Читать книгу Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher - Страница 12

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Capítulo 5

El surf matutino es el mayor de mis placeres. Que las primeras olas del día sean exclusivamente para mí es el mayor de mis lujos. Y que mi tabla sea la más bonita que puedas imaginar, es un hecho constatado. La diseñamos, con Álvaro, en mi último año de instituto y él mismo se encargó de que todos los dibujos representaran nuestra historia. En América tengo otras dos para cuando voy a California, pero muy simples. Esta la dejé aquí porque significa algo muy especial y solo quiero utilizarla para estas olas, las de mi tierra. Y, en cierto modo, creo que la tabla me vive como yo a ella, se deja llevar y me ayuda a sentirme infinitamente mejor. Salgo del agua y, cuando me saco el neopreno, alguien me sobresalta por detrás.

—Así que es cierto, estás de vuelta. —Viva la simpatía de Teresa. Hay cosas que me temo que siguen igual.

—Estoy de paso —la corrijo, si algo no me apetece es lidiar con esto.

—Lo que sea, puedes saludar. Álvaro lleva toda la semana durmiendo en el piso de la escuela, ahora sé por qué. —Pone cara de pocos amigos.

—No me tientes, para mí no es ninguna competición. —Con lo bien que había empezado el día.

—Espero que realmente te pires pronto, aquí nadie te echaba de menos —me suelta antes de seguir su camino.

Teresa nunca me ha caído bien. En el instituto parecíamos más rivales que compañeras y por lo visto sigue con la misma actitud. Creo que gané la gran parte de las batallas, y ahora que ella parece que ha ganado la mejor de todas, puesto que tonta no soy y sé que Álvaro siempre ha sido su chico favorito, tampoco parece contenta. Que ella no me haya echado de menos y mi ausencia le haya permitido obtener al chico de sus sueños no significa que aquí no tenga a mi gente. Que no me desprecie de esta manera, porque si nos ponemos a jugar, lamento ser consciente de que sería una muy buena vencedora. Pero no, esto no es un juego para mí, es mi vida y esta chica me produce de todo menos simpatía.

Entendedme, tal como en este pueblo hay amores para siempre, amistades incondicionales y todas esas cosas, también hay enemigas de por vida. Y Teresa va a ser la mía esté aquí o en la China. Si no me acuerdo mal, esto lleva siendo así desde los cinco años, cuando me eligieron responsable de la clase y ella quería serlo con todas sus ganas. Yo ni siquiera me había presentado, pero claro, era la hija de un alcalde de la zona, el más querido, y ya todo el mundo tenía devoción por mí. Ella pidió que le cediera el puesto y yo no pude hacer más que reírme en su cara. Sí, también reconozco que fui una niña bastante cruel, jugaba con la ventaja de que todos querían ser mis amigos. Todos excepto ella, a quien le parecía mejor estar en el bando contrario.

Desde ahí, cualquier contacto que tuviéramos era como un combate, ya fuera de palabras, chismes o conquistas. Y, si no me equivoco, es con la única persona que he llegado a discutir de verdad, hasta llegar al punto de insultarla. Pongo la mano en el fuego de que fue la única que se alegró de mi partida y que ha podido vivir relajada todos estos años gracias a mi ausencia. Apunto también que en algún momento debería tener una conversación con ella. Ya no somos niñas, y, si no quiero sacar a Álvaro definitivamente de mi vida, debo poner empeño en afinar la relación con su mujer. Pero basta, que ella es la que menos me importa en todo esto.

¿Por qué Álvaro está en el piso de la escuela? No sé si ha vuelto a compartirlo con alguien. Ese era nuestro rincón favorito. Las vistas son inmejorables y así yo podía escaparme al mar a primera hora. Ahí compartimos nuestros mejores encuentros, como la primera vez, seguida de la primera vez de muchas otras cosas. Me encantaría saber si sigue siendo nuestro rincón especial o ya ha vivido otros momentos en ese espacio. Lo decoramos a nuestro antojo y tampoco tenía más de lo que necesitábamos. Lo básico para compartir la gran mayoría de las tardes y alguna que otra noche, pero para nada lo que sería un piso en condiciones. Sin embargo, era lo mejor que podíamos tener, suficiente para nosotros y realmente especial. Ahora entiendo cómo me vio el otro día. ¿Será que mi presencia le ha llevado confusión? Quizás le ha removido sentimientos y ahora tiene que plantearse qué es lo que le pesa más. Quizás no lo tengo todo perdido y aún tengo por lo que luchar.

Como veis, tengo cero credibilidad en mis decisiones. Me he despertado con la certeza de que iba a ser yo misma y me levantaría con la mayor fuerza para seguir adelante, y me aferro a la primera boya que me tiran del pasado. Tengo que hacer algo, mi cabeza necesita fuertemente un descanso. Vine aquí a eso, y ¡joder! Es lo único que no estoy haciendo. A este paso me van a salir más granos de los permitidos por el estrés. Y eso solo empeoraría las cosas. Por un lado, perdería mi atractivo y una de mis armas para conquistarlo, y, por la otra, me temo que los clientes no se lo tomarían bien si tienen que recurrir, más de lo normal, al maquillaje.

Y si algo puede relajarme es un spa. Necesito urgentemente una sesión relajante y un masaje en condiciones. Para una limpieza de cutis o una sesión de peluquería esperaremos un poco más, así tengo varios planes para mis momentos de relajación. Para este plan tengo dos opciones, o bajar a la ciudad y tener acceso a un masaje de los que me gustan en alguna casa de renombre o ir al spa del hotel y tentar a la suerte, puesto que no sé lo que me puedo encontrar ahí. La primera me da pereza, pero la segunda no me parece la idea más inteligente que he tenido hasta la fecha. Me decanto finalmente por la más coherente, que no es otra que quedarme aquí y descubrir si realmente el hotel es tan bueno como me lo están vendiendo. Como algo rápido en casa y cojo las cosas para una tarde de relax. Así, al menos, podré dormir como un bebé esta noche y empezar el fin de semana con buen pie; ahora mismo me parece lo mínimo que puedo pedir.

Hablo con el recepcionista, y, aunque esa zona es exclusiva para clientes del hotel, sabe muy bien a quién no debe llevarle la contraria en estos momentos. Suerte tengo de que, a pesar de ser viernes, parece que la gente no disfruta de este rincón. Pongo algo de música para entrar en el jacuzzi, tengo una hora antes de que la masajista pueda trasladarme a otro mundo.

Y pensar que cuando me metí por primera vez en una piscina como esta hice de todo menos relajarme… Mierda, si los pensamientos van en esa dirección, esto no habrá servido para nada. Mejor centrarse en el ventanal que tengo al lado, que el día que hace fuera es espectacular y desde esta planta se contempla mucho más. A esto sí que podría acostumbrarme. Solo me faltaría una copa de vino y sería como en mis días de spa neoyorquinos. Dejo que las burbujas me atrapen y cierro los ojos para vivirlo mucho más. Es momento de tranquilidad, de paz, de conectar conmigo misma…

—Debí suponer que eras tú —me interrumpen— cuando me han informado de que un no huésped estaba en el spa. —Maldito recepcionista.

—Al menos alguien en este hotel sabe a quién tiene que contentar.

—Y desobedecer al jefe. Princesita, aquí hay ciertas normas, y que seas la hija del alcalde o una gran modelo no significa que puedas saltártelas. —Si está intentando hacerse el enfadado, no se le da bien.

—He pagado el doble por el masaje que me van a dar, puedes considerarlo un buen aliciente.

—¿Crees que me vas a comprar con dinero? —La verdad es que por, el traje que lleva, seguramente vaya suficientemente sobrado con el tema. Si buscara eso, me bastaría con hacer una llamada y tener a todos los medios aquí en una hora. Creo que Jason estaría muy contento con la noticia.

—Pero mi padre te ha prohibido dar esta información y, al menos, te queda un poco de cordura para saber que debes hacerle caso.

—Deja de tentar a la suerte. En un par de horas te quiero fuera, y si necesitas combatir el estrés, avísame y te enseñaré otras maneras. —Me da un repaso antes de abandonar la zona de las piscinas.

Por puntos. Mi padre se encargó de hablar con todo el pueblo sobre mi llegada y advirtió que no quería ningún numerito al respecto, lo que significa que solo mi agente sabe dónde estoy y no quiere ver ni un medio de comunicación por aquí. Cualquiera le lleva la contraria. Por lo que me informé, los que vienen de pasada también están sometidos un poco a lo mismo durante estos días. No podemos controlar a todo el mundo, pero cualquier medida de seguridad es buena, por pequeña que sea.

Por otro lado, Jason es… No sabría cómo describir lo que tenemos. Bueno, porque tampoco tenemos nada. Como dijo Alejo, he tenido mis conquistas en Nueva York, aunque para mí han sido mucho más vacías de lo que deberían ser, seguramente debido a que mi corazón estaba aquí. Peter es un gran actor y está triunfando más de lo esperado con su nueva serie, por lo que nuestra amistad acaparó todas las noticias. Me costó horrores convencer a Álvaro de que no pasaba nada, pero se vendió como una relación muy codiciada. Jason es mucho más reciente. Hemos realizado algún trabajo juntos y estamos muy compenetrados. Nos entendimos desde el primer minuto y parece que tenemos complicidad. En mi opinión, creo que se trata de una complicidad frente a la cámara. Vale, nos acostamos un par de veces y lo pasamos bien, pero me marché a la semana siguiente. Por lo visto, él dio una entrevista y vendió que teníamos algo más de lo que era. Luego también comunicó que quería darme una sorpresa, así que dejó dicho lo que ha querido decir el dueño del hotel, que estaría muy contento de saber dónde estoy. Claro está que no he respondido a sus mensajes a ver si, por lo menos, entiende que no estoy en la misma página que él o que no estoy buscando lo que él ha insinuado.

En fin, que tampoco quiero liaros con chicos que no me interesan. De los que sí, solo hay uno, Álvaro Velasco y por este estoy aquí intentando desconectar del mundo. Por suerte, el masaje me deja como nueva, relajada, en paz, y permite que el gazpacho que me tomo en el porche de casa viendo las estrellas siente el triple de bien que de costumbre. Esto, esto sí que es un momento de gloria. Y es que a veces la felicidad está en los pequeños instantes, como este, en el que estás contigo mismo y no necesitas nada más. Vanesa me había propuesto vernos un rato, pero no me apetece. Necesitaba un día como el de hoy. Hubiese preferido que fuese sin interrupciones, pero digamos que eso ya era pedir demasiado. Me conformo con como me siento ahora mismo.

Sé que debo ordenar mis ideas y que todo pasará cuando tenga esa conversación con Álvaro, donde podamos vaciarnos y hablar con tranquilidad. El problema es que no estoy preparada para decirle adiós definitivamente y creo que me estoy aferrando a cualquier índice que me dé esperanzas. Y mientras estas sigan en mí, parece que es más difícil derrumbarme.

Solo tengo un plan A

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