Читать книгу La muerte - Kresley Cole - Страница 9
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DÍA 247 d. D.
—Voy a por ti, Emperatriz.
Me desperté y me incorporé de golpe. La Muerte rondaba mis sueños y mi mente. Era como si pudiera sentir su presencia en la cabeza; una sensación de pesadez.
Como si estuviera poseída.
Ese sueño con él había sido de lo más vívido. Me llevé las manos al vientre casi esperando sentir allí una espada.
Los detalles de su atractivo rostro flotaban en la linde de mis recuerdos. En el sueño parecía más joven de lo que era ahora, y su armadura negra había sido diferente, con una apariencia más antigua. ¿Era alguna especie de visión de otro juego, posiblemente anterior?
A la vez que la presencia de la Muerte se desvanecía, una corriente de aire sopló sobre mí. Levanté la cabeza y contemplé la estancia con nerviosismo. ¿Estaba sola en el laboratorio? ¿Con el cadáver en descomposición? ¿Era este sitio el culpable del mal presentimiento que albergaba, o se debía a la pesadilla?
—Vístete, Evie —gritó Selena al tiempo que bajaba las escaleras del sótano y me lanzaba una mochila resistente al agua a los pies—. ¡Rápido!
—¿Qué pasa? —Me arrodillé junto a la mochila y hurgué dentro. Encontré un anorak azul marino, vaqueros, calcetines gruesos, camisetas, e incluso un buen suministro de ropa interior. También había unas botas de cuero con cordones. Parecían ser de mi número.
Bajo la ropa había barritas Mayday, paquetes de MRE (es decir, comida de supervivencia), y geles energéticos; todo un almuerzo apocalíptico.
Mientras me quitaba a tirones la camiseta andrajosa que llevaba, Selena me puso al día.
—Los hombres del saco se han ido por hoy, pero Matthew ha visto que otros arcanos se están acercando. Las cartas vienen a matar, como ya había predicho —añadió con tono de superioridad.
—¿Quiénes?
—La Torre, el Juicio, y el Mundo.
Había visto a los dos primeros en plena batalla en una visión que me había mostrado Matthew. Ni aunque me muriese por participar en este macabro juego buscaría meterme con ellos, sobre todo cuando seguía estando tan débil por lo de ayer.
—¿Has oído sus llamadas? —¿Tan agotada estaba que ni siquiera las había oído mientras dormía?
—Todavía no. Creo que aún están demasiado lejos. Estábamos saqueando las reservas del Alquimista —el cabrón tenía de todo— cuando Matt ha empezado a murmurar algo sobre una sobrecarga de frecuencia. ¿Te suena de algo?
Negué con la cabeza.
—Dijo que esas cartas se acercaban rápidamente, que teníamos menos de una hora.
—¿Entonces podemos marcharnos? —Me preguntaba si tendría tiempo para drenar los robles, ¿o serían mi regalo de despedida para Requiem? Al ver que Selena asentía, le pregunté—: ¿Por qué te empeñas tanto en evitar pelear?
Me taladró con la mirada.
—Porque hoy perderíamos.
Buena razón.
Levantó un mapa plastificado del sureste moteado con agujeros de quemaduras.
—Voy a planear la salida de este valle. —Volvió a subir las escaleras como si fuera una gacela.
Me quité lo que quedaba de mis pantalones y me alivió ver que mi piel se había curado. Tras enfundarme los vaqueros nuevos —que eran demasiado largos y me apretaban en el culo: la historia de mi vida— me até las botas. Al menos esas sí me quedaban bien.
Eché una última mirada al lugar, me colgué la mochila al hombro y me precipité a subir al piso de arriba. Incluso en mitad de esta crisis, me di cuenta de que estaba nerviosa por ver a Jackson. No sabía cómo actuaría hoy. Ojalá hubiese soñado con él en vez de con la Muerte.
Bajo la tenue luz de la mañana, la casa parecía ser incluso más extraña, con la baba de los hombres del saco por doquier y los muebles tirados. La llovizna me mojaba el pelo a través del techo abierto. El celaje se movía a toda velocidad frente al sol atenuado. Después de haber pasado meses con el cielo azul o con tormentas de arena brutales, esta niebla gris daba repelús.
Eso sin mencionar la predicción de Matthew de que nos debilitaríamos bajo la lluvia mientras que nuestros enemigos se fortalecerían.
Mientras Selena leía el mapa atentamente, Finn ayudaba a Matthew a guardar más suministros en una mochila. Me percaté de que Matthew tenía puesto un abrigo nuevo. Un alivio, ya que había necesitado urgentemente algo calentito que ponerse. Como la mayoría de ropa que habíamos visto desde el Destello, tenía agujeros negros de bala, que sin duda habían sido el motivo de la muerte de su anterior dueño.
Sospechaba que Finn se lo había buscado. ¿El Mago cooperaba para compensar el daño que había causado? Aunque seguía cabreada con él por la ilusión, francamente creía que tenía buen corazón.
Pero ¿dónde estaba Jackson? Tuve un momento de pánico al pensar que se habría marchado. Pero no se iría sin decirme nada. No después de todo por lo que habíamos pasado. Tú eres la única para mí, peekôn.
Aun así, estaba a punto de preguntar cuando Selena anunció:
—Estamos en un valle con montañas en tres direcciones. Dos de ellos son demasiado altos como para escalarlos. El tercero lleva a la guarida de los caníbales.
Finn tragó saliva ruidosamente. Ya había visto a los caníbales cuando cruzó las montañas en el pasado.
Al percibir la angustia de Finn, Matthew le dio un golpecito en la cabeza.
—Venga, venga.
—La única carretera para salir de aquí es un cuello de botella —prosiguió Selena—. Si podemos salir antes de que lleguen los otros arcanos, yo voto por dirigirnos de nuevo al sur, a la cabaña de Finn. Atraigamos a la Muerte a nuestra madriguera y luchemos con él en nuestro terreno. Los poderes de Evie funcionan mejor cuando estamos preparados.
Finn se apartó la lluvia de la cara.
—¿Estás presuponiendo que voy a volver a invitarte a mi casa, Selena? No me iré de este pueblo contigo. Estaremos bien solos.
Ella se metió el mapa en la mochila.
—Escúchame tú, embustero de mierda, Evie es nuestro eje. Yo voy a donde ella vaya…
—Pues el eje sigue queriendo encontrar a su abuela —la interrumpí—. Como ya he dicho, yo voy a los Bancos Externos. —Eché un vistazo a nuestro alrededor—. ¿Dónde está Jackson?
Finn cerró la cremallera de la mochila de Matthew.
—Esto… Jack se marchó antes de que nos despertáramos —dijo con aspecto culpable—. Se ha ido, Evie.
—No es una carta —añadió Matthew. Nunca se había sentido cómodo con Jackson, un no arcano, pululando a nuestro alrededor.
—¿Ido, ido? —No, me negaba a creer que me abandonaría sin siquiera mirar atrás. ¿Como tú lo abandonaste a él?, susurró mi conciencia.
Selena puso los ojos en blanco.
—¿Qué esperabas? J.D. te vio en pleno modo Emperatriz, como en La tienda de los horrores. Creo que captó el mensaje: no somos humanos. Eso sin mencionar lo que escuchó en el sótano, que estábamos en el punto de mira de la Muerte. De ser él, yo también estaría alejándome de nosotros lo más rápido posible.
Parecía… justo.
—Me sorprende que no fueses tras él.
—Si yo también le hubiese gustado, a lo mejor le habría pedido que huyera conmigo —admitió Selena—. Aunque haya aceptado que aliarme contigo es lo único que podría salvarme la vida.
—Supongo que no va a volver, ¿verdad? —le pregunté a Matthew.
Matthew miró al cielo encapotado.
—Debería haberse despedido.
Inspeccioné el jardín y vi los cuerpos de los hombres del saco de la noche anterior. Jackson había recogido las flechas de los cadáveres antes de marcharse. Tan práctico como siempre, cajún.
Se me anegaron los ojos en lágrimas, pero me obligué a mantener una expresión neutra en el rostro.
—De todas formas, es lo mejor. —¡Me molestaba que se hubiera marchado!—. Su lugar no estaba con nosotros. —Estaba conmigo.
¿Ya no volvería a verlo nunca más? La idea me dolía más que si me clavaran una espada en el estómago.
—Si Jack sigue cerca, ¿estará a salvo de las otras cartas? —le pregunté a Matthew.
Este asintió.
—No es arcano.
Pero nosotros sí, lo cual implicaba que todos estábamos en peligro. Ahora mismo no podía permitirme pensar en Jack. Tenía que centrarme en cómo sobrevivir a la siguiente hora.
—Bueno, Evie, ¿qué hacemos? —Finn miró un nuevo reloj de pulsera—. Tendremos compañía en menos de cuarenta y cinco minutos. —Me preguntó como si yo fuera su líder, como si fuese a escuchar con interés lo que sea que una chica como yo tuviera que decir.
En el pasado nadie me había consultado nunca nada. Y me había parecido bien.
—Salimos del valle sorteando los obstáculos —dije—. Pero si queréis venir conmigo, entonces tenemos que firmar un pacto de no herirnos los unos a los otros, y rápido.
Selena y Finn fruncieron el ceño.
—¿Qué opciones tenemos? —pregunté—. Supongamos que volvemos a casa de Finn y la Muerte viene. Imaginaos que, de alguna manera, lo derrotamos. ¿Nos tomamos unos días para celebrar la victoria de nuestro equipo o empezamos a matarnos los unos a los otros directamente?
Al ver que seguían sin estar convencidos, proseguí.
—Matthew me mostró una visión de otra alianza de tres. Luchaban contra la Muerte. Estaban organizados, centrados y entrenados. No se habrían traicionado nunca, lo cual significa que tenían que estar planeando alguna forma de abandonar el juego. —Me giré hacia Matthew—. ¿Verdad?
No lo negó, simplemente dijo:
—Manipulamos el juego, el juego nos manipula. La batalla te llama.
—Sí —dije—. Puede que tengamos que luchar, pero eso no significa que tengamos que matarnos los unos a los otros. Si todos nos comprometemos, entonces no tenemos por qué convertirnos en asesinos. Vuestras manos están limpias. —A diferencia de la mía con el símbolo del Alquimista.
—¿Crees que ese pacto es medianamente factible para ti? —le preguntó Finn a Selena.
—Si se nos ocurre un modo viable de abandonar el juego, entonces no os haré daño a ninguno de vosotros —prometió—. De no ser así, volvemos a la primera alianza de derrotar la Muerte.
Intercambié una mirada con Finn. Supongo que tendremos que conformarnos.
Dio un golpecito al reloj.
—Se nos agota el tiempo.
Lo cual significaba que tendría que dejar los árboles. ¡De nada, Requiem!
—Muy bien. Primera orden del día de la alianza: corred.
Ambos se hicieron con sendas mochilas como si hubiese ordenado que nos marchásemos. Yo agarré la mano de Matthew y me precipité a salir al jardín.
—¿Puedes ver lo lejos que están las otras cartas? —Atravesamos el porche delantero… el lugar donde había acabado con el Alquimista. No había manchas de sangre. Los hombres del saco debieron de lamer los tablones del suelo hasta dejarlos limpios.
—Tienes que quedarte aquí y luchar, Emperatriz.
La mera idea me daba náuseas y lograba que me temblasen las piernas.
—Nos vamos a ir, cielo. Será más seguro para ti.
Cuando habló, sus grandes ojos castaños denotaban seriedad.
—Espero que te sientas aterrorizada, enfadada y triste mientras llueva.
—¡Matthew! ¿Por qué me dices eso? —Le dediqué una mirada herida—. No importa, ya lo hablaremos luego.
—La Muerte te observa. Golpea primero, o muere.
Siguió diciendo eso, pero aunque diera rienda suelta a todo mi arsenal, no sabía si podría matar a la Muerte. Atravesaría las barreras y las enredaderas con la espada. La armadura lo protegería contra las espinas y las garras. Igual que en mi sueño. Ahora que no estaba en pleno modo Emperatriz, no tenía muchas esperanzas de éxito.
—Cada amenaza a su tiempo, ¿vale?
No habíamos salido del jardín cuando todos se quedaron de piedra al unísono. Se oyeron las llamadas de los arcanos.
—¡Alzad la vista, muchachos, ataco desde arriba!
—Te observo con ojos de águila.
Ya había oído esas llamadas antes, había visto a sus propietarios en las visiones compartidas de Matthew. La primera pertenecía a la carta de la Torre, Joules. La segunda era de Gabriel, la carta del Juicio, un chico con alas.
Mierda, ¡estaba pasando ya!
—¡Matthew, nos dijiste que teníamos una hora!
—Menos de. Esto es menos de.
—Ya están en el valle. —Selena frunció el ceño—. Y si hemos oído sus llamadas, ellos seguro que también han oído las nuestras. Ya no podemos huir de ellos. El cuello de botella es demasiado estrecho.
Justo cuando Finn dijo «Nosotros cuatro podemos arreglárnoslas contra dos, ¿no?», oímos otra llamada más.
—Te tengo en la palma de la mano.
Nunca había oído esa antes.
—¿Quién es?
—Tess Quinn, la carta del Mundo, una de las elementales —respondió Matthew—. La quintaesencia viaja por todo el mundo.
¡Lo que daría por un anillo descodificador!
—¿Cuáles son los poderes de Tess?
—Intangibilidad, levitación, manipulación del tiempo, teletransportación, proyección astral… —Cogió aire para seguir.
Yo lo corté.
—Vale, vale. ¿Qué hacemos?
—El trío viene a por ti. Joules te quiere matar para fastidiar a la Muerte.
Justo entonces oímos a la Parca decirles a todos los arcanos:
—La vida de la Emperatriz es mía. Obedeced y no os mataré hasta dentro de muchos años.
—¿Por qué ese tal Joules se la tiene tan jurada a Evie? ¿Y por qué le importa a la Muerte? —preguntó Finn.
—Matthew me enseñó una visión de la Muerte matando a Calanthe, la novia de Joules —expliqué enseguida—. Ella era la carta de la Templanza. Joules se quedó hecho polvo. La Torre, el Juicio y la Templanza eran los tres de la alianza que he mencionado antes.
Selena sacó el arco.
—Si Joules quiere a Evie, entonces va a tener que luchar por ella.
Qué extraño era que Selena estuviese ahora tan empeñada en protegerme. Me preguntaba qué le habría dicho Matthew exactamente.
—¿Cómo vas de energía? ¿Algo? —me preguntó Finn—. Yo estoy en las últimas.
—Y yo sigo solo con una flecha —añadió Selena—. A lo mejor podemos preparar una trampa y tenderles una emboscada.
—Conservar y converger —trinó Matthew.
—¡Hola! ¿Os estáis oyendo? —Me masajeé las sienes—. ¡No vamos a luchar contra ellos! Si estamos cara a cara tenemos que intentar aliarnos con ellos. Entonces seríamos siete, unidos contra la Muerte. Nadie tiene más motivos para odiarlo que Joules. Podemos usar eso en nuestro beneficio.
Selena me miró como si estuviese loca.
—O Joules puede acabar con todos nosotros, conseguir nuestros símbolos y más poder para derrotar a la Muerte él solo. Estamos hablando de la Torre, un peso pesado.
—Por mucho que odie admitirlo —dijo Finn—, Selena tiene razón. Si intentamos reclutarlos cuando estamos débiles, va a parecer que estamos desesperados. Tenemos que bajarles los humos primero, y luego ofrecerles misericordia si se unen a nosotros.
Tenían razón. Esta alianza era como mi antiguo equipo de animadoras: tenía que parecer que las más populares estábamos en él, si no nadie se presentaría a las pruebas.
—Matthew, necesitamos tu ayuda. ¿Qué hacemos?
—Mira mis zapatos nuevos. —Levantó una bota—. Finn dice que ahora sí que parezco todo un macarra. —Luego frunció el ceño—. ¿Eso es bueno?
—Sí, sí, pero…
—Él se ocupó de mí cuando tú me abandonaste.
Dios, la culpa. Me precipité a responderle.
—¡Creí que estarías más seguro en casa de Finn que conmigo por ahí fuera! Ya sabes lo peligroso que va a ser llegar a la costa. —Pero, bueno, eso es lo que había creído antes de comprender lo letal que podía llegar a ser.
—¡Emperatriz peligrosa!
—No tenía ni idea de que Jackson os fuese a traer a todos hasta aquí. —Había venido a por mí; quería estar conmigo. Hasta que presenció lo que era—. Cielo, ¿puedes concentrarte, por favor? ¿Qué deberíamos hacer?
—Luchar hasta la muerte.
—¡Maldita sea, Matthew!
Selena me agarró del brazo.
—¿Quieres que me una a esa estupidez tuya de hacer el amor y no la guerra? Entonces convénceme de que es posible. Puede que no seas capaz de derrotarlos, pero será mejor que parezca que sí…