Читать книгу Aventuras y desventuras de un viejo soldado - Juan Saavedra Rojas - Страница 8
El Tacla
ОглавлениеEl Tacla era un soldado conscripto, delgado y de estatura media, buen deportista, ya que en su ciudad natal, Tocopilla, existía una cantidad considerable de clubes amateur. Había cumplido los dieciocho años y fue alistado para realizar su Servicio Militar Obligatorio, en la ciudad de Calama.
La instrucción básica y el entrenamiento físico en la unidad militar, es bastante rígida y dura, especialmente los primeros meses, esto para preparar al contingente técnica y psicológicamente. Cometido realizado por personal profesional y capacitado en las distintas áreas, conforme a las normas y directrices emanadas de las diferentes academias y altas direcciones operacionales del Ejército.
Sin embargo, intentar incorporar a un individuo que viene de la sociedad civil es muy difícil, la transición para algunos se hace realmente complicada y fatigosa, cumplir normas, reglas y órdenes de sus instructores y superiores jerárquicos, para determinadas personas es estresante y angustioso.
Tal vez, es lo que sufrió el recluta Tacla, cuando optó por abandonar y huir saltando el muro que rodeaba la unidad, exponiéndose, incluso, a ser atacado por un guardia de servicio de algún puesto de observación o garita.
Pero tenía planificada su huida, vistiéndose con los calzoncillos largos blancos, camiseta blanca y zapatillas del mismo color, de su cargo personal, emprendió una corrida como si estuviera en práctica de atletismo.
En la cuenta diaria del servicio de la mañana, se percataron de la ausencia del soldado. De inmediato, se inició una búsqueda por todo el recinto para tratar de ubicarlo, sin una respuesta positiva. Su comandante de escuadra, sumamente preocupado ante la situación, pidió autorización para salir fuera del destacamento y, en su auto particular, tratar de encontrarlo por las inmediaciones de la ciudad.
Al revisar sus pertenencias y cargo, apreciaron que faltaban los elementos de ejercicio y entrenamiento, por lo tanto no debía estar tan alejado aún de la unidad, sin dinero y sin ropa adecuada para un viaje. Le comunicaron al comandante de escuadra que considerara fiscalizar el trayecto hacia la ciudad de Tocopilla.
Acierto y precisión, el soldado conscripto Tacla, justamente iba muy campante, trotando por la orilla de la carretera como un notable atleta, incluso haciendo señas a los conductores que le tocaban la bocina para alentarlo en su footing mañanero.
De regreso a la Unidad, se le preguntó cuál había sido el motivo de su escape, respondiendo que deseaba ver a sus familiares a los cuales no había visto desde el momento de su acuartelamiento.
Cuento final, el Tacla, vestido de blanco, con casi la misma indumentaria de su escapatoria, estuvo formando a la cola de la unidad aproximadamente por un mes y con un compañero custodio que lo vigilaba constantemente.
Reintegrándose totalmente a las actividades normales, después del periodo de castigo, logró ser un excelente soldado conscripto. Su etapa de escapista quedó solo en una anécdota más en su vida y transcurso por el regimiento, que seguramente contará a sus nietos pasado el tiempo y los años.