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UN EQUILIBRIO EN CONSTRUCCIÓN

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A pesar de todo, antes de llegar a encontrar ese sentido, un adolescente vegetariano podría sembrar la discordia en el seno de una familia.


Naïma, 50 años

Hace dos años que mi hija quiere hacerse vegetariana. Yo estoy bastante a favor, pero a su padre le gusta mucho la cocina tradicional y la idea no le hace ninguna gracia. El secreto consiste en estudiar las posibilidades culinarias y aceptar cambiar nuestros hábitos.

Aprender a cocinar con otros ingredientes y saber equilibrar mejor las comidas para que las combinaciones de alimentos aporten los aminoácidos necesarios para la salud. Me gustaría conseguir esas combinaciones, de modo que también se puedan preparar platos con carne para su padre… Pero tengo miedo de pasar demasiado tiempo cocinando.

En un principio, en cuanto me vi empujando el carrito del supermercado, yo sentí el mismo temor que Naïma.

¿Qué voy a comprar? ¿Qué voy a cocinar? Y tantas semillas diferentes que tienes que conocer y las combinaciones adecuadas para obtener las proteínas que corresponden… Además, ¿cómo conseguir que no sea un trastorno para los gustos de mi marido? Al final, como siempre que uno empieza una tarea desacostumbrada, la primera semana tuve que poner los cinco sentidos, pero ahora lo hago todo con la mayor naturalidad. Puedo preparar un cuscús en cinco minutos; añades unos garbanzos y ya tienes la combinación cereales-leguminosas, al igual que con mi superarroz «de cualquier cosa», que preparo con las legumbres que tenga en la despensa. Claro que también puedes comprar mezclas ya preparadas de arroz y lentejas, por ejemplo. Las combinaciones son infinitas, así que diviértete.

En cuanto a mi marido, decidí que no tenía por qué haber ningún problema, y él tampoco hizo comentarios ni criticó nada. Al fin y al cabo, si algo no le gustaba, nadie le impedía ponerse a los fogones. Hoy a todos nos va bien así.


LA OPINIÓN DE LA NUTRICIONISTA

Solo un ejemplo de «cocina rápida» y sencilla para darte confianza (aunque encontrarás muchas otras recetas al final del libro, a partir de la página 157): compra una bolsita de cereales integrales ya cocidos, mezcla con un bote de garbanzos y diferentes verduras (congeladas será todavía más rápido). Añade un poco de pesto y unas semillas para aderezar, y ya tienes una comida vegana al cabo de diez minutos exactos.

En Francia, se le da mucha importancia a comer juntos, porque contribuye a unir a los miembros de la familia. Si eres partidario de animar a tu hijo adolescente a que siga el camino elegido, pero tu pareja quiere atajar el asunto, evita imponerte por la fuerza y da prioridad al diálogo.

Mi marido, por ejemplo, tenía miedo de que ya no pudiéramos salir a comer donde nos apeteciera. No tardó en aceptar la situación, pero dos o tres veces nos encontramos con algún restaurante «prohibido» por no tener platos vegetarianos, incluso en grandes capitales europeas donde habíamos ido de fin de semana, a pesar de ser lugares con fama de tolerantes en lo que respecta a cualquier clase de vegetarianismo. En tales casos, tienes que estar preparada para resistir la presión de tu hijo, porque enseguida se dará cuenta de que el «divide y vencerás» es favorable a sus intereses.

Pero lo mejor es que sea mi propio marido quien cuente cómo vivió «los comienzos»:


Laurent, 48 años

Es verdad que tuve miedo por Théo cuando nos anunció que no comería más carne. No por su salud: había leído artículos en Internet que te tranquilizaban al respecto, siempre que se compensara esa falta de carne. No, lo que en principio me dio miedo fue que se separara de sus amigos. La adolescencia no es exactamente la etapa más tolerante de la vida. Temía que se viera marginado. Y que no pudiera ir con sus amigos al café o al restaurante, por ejemplo.

Y también me daba miedo algo que me atañía a mí, un aspecto muy concreto: perder el placer de entrar en un restaurante, deleitarme anticipadamente con la lectura del menú y esperar, con impaciencia, la llegada del plato humeante que había pedido. Pero no ocurrió así en absoluto. Cada vez más restaurantes (todavía no en número suficiente, reconozcámoslo) ofrecen platos vegetarianos. Resulta que también están buenos… y el hecho de no esperar ya esa satisfacción que obtenía con la carne me hizo comprender que el placer del restaurante está, por suerte, en otras cosas: el ambiente, la distinción del lugar y el placer único de brindar con mi mujer con un buen vino.

Hoy ya no como nada de carne. Cada vez que un colega o un amigo me pregunta si no lo echo de menos, me doy cuenta de que le cuesta creerme cuando le contesto: «Ni una sola vez». Y, sin embargo, es la verdad. A mí mismo me cuesta entender cómo he podido, de la noche a la mañana, prescindir por completo de esa parte de mi alimentación, algo que había comido desde la infancia, a menudo con mucho placer. La explicación que he encontrado es la más sencilla: que la carne no es tan esencial para sentirse bien.

Todavía como pescado. Cada vez menos. Supongo que no tardaré en dejar de hacerlo. Poco a poco. Al contrario que el resto de la familia, a veces todavía me resulta un poco difícil «aceptar» que la carne se haya acabado para siempre. Será el miedo a parecer un converso. Debe decirse que vivimos en un país donde por fuerza los «pro» tienen que enfrentarse a los «anti». Es una idiotez: yo no critico a los que comen carne. Lo único que quiero es que escuchen a los que después de haber sido carnívoros, como yo mismo, han encontrado la armonía, o se sienten más cerca de ella, absteniéndose de comer la carne de un ser vivo.

Al principio, lo mejor es discutir todos los aspectos de la cuestión entre adultos, sin que tu hijo esté delante. Te sentirás más libre para defenderlo si no está presente para colocar a su padre o a su madre en el papel de malo. Pregúntale a tu cónyuge cuáles son sus miedos y haz lo posible por tranquilizarlo.


RECUERDA

Si en esta fase hay algún consejo que conviene tener presente, sería este: ¡tómate tu tiempo! La voluntad de tu hijo tendrá un impacto real sobre la vida de la familia. Por tanto, es preciso llegar a un acuerdo para evitar que la célula familiar explote ante la menor dificultad.

Mi hijo adolescente es vegetariano

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