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Al soldado retirado

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Estírese, soldado, y enderece su cuerpo,

que ahí viene hacia nosotros, un «Militar retirado»

en su ropa de civil engalanado, que ahora viste con

desgano, no puede captarse lo que lleva guardado.

Qué emociones sentirá al llegar a nuestro lado,

él, que vistió nuestro uniforme casi treinta años,

¿qué recuerdos tendrá de este cuartel legendario

que acuñó en sus mocedades, de bisoño soldado?

Con las mismas ilusiones que nunca pasan de largo,

¡Junta los talones, soldado! Que estos militares de antaño

descubren cualquier falla al dar la primera mirada.

¡Corrígete, soldado, y adopta la posición!

Para que el «Militar retirado» no te vea mal parado.

¡Mira sus ojos! Se empañan cuando pasa saludando

al izarse la bandera al son de nuestro Himno Patrio,

hace todo lo posible por mantenerse aplomado.

Y mostrar lo orgulloso que se siente, porque esta fe militar

¡es una sola, soldado! Empieza en la niñez y acaba

en el camposanto, poca cosa se consigue con vestirse de

paisano, si adentro la procesión sigue firme desfilando.

¡Saquen pecho, soldados, como nunca lo han sacado!

Muestren bien su gallardía, como jamás la han mostrado

que allí viene, a la derecha, con su ropa de paisano,

un hombre que es un recuerdo de nuestras glorias de antaño.

Que prestigió al Regimiento donde sirvió por muchos años,

un hombre que luce un título, que deberíamos llevar grabado,

en el alma, con acento venerado, y que solo en sus palabras

dice; resumen sagrado, de la entrega de una vida, como fiel

apostolado.

Sin buscar otras conquistas que el honor de ser soldado

¡Atención, Regimiento, que ahí llega, a nuestro lado,

un crisol de nuestra patria, «un militar retirado»!

«Gracias, gracias, por sus servicios y entrega a la Patria».

Aventuras y desventuras de un viejo soldado II

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