta de articulación de lo nuevo.

La chusma inconsciente

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