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El circo de campaña

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Quedaban solamente algunos días para el término de la campaña en el interior de la provincia, todas las materias correspondientes al «Período básico de instrucción militar» planificadas, se habían cumplido cabalmente.

Todo el esfuerzo, todo lo aprendido durante los días de instrucción, capacitación y enseñanza, bajo las órdenes y experiencia de los instructores, amparados en normas, manuales y preceptos reglamentarios, se veían reflejados y consolidados en cada uno de los reclutas instruidos.

Tan ardua y dura etapa estaba finalizando, como todo ciclo concluido, llegaba el momento de la tranquilidad y sosiego. Había llegado el instante de relajo y distensión.

Se le realizó una limpieza minuciosa al armamento, se dispuso un aseo cuidadoso a los sectores de instrucción, campamento (Vivac) en general y se ordenó todo lo respectivo para el regreso a la unidad de combate. Comenzando así, la preparación para el «Gran circo de campaña», donde participaría la mayoría de los soldados que tuvieran un talento oculto que mostrar, exhibir u ofrecer a sus compañeros para una larga noche de algarabía, junto a una fogata esplendorosa.

Todo lo anterior, solamente con recursos de la zona táctica. Todo servía: piedras, cartones, ramas, árboles, tierra, arcilla o cualquier otro artefacto para disfrazarse y representar al personaje o celebridad que se iba a personificar.

Al atardecer, se formó toda la unidad alrededor de una gran pira de leña y arbustos secos recolectados durante el día, los superiores jerárquicos recibieron cuenta del personal y se procedieron a presentar, en forma ordenada y por turno, los números artísticos, dirigidos por un instructor.

Se presentaron en escena diferentes actos y figuras: cantantes, payasos, malabaristas, contorsionistas, humoristas e imitadores de superiores y subordinados, que arrancaron risas, carcajadas, provocando el jolgorio y alegría de todos los presentes:

—Señor, no cabo en la trinchera —dice un soldado a su cabo.

—No se dice cabo, se dice quepo, soldado.

—Sí, mi quepo.

—¡Soldado ice la bandera! —indica un capitán.

—¡Lo felicito mi capitán, le quedó muy bonita! —responde el soldado.

—A ver soldado, ¿qué pasaría si no tuviera orejas? —pregunta un oficial durante la instrucción.

—No podría ver, mi teniente.

— He dicho orejas. ¿Qué pasaría si no las tuviera?

—No podría ver, mi teniente —repite.

—¿Y por qué no podría ver?

—¡Porque se me caería el casco, mi teniente!

Entre chistes y bromas, ocurrencias e ingeniosos chascarros, se fue oscureciendo, apagando la fogata, hasta un poco antes del toque de retreta. Como todo lo bueno y divertido se termina, así también se terminó el «Período básico de instrucción militar», su recordado e inolvidable «Circo de campaña» por allá muy lejos, cerca de las altas montañas, dejando un recuerdo maravilloso y magnífico en mi joven corazón de soldado recluta del Ejército de Chile.

Aventuras y desventuras de un viejo soldado

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