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La conexión de Pablo

Hechos 9:27, RVR1960

«Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús».

Introducción

Saulo de Tarso, al igual que muchos de nosotros, necesitó la ayuda de alguien para llegar a ser alguien. Fue tomado de la mano para tomar de la mano a otro. Un ministerio eficaz es ayudado para luego ayudar.

1. La reacción contra Saulo

«Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo» (Hch. 9:26).

La llegada. Desde Damasco Saulo de Tarso viajó a Jerusalén. Dicha llegada a Jerusalén estaría cargada de sentimientos encontrados, pues fue la ciudad donde Pablo de Tarso se educó y pasó la mayor parte de su vida. De allí salió con la encomienda de apresar a los seguidores de Jesús. Ahora regresaba como un apresado espiritualmente por Jesús. Tendría que pensar en sus antiguos amigos y condiscípulos fariseos. Eso debió de haberle llenado de mucho nerviosismo cuando entró por las puertas de Jerusalén.

Por otro lado la llegada de él a Jerusalén produjo una atmósfera desagradable para los seguidores de Jesús. Muchos «discípulos» dudaban de la conversión de Saulo. Pensaban que su cambio no era genuino. Por eso exigían de él dar frutos de arrepentimiento y pruebas de su conversión. Lo irónico es que ya habían pasado algunos años. El tiempo es el mayor testimonio para un recién convertido. Ver cambios en una persona exige tiempo.

Un árbol que da buenos frutos testifica de su buena naturaleza. Hay árboles que no dan fruto, pero dan buena sombra. Otros árboles dan fruto, pero no dan buena sombra. Otros árboles no dan ni sombra ni frutos. Las sombras o los frutos pueden ser buenos o malos. ¡Un árbol que da buen fruto y da buena sombra es mucho mejor!

El miedo. Saulo de Tarso «trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo». El miedo es un sentimiento negativo, el cual se había manifestado en los creyentes de la Iglesia de Jerusalén. Ese fue un miedo colectivo, «todos le tenían miedo». El rechazo a otros nos impide disfrutar de sus frutos y de su sombra.

Me gusta esa expresión «trataba de juntarse con los discípulos». La Traducción En Lenguaje Actual nos dice: «Y allí trató de unirse a los seguidores de Jesús». ¿Has tratado de juntarte o unirte a alguien, y no te han querido? ¿Te has sentido rechazado por alguien o por causa de algo?

El sentimiento negativo del miedo es contagioso, de una persona se transfiere a otra. Un miedoso hace miedosos. El creyente no debe tener miedo: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor» (1 Jn. 4:18).

«Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana» (2 Tim. 1:7, TLA).

2. La cooperación con Saulo

«Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús» (Hch. 9:27).

La necesidad. ¿Cómo se conectó Bernabé con Saulo? Se desconoce. Se necesita el ministerio de un Bernabé, que es el ministerio de alguien que cree en otra persona, que toma de la mano, y conecta con personas significativas. Bernabé trajo a Saulo de Tarso ante los apóstoles. Bernabé fue un hombre de conexiones espirituales y de contactos sociales. Dios pondrá alrededor tuyo a gente de conexiones divinas, abridores de brechas, de puentes que te conectarán a un proyecto, a un sueño o a una visión.

Saulo de Tarso se conectó a Bernabé, y él lo conectó con el colegio apostólico, aunque la realidad es que fue solamente con el apóstol Pedro con quien se entrevistó, y aparte vio al apóstol Santiago, el hermano del Señor Jesucristo. En Jerusalén Pablo de Tarso estuvo solo quince días con el apóstol Pablo.

«Ni fui a Jerusalén para pedir la opinión de aquellos que ya eran apóstoles. Más bien, me fui inmediatamente a la región de Arabia, y luego regresé a la ciudad de Damasco. Tres años después fui a Jerusalén, para conocer a Pedro, y sólo estuve quince días con él. También vi allí al apóstol Santiago, hermano de Jesucristo nuestro Señor. Aparte de ellos, no vi a ningún otro apóstol. Les estoy diciendo la verdad. ¡Dios sabe que no miento!» (Gal. 1:17-20, TLA).

Una vez convertido Saulo de Tarso, de Damasco viajó a Arabia, que pudo haber sido la frontera con Siria y luego regresó a Damasco y, a los tres años realizó su viaje a Jerusalén. A muchos convertidos, el Señor Jesucristo los esconde por algún tiempo de sus amistades para luego llevarlos ante ellos, ya maduros en la fe.

Nunca te olvides de esos agentes providenciales que Jesucristo ha traído a tu camino. Hombres y mujeres eficaces en tomarte por la mano y de introducirte con personas y en lugares que te hubiera sido muy difícil llegar. Pero con ellos y ellas, todo se ha hecho más fácil. Es muy fácil crecer para muchos, pero ya crecidos, luego llegan a olvidarse de aquellos que los ayudaron en ese proceso de crecimiento. Hoy estás ahí, porque un Bernabé te tomó de la mano.

Bernabé fue el «garante» de Saulo de Tarso. Ofreció su palabra y testimonio, por aquel creyente de Jesús, que cargaba un pasado de perseguidor y fue un enemigo de la fe cristiana. Pero Bernabé creyó en él. Da gracias a Dios y sé agradecido de ese líder que ha creído en ti, y no lo defraudes.

Ese espíritu de Bernabé lo tienen todos aquellos y aquellas que dan la cara por uno, incluso a riesgo de su propia reputación. Creen en uno, aunque uno no crea mucho en sí mismo. Te defienden cuando otros te acusan. Salen por ti cuando muchos se alejan de ti. Están ahí cuando no hay nadie. Se asoman por la ventana cuando otros desaparecen. Hablan a favor tuyo cuando otros se callan.

El significado. Bernabé significa en hebreo: «Hijo de consolación». Y la acción de él hacia Saulo de Tarso, describía su carácter y el respeto del que gozaba entre el emporio apostólico. A este discípulo, José Bernabé, se le describe desde el principio como alguien con un espíritu dadivoso, desprendido y de entrega total.

«Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles» (Hch. 4:36-37).

Se nos dice que el nombre original de este discípulo era «José», pero los apóstoles lo apodaron como «Bernabé». Sobrenombre que se ganó por su espíritu servicial y ayudador. Era un defensor de los indefensos, un sanador de los heridos, un cura del alma. ¡Su gran testimonio era lo que hacía por los demás! ¿Cuántos con el espíritu de Bernabé se necesitan en las comunidades de fe?

El ministerio gime de dolor, llora desconsoladamente, se deprime ministerialmente, cuando hay ausencia de un apostolado de consolación. De un ministerio que se acerque para consolar, para ayudar y para levantar.

3. La comunión de Saulo

«Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía» (Hch. 9:28).

La membresía. Saulo fue un creyente de comunión y de congregación. Se hizo miembro de aquella comunidad de fe. Se puso inmediatamente bajo una cobertura espiritual. Los misioneros se forman en el yunque de la iglesia local y los predicadores se forman en las bancas de las congregaciones. Una congregación eficaz requiere de creyentes fieles, responsables, entregados y apasionados con la visión y misión de la iglesia.

Estoy cansado de la fama que solo busca las luces del escenario. Estoy cansado de los aplausos humanos que nos hacen cosquillas. Estoy cansado de las adulaciones pretenciosas, que buscan beneficios propios. Estoy cansado de los discursos que anestesian la mente, pero no transforman el corazón. Estoy cansado de la competencia y no de la excelencia.

Estoy cansado de un evangelio sin cruz. Estoy cansado de una iglesia admirada por el mundo, pero rechazada por Jesucristo. Estoy cansado de los cristianos de papel del siglo XXI que no son como los cristianos de hierro del siglo I.

Estoy cansado de una teología que cada vez se hace más mundana que santa. Estoy cansado de un cristianismo de enanismo espiritual. Estoy cansado de una iglesia que se avergüenza de llamarse iglesia y ahora se quiere cambiar de nombre.

Estoy cansado de ver el Cuerpo de Cristo fragmentado por la ambición y el egoísmo carnal. Los intereses humanos se ponen antes que los intereses del reino. Ganar algo y recibir un beneficio propio, es el interés de muchos.

Estoy cansado de los predicadores que cobran excesivamente por sus predicaciones. Ejercen el ministerio más por un trabajo que por llamado. Manejan emociones y voluntades para su provecho financiero.

Estoy cansado de exageraciones cuando se predica. Estoy cansado de manipulaciones desde un altar. Estoy cansado de oír mentiras para jugar con la fe de los oyentes. Estoy cansado de un mensaje de prosperidad que solo beneficia al que lo está exponiendo. Estoy cansado de un mensaje de la cruz sin crucifixión. Estoy cansado de los títulos que promueven grandeza humana, pero no promueven el servicio hacia el prójimo. ¡Estoy cansado!

Estoy cansado de aquellos que no se ponen bajo autoridad. No podemos estar en una posición de autoridad, si no nos ponemos bajo una posición de autoridad. Muchos predican y ministran sin cobertura espiritual. No responden a ninguna cabeza sobre ellos. Otros tienen demasiadas cabezas y no me refiero a las institucionales; superintendentes por acá, obispos por aquí, apóstoles por allá, mentores más allá. La obediencia y sumisión a una autoridad espiritual nos da credibilidad ministerial. Ministerios acéfalos como la ostra, no dan mucho testimonio de credibilidad. ¿A qué superior le rinden informe? ¿Dónde diezman? ¿Quién lo disciplinará si sufre una falla moral? ¿Quién se hará responsable para dar la cara por él o ella?

La accesibilidad. Saulo de Tarso «entraba y salía». No era un creyente que hacía lo que le venía en gana. Él tenía un lugar donde asistía y se congregaba. Desde el principio desarrolló el hábito de congregarse. Desde el principio aprendió a practicar la vida de redil. Aquellos que no han sido buenas ovejas y ovejas de redil, difícilmente serán pastores eficientes que puedan dar pasto fresco a las ovejas. Se aprende a pastorear siendo ovejas primero. Todo pastor debe primero alimentarse para poder alimentar a las ovejas.

Eliseo aprendió a ser profeta de liderazgo, andando con Elías. El último día de Elías en la tierra invitó a Eliseo a dar un paseo por Gilgal, Bet-el, Jericó y el Jordán (2 R. 2:1-15). Allí, en ese recorrido, Elías estaba presentando a Eliseo como su sucesor. Elías ya debes comenzar a andar con Eliseo. Los hijos de los profetas lo deben ver a tu lado y deben ver que es tu seleccionado.

4. La ministración de Saulo

«Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle» (Hch. 9:29).

El nombre del Señor. Saulo o Pablo de Tarso no hablaba en su propio nombre, porque ese nombre no tenía ningún poder o autoridad. Él hablaba «en el nombre del Señor». Su autoridad procedía de ese nombre. A los griegos los enfrentaba con ese «nombre del Señor». Estos griegos eran judíos helenistas, es decir, que procedían de una cultura, compartían el griego como idioma principal. Saulo y Bernabé fueron judíos, y según algunos comentaristas, era posible que fueran helenizantes. La prédica y el ministerio deben estar anclados en el nombre del Señor. ¡Hablemos más de Jesucristo y menos de nosotros!

El acecho a Saulo. Leemos: «... pero éstos procuraban matarle». Desde el mismo principio, la persona de Saulo de Tarso, a causa de su predicación acerca de Cristo, lo marcó con la muerte. Los judíos griegos lo querían matar.

Son muchos los que matan ministerios, matan visionarios, matan ungidos, matan soñadores, matan gente inteligente, matan gente habilidosa y carismática. Un ministerio eficaz no mata ministerios. No celen la unción de nadie. No envidien la prosperidad de otros.

Si Adolfo Hitler no hubiera matado a esos seis millones de judíos, si hubiera tenido a su lado a todos esos cerebros geniales de los judíos, posiblemente el resultado de la Segunda Guerra Mundial habría sido muy diferente.

5. La colaboración con Saulo

«Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso» (Hch. 9:30).

La reacción. «Cuando supieron esto...». Muchos y muchas se dan cuenta de que un hermano está en necesidad de algo, de que requiere alguna ayuda, y hacen caso omiso. Cuando el Espíritu Santo revela que algo le está ocurriendo a alguien, nos tenemos que dar cuenta que es para que actuemos.

La acción. «... los hermanos, le llevaron hasta Cesarea...». Los hermanos que antes habían dudado de la conversión genuina de Saulo de Tarso, ahora prestaron sus servicios para socorrerlo, protegerlo y encaminarlo hasta el puerto marítimo en Cesarea Marítima, para que desde ahí tomara una embarcación con destino a su ciudad, Tarso. ¡Se hicieron sus hermanos! Y estos términos como ‘hermanos’ como ‘pastor’ e ‘iglesia’, están desapareciendo de las iglesias pentecostales. Cada vez las iglesias pentecostales son menos pentecostales. Más que ministros sirviendo en los altares, tenemos muchas celebridades entreteniendo desde los altares.

Los ministerios de liderazgo, necesitan colaboradores. Hombres y mujeres de «sinergia» que ayuden al líder cuando este o esta los necesita. Estos segundos o terceros o sextos... son de gran importancia en el éxito o el fracaso de un líder. Ellos y ellas son los dos ojos extras, los dos oídos extras, las dos manos extras, los dos pies extras, las dos piernas extras.

En Wikipedia se da una definición de la palabra «sinergia»: «Sinergia (del griego συνεργία, «cooperación») quiere decir literalmente trabajando en conjunto. Es un vocablo acuñado por el diseñador, arquitecto, visionario e inventor Richard Buckminster Fuller, refiriéndose al fenómeno en el cual el efecto de la influencia o trabajo de dos o más agentes actuando en conjunto es mayor al esperado considerando la suma de las acciones de los agentes por separado».

Necesitamos trabajar en cooperación. En vez del esfuerzo dividirse y debilitarse, el mismo se puede duplicar en fuerzas, en logros, en propósito, en lograr algo y en alcanzar algo. Pero nos hemos vuelto muy egoístas. Se habla más de lo ‘mío’ que de lo ‘nuestro’. Somos más eficaces apoyando la visión recibida, que inventando otras visiones.

Un buey mueve el doble de su fuerza, dos bueyes mueven el doble y un quinto más de su fuerza. Dijo el gran sabio del Eclesiastés: «La verdad, ‘más valen dos que uno’, porque sacan más provecho de lo que hacen» (Ecl. 4:9, TLA).

En Num. 10:29-32 leemos: «Moisés le dijo a su pariente Hobab hijo de Reuel, el madianita: Nosotros vamos al territorio que Dios nos va a dar. Ven con nosotros. Te trataremos bien, como Dios ha prometido tratarnos. Pero Hobab le contestó: No, gracias. Prefiero regresar a la región en donde viven mis parientes. Moisés le volvió a decir: No nos dejes. Tú conoces bien el desierto y sabes dónde podemos acampar. Si vienes con nosotros y nos guías, te daremos una parte de todo lo que Dios nos dé» (TLA).

Si Hobab siguió o no a Moisés, no lo sabremos nunca. Si no lo hizo, perdió una gran oportunidad de caminar junto a un gran siervo de Dios como lo fue Moisés. Andar al lado de un líder de reino, hace mucho bien.

La asignación. «... y le enviaron a Tarso». Saulo regresaría al lugar de su nacimiento. (Quien escribe hace muchos años que visitó Tarso, y bebió agua del Pozo de Tarso. Recuerdo siempre el Arco de la Puerta Principal de Tarso). Coincidiendo con el viaje de Saulo a Tarso, vino un tiempo de refrigerio donde estaban las iglesias del Señor. ¿Qué tiempo estuvo Saulo en Tarso? Posiblemente varios años, donde reflexionó y afiló la teología cristiana. No fueron años improductivos, sino de formación teológica. Ese tiempo de anonimato era esencial para que del perseguidor de la Iglesia emergiera un apóstol a los gentiles. Todo el que es llamado al ministerio debe pasar por un tiempo de preparación y de formación espiritual y ministerial.

Pasarían catorce años antes de que Pablo de Tarso subiera a Jerusalén, para explicar a los jerarcas de la iglesia su misión a los gentiles: «Catorce años después, Dios me hizo ver que yo debía ir a Jerusalén. En esa ocasión me acompañaron Bernabé y Tito. Allí nos reunimos con los miembros de la iglesia, y les explicamos el mensaje que yo anuncio a los que no son judíos. Luego me reuní a solas con los que eran reconocidos como líderes de la iglesia, pues quería estar seguro de que mi trabajo, pasado y presente, no iba a resultar un esfuerzo inútil» (Ga. 2:1-2, TLA).

Y oro para que por lo menos, en nuestras organizaciones pentecostales, los Institutos Bíblicos no desaparezcan. Si estuvieron llenos de bendiciones antes de nosotros y para nosotros, lo serán para las próximas generaciones emergentes de misioneros, predicadores, evangelistas, pastores y maestros. Los Institutos Bíblicos ayudan a abrir la mano ministerial de los cinco dones de oficio de Jesucristo para la Iglesia.

Con o sin Saulo de Tarso, el apasionado predicador, la obra del Señor continuaría adelante. Y en efecto así lo fue. ¡No somos imprescindibles! La obra no se caerá por nuestra ausencia. La obra se mantiene por la presencia de nuestro Señor Jesucristo. Él es quien la mantiene y quien la sostiene contra viento y marea.

«Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo» (Hch. 9:31).

Esas tres aéreas de «Judea, Galilea y Samaria» eran el foco inicial del trabajo misionero de la Iglesia Primitiva. El trabajo misionero comienza en nuestra zona geográfica. Se enfoca en nuestro norte, nuestro sur y nuestro mundo circundante. Aquellas comunidades de fe y de esperanza tenían paz. Fueron comunidades fundamentadas en la fe, temerosas en el servicio a Dios, y su fuerza provenía de la presencia del Espíritu Santo.

Un ministerio eficaz es promovido por el Espíritu Santo. El Señor Jesucristo está ya levantando en esta generación los José, los Josué, los David, los Eliseos, los Josías, los Joacim, los Daniel, los Pedro, los Bernabé, los Pablo. Y cuenta contigo para esta hora de la Iglesia y las misiones.

El Espíritu Santo da vida y fortaleza a la Iglesia, mueve a la misma, dirige a esta, la equipa para el ministerio y el servicio a los santos. Una congregación ungida por el Espíritu Santo es poderosa en señales y milagros. Y cumple con la razón de ser, que es adorar y alabar a Dios. Pero también cumple con su misión que es alcanzar a un mundo con el mensaje de Jesucristo, trayendo esperanza en su presente.

Conclusión

Saulo de Tarso, una vez convertido, ya no se movía por su voluntad, sino por la voluntad de Dios. Su nueva pasión era Jesucristo y su misión, la misión de hablar de ese nombre a todo el que pudiera.

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