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El cambio en Pablo

Hechos 9:20, RVR1960

«En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios».

Introducción

El nuevo convertido que es llamado a trabajar por Jesucristo, si proviene de un pasado oscuro, dudoso, anti-social, muchos lo mirarán bajo la lupa de la sospecha. Enfrentará las críticas y el rechazo humano.

1. El mensaje de Pablo

«En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios» (Hch. 9:20).

El tiempo. El llamado a Pablo de Tarso para ministrar y predicar fue «enseguida» y de inmediato. El don puede llegar antes de la preparación o la preparación puede llegar después de la manifestación del don. Antes o después se necesita el don para predicar.

El tema de las predicaciones de Pablo fue: «Cristo era el Hijo de Dios». Su mensaje afirmaba la deidad de Jesús como el Cristo o el Mesías. ¡Era una predicación revolucionaria en un mundo judío! Con eso declaraba que el Cristo o Mesías era anunciado y proclamado como el que había llegado, y se había manifestado en la persona del Jesús histórico. Si no tienes tema para predicar, predica a Cristo. Aunque tengas un tema para predicar, predica a Cristo. Si no sabes qué predicar, predica a Cristo. Si estás nervioso y se te hace difícil predicar, predica a Cristo.

Muchos predican mensajes que a los oídos les gusta escuchar. Pero no predican el evangelio completo, ni predican todas las doctrinas bíblicas. El mensaje que muchos predican no necesita que Cristo haya muerto por los pecados de la humanidad. No predicamos para que la gente se sienta bien, predicamos para que la gente sea cambiada.

Toda predicación cristiana tiene que estar anclada en la persona de Jesucristo. Él es sujeto y predicado, verbo y sustantivo. La predicación cristiana no se basa en revelaciones privadas o personales, sino en la revelación de Jesucristo, en la Palabra Escrita.

Él, Jesucristo, es la suma de su nombre y misión, es la presentación y aplicación de nuestras predicaciones. Él es la ilustración y conclusión de nuestros sermones. La «Gran Comisión» es la proclamación de una «gran noticia» acerca de una «gran salvación» para un «gran pecador» por el cual murió un «Gran Salvador». El mensaje es cristiano porque se habla de Jesucristo.

«Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:19-20, TLA).

La pasión. Pablo de Tarso «predicaba a Cristo en las sinagogas». El que es llamado a un ministerio, desde el principio da muestras de una pasión hacia el ministerio. Con o sin ayuda humana lo hace. Con o sin recursos humanos lo desarrolla. Con o sin palancas humanas se mueve. ¡No necesita tráfico de influencias! ¡Esa es la gran diferencia entre uno que es llamado y uno que no es llamado!

La pasión era lo que movía a los profetas. La pasión era la fuerza que animaba a los mártires para enfrentar con audacia y valor el suplicio de sus vidas. La pasión era lo que hacía que los reformadores defendieran la verdad de Dios y la autoridad de las Sagradas Escrituras.

Dijo Juan Huss ante el tribunal religioso en Bohemia, Checa, que lo sentenció a la hoguera y ante los verdugos inquisidores que lo quemarían: «Hoy queman a un ganso, mañana resucitará un cisne».

La pasión movió a Juan Wesley, para recorrer montado a caballo 4,500 millas. En una ocasión Wesley recorrió en un día 30 millas. Esa pasión movió a Charles H. Spurgeon a publicar 3,561 sermones, además de otros libros. Esa pasión movió a los pioneros pentecostales del 312 en la Calle Azusa en Los Ángeles a exportar esta experiencia pentecostal a muchos rincones dentro y fuera de los Estados Unidos de América.

La pasión con amor y misericordia se transforma en compasión. El Buen Samaritano al ser «movido a misericordia» por la condición del hombre asaltado y herido, lo hizo lleno de compasión. Pierdes la pasión en tu vida y lo pierdes todo.

En Lucas 10:30-35, la Traducción En Lenguaje Actual dice: «Entonces Jesús le puso este ejemplo: ‘Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto’. Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino. Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino. Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión. Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó. Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: ‘Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte’».

El Dr. Martin Luther King dijo sobre esta parábola: «¿Quién es mi prójimo? No sé su nombre, dice en esencia Jesús. Es cualquier persona que está junto a ti. Es el que se encuentra necesitado junto al camino de la vida. No es judío ni gentil; no es ruso ni americano; no es blanco ni negro. Es un hombre –cualquier hombre necesitado– en uno de los numerosos caminos del Jericó de la vida». Jesús define al prójimo, por consiguiente, no como una fórmula teológica, sino como una situación vital» (La Fuerza de Amar, pg. 31).

2. El temor a Pablo

«Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?» (Hch. 9:21).

La atención. Se nos dice «y todos los que le oían». Pablo tenía el don de gente. La gente lo escuchaba. Aquel o aquella que en su vida pasada cargaba una fama, en su nueva vida en Jesucristo, llamará la atención de muchas personas. Muchos querrán saber qué dirá y cómo lo dirá. Pero las almas no se convertirán por su fama, ni predicará su fama, sino el mensaje acerca de Jesucristo como Señor, Salvador y Sanador. ¡Predica la Biblia, no prediques tu testimonio!

Pero en esa multitud de oyentes había la duda, de si esto era una nueva triquiñuela de aquel «azote de la Iglesia» llamado Saulo. Por eso se preguntaban: «¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?». La misma duda que tuvo Ananías sobre Saulo aún después de ya bautizado, la tenían otros cristianos. La mala fama acompañará por mucho tiempo al recién convertido, pero frutos de un verdadero arrepentimiento borrarán la misma.

El espíritu del rechazo humano siempre comienza con: «¿No es este...?». Muchos en Nazaret iniciaron así o con un equivalente el rechazo hacía Jesús de Nazaret: «¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacob, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (Mt. 13:55-58).

«Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacob, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando» (Mc. 6:1-6).

Para muchos es muy difícil ver la gracia del Espíritu Santo sobre alguien que conocen, que ha estado cerca, que es como ellos y ellas. Pero más allá de lo que conocemos o vemos en alguien, si el Señor Jesucristo lo ha llamado, debemos ver la gracia divina sobre su vida.

La sospecha. En otras palabras, Saulo de Tarso era un hombre bajo sospechas: ¿Será o no será? ¿Estará verdaderamente convertido o no? ¿Será un riesgo o un peligro para los creyentes? ¿Qué buscará entre nosotros? ¿Andará de encubierto y de espía?

Muchos oirán y verán con sospechas a muchos nuevos convertidos, que antes habían hecho daño a la sociedad. Ese rechazo inicial por algunos no debe desanimarlos para continuar hacia adelante demostrando con la predicación y la transformación de sus vidas, que ahora son nuevas criaturas: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (2 Cor. 5:17, NVI).

3. El esfuerzo de Pablo

«Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo» (Hch. 9:22).

El reto. Pablo en vez de ver eso como un rechazo, como un desprecio, lo veía como un reto para continuar hacia adelante, esforzándose más allá de lo que podía. El peor rechazo no es el de otros a nosotros, hacía nosotros, sino el de nosotros mismos. Nunca limites el potencial del Espíritu Santo en tu vida. Tú has sido marcado por Jesucristo para que marques las vidas de otros.

Pablo de Tarso «confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo». La Traducción En Lenguaje Actual dice: «Pero no entendían nada». El mundo se confunde muchas veces con la verdad acerca de Jesucristo. Haz que el mundo se confunda en sus creencias.

Muchas cosas se pueden lograr y alcanzar en la vida si estamos dispuestos a sumar un poco de esfuerzo. ¡Esfuérzate para estudiar! ¡Esfuérzate en el trabajo! ¡Esfuérzate en el servicio a los demás! ¡Esfuérzate en tener fe hacia Dios! ¡Esfuérzate en la oración! ¡Esfuérzate en el amor fraternal! ¡Esfuérzate en el ejercicio de los dones del Espíritu Santo! ¡Esfuérzate en todo lo que hagas! ¡Esfuérzate en ver a tu congregación crecer!

El mismo Pablo de Tarso animó a su joven discípulo llamado Timoteo con estas palabras: «No permitas que nadie te desprecie por ser joven. Al contrario, trata de ser un ejemplo para los demás cristianos. Que cuando todos oigan tu modo de hablar, y vean cómo vives, traten de ser puros como tú. Que todos imiten tu carácter amoroso y tu confianza en Dios» (1 Tim. 4:12, TLA).

Jesucristo te necesita para que trabajes en su viña. Para que seas su mensajero. Para que seas ejemplo ante los demás. Nunca te subestimes. Tú eres importante. El mundo está esperando a un Moisés que no ponga como excusa el que no sabe hablar. A un José que lo rechacen porque sueña, pero interpretará sueños. A un Gedeón que salga de su escondite y venza el miedo y la baja autoestima. A una Rut que recoja espigas en el campo para llegar a ser la dueña del campo. A un David que mate a un gigante llamado Goliat. A una Ester que se atreva a defender a los oprimidos. A un Daniel que ore con las ventanas abiertas hacía Jerusalén. A un Ananías, Misael y Azarías, que no doblen sus rodillas ante la estatua levantada por el mundo con un culto falso. ¡Para ser grande, primero tienes que ser pequeño!

La Gran Comisión necesita a hombres y mujeres, mayores y jóvenes, ministros ordenados o laicos, que se dejen comisionar para ser los agentes del Espíritu Santo en la gran cosecha de almas de los tiempos en que vivimos. ¡Tú puedes ser ese agente de la Gran Comisión!

El ejemplo. A Josué, Moisés le dijo que se esforzará: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo a dondequiera que vayas» (Jos. 1:9).

Moisés estaba animando a Josué para que mantuviera actitudes positivas en su vida y sentimientos positivos. Y para que siempre confiara en la presencia de Dios que lo acompañaría. ¡Esfuérzate! ¡Sé valiente! ¡No tengas miedo! ¡No te desanimes!

Presencia, palabra y poder, son tres cosas importantes en la vida de un creyente, de un ministerio y de una congregación. Presencia sin Palabra es comunión sin revelación. Poder sin Palabra es emoción sin revelación. Palabra sin poder es revelación sin manifestación. ¡Todo trabaja en equipo! Es algo subsidiario y complementario.

A Salomón, David le dijo que se esforzará: «Según el destino que a todos nos espera, pronto partiré de este mundo. ¡Cobra ánimo y pórtate como hombre!» (1 R. 2:2, NVI). David le estaba declarando a Salomón que él estaba listo y preparado para morir. Aunque la muerte llegará a todos los vivientes, es el destino que nos espera, la vida debe continuar su programa para el que sobrevive. Esa expresión «pórtate como hombre» y «sé varón» (RVR60), implica que tenemos que ser maduros. Salomón tenía que ser un «hombre» en cuanto a actitudes, carácter y responsabilidades.

A Esdras le dijo Sechanías que se esforzara: «Levántate, porque a ti toca el negocio, y nosotros seremos contigo; esfuérzate, y ponlo por obra» (Esdras 10:4, RVES). Sechanías animaba a Esdras para que asumiera su responsabilidad con esfuerzo, y el apoyo lo tendría de parte de ellos.

Líder, si tú no te mueves, nada se mueve. Si no emprendes algo grande, nadie te seguirá en algo grande. Si no tienes visión para dirigir a los que están alrededor tuyo no verán nada. Si estás cansado, cansarás a los demás. Si te falta entusiasmo («entheos» significa «con Dios adentro»), otros no tendrán entusiasmo. Las ovejas son un reflejo del pastor. Los seguidores reflejan a su líder. ¡Levántate y ellos se levantarán! ¡Siéntate y ellos se sentarán! ¡Camina y ellos caminarán!

A Timoteo, Pablo le dijo que se esforzara: «Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús» (2 Tim. 2:1). Eso era todo lo que Pablo de Tarso le pedía a su pupilo Timoteo, que su esfuerzo fuera motivado por la gracia de Jesucristo en él, y no por sus méritos personales. Eso es aprender a confiar y a depender del favor del Señor Jesucristo. ¡Esfuérzate en tu ministerio! ¡Esfuérzate ganando almas para Jesucristo! ¡Esfuérzate haciendo una gran diferencia a tu generación! ¡Esfuérzate en cumplir con la Gran Comisión!

A la iglesia, Pedro le dijo: «Apártate del mal y haz el bien. Busca la paz y esfuérzate por mantenerla» (1 P. 3:11, NTV). En otras palabras, ante el peligro uno se aleja. De la tentación uno huye. Del pecado uno se distancia. Del mal uno se aleja. Y debemos buscar la paz, y con esfuerzo luchar para retenerla. ¡Somos llamados a ser agentes de paz!

¡Esfuérzate! ¡No te rindas! Con la ayuda de Jesucristo tú puedes alcanzar cualquier meta que esté en su voluntad y que te propongas alcanzar. Hoy te abre la puerta para mañana.

Conclusión

El tiempo será el mejor testigo de una conversión genuina. La perseverancia demostrará que Jesucristo cambió a un pecador en un fiel servidor de la Iglesia. Hay árboles que solo dan sombra, otros dan sombra y frutos, los dos se necesitan.

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