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La misión de Pablo
Hechos 11:25, RVR1960
«Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo, y hallándole, le trajo a Antioquía».
Introducción
Bernabé dio la cara por Pablo cuando el liderazgo de la Iglesia de Jerusalén lo miraba con sospechas. Ahora, años después, Bernabé es el instrumento para tomar de la mano nuevamente a Pablo y de introducirlo en las misiones.
1. La evangelización a otros
«Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor» (Hch. 11:21).
El contexto de este pasaje nos describe la persecución que tomó lugar con la muerte de Esteban: «Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos» (Hch. 11:19).
La persecución encendió la llama de la Gran Comisión. Muchas veces las pruebas nos llevan a acercarnos más a nuestro Señor Jesucristo y servirle en su obra. En las pruebas necesitamos buscar refugio espiritual bajo las alas del Espíritu Santo. Grandes hombres y mujeres de Jesucristo, fueron formados para el ministerio bajo el yunque de las pruebas y el fuego del Espíritu Santo.
«Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús» (Hch. 11:20). La palabra para griegos es «helenistas». El alcance de la Gran Comisión no se limitó a los judíos, alcanzó a los griegos. Aquellos chipriotas y cirineos fueron mensajeros del evangelio de Jesús en Antioquía de Siria. Iban por dondequiera hablando de la mejor noticia que era Jesús. Eran laicos con dones del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia.
La Traducción En Lenguaje Actual de Hechos 11:21 dice así: «Y Dios les dio poder y los ayudó para que muchos aceptaran el mensaje y creyeran en Jesús».
La ayuda. «Y la mano del Señor estaba con ellos...» (Hch. 11:21). Es un aforismo para dejar ver que el poder de Jesucristo se manifestaba sobre la joven iglesia. Toda tarea misional y pastoral será infructuosa si «la mano del Señor» no está con nosotros. No se debe trabajar para el Señor sin el Señor. Más importante que la viña es el Señor de la viña. Mayor que los recursos misioneros es «la mano del Señor». No podemos sufrir más por la obra que lo que Jesucristo sufrió por esta. No podemos amar más a la obra que lo que Jesucristo la ha amado. El Señor cuenta con nosotros, pero no depende de nosotros.
El efecto. «... y gran número creyó y se convirtió al Señor» (Hch. 11:21). Aquí está la misión de la iglesia, la de evangelizar para ver convertidos y ganar almas para el engrandecimiento del reino de Jesucristo aquí en la tierra. Se dice «... y gran número creyó y se convirtió al Señor». Se recalca de ellos que creyeron, pero se convirtieron.
Muchos evangelistas se emocionan con la primera parte de la multitud, «gran número creyó». Toman fotografías y hablan de cientos de conversiones. Se olvidan de la segunda parte de la multitud, «se convirtió al Señor». Creer y no convertirse es la mitad del esfuerzo evangelístico. ¡Es contar peces sin haber sido pescados!
El mundo necesita ser transformado por el poder del evangelio. La iglesia tiene como misión asignada la Gran Comisión para ver al mundo convertido a Jesucristo. No es convertir al mundo entero, es que invitemos un alma al templo, le hablemos de Jesucristo, y que ocurra en su corazón el milagro de la regeneración o el nuevo nacimiento. La fórmula de la salvación es: C + C= S (creer más conversión equivale a la salvación). La otra fórmula es la de la reconciliación: A + P = R (arrepentimiento más perdón equivale a reconciliación).
Alguien te habló de Jesucristo. Alguien te invitó a la iglesia. Alguien te hizo un llamamiento. ¡Creíste y te convertiste! Hoy eres un hijo o una hija de Dios, lavado o lavada por la sangre del Cordero Jesucristo y estás lleno o llena del Espíritu Santo. Aunque quieras volver a ser lo que eras, te es muy difícil, te has convertido. ¡El mundo no puede ser tu hogar! ¡El cielo es tu ciudadanía!
Hoy el mundo tiene como meta ver a la iglesia reclutada para él. Cada vez el mundo se hace más atrayente para la iglesia, de tal manera que existen grupos cristianos donde no hay que irse al mundo para disfrutar del mundo. Pero por otro lado, la iglesia se hace menos atrayente para el mundo, porque el mundo ve en la iglesia más de lo mismo que tiene como mundo. El mundo busca a una iglesia que sea iglesia, no que juegue a iglesia. El mundo no quiere ver a una iglesia que se parezca a él, sino que quiere ver a una iglesia donde haya esperanza, haya perdón, haya amor, haya transformación.
Dietrich Bonhoeffer escribió sobre la Iglesia rechazada por el mundo: «Quien pertenece al cuerpo de Cristo está liberado del mundo, es llamado a salir de él; y es preciso que esto se haga visible al mundo, no sólo por la comunión del culto y del orden en la Iglesia, sino también por la nueva comunión de la vida fraterna. Cuando el mundo desprecia a un hermano, el cristiano le amará y servirá; cuando el mundo usa la violencia contra este hermano, el cristiano le ayudará y le consolará; cuando el mundo le deshonre y ofenda, el cristiano entregará su honor a cambio del oprobio de su hermano. Cuando el mundo busque su provecho, el cristiano se negará a hacerlo; cuando el mundo practique la explotación, él se desprenderá de todo; cuando el mundo practique la opresión, él se someterá para salir victorioso. Si el mundo se cierra a la justicia, él practicará la misericordia; si el mundo se envuelve en la mentira, él abrirá la boca para defender a los mudos y dará testimonio de la verdad. Por amor a su hermano –judío o griego, esclavo o libre, fuerte o débil, noble o no– renunciará a toda otra comunión en el mundo, porque está al servicio de la comunión del cuerpo de Cristo. No puede permanecer oculto al mundo en esta comunión. Ha sido llamado y sigue a Cristo» (El Precio de la Gracia: El Seguimiento, Ediciones Sígueme, Salamanca 2004, pag. 192).
Ya la iglesia no se quiere llamar Iglesia, sino Centro. Ya no se quiere el título de Pastor, sino de Apóstol. Ya no se dice: «El Señor te bendiga», sino «Eres bendecido». Ya no se habla de «hermano», sino de «compañero». Ya no se emplea el término «himno», sino «canción». Ya no se dice «retiro», sino «encuentro».
Y lo digo con respeto, y no quiero ofender a nadie, porque tengo buenos amigos que dirigen buenos centros de evangelismo y misiones a quienes respeto mucho. ¡Pero ahora, el apostolado es la fiebre de la Iglesia! Más que una iglesia pentecostal nos hemos transformado en una iglesia de nomenclatura apostólica.
2. La notificación a Bernabé
«Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía» (Hch. 11:22).
La noticia. «Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén...». Toda buena noticia de lo que sucede en la iglesia en general debe llegar a oídos de las congregaciones.
Lamentablemente, las malas noticias de la Iglesia corren más rápido que las buenas noticias. Cae un ministro de la gracia de Jesucristo o lo sorprenden en algún escándalo moral y explota como la pólvora. Algo pasa a un hermano de la Iglesia y el mundo se entera de inmediato. La tecnología en las redes sociales es un río para llevar chismes o desacreditar a muchos que son de la Iglesia. El chismoso añade a lo que escuchó o dice lo que no le dijeron.
«El chismoso anda contando secretos; pero los que son dignos de confianza saben guardar una confidencia» (Prov. 11:13, NTV).
«El alborotador siembra conflictos; el chisme separa a los mejores amigos» (Prov. 16:28, NTV).
«¡Qué sabrosos son los chismes, pero cuánto daño causan!» (Prov. 18:8, TLA).
«El chismoso anda por ahí ventilando secretos, así que no andes con los que hablan de más» (Prov. 20:19, NTV).
«El fuego se apaga cuando falta madera, y las peleas se acaban cuando termina el chisme» (Prov. 26:20, NTV).
¡Los chismes están en el portal de Facebook! ¡Se lee más a Facebook que a la Biblia! Cuando necesites que Dios te hable, no abras tu Facebook, abre tu Biblia.
En la endecha o elegía expresada por David como luto por Saúl, Jonatán y otros hijos, declararon: «¡No se lo digan a nadie en Gat, ni lo cuenten por las calles de Ascalón! ¡Que no se alegren las ciudades filisteas, ni haga fiesta esa gente idólatra!» (2 Sam. 1:20, TLA).
Pero los logros y éxitos de un soldado de la cruz, muchas veces pasan desapercibidos o ignorados. Para muchos los reconocimientos serán póstumos, si es que los hacen y serán rápidamente archivados en las gavetas del olvido. Muchos siervos de Dios mueren sin honra y demasiado pronto son olvidados.
La delegación. «... y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía». Antioquía de Siria, al igual que Roma y Alejandría, eran ciudades grandes y famosas del Imperio Romano. En ellas se encontraba de todo, desde muchos cultos religiosos hasta los mayores placeres inmorales. Ese avivamiento que trajo salvación en Antioquía, hizo que la iglesia madre de Jerusalén, enviara a Bernabé como delegado para traer un informe de lo acontecido. Y este discípulo colaborador, benévolo, de corazón altruista fue hasta Antioquía y vio el trabajo.
El trabajo de la obra debe ser supervisado por dirigentes calificados para este trabajo. Muchos fracasos se deben a la falta de evaluación y supervisión. La palabra griega que traduce «supervisor» es «episkopos» y se traduce en español «obispo». Ese título «obispo» es utilizado en muchos concilios pentecostales. Y se ajusta bíblicamente al trabajo de los mismos.
Bernabé era oriundo de Chipre, y ese trabajo en Antioquía fue fruto de «unos varones de Chipre y de Cirene» (Hch. 4:36-37). Ellos fueron los instrumentos que iniciaron la obra misionera en Antioquía en Siria. Quizá, por ser algunos de esos plantadores de Chipre, es que la iglesia de Jerusalén decidió enviar a Bernabé que era un levita chipriota, un hombre que conocía bien dos culturas la judía y la gentil. Era un judío helenista (Hch. 4:36).
3. La selección de Pablo
«Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía» (Hch. 11:25).
En Tarso, Saulo pasó probablemente unos 9 años arropado a la sombra del silencio. Uno debe esperar ese momento de ser utilizado. El que busca promoverse a sí mismo, puede interrumpir el programa de Jesucristo para su vida. No busques la posición, esta llegará a ti. No persigas la fama, si está es para ti, la misma correrá detrás de ti.
La misión. Bernabé, el Chipriota, como mentor de Saulo, después de ver el trabajo en Antioquía de Siria, reconoció que necesitaba un ayudante y viajó hasta Tarso para buscar a Saulo de Tarso. Y allí invitó a su hermano en la fe, para que se sumara a su equipo en lo que sería su primera asignación misionera con él como compañero misionero. Por ser de Tarso y tener un nombre hebreo se le llama Saulo de Tarso. Me gusta llamarlo Pablo de Tarso por su nombre gentil como misionero. Aunque bien lo pudiéramos llamar Pablo de los Gentiles. Tarso era la capital de Cilicia, provincia romana.
Bernabé hizo mancuerna espiritual, yunta misionera, dúo ministerial con Pablo de Tarso. Cuando se va a enyugar dos bueyes hay un proceso: (1) Deben ser castrados o dañados para la fertilidad. (2) Se les entrena llevando un madero sobre el cuello y halando un palo. (3) Se enyugan bueyes del mismo tamaño y con fuerza similar.
«Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá» (Mt. 18:19, RVC).
Dos personas o más en desacuerdo, difícilmente lograrán alcanzar una meta y desarrollar algún proyecto. Debemos ponernos de acuerdo en todo. Dos creyentes que se ponen de acuerdo en una tarea espiritual lograrán muchas cosas. Mirarán en la misma dirección. El mayor obstáculo para no lograr algo es el desacuerdo. Pongámonos de acuerdo si queremos lograr algo.
Bernabé pudo buscar a cualquier otro como ayudante, pero desde el principio tuvo ojos clínicos para ver en Pablo a un futuro misionero. Y esos ojos clínicos se necesitan en el ministerio. Mi amigo el Pbro. Daniel de los Reyes Villarreal, Ex-Supt. de las Asambleas de Dios en México, ha tenido «ojos clínicos» para descubrir y apoyar muchos ministerios.
Los líderes como Bernabé corren riegos de liderazgo. A Bernabé le importaba más la obra que él mismo. Por eso no tuvo temor en buscar a Saulo de Tarso, ni que con su brillo lo fuera a eclipsar. Muchos ayudantes alumbran tanto que no dejan a uno alumbrar. Y efectivamente, así fue para Bernabé de Chipre con Saulo de Tarso. Deseo compartir la siguiente fábula del libro La Culpa es de la vaca II (Jaime Lopera, Editorial Planeta Colombiana, 2015).
Cuentan que una serpiente empezó a perseguir desesperadamente a una luciérnaga (inglés ‘lightning bug’), la cual huía rápido y con miedo de la feroz depredadora; no obstante, la serpiente no pensaba renunciar a su intento.
Se evadió un día, pero el reptil no desistía. Dos noches y nada. En el tercer día, y ya sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y le dijo de frente a la serpiente:
–¿Puedo hacerte tres preguntas?
–No acostumbro a facilitar este precedente a nadie –repuso el ofidio–, pero, como te voy a devorar, puedes preguntarme lo que quieras.
–¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
–No.
–¿Yo te hice algún mal?
–No.
–Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
–¡Porque no soporto verte brillar!
«Esta pequeña fábula es muy representativa de lo que es hoy en día la fuerza de la envidia. Muy pocas veces las personas se alegran de los éxitos y de los logros de sus familiares y amigos».
Hay personas envidiosas cuando ven a otros progresar, sobresalir, tener éxito, ser buscado por los demás, ser el centro de la atención, verlos destacados en cualquier asignación; la envidia los consume como la carcoma consume la madera. Si Jesucristo pone a otro a brillar más que tú, aunque tú trajiste a esa persona y lo ayudaste, dale gracias a Jesucristo y alégrate por esa persona.
La mentoría. El pastor debe aprender con otro pastor. El evangelista debe aprender con otro evangelista. El misionero debe aprender con otro misionero. El profeta debe aprender con otro profeta. El líder debe aprender con otro líder. L oveja debe aprender de su pastor. Aquel que no quiere aprender de otro, no llegará lejos en la misión de Jesucristo.
Bernabé y Pablo desarrollaron un ministerio próspero en Antioquía: «Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía» (Hch. 11:26).
El mayor trabajo de un misionero es enseñar a la gente. De educarlos en la Palabra de Dios. Antioquía fue la cuna del nombre por el cual se conocería a los seguidores de Jesucristo. Se cuenta que los Antioqueños eran conocidos por poner sobrenombres a las personas. Y los seguidores de Jesús no se libraron de que se les pusiera un sobrenombre. Allí se les llamó «cristianos» (griego «cristianous»), que significa: «como Cristo» o «seguidores de Cristo».
Esa aplicación de que cristianos significa «pequeños Cristos» o «hacernos un pequeño Cristo» es muy elástica, aberrante y sin sentido. Hace muchos años tuve la oportunidad de visitar Antioquía de Siria conocida como Antakya en Turquía y entrar en la Gruta de San Pedro, donde según la tradición se congregaba la iglesia de Antioquía, y se le atribuye al apóstol Pedro la fundación de la misma, aunque sabemos por el libro de Hechos que fueron creyentes de Chipre y de Cirene. La experiencia de haber conocido ese lugar ha quedado bien marcada en mi vida.
Conclusión
Pablo comenzaría como un ayudante de Bernabé, pero llegaría el día en que Bernabé sería el ayudante de Pablo. Para llegar a ser grande, se debe comenzar siendo primero pequeño.