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b) Técnica compositiva

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Lactancio, como dice Jerónimo, es un torrente. Ya dijimos más arriba que la obra tiene, en general, un esquema, un plan, que sin duda fue ideado por el autor; y este esquema es seguido. Ahora bien, a pesar de ello, la lectura de la obra produce la impresión de que todo es improvisación, de que a Lactancio se le van acumulando las ideas y de que las va exponiendo a medida que las saca de ese cúmulo sin ningún orden fijo. De ello son prueba los excursus continuos, las repeticiones y la unión de detalles no estructurados. Pero todo ello no quiere decir que la obra no responda a un plan, como lo demuestra el análisis que más arriba hicimos sobre el contenido de la misma y como lo evidencian también las constantes fórmulas de transición.

Excursus . — Son frecuentísimos en la obra lactanciana, y algunos de ellos muy amplios. Estos excursus hacen incluso a veces difícil la identificación de la estructura de un libro o de un conjunto de capítulos, dando la impresión de improvisación, que ya hemos apuntado.

Tal sucede, por ejemplo, en el libro segundo. En este libro se habla de las causas del error de las religiones paganas; y esas causas son tres: las estatuas son efigies de hombres muertos, los hombres adoran cosas de la naturaleza, y los demonios son los causantes, en definitiva, de los errores de los ritos paganos. Estas tres causas constituirían el esquema del libro segundo; ello está claro porque en el capítulo que sirve de conclusión a este libro, el 17, dice Lactancio textualmente: «He demostrado que las religiones de los dioses son falsas por tres razones: primero…; en segundo lugar…; en tercer lugar». Pues bien, esto, que está tan claro en el capítulo 17, no lo está tanto en el curso de la lectura del libro. Y ello, porque introduce un larguísimo excursus que rompe el hilo conductor de la argumentación: efectivamente, en los capítulos 2-4 habla de las estatuas, que suponen el primer error de las religiones paganas; hasta aquí todo está claro; en los capítulos 5-6 habla de la adoración por parte del hombre de las cosas de la naturaleza, lo cual es el segundo error de las religiones paganas; ello también está claro. Pero a partir de aquí se rompe el hilo conductor: se empieza a hablar de los milagros que se cuentan de las religiones paganas —que los dioses hablan, se vengan, etc.—; esto le da pie para hablar del origen de los prodigios y de su explicación racional; pero ese origen le lleva a hablar del origen de la materia, de la creación del mundo, del diluvio y de lo que vino después. Todo esto comprende seis capítulos (8-13). Se acuerda entonces de que se ha alejado demasiado del tema, y vuelve al origen del mundo, y concretamente al origen y nacimiento de los demonios; y es aquí —después de varios capítulos— donde encontramos la clave: son los demonios los culpables de lo que sucede en los ritos paganos; ellos son la tercera causa del error; pero se ha llegado a ella tras un largo excursus . ¿Quiere ello decir que este libro no responde a un plan preconcebido? No; parece claro que el libro tiene ese plan, como ya hemos dicho: exponer las tres causas del error (estatuas, culto a la naturaleza y demonios). Lo que ha sucedido —creemos— es que Lactancio ha cambiado el hilo de la argumentación sobre la marcha: comienza argumentando que las religiones son falsas porque en ellas se adora a estatuas; sigue argumentando que son falsas porque se adora a cosas de este mundo o de la naturaleza; y aquí da un giro a la argumentación; en lugar de pasar a exponer la tercera causa de falsedad, argumenta mentalmente así: si son falsas por lo negativo, ¿serán verdaderas por lo positivo, como los milagros?; y termina respondiendo que no, porque los responsables de esos prodigios son los demonios; pero, para llegar a los demonios, ha tenido que explicar antes el origen de la materia, la creación del mundo a base de dos elementos —uno positivo y otro negativo—, la creación del hombre —también con dos elementos, uno positivo y otro negativo—; y el tema de la creación del hombre le lleva hasta el diluvio. Y ¿por qué para llegar a los demonios ha tenido que hablar de todo esto? Simplemente porque, de la misma forma que Dios creó el mundo con un elemento malo y otro bueno, y al hombre con un componente bueno y otro malo, así también creó espíritus buenos y espíritus malos; y los espíritus malos son los demonios.

Veamos ahora otros excursus , no tan amplios, pero que aparecen con frecuencia a lo largo de la obra. Su motivación o excusa puede ser muy variada.

Algunos no son nada más que un paréntesis o comentario moral. En medio de una exposición, se hace un aparte para introducir una enseñanza moral. Es evidente que estos excursus tienen una clara explicación dentro del contenido y objetivo de la obra anteriormente expuestos: la obra es apología y exposición doctrinal; pues bien, estas dos partes no están siempre separadas: en medio de la apología, o en medio de la exposición de errores de los paganos, se introducen con frecuencia apartes de tono moralista cristiano. Así, cuando habla de Hércules y de sus hazañas, entre las que incluye la victoria sobre un león y un jabalí, introduce un excursus para hablar de la fortaleza de aquellos que vencen, no a un león, sino a las tentaciones de la ira, del lujo, de la soberbia, etc. 54 . Cuando habla de Júpiter y de la leyenda según la cual éste fue sometido por Cupido, hace un pequeño aparte de contenido moral: «El que carece de virtudes y es dominado por la pasión y los malos placeres, está sometido, no a Cupido, como imaginó el poeta, pero sí a la muerte eterna» 55 ; se trata de una evidente alusión a una idea de la doctrina cristiana; el mismo Lactancio es consciente de que se ha salido del tema, porque inmediatamente después dice: «Pero dejemos la moral y centrémonos en el tema». El capítulo 20 del libro primero está dedicado a la veneración de los dioses indígenas de Roma por parte de los paganos: entre ellos, habla de la introducción de estatuas de Cupidos y Amores en los gimnasios; ¿qué sentido tiene, en un capítulo dedicado a los dioses indígenas de Roma, hablar de dioses griegos, como son Cupido y Eros? El sentido parece ser doble: por una parte, esa alusión tiene la finalidad de introducir un excursus moral sobre la inmoralidad de la juventud romana en los gimnasios; en segundo lugar, esa alusión no sería nada más que un procedimiento de transición: ha hablado de la divinización de la diosa Mente; va a hablar de la divinización de las diosas Piedad, Virtud, Lealtad; para pasar de una a otra se sirve de un texto de Cicerón en el que éste dice que no se debe adorar a vicios como el Amor (Cupido y Eros), sino a virtudes, como la Piedad, etc. 56 ; la alusión de Cicerón a Cupido es la que le da ocasión para el excursus moral. El libro segundo, según hemos dicho más arriba, está dedicado a la exposición de los errores de las religiones paganas; el segundo de esos errores consiste en adorar a cosas que son de este mundo (cap. 5-6); pues bien, esto le da pie para hacer en el capítulo 6 un excursus moral sobre la ambición de riquezas y de lujo.

Otros excursus tienen una finalidad puramente erudita. Vienen a ser algo así como las notas actuales a pie de página. En este sentido hay algunos excursus interesantes y otros que son meros paréntesis. Así, en el capítulo 6 del libro primero, cuando por primera vez habla de los libros herméticos, introduce un excursus sobre el autor de estos libros, Hermes Trismegisto; habla de los cinco Mercurios, del Mercurio llamado Trismegisto («El tres veces máximo»), de sus obras, etc. Un poco más adelante, en el mismo libro y en el mismo capítulo, va a recurrir por primera vez al testimonio de las Sibilas; con ocasión de ello, introduce otro largo excursus sobre las Sibilas: significado del término, identificación de las distintas Sibilas, etc. Son interesantes estos dos excursus , puesto que, al hablar por primera vez de dos de sus fuentes más importantes, Lactancio indica cuáles son esas fuentes y cuál es su autoridad.

Ocasionalmente, aprovecha la oportunidad para introducir excursus que no son otra cosa que la exposición de su pensamiento o de un elemento apologético. Así, cuando habla de las hazañas de Hércules, apoya la veracidad de las mismas en el testimonio de los poetas; ante el temor de que alguien pueda dudar de este testimonio, hace un pequeño excursus crítico defendiendo la autenticidad de este testimonio (1, 9, 9). En el mismo sentido se mueve el largo excursus de 1, 11, 17 ss.: está hablando de los hechos de Júpiter; ante el temor de que alguien pueda decir que eso son figuraciones de los poetas, Lactancio se esfuerza por demostrar que no son figuraciones, sino hechos reales que los poetas tiñen de color poético. En el capítulo 17 del libro tercero habla Lactancio de la doctrina epicúrea; allí se dice que Epicuro se dio cuenta de que los buenos lo pasaban mal y los malos bien; pues bien, en lugar de seguir con el razonamiento epicúreo, introduce un texto de Lucrecio sobre la destrucción de los templos, con un comentario a ese texto; en este excursus se aprovecha también para criticar un texto erróneo de Cicerón. Son frecuentes los excursus en este sentido: el de lamentar los errores de su maestro Cicerón. Da la impresión de que a Lactancio le apena que Cicerón cometiera errores. Así, cuando recoge el texto de Cicerón en el que éste reconoce el duro golpe que le dio la fortuna con la muerte de su hija, Lactancio se queja, en un aparte, de que esto fuera para Cicerón, hombre sabio como era, un golpe de la fortuna (3, 28, 10 ss.). Como exposición de su pensamiento con motivo de cualquier excusa puede considerarse el excursus de 5, 7, 5 ss.; uno de los principios del pensamiento lactanciano es el de la oposición entre el bien y el mal: pues bien, no pierde ocasión de repetirlo; esto da lugar a excursus , puesto que aprovecha cualquier excusa para hacerlo; así, en 5, 7, empieza a hablar de la venida de Cristo al mundo; pero Cristo ha venido sólo para unos pocos; esto le permite volver a hablar del bien y del mal, de la virtud y del vicio. Como apoyo de su propio pensamiento es introducido todo el capítulo 10 del libro quinto, capítulo que es todo él un excursus en medio de un tema completamente distinto: efectivamente, en el capítulo 9 se habla de la maldad de los paganos; en los capítulos 11 y siguientes se sigue hablando de la crueldad de los perseguidores y de las persecuciones; el capítulo 10, sin embargo, está todo él dedicado a la pietas . ¿Qué sentido tiene este capítulo? No es nada más que un excursus para demostrar algo que ya se demostró en los libros I y II: la falsedad del culto a los dioses. Efectivamente, el razonamiento de Lactancio es ahora éste: si los paganos se equivocan en la persecución de Cristo y de los cristianos, también se equivocan en su culto politeísta, en su pietas hacia los dioses; y esto le da pie para hablar de la pietas pagana. En este caso el tema central es la crueldad de los paganos y el excursus su pietas . En el capítulo 18 del libro primero sucede lo contrario: el tema central es su pietas y el excursus la crueldad; efectivamente, se está hablando de los dioses adorados por los paganos, concretamente de Hércules, Ceres, Líber, etc.; y la fortaleza de Hércules le sirve de excusa para hablar de la fortaleza militar de Roma, que la ha convertido en una de las ciudades más crueles de la Antigüedad.

A veces, los excursus no son nada más que un dar rienda suelta a lo que viene a la mente, sin preocupación alguna por la estructuración del pensamiento. Así en 1, 11, al hablar de Júpiter, recuerda que este dios se abstuvo de unirse con Tetis porque había un presagio que decía que el que naciera de aquella mujer sería más grande que su padre; esto le da pie para hablar de Temis, la diosa de los presagios, de las debilidades de los dioses, de sus juramentos, de los juramentos de los hombres en nombre de los dioses, de los hados y de las Parcas; son ideas todas ellas que se van encadenando tumultuosamente en el pensamiento. Situaciones de este tipo son frecuentes en la obra de Lactancio.

En resumen, si bien la obra de Lactancio responde a un esquema general, como ya hemos dicho en el capítulo anterior, lo cierto es que en el desarrollo del esquema el autor se nos presenta con frecuencia como un torrente tumultuoso de ideas que se van acumulando en su mente y que él va exponiendo a medida que se le van ocurriendo: cualquier momento es bueno para introducir una enseñanza, para exponer un pensamiento, para atacar a los enemigos.

Repeticiones . — Otra prueba de la escasa elaboración son las repeticiones. Efectivamente, con frecuencia Lactancio repite algo que ya ha dicho anteriormente; algunas veces, esta repetición es necesaria porque, tras un largo excursus , se hace necesario volver al tema abandonado; pero en otras ocasiones no es nada más que una evidente falta de elaboración y una prueba más de atropellada acumulación de pensamientos.

El libro primero está dedicado, como ya hemos dicho, a la refutación de las religiones paganas. El motivo fundamental del libro es la idea evemerista de que los dioses son hombres antiguos divinizados por los otros hombres en virtud de alguna acción importante; pues bien, tras exponer las «hazañas» de los dioses (9-14), se propone hablar de los motivos de divinización; y comienza a exponer esos motivos en el capítulo 15; pero se acuerda de pronto de otras «hazañas» de los dioses, y dedica los capítulos 16 y 17 a hablar de los apareamientos entre los dioses y diosas y de otros pecados de los dioses; y en el capítulo 18 vuelve a hablar de nuevo de los motivos de divinización. Es una evidente falta de elaboración.

El libro tercero está dedicado a la refutación de la filosofía pagana y tiene dos grandes bloques: en primer lugar, el análisis de las escuelas (4-15) y, en segundo lugar, el análisis de los filósofos (17-24); pues bien, tras cada uno de estos bloques repite un capítulo de contenido idéntico: que la filosofía no equivale a sabiduría auténtica (cap. 16 y 25). Es verdad que en el capítulo 16 se dice que la filosofía no equivale a sabiduría auténtica porque los filósofos no protagonizan acciones buenas, y que en el 25 se dice lo mismo, pero aduciéndose como causa el hecho de que la filosofía no es patrimonio del pueblo, sino de unos pocos. Pero, de todas formas, el tema central de ambos capítulos es el mismo y quizás hubiera respondido a una estructuración mejor su no repetición.

Otras veces las repeticiones son necesarias tras un largo excursus . Dé ahí el uso frecuente en Lactancio de frases del tipo «vuelvo al tema que dejé» o parecidas. También son, en definitiva, prueba de la falta de elaboración del trabajo.

Unión de detalles no estructurados . — «Podría sentirme contento con lo que ya he dicho, pero quedan todavía por decir muchas cosas necesarias para la obra que he planificado. Pues aunque yo, al destruir la propia raíz de las religiones, las haya eliminado a todas, me está, sin embargo, permitido tratar otras cosas». Estas palabras del propio Lactancio, que son el comienzo del capítulo 16 del libro primero, son una prueba de que él mismo es consciente de que se pueden acumular ideas y pensamientos nuevos. Él mismo lo hace en ese capítulo y en el siguiente, donde acumula detalles y más detalles sobre los pecados de los dioses: al hablar de lo absurdo que es que existan diosas, acumula un argumento ab absurdo (si existen diosas y dioses tienen que unirse y, si se unen, tienen que estar naciendo constantemente dioses; luego el mundo tendría que estar lleno de dioses, ya que nacerían, pero no mueren), una cita de Séneca, un acervum (si hay dioses y diosas, es que tienen casas; si tienen casas, tienen ciudades; si tienen ciudades, tienen campos; si tienen campos, aran y cultivan; si aran y cultivan, son hombres), el mismo acervum al revés y un silogismo; y después sigue con otros pecados de las diosas: de Isis, de Ceres, de Deméter, de Juno, de Venus, de Minerva, de Diana.

La lectura de la obra de Lactancio da, en definitiva, esta sensación de acumulación de ideas y de pensamientos. No vamos, pues, a insistir ya más en detalles. Sí vamos a recordar, sin embargo, la composición total de un libro entero, como prueba de que ello es efectivamente así. Hemos escogido el libro quinto. De acuerdo con la estructuración total de la obra, los libros I y II tratan de la verdadera religión, los libros III y IV de la verdadera sabiduría, y los libros V y VI de la verdadera conducta y forma de vida; todo ello, con la particularidad de que los libros I, III y V son el rechazo de las falsas religiones, de la falsa sabiduría y de la falsa conducta, respectivamente. Y, efectivamente, al comienzo del libro V se empieza diciendo que intenta discutir y disputar con los enemigos del nombre cristiano, de la misma forma que al comienzo del libro tercero se había dicho que la discusión iba con los filósofos 57 . El libro quinto, pues, está dirigido en principio a rechazar la conducta de los enemigos de los cristianos: y efectivamente, así empieza el libro, exponiendo la doctrina de dos enemigos: Porfirio y Hierocles. Pero, inmediatamente después, en el capítulo 5, pasa a hablar de la iustitia , para volver en el capítulo 9 a hablar de otros enemigos, los perseguidores; y vuelve en el capítulo 14 a la iustitia , para recordar en el 21 a otros enemigos, que son los auténticos: los demonios; y termina en el capítulo 22 de nuevo con la virtud. Es un libro, pues, en el que se van mezclando los ataques a enemigos y perseguidores con pensamientos sobre la virtud cristiana. El libro se nos transmite con el título De iustitia; también podía llevar el de De falsa iustitia; pensamos incluso que éste sería el título más apropiado, ya que el libro está pensado en una primera instancia como una refutación de los enemigos y perseguidores, y porque de esta forma sería el correlato auténtico de los títulos de los libros I (De falsa religione) y III (De falsa sapientia) . Lo que ha sucedido es que tras ese comienzo y esa intención primera trata frecuentemente de la «justicia verdadera» a lo largo del libro. Es, pues, una mezcla de pensamientos e ideas en un sentido y en otro.

En definitiva, pues, la obra está pensada como una exposición de la doctrina cristiana; pero en esta exposición, perfectamente estructurada en sus líneas generales, se produce una mezcla y una acumulación atropellada de ideas y pensamientos a la hora de descender al detalle. Todo eso no sería nada más que el producto de ese fluuius de elocuencia al que ya aludía Jerónimo.

A pesar de todo ello, y como prueba de que la obra está pensada de acuerdo con un plan, hay que decir que son frecuentes las fórmulas y capítulos de transición que ponen de manifiesto cómo los distintos libros e incluso capítulos se van articulando en el conjunto.

Procedimientos de transición . — Son frecuentes sobre todo entre libro y libro; y ellos son los que ponen de manifiesto lo que acabamos de decir. Así el comienzo del libro II: «Aunque ya en el primer libro he demostrado que las religiones de los dioses son falsas…, sin embargo, para que no quede duda alguna, este segundo libro declarará el propio origen de los errores y explicará todas las causas por las cuales los hombres engañados creyeron en un primer momento en la existencia de los dioses y perseveraron después, con inveterado convencimiento, en las supersticiones indignamente aceptadas». El mismo libro II acaba así: «He terminado, si no me engaño, una considerable y difícil parte de la obra que programé… Ahora tengo delante una lucha mucho más importante y difícil con los filósofos». El capítulo 2 del libro III comienza así: «Ahora, puesto que ya en los dos libros anteriores ha sido demostrada la falsedad de las religiones y se ha puesto de manifiesto el origen de todos los errores, la función de este libro consistirá en demostrar también cuán vana y falsa es la filosofía»; y el mismo libro III termina así: «Y, aunque en los libros anteriores, al refutar las falsas religiones y rechazar la falsa sabiduría, he demostrado dónde está la verdad, sin embargo, el próximo libro demostrará con más claridad en qué consiste la verdadera religión y la verdadera sabiduría». Y así podríamos seguir citando en este mismo sentido los comienzos y finales de los restantes libros.

Las fórmulas de transición no sólo se dan entre libro y libro, sino también entre los distintos temas dentro de un mismo libro. Ello es evidente, por ejemplo, en el libro primero; fórmulas de comienzos y finales de capítulos como las siguientes vienen a corroborarlo: «Aceptado, pues, el principio de explicar la verdad» (2, 1); «empecemos, pues, nuestra obra» (3, 1); «ahora demostraré con testimonios que el poder divino es uno» (3, 24); «pero dejemos a un lado los testimonios de los profetas» (4, 1); «acerquémonos a los autores» (4, 2); «pero dejemos a los poetas y vayamos a los filósofos» (4, 15); «pasemos ahora a los testimonios divinos» (6, 1); «nos queda ahora aducir testimonios más seguros» (6, 6); «pasemos ahora a su padre» (11, 50); «una vez que he interpretado el significado oculto de los poetas…, volvamos» (12, 1); «podría sentirme contento con lo que he dicho, pero quedan todavía por decir muchas cosas necesarias para la obra que he planificado» (16, 1); «consideremos, si parece bien, las desgracias de los infelices dioses» (18, 18); «paso ahora a la religión genuina de los romanos» (20, 1); «hemos hablado de los dioses que son adorados; ahora hay que decir algo de sus ritos y misterios» (21, 1); «ahora, puesto que ya hemos descubierto el origen de las vanas supersticiones, queda conocer también la época en que vivieron aquellos cuya memoria se recuerda» (23, 1). Fórmulas parecidas se encuentran en todos los demás libros. Hemos presentado esta selección de fórmulas de transición para que se pueda comprobar que Lactancio, a pesar de los excursus , de las repeticiones, etc., sigue un plan preconcebido y es consciente de que ese plan se va desarrollando.

Instituciones divinas. Libros I-III

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