Читать книгу Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher - Страница 10

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Capítulo 3

Probablemente sea un poco masoquista por mi parte meterme en la playa. Confío en que a estas horas, que la escuela sigue cerrada, no habrá moros en la costa. Además, surfear siempre ha sido mi pasatiempo favorito. Me ayuda en muchos sentidos y ahora, que es cuando más lo necesito, no puedo quedarme sin él. Entiendo que en este trozo de la playa manden los Velasco, pero yo también tengo derecho a disfrutarla.

Por una vez la suerte está de mi lado y puedo pasar mi momento tranquila. No me he dado cuenta y me he sumergido durante dos horas. Qué ganas tenía de volver a sentirlo tanto. Esto es lo que realmente necesitaba. Y no sabéis lo bien que te deja hacer lo que más te gusta en este mundo. El posado para una foto, el desfilar en una pasarela o el que te hagan sentir especial con cualquier trapo está muy bien, pero las sensaciones que te provoca tu hobby más preciado son otro nivel.

Y lo mejor de todo es que me ha servido para desconectar. Para no pensar en todo lo que ha pasado en dos días. En ningún momento he pensado en Álvaro y en que ya no vamos a tener nuestro final feliz. Eso es lo mejor de todo. Que sea capaz de evadirte del mundo y solo tengas que dedicarte a disfrutar. Aparte, claro, de que me deje renovada y con un humor increíble para empezar el día con buen pie.

He podido sentir el viento, el aire, la paz y la tranquilidad. He podido incluso cerrar los ojos controlando las olas, sumergirme en el aire y sentirme libre. No es que no lo sea, pero la sensación dentro del mar es diferente. No negaré que he podido centrarme un poco en mí misma, en mis últimos años, en las cosas que podría haber hecho y por qué el destino me ha traído hasta aquí. ¿Por qué no me ha ayudado a que tomara decisiones distintas en mi vida? No me arrepiento del camino que elegí, solo pienso que hay cosas que se podrían haber modificado. En fin, que agradezco este momento con mi yo interior; si debo enfrentarme a todo y cambiar el rumbo que tenía pensado para mí, este es, sin duda, un buen inicio.

Cuando me retiro puedo ver como Teresa está abriendo el portal de la escuela. No me sorprende que sea ella quien lo haga. Los Velasco no aparecen mucho por aquí, quizás el pequeño lo haga más a menudo, pero el resto nunca ha sido muy afín al surf. Álvaro lo hacía porque a mí me entusiasma y disfrutaba solo con verme feliz, aunque tengo que admitir que nunca lo vi realmente apasionado por montarse encima de una tabla. Me gustaría saber si ahora lo comparte con Teresa por el mismo motivo, o simplemente es un recuerdo que guardaremos de los dos. Pensando esto me doy cuenta de las tantísimas dudas que tengo y de que no sé si llegaré a plantearlas todas en voz alta. No quiero comparar. No quiero hacerme daño. Y sin embargo es inevitable comerme la cabeza. Me imagino que es normal, ha sido mi única relación, es mi gran amor, sí, en presente y duele solo de pensar que no va a ser para siempre. Necesito entender por qué, necesito saber qué le aporta ella, necesito saber qué comparten, necesito saber cómo se siente con ella, necesito saber si disfruta más… Necesito saber infinidad de cosas. Probablemente parezca una psicópata, aunque tampoco sé si es normal que me haga tantas preguntas.

¿Realmente duele tanto? Tendría que ser sencillo, la respuesta a todas estas dudas tendría que conocerla a la perfección, puesto que si no fueran positivas no hubiese dado un paso tan importante con ella. Así que debo empezar a hacerme a la idea de que realmente es mejor que yo, que se lo merece más, y consolarme con que tal vez algún día yo también dé ese paso, yo también logre superarlo a pesar de que ahora mismo sea la última de mis opciones.

Vuelvo a pasar el día con mi abuela, esto va a ser mi mejor terapia. Algo mutuo, que nos va a servir a las dos. Yo le hago compañía y ella me entretiene con cualquier historia sobre los famosos del momento. Estar en su casa es como estar en un universo paralelo y me mantiene alejada de todo lo que hay tras esa puerta. De todas maneras, hoy me marcho antes porque necesito preparar la cena antes de que lleguen mis invitados. Cuando llego a casa me doy cuenta de que mi móvil lleva todo el día enchufado al cargador. Suerte que estoy de vacaciones y me he prometido desconectar en todos los sentidos, que esto me llega a pasar en mi día a día, en la Gran Manzana, y ya sería mujer muerta.

Lo cojo más por inercia que por otra cosa y, entre todos los mensajes, no puedo creerme que tenga tres de Álvaro y un par de llamadas. Dijo que necesitaba tiempo, dijo hasta la semana que viene. ¡Pues joder, cúmplelo! La que no cumple soy yo, porque no puedo evitar echarle un vistazo al móvil antes de volver a depositarlo en el mismo sitio donde estaba y seguir con mi ritual de desconexión.

Álvaro: Me alegra saber que sigues usando nuestra tabla, ha sido increíble verte en el agua esta mañana.

Álvaro: Sé que te pedí tiempo, pero necesito verte para entenderlo todo.

Álvaro: ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?

¿Desde dónde me ha visto? ¿Qué necesita entender? Esto no es sano. No puede generarme más preguntas de las que ya tengo cada vez que decida aparecer. No, simplemente no puede hacerme esto. Es él quien ha decidido rehacer su vida. Es él quien ha cerrado completamente nuestra oportunidad. Y es él quien debería darme este espacio para procesarlo todo, hacerme a la idea y encajar mi derrota. Porque sí, aunque no lo sea, lo considero como tal, como una derrota. ¿Sabrá Teresa que estoy aquí? ¿Sabrá ella que nos vimos el otro día? ¿Sabrá que me espiaba esta mañana? No quiero pensar mal, pero quizás lo sabe todo y se contenta con ello. Sí, lo sé, en mi ser más interno quiero pensar que me sigue queriendo a mí y que ella es su consolación. Y siendo realista, tampoco sería la primera vez que una mujer enamorada asume que su marido está colgado de otra, pero se conforma con tenerlo en cierto modo. Lo sé, no debería ser tan cruel, lo único es que duele menos pensar así que creerme que realmente ha conseguido olvidarse de mí, de nosotros, de lo nuestro.

Prefiero no responder. Si quiere tener información lo tiene tan fácil como que su padre le sonsaque al mío en el café que comparten cada mañana, así que, si quiere saber de mí, lo va a tener que hacer por mensajeros. Mi agente sabe que solo responderé correos, así que no voy a volver a coger el móvil en todo el mes, o mejor dicho, lo imprescindible, que hoy en día no sabemos vivir sin él. Espero que mis fieles seguidores lo entiendan. Ya informé en mi última publicación que me iba a desconectar unos días, y como no quiero revelar mi destino, no hace falta que suba información.

—Espero que la cena sirva para ese cosmopolitan que me perdí ayer, o para la receta… —No hacen falta presentaciones formales, si está con Vanesa, sabe perfectamente cómo soy.

—La receta es hacerlo con cariño, pero no puedo revelarte mi secreto; así la conquisté —me responde el invitado—, pero prometo servirte dicha copa esta noche.

—No te lo creas, no me conquistó con un cosmopolitan —ya, probablemente fueron un par y una gran noche de sexo—, y hoy solo un par; mañana tengo que bajar a la ciudad con Natalia a primera hora.

—Me conformaré con ello.

De todas maneras, no me queda otra. Todavía no estoy preparada para enfrentarme a los demás. Y por lo visto, nadie de los del pueblo frecuenta el bar del hotel entre semana, todos siguen siendo fieles al pub, lo que me permite pasar desapercibida. Tampoco es que quedemos muchos de mi quinta, no todos tienen negocios familiares a los que agarrarse y prefieren hacer su vida en otras circunstancias. Lo que me sorprende es que Fede cuente que el hotel inauguró hace seis meses y que no han tenido ni un fin de semana con habitaciones libres. Durante la semana suele ser más tranquilo. Aunque algún huésped se instala, pero el bar queda desierto. Me gustará asistir a alguna fiesta el fin de semana, quizás también me venga bien rodearme de gente diferente a la que pretendía encontrarme aquí. Que esté lleno es bueno para el pueblo, y todo lo que sea bueno para él, es bueno para mi familia, así que bienvenido sea. Me alegra también saber que el surf es cada vez más conocido y que haya más gente a quienes les guste coger olas.

Vanesa y Fede se conocieron en la inauguración del hotel. Ya me extrañaría a mí que Vanesa se hubiese perdido un acontecimiento como ese. Y la chispa saltó desde el inicio. Fede vino aquí buscando un cambio, necesitaba dejar pasar ciertos asuntos y buscar algo más tranquilo, alejado de lo que era su mundo. No he querido indagar mucho porque creo que no me corresponde entrometerme en esta historia. Pienso que, incluso, quizás es una manera de decirme que, cuando me vuelva al continente americano, será como mi vía de escape. Si a él le ha servido para tirar hacia delante, a mí puede pasarme lo mismo ahora que sé lo que me depara mi futuro aquí.

—Debo decir que en Bolonia todo el mundo te conoce. Tentado estuve de hacerte una foto ayer y enviarla a mi grupo de amigos, ahí tienes más de un admirador —ha querido bromear.

—Pues vámonos de viaje a Italia cuanto antes. —Solo quiero comprobar si la teoría de que un clavo saca otro clavo es cierta.

No malinterpretéis, he estado con otros chicos, aunque han sido más bien relaciones esporádicas. Yo tenía mi corazón entregado completamente a una persona, y, cuando estás cegada por eso, ya pueden aparecer mil y uno por delante que no lo van a conseguir. Ahora prefiero pensar que voy a abrir la mente y dar la oportunidad de conocer a alguno más detenidamente. Quizás me sorprenda y puedan aportarme algo que no haya encontrado todavía. Mejor ser una ilusa que una deprimida, creedme.

Vanesa se apunta rápido a un viaje y, por lo visto, no es la primera vez que hacen una escapada a ese país. De todos modos, yo me subo muy deprisa al carro, pero temas de viajes los voy a tener que gestionar con mi agenda. No estaría bien que el poco tiempo que vengo de visita aproveche para escaparme un par de días. Tendrá que ser más adelante y cuando tenga todas las campañas programadas. Espero que para entonces la herida se haya curado, aunque que sea un poco, sin mencionar que Italia es un país que frecuentamos bastante para pasarelas, así que será más sencillo hacerlo más adelante.

—Enséñale lo que puede encontrarse por ahí — le anima Vanesa.

Fede saca su móvil y, entrando en Instagram, me hace un breve resumen de su grupo de amigos. Tengo que admitir que los italianos tienen un deje especial que a mí me pierde. Sí, puedo decir que he disfrutado de unos cuantos; pasarlo bien no tiene nada de malo. No soy hipócrita y no tenía nada que me atara, mi corazón estaba ocupado, pero necesitaba aliviar tensiones. Sus amigos están de muy buen ver y estoy segura de que me alegrarían más de una noche, sin embargo, ahora mi cabeza está tan centrada en otro tema que es incapaz de ver más allá.

Por suerte, entre los dos han conseguido distraerme y, lo más importante, hacerme sonreír. Me encantaba cuando llegaba del colegio toda enfurecida porque alguien me llevaba la contraria o me había peleado por cualquier tontería y mi abuela parecía para decirme la gran frase: «Que nadie te quite la sonrisa, pequeñaja». Sería un buen momento para revivir esas escenas y creérmelas. No puedo dejar que un simple pueblerino, como él dice, me robe la sonrisa, la alegría y mi felicidad. Y si algo me ayuda a eso es una buena copa, con buena música de fondo y buena compañía, así que poco tardamos en dirigirnos al bar.

Acabando la primera copa, voy a tener que utilizar todas mis armas para que me diga qué lleva exactamente esta bebida. Está realmente deliciosa y yo necesito saber preparármela para mis momentos en Nueva York. Habrá que trazar un plan para conseguirla, aunque tampoco debería abusar, que justamente son las clásicas que parece que no llevan alcohol y te dejan tumbada sin darte cuenta. Cuando voy a pedir mi segunda, no puedo creer que la mala suerte siga de mi lado.

—¿Otra vez por aquí? Fede, no más copas a las señoritas. —¿Y este quién coño se ha creído que es?

—Ayer te lo pasé por alto porque no estaba de humor, hoy tampoco, pero tengo intención de pasarme mucho por aquí y lo que menos me apetece es que un impresentable como tú venga a decirme qué puedo o no hacer. ¿Es que no te has enterado? Soy la hija del alcalde, y aquí nadie cuestiona mis acciones ni me prohíbe las cosas. —No suelo utilizar eso en mi defensa, pero si necesito hacerlo por un cosmopolitan, lo haré, y más con un prepotente como este—. Aquí las órdenes las doy yo, no tú.

—Siento decirte, señorita, que el hotel es mío, por lo que las órdenes, en este bar, las doy yo. Estaré encantado de reunirme con el alcalde y comentarle la adicción de su preciosa hija. —En serio, ¿de qué coño va?

—Vete un poco a la mierda —le suelto mientras le estampo en la cara lo que quedaba de la copa de Vanesa y me largo.

Ha sido un impulso. No tengo justificación, pero ha sido un gesto sin pensar. Me ha irritado completamente. Nadie se había atrevido a hablarme así nunca. Ni mis profesores cuando me portaba mal. Vale, en mi trabajo diariamente puedo obtener malas contestaciones, pero aquí todo es distinto. Aquí solía ser la niña de papá, no me gusta ser consciente de ello, pero prefiero aceptar lo que era sin sentirme mal. A veces tenía incluso sus cosas buenas, y esta era una de ellas, que nadie pudiera enfrentarse a mí.

—Eso ha sido un poco brusco. —Aparece Vanesa detrás de mí—. Al final será que la pequeña de los Samperio tiene genio —se ríe.

—A mí no me hace gracia, este no sabe con quién se ha topado —intento realmente parecer disgustada.

—O tú no sabes quién es él, visto lo visto, y créeme que parecía realmente enfadado. Anda, vamos a hacer la última en el pub y así ves a los chicos.

No me apetece mucho eso de ver a los chicos, pero también sé que es inútil llevarle la contraria a mi fiel compañera. Será que la conozco demasiado como para saber que es un gasto de energía innecesario. Siempre se sale con la suya. Y dejadme aclarar que no estamos en un pueblo de borrachos, simplemente es costumbre tomarse algo antes de ir a la cama, que no tiene por qué ser una bebida con alcohol. Son solo las diez de la noche, aquí tenemos tendencia a cenar muy pronto, así que no es un crimen pasarse un miércoles por el pub antes de irse a dormir. Y si me permitís un consejo, el digestivo después de cenar es lo mejor que uno puede tomarse para descansar profundamente.

Los chicos no son otros que Alejo, Samuel y Gorka, nuestra pequeña pandilla de por aquí. Tania y Raquel no suelen salir después de cenar porque trabajan en la ciudad y madrugan más que el resto. Y eso, para mí, es una ventaja, porque serían las más asiduas a matarme a preguntas. He mantenido el contacto con todos ellos, hablamos a menudo todos juntos y seguimos haciendo nuestro viaje anual. También es cierto que vienen a verme cuando pueden, por lo que no puedo quejarme, lo cual provoca que el encuentro no sea tan brusco.

Ahora hará unos siete meses que no los veo en persona y unos tres que no lo hago por Skype. Vanesa vino sola hace dos meses y he tenido la agenda un poco apretada. Cuando llego, los observo a los tres en la barra con una cerveza en la mano y envidio la cara de felicidad que tienen. Quizás, si me hubiese quedado con ellos aquí, yo traería la misma. Nunca sabemos si tomamos las decisiones adecuadas, tendemos a no querer arriesgarnos por miedo. Yo hice todo lo contrario y me tiré a la piscina sin pensármelo mucho. Ahora, es inevitable que me plantee lo que hubiera sido optar por otra de mis alternativas. Me saludan los tres y me sucede algo extraño cuando Alejo me abraza; no sabría describir lo que me ha ocurrido, así que lo dejaremos en extraño. Está guapo, aunque siempre lo ha sido y su sonrisa hace que me contagie un mínimo, lo que dura poco, porque mis ojos reparan en que Álvaro está sentado en la mesa de la esquina con una cerveza en la mano.

Sé perfectamente que puede estar aquí, aunque si mi pareja estuviera en casa, trataría más de estar con ella que de estar solo en este antro. Así que sí, me parece extraño. Y más aun sabiendo que están estos por aquí, puesto que lo normal sería estar con ellos. No es su grupo de amigos habitual, pero nunca se han llevado mal y aquí no importa que no tengamos la misma edad, somos más una piña por generaciones. Como si siguiéramos teniendo esa conexión, levanta su cabeza y sus ojos reparan en los míos. Es indescriptible lo que siento, que después de tanto tiempo siga provocándome estas sensaciones. Él curva sus labios a modo de sonrisa mientras brinda con su botella al aire. En su mirada puedo ver que no es la primera de la noche y mi instinto protector hace presencia. Aunque los chicos intentan frenarme y evitar que pueda cometer algún error, es Álvaro, y nunca permitiría que lo pasara mal. Lamentablemente, su felicidad irá antes que la mía.

—¿Estás bien? —me atrevo a preguntarle cuando llego a su sitio.

—¿No te lo parece? —Nunca ha sido bueno con sus ironías.

—Álvaro, conmigo no tienes que fingir. —Aunque duela, tendré que conformarme con que seamos amigos, y, si así es, espero conservar toda la confianza que teníamos.

—Justamente por ti, Lara, por ti tengo que fingir más que nunca. —Lo último que quiero es hacerle daño—. Mejor me marcho, has venido a divertirte.

Y antes de que pueda contestar, ya me ha dejado sola. No sé qué ha querido decir con lo de fingir por mí. Yo no le he pedido que lo haga. Todo está bastante claro para mí. Él ha decidido pasar página, está comprometido con otra persona y debería haber encontrado el amor de su vida. No puedo evitar dejarme caer en la silla como si estuviese abatida. Yo no quiero que él esté así, pero tampoco necesito estar yo de esta manera.

—Te fuiste dejando cadáveres y has vuelto para volver a hacerlo, ¿eh, Lara? —me sobresalta Alejo.

—Déjame decirte que esto no va a acabar bien —añade Samuel.

Solo tengo un plan A

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