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ОглавлениеRyan me estaba esperando cuando llegué a High Ridge House poco después de las nueve. No le vi hasta que habló.
—Parece que hubo una explosión.
Me detuve con la mano apoyada en el tirador de la puerta mosquitera.
—Ahora no, Ryan.
—Jackson hará una declaración mañana.
Me volví hacia el columpio que había en el porche. Ryan tenía un pie apoyado en la barandilla y se impulsaba lentamente adelante y atrás. Cuando dio una calada al cigarrillo, un tenue brillo rojizo le iluminó la cara.
—¿Estás seguro?
—Tanto como de que Madonna no es virgen.
Dudé un momento, deseaba obtener noticias de la investigación, pero desconfiaba del portador.
—Ha sido realmente un día horrible, Brennan. Te pido disculpas por mi pésimo comportamiento.
Aunque no tenía mucho tiempo para pensar en ello, nuestra confrontación del mediodía me había hecho tomar una decisión. Estaba rebasando el cúmulo de desastres que había sido mi relación con Ryan. En lo sucesivo nuestra relación sería estrictamente profesional.
—Cuéntame.
Ryan movió ligeramente el columpio.
Me acerqué a él pero permanecí de pie.
—¿Por qué una explosión?
—Siéntate.
—Si se trata de un cebo, ya puedes...
—Hay indicios de cratering y penetración de fibras.
Bajo la tenue luz de la bombilla que oscilaba sobre nuestras cabezas, el rostro de Ryan parecía sin vida. Dio una profunda calada y luego arrojó la colilla hacia los helechos de Ruby. Observé las chispas que lanzaba el diminuto cometa al surcar el aire a través de la oscuridad, imaginando la caída a plomo del vuelo 228 de TransSouth Air.
—¿Quieres oírlo?
Coloqué la mochila entre ambos y me senté en el columpio.
—¿Qué es cratering?
—Es un fenómeno que se produce cuando un sólido o un líquido se convierte súbitamente en un gas.
—Como en una detonación.
—Sí. Una explosión eleva la temperatura miles de grados y provoca ondas expansivas que crean un efecto de barrido de gas en las superficies metálicas. Así es como lo describieron los expertos del grupo de explosivos. En la reunión de hoy nos mostraron numerosas diapositivas. Es como una piel de naranja.
—¿Han encontrado pruebas de eso?
—Han descubierto rastros en numerosos fragmentos. Y también bordes enrollados, que es otro de los indicadores.
Movió nuevamente el columpio impulsándolo con el pie apoyado en la barandilla.
—¿Qué es penetración de fibras?
—Han encontrado fibras de algunos materiales lanzadas a través de otros materiales que no han sufrido daños. Todo esto con microscopios muy potentes, por supuesto. También están encontrando fracturas y fundición provocadas por el calor en los extremos de algunas fibras.
Otra oscilación del columpio y sentí nuevamente el sabor de la ensalada griega que había comido después de salir del depósito.
—No muevas el columpio.
—Algunas de las ampliaciones son realmente asombrosas.
Cerré la cremallera de la cazadora y hundí las manos en los bolsillos. Aunque los días aún eran cálidos, las noches comenzaban a ser más frías.
—O sea, que las perforaciones y los bordes enrollados de los trozos metálicos y la fundición por el calor y la penetración de fibras significan que hubo una explosión. Las heridas en las pantorrillas coinciden con ese diagnóstico.
—Y también el hecho de que una gran parte del fuselaje llegase a tierra intacto.
Apoyé un pie en la barandilla para detener el movimiento del columpio.
—Todo indica que se produjo una explosión.
—¿Provocada por qué?
—Una bomba. Un misil. Un fallo mecánico. La Unidad de Seguridad de Explosivos Aéreos de la FAA realizará un análisis cromatográfico a fin de determinar qué productos químicos podrían estar presentes, y también radiofotografía y difracción de rayos X para identificar las especies moleculares. Y una cosa más. ¡Ah, sí! Espectrofotometría por infrarrojos. No estoy seguro para qué sirve, pero tiene un bonito nombre. Es decir, si pueden realizar el trabajo lejos del laboratorio criminal del FBI.
—¿Un misil?
Era la primera vez que se mencionaba esa posibilidad.
—No es probable pero se ha sugerido. ¿Recuerdas el follón que se produjo cuando se habló de que tal vez un misil había sido el responsable del desastre del vuelo 800 de la TWA? Pierre Salinger apostó sus pelotas a que la Marina era la responsable de la caída del aparato.
Asentí.
—Y estas montañas albergan numerosos grupos de milicias paramilitares. Tal vez los chicos de la basura blanca de Eric Rudolph visitaron el mercado de armas y compraron un juguete nuevo.
Se buscaba a Rudolph por su relación con una serie de ataques contra clínicas abortistas, y era sospechoso del atentado con explosivos durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996. Los rumores insistían en que había huido y había buscado refugio en estas montañas.
—¿Alguna idea de dónde se produjo la explosión?
—Es demasiado pronto para decirlo. El grupo de documentación del interior de la cabina está confeccionando un gráfico de los daños de los asientos que ayudará a establecer el lugar exacto de la explosión.
Ryan se empujó con los pies, pero mantuve el columpio en su sitio.
—Nuestro grupo está haciendo lo mismo con heridas y fracturas. En este momento todo parece indicar que las peores heridas se produjeron en la parte posterior del avión.
Los antropólogos y los patólogos estaban realizando un diagrama con la distribución de los traumas por asiento.
—¿Qué hay del grupo del radar?
—Nada fuera de lo común. Una vez que hubo despegado, el avión se dirigió hacia el nordeste desde el aeropuerto hacia Athens. El centro de control de tráfico aéreo de Atlanta se hace cargo de los vuelos hasta Winston-Salem, desde ahí es la torre de control de Washington la que lo asume, de modo que el avión jamás abandonó el control de tráfico aéreo de Atlanta. El radar muestra una llamada de emergencia por parte del piloto a los veinte minutos y treinta segundos de haber despegado. Aproximadamente noventa segundos más tarde se rompió en dos, posiblemente en tres piezas y desapareció de la pantalla.
Unos faros aparecieron en la base de la montaña. Ryan y yo los observamos mientras ascendían a través de la oscuridad, giraban en el camino de entrada a la posada y se dirigían hacia el prado que había a la izquierda de la casa. Un momento después, una figura se materializó en el sendero. Cuando cruzó delante de nosotros, Ryan rompió el silencio.
—¿Un día duro?
—¿Quién está ahí?
El hombre era apenas una mancha difusa contra el negro del cielo.
—Andy Ryan.
—Hola, buenas noches, señor. Había olvidado que usted también se alojaba aquí.
La voz sonaba como si llevase años bebiendo whisky. Todo lo que podía discernir de su dueño era que se trataba de un hombre fornido que llevaba una gorra.
—El gel de ducha con fragancia a lilas es mío.
—Lo tendré en cuenta, detective Ryan.
—Le invitaría a una cerveza, pero el bar acaba de cerrar.
El hombre subió al porche, acercó una silla hasta colocarla delante del columpio, dejó una bolsa de deportes junto a ella y se sentó. La tenue luz reveló una nariz carnosa y mejillas moteadas de finas venitas rotas.
Cuando nos presentaron, el agente especial Byron McMahon del FBI se quitó la gorra y se inclinó ligeramente. Tenía el pelo blanco y espeso, levantado en el centro como la cresta de un gallo.
—Esta corre de mi cuenta.
McMahon abrió la bolsa y sacó una caja de seis latas de cerveza.
—Licor del demonio —dijo Ryan, cogiendo una cerveza de la caja.
—Sí —convino McMahon—. Bendito sea.
Agitó una lata ofreciéndomela.
Hacía tiempo que no había deseado tanto algo. Recordé la sensación de la bebida filtrándose a través de mis venas, la ola de calor creciendo en mi interior a medida que las moléculas de alcohol se mezclaban con las mías. La sensación de alivio, de bienestar.
Pero había aprendido unas cuantas cosas acerca de mí misma. Me había llevado años, pero ahora comprendía que esos momentos eran como un reto a Baco. Aunque anhelaba ese momento de liberación, sabía que la euforia sería solo temporal, mientras que la ira y la recriminación durarían mucho tiempo. No podía beber.
—No, gracias.
—Hay muchas en el lugar de donde vienen estas latas.
—Ese es el problema.
McMahon sonrió, abrió una lata y dejó las otras en su bolsa.
—¿Qué piensa el FBI? —preguntó Ryan.
—Algún hijo de puta voló el avión en el aire.
—¿A quién apunta el FBI?
—Tus muchachos motoristas cotizan alto en muchas apuestas. El tal Petricelli era un rufián de mala muerte que tenía serrín en el cerebro, pero con buenos contactos.
—¿Y?
—Podría tratarse de un golpe por parte de profesionales.
La brisa hizo balancear las cestas de mimbre de Ruby y las sombras negras danzaron sobre las barandillas y las tablas del suelo.
—Aquí hay otro dato. La señora Martha Simington ocupaba el asiento 1A. Hace tres meses Haskell Simington concertó un seguro de vida de su esposa por dos millones de dólares.
—Eso es mucha calderilla.
—Recorrió un largo camino para aliviar el dolor de su maridito. Ah, olvido mencionar un detalle. Hacía cuatro años que la pareja vivía separada.
—¿Ese Simington está lo bastante chiflado para cargarse a ochenta y ocho personas? —Ryan bebió su Coors y lanzó la lata a la bolsa de McMahon.
—Estamos empezando a conocer muy bien a ese pájaro de Simington.
McMahon imitó el gesto de Ryan con su lata vacía.
—Aquí va otro argumento: el asiento 12F estaba ocupado por un chico de diecinueve años llamado Anurudha Mahendran. Era un estudiante extranjero originario de Sri Lanka y jugaba de portero en el equipo de fútbol.
McMahon sacó otras dos latas y le dio una a Ryan.
—En Sri Lanka, el tío de Anurudha trabaja para la radio Voz de los Tigres.
—¿De los Tigres tamiles?
—Sí, señora. Parece que el tío era un bocazas y seguro que el gobierno estaría encantado de que tuviera algún tipo de enfermedad terminal.
—¿Sospecha del gobierno de Sri Lanka?
Estaba asombrada.
—No. Pero hay extremistas en ambos lados.
—Si no puedes persuadir al tío, ve a por el sobrino. Envía un mensaje.
Ryan abrió la lata con un chasquido.
—Puede ser una suposición un tanto aventurada, pero tenemos que considerarla. Sin olvidar nuestros recursos locales, naturalmente.
—¿Recursos locales? —pregunté.
—Dos predicadores rurales que viven cerca de aquí. El reverendo Isaiah Claiborne jura que el reverendo Luke Bowman derribó el avión. —Otro chasquido metálico—. Son vendedores rivales de serpientes.
—¿Vendedores de serpientes?
Ignoré la pregunta de Ryan.
—¿Claiborne fue testigo de algo?
—Él insiste en que vio una estela blanca que partía desde la parte trasera de la casa de Bowman, seguida de una explosión.
—¿El FBI le toma en serio?
McMahon se encogió de hombros.
—La hora concuerda. El lugar sería el correcto según la trayectoria que llevaba el avión.
—¿Qué serpientes? —insistió Ryan.
—¿Alguna información sobre las grabaciones de voz?
Decidí pasar a otro tema, no quería oír ningún otro comentario acerca del fervor espiritual de nuestros vecinos de las montañas.
—Las llamadas fueron efectuadas por un hombre blanco norteamericano sin ningún acento especial.
—¿A cuántos millones reduce las posibilidades?
Advertí un ligero movimiento en los ojos de McMahon, como si estuviese considerando seriamente la cuestión.
—Unos cuantos.
McMahon acabó la segunda cerveza, aplastó la lata y la añadió a su creciente colección. Se levantó de la silla, nos deseó buenas noches a los dos y se dirigió a la puerta principal. Se oyó el tintineo de las campanillas y un momento más tarde se encendió una luz en una de las ventanas de arriba.
Excepto por el débil crujido de los tiestos de mimbre de Ruby, el porche estaba en un completo silencio. Ryan encendió un cigarrillo.
—¿Fuiste a explorar el territorio de los coyotes?
—Sí.
—¿Y?
—No había coyotes. Ningún ataúd a la vista.
—¿Encontraste algo interesante?
—Una casa.
—¿Quién vive allí?
—Hansel y Gretel y la bruja caníbal. —Me levanté—. ¿Cómo diablos quieres que lo sepa?
—¿Había alguien en la casa?
—Nadie salió corriendo a ofrecerme una taza de té.
—¿El lugar está abandonado?
Me llevé la mochila al hombro y consideré la pregunta.
—No estoy segura. Alguna vez hubo jardines en la casa, pero han desaparecido bajo la maleza. La construcción de la casa es tan sólida que resulta difícil saber si alguien la conserva o simplemente es inmune al paso del tiempo.
Ryan esperó.
—Hay algo curioso. Desde la parte delantera, el lugar no se diferencia de cualquier otra casa de montaña con la pintura descascarada. Pero en la parte de atrás tiene un recinto amurallado y un patio.
El rostro de Ryan se volvió fugazmente del color de los albaricoques, medio oculto entre las sombras.
—Háblame de esos vendedores de serpientes. ¿Tenéis vendedores de serpientes en Carolina del Norte?
Estaba a punto de ignorar nuevamente la pregunta cuando se oyó otra vez el tintineo de las campanillas de la puerta. Alcé la vista, esperando ver a McMahon, pero no apareció nadie.
—En otro momento.
Abrí la mosquitera y me encontré con que la pesada puerta de madera estaba entreabierta. Una vez dentro de la casa, la cerré detrás de mí y probé el tirador, esperaba que Ryan hiciera lo mismo. Luego, agotada, subí a Magnolia con la intención de ducharme y meterme en la cama. Ya estaba en el baño cuando alguien llamó suavemente a la puerta de la habitación.
Pensando que se trataría de Ryan adopté mi mirada fulminante preferida y abrí la puerta.
Ruby estaba en el pasillo, con una expresión solemne en su rostro cruzado por profundas arrugas. Llevaba una bata de franela gris, calcetines rosa y pantuflas marrones en forma de zarpas. Tenía las manos cruzadas a la altura del pecho y los dedos entrelazados con fuerza.
—Estoy a punto de acostarme —dije con una sonrisa.
Me miró severamente.
—Ya he cenado —añadí.
Alzó una mano, como si quisiera extraer algo del aire.
—¿Qué ocurre, Ruby?
—El diablo adopta muchas formas.
—Sí. —Necesitaba desesperadamente ducharme y dormir—. Pero estoy segura de que usted le lleva mucha ventaja.
Extendí la mano para tocarle el hombro, pero retrocedió y volvió a cruzar los brazos delante del pecho.
—Vuelan en compañía de Lucifer delante mismo de la divinidad. Blasfeman.
—¿Quién?
—Han robado las llaves del Hades y de la muerte. Como dice el Libro de las Revelaciones.
—Ruby, por favor, hable más claro.
Tenía los ojos abiertos como platos, húmedos y brillantes.
—Usted es de otra parte, de modo que no puede saberlo.
—¿Saber qué?
La irritación se hizo evidente en mi tono de voz. No me sentía con ánimo para descifrar parábolas.
—El diablo está aquí.
¿La cerveza?
—El detective Ryan y...
—Los hombres malvados se burlan del Todopoderoso.
Aquella conversación no iba a ninguna parte.
—Hablaremos de ello por la mañana.
Cogí el tirador de la puerta, pero con una mano me aferró el brazo. Los callos rascaron la manga de mi cazadora de nailon.
—Dios nuestro Señor ha enviado una señal.
Se acercó aún más.
—¡Muerte!
Liberándome suavemente de sus dedos huesudos, le di unas palmadas en la mano y entré en mi habitación. La observé mientras cerraba la puerta, su pequeño cuerpo inmóvil, el moño reptaba por su cráneo como una serpiente lenta y gris.