Читать книгу Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher - Страница 13

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Capítulo 6

Qué gran manera de empezar el fin de semana. Hemos salido a navegar toda la familia y estas son las experiencias que más echo de menos. Cuando vivía aquí, éramos muy familiares y nos encantaba disfrutar los unos de los otros. En la Gran Manzana no tengo nada parecido, así que valoro mucho más lo que significa la familia. No somos muchos, puesto que mis padres son hijos únicos y mis abuelos paternos no viven aquí, pero eso no ha impedido que podamos mantener esa unión, sino todo lo contrario. Con mi hermano me llevo bien, por lo visto no tenía suficiente con ser la hija del alcalde, que también necesitaba la protección de un querido hermano mayor. Pero hemos sido más amigos que hermanos, por mucho que con ciertos temas ha preferido no profundizar. Y sí, evidentemente, uno de ellos es el terreno sexual. Sabe por lo que estoy pasando, pero todavía no nos hemos sentado a hablar de ello. Estoy convencida de que cuando de verdad lo necesite lo tendré ahí, así que, por el momento, no es imprescindible tener esa conversación. Y más si tenemos en cuenta que él es de la quinta de Álvaro y siempre se han llevado muy bien. Me pregunto si después de todo esto conservarán la relación tan estrecha que tenían. Algo más que añadir a mi lista de dudas y una conversación más a programar en mi agenda.

Antes de regresar hemos podido darnos un gran baño en mitad de la nada. Aquí donde parece que nada importa. Donde las responsabilidades dejan de existir y parece que el mundo es mucho más sencillo que en la orilla. Aquí, tumbada en medio del mar, mirando el cielo cual estrella de mar, me siento feliz, o, al menos, finjo serlo. Es como si las preocupaciones desaparecieran, no hay ruido, no hay ajetreo, no hay nadie más que tú y el mar. Debo admitir que, después de eso, vuelvo completamente renovada. Creo que lo pondré en mi lista de planes para cuando necesite relajarme, lástima que ni mi hermano ni yo tengamos carnet para manejar el barco.

Una vez en casa, aprovecho para mi ritual de potingues, sacar toda la sal de mi cuerpo y evitar que me queden marcas de bronceado innecesarias. Sí, siento deciros que debo cuidar todos los detalles de mi piel o mi rostro, puesto que vivo de ello, así que no me queda otra que tomarme mi tiempo en estar siempre presentable.

—No he querido decirte nada estos días, pero sabes de sobra que debemos hablar, ¿verdad? —Aparece mi hermano por la puerta.

—Lo sé, y créeme que cuando esté preparada vendré a buscarte. De momento, solo me estoy haciendo a la idea.

—No lo juzgues, yo siempre he querido mantenerme al margen de los dos, pero no os hagáis más daño, cerrad el capítulo de la mejor manera posible. —Se acerca a darme un beso mientras le digo que si con la cara.

Nos entendemos con estos pequeños mensajes. Y tiene razón, siempre se ha mantenido al margen. No quiero que por mi culpa pierdan lo que tienen; y él, me imagino que mientras yo no sufra más de lo permitido, tampoco quiere quedarse sin amigo. Siempre hemos evitado conversaciones sobre nuestra relación, pero también entiendo que con el bombazo que ha sido lo de la boda, es momento de, al menos, tener a alguien que nos conozca tan bien a los dos. Con la mirada le he dicho que tendremos esa conversación más pronto que tarde, pero todavía no. Todavía estoy intentando entenderlo todo, convencerme de las cosas y averiguar cómo podré afrontarlo.

Después de ponerme un pelín más mona de lo que me han visto por aquí, porque si algo no voy a perder es mi faceta coqueta —a una le gusta lucirse para salir—, he venido a tomar algo al pub mientras debato si ir o no a la fiesta. No es algo que me apetezca especialmente, pero solo por mi estado de ánimo, porque sí que tengo ganas de estar con los míos un rato. De todas maneras, prefiero pasar antes por el pub, tomarme una cerveza tranquila y acabar de decidirme. Sé lo que estáis pensando, o no, pero en mi mente solo tengo una imagen, la de Álvaro y Teresa juntos, ya que me dijeron que a estas fiestas acude todo el pueblo y dudo que la señorita sea capaz de perderse una de ellas. Y para esa imagen no estoy mentalizada. No sé si lo estaré alguna vez, pero no por el momento.

—Sabía que te encontraría aquí. —Alejo se sienta a mi lado en la barra—. ¿Así pensabas tú escaquearte de la fiesta? —Me echa un vistazo de arriba abajo.

—¿Voy demasiado? —Tampoco me he arreglado tanto, a mi parecer; aunque sí, si consideramos el estilo que se lleva por aquí.

Su sonrisa me transmite muchas cosas, pero no sé si conozco todo lo que me está provocando. Él ha sido bastante fiel a su estilo, pero sí que lleva una camisa negra que le va que ni pintada. Supongo que estoy en el proceso de intentar fijarme más en todos los tíos que me rodean, o que se ha puesto más en forma durante este periodo que no nos hemos visto, pero Alejo está como un tren, y por mirar y contemplarlo que no sea.

—Tú siempre estás perfecta, ¿has pensado en mi propuesta? —Ya está poniendo su cara de seductor, y a mí, sorprendentemente, se me revuelven las tripas, o quiero pensar que son las tripas.

—¿Quieres que nos acostemos ahora? —Tengo que admitir que la cerveza me ayuda a destensarme.

—Cuando quieras —me sonríe—, pero me refiero a entrar como mi pareja.

—¿Qué me escondes? —Tanto interés tiene que ser por algo.

—Pues… me tiré a Rut hace dos semanas y no ha parado de agobiarme... hasta que le dije que estaba contigo. No se lo creyó hasta que Samu y Gorka se lo confirmaron. Tu visita solo ha hecho que sospeche que es verdad, debo agradecerte que aparecieses en el momento indicado, y como sabe que estás por aquí, hoy viene con la intención de comprobarlo.

—No vas a tener remedio nunca. Una cerveza, y seré la mejor novia del mundo.

Para eso están los amigos, ¿no? Para echarnos una mano en los peores momentos. Y si Alejo no ha querido ni repetir con Rut, tiene que ser uno de los malos. Rut no es del pueblo, pero ha pasado mucho tiempo por aquí, íbamos al mismo instituto, por lo que la tenemos vista. Es realmente guapa y está de muy buen ver, al menos como yo la recuerdo, y los tenía a todos locos. Sí, hasta a mi Álvaro; así que si solo fue un polvo rápido, o es de las malas en la cama o les falta química, porque si no, Alejo repetiría encantado. Sea como sea, no me importa que se me use como tapadera. Al fin y al cabo, Álvaro ha rehecho su vida y yo debería hacer lo mismo.

Una cerveza después, me siento ya achispada. Tengo que admitir que la cerveza suele afectarme más que mis grandes cocteles. Además, que no haya comido nada para cenar tampoco ayuda. Tengo el estómago cerrado y eso no es ninguna buena señal. Suerte tengo de que, al menos, al lado de Alejo me siento mucho más segura que si fuese sola. Llegamos y como bien mencionó él, cogemos una pegatina naranja. Representamos una pareja, sí, pero hay que ser precavidos, si aparece alguien que valga mucho la pena, todos sabemos qué sucederá. No hay que cerrar puertas. Vale, eso es una teoría válida para él, yo sé perfectamente cómo acabará mi noche.

Enseguida localizamos a nuestros amigos, todos ellos con la pegatina roja, incluso Vanesa, lo que demuestra que el camarero la tiene mucho más atada de lo que ella admite. Ya me gusta que haya encontrado alguien que quiera cuidarla. No es que lo necesite, pero sienta bien consolarse con que, si tú no puedes estar ahí, alguien ocupará tu lugar. Todos están enterados de la trama de Alejo, por lo que no hace falta dar muchas explicaciones sobre la tapadera que voy a representar hoy. Y Fede, que se ha percatado de nuestra llegada, ha tardado cero coma en ponernos una copa a los recién llegados.

Por fin me reencuentro con Tania y Raquel, y estar todos juntos hace que vuelva a años atrás, cuando probablemente todo era más sencillo y salíamos a quemar la noche sin preocuparse por nada más. Cuando me detengo a mirarlos a todos, parece que el tiempo no ha avanzado para nosotros. A veces tengo esa sensación, que mi edad va sumando años, pero en realidad yo me siento como si siguiera en mis veinte. No me doy cuenta de que el tiempo también pasa para mí. Quizás volver a casa me ayude también a madurar y a dejar de ser la niña que siempre he sido aquí. Dejar de creer que todo está como lo dejé y tomarme las cosas con una actitud más adulta.

—Veo que los rumores de tu relación con Jason son ciertos —me sorprende Álvaro.

—¿Cómo? —No sabía yo que fuese tan adicto a la prensa rosa, pero ahora no sé a qué viene su comentario.

—Tu pegatina muestra bien que tienes algo —la señala con el dedo.

—La tuya dice todo lo que necesito saber. —Claro está, roja es. Y sé que no debería entrar en ese juego, pero no me apetece discutir por tonterías.

De repente, creo que sucede a cámara lenta o yo lo siento muy despacio. Alguien me coge de la cintura depositando un beso en la parte de mi cuello que queda descubierta, lo que provoca que se me ericen casi todos los pelos de mi cuerpo, y, cuando giro mi rostro, el morreo que me espera me deja sin palabras. Tardo un poco en reaccionar, no sé si el alcohol, las ganas de dejarme llevar o el calor que me ha producido en todo el movimiento, son los responsables, pero la sensación que me ha provocado es espectacular. Lo he correspondido, notar el suave tacto de esos labios sobre los míos en un primer contacto ha hecho que se removiese todo mi estómago. Poco he tardado en abrirle paso y poder fundirnos en un beso apasionado. Hacía mucho tiempo que un beso no me despertaba tanto y hasta podría decir que mi corazón se ha disparado. Un beso que me ha sabido a poco y que me ha llamado mucho más. Lástima que al abrir los ojos reparo en que se trata, ni más ni menos, que de Alejo. «Rut a las tres», me susurra al oído y, aunque yo no logro verla, me ha vuelto a poner todo el vello de punta con ese susurro.

—Vaya… —No sabría descifrar la cara de Álvaro en este momento.

—No es lo… —empiezo a decir.

—Lo siento, tío; te lo hubiese dicho, pero aquí Lara quería que estuviésemos los dos —suelta Alejo tan tranquilo.

—Os dejo solos. —Es lo último que dice antes de dirigirse al otro extremo de la barra.

No podría describiros cómo me siento ahora mismo. Confusa sería una palabra bastante adecuada, pero no la correcta. Estoy segurísima de mis sentimientos, siempre lo he estado. Y, por esa misma razón, me alegra que se haya sorprendido y le haya sentado un pelín mal. No hay que ser muy listos, su reacción solo dice que le afecta verme con otro y que, aunque no lo haya admitido, sigue sintiendo por mí. Ha podido comprobar un poco de lo que he sentido yo. ¿Es de mala persona alegrarse por eso? Ahora mismo lo que menos me preocupa es cómo pueda estar Teresa o lo que pueda pasar en su relación, creo que acabo de sumar un punto a mi favor. Por otro lado, no entiendo muy bien lo que me ha provocado Alejo. A ver, no llevo seis años a pan y agua como para que un beso me atrape de esta manera; quizás se deba a que entre nosotros hay confianza suficiente como para entendernos más que con un simple rollo. Alejo y yo nunca habíamos traspasado esa frontera. Podemos bromear mucho con el tema de acostarnos porque ambos tenemos ese sentido del humor y a él le ha gustado siempre tentarme para ponerme nerviosa, pero nunca habíamos pasado los límites. Ni un simple pico, nada, y no por falta de ganas o de ocasiones, supongo que era más bien cosa de respeto y de amistad. Así que me ha sorprendido que lo hiciese hoy, por mucho papel que estuviésemos jugando.

O me ha sorprendido cómo ha ido todo, cómo me he sentido, y lo entregado que se ha mostrado. Con pegar unos segundos nuestros labios hubiese sido suficiente, o un beso de cariño, pero no sé si era realmente necesario comernos tanto la boca. Más me sorprende que no me haya salido debatirle su comentario ni molestado su interrupción. Me he sentido cómoda, y si voy a tener que estar aquí, es lo menos que puedo pedir. Y a pesar de que yo no le he dado más bombo al asunto, el resto ha querido verlo como algo positivo:

—Piensa que es una de tus opciones para conquistarlo, cuando se dé cuenta de que realmente te ha perdido, seguro que te confiesa su arrepentimiento.

—Eso ya lo sabe, de hecho, no me ha perdido, ha decidido no tenerme. —Creo que esa sería una definición mejor.

—Lara, Raquel tiene razón; ponlo a prueba y veremos si es capaz de apostar por lo que quiere y no lo que debería querer —se ha sumado Gorka.

No había barajado esta opción, pero quizás sea una a tener en cuenta. Podría mostrarle que yo también soy capaz de pasar página. Desde que he vuelto, seguro que es consciente de cómo me ha afectado su nueva relación y de lo mal que lo estoy pasando con toda esta historia, y si no lo ha hecho, que lo dudo, puesto que nos conocemos más de lo que ahora mismo me gustaría, alguien se lo habrá contado. Si después de pensar que puedo rehacer mi vida sigue teniendo claro su camino, aquí me daré por vencida. Pero, ¿qué pasa si no me dice nada porque prefiere que sea feliz? ¿Veis? Ninguna decisión de las que yo pueda tomar, será la buena. Eso sí, si al final intento ponerle celoso de algún modo, tendría que cambiar de compañía; nadie que pueda conocernos se creería una relación entre Alejo y yo.

Desde ese momento, la noche se me hace extraña, pero agradable. Alejo se muestra muy cariñoso en todo momento y dudo que haya bebido tanto como para justificarlo con el alcohol. A mí no me molesta, me gusta que estén pendientes de mí y estos gestos de cariño siempre me han encantado. Un roce de manos, un abrazo de más, un beso suave en la mejilla, una caricia con la yema de los dedos… Cualquier contacto es bueno para sentirse querida, y digamos que, siendo la niña de papá y la princesa de Álvaro, nunca me habían faltado.

Álvaro sigue en la barra, solo, y tentada he estado de ir a hablar con él y aclararle que no es más que un paripé. Suerte que mis amigos se adelantan a mis actos y me frenan a tiempo. Teresa está con sus amigas y poco le importa lo que le pueda pasar a su futuro marido. Si yo fuese ella, no me separaría de él ni un minuto, no me atrevería a perderlo por nada del mundo. Y sí, debéis estar pensando igual que yo, ya la jodí suficiente y lo perdí antes que ella.

A Rut la he visto de pasada, no ha venido ni a saludarnos, así que le ha quedado claro que lo que pudiera tener con Alejo se acaba aquí y ahora. Por lo menos, nuestra actuación ha servido para algo.

Por lo demás, el ambiente es muy agradable y, a pesar de que me imaginaba una fiesta distinta, donde la gente busca más acercamiento con las pegatinas verdes, la cosa está muy relajada. Lo que también me gusta es que pocos son los que se han acercado porque me han reconocido, y tan solo me han pedido alguna foto prometiendo que no la van a subir a ninguna plataforma hasta que vuelva al continente americano y la gente ya sepa dónde estoy. No me ha quedado otra que fiarme, ya que es mejor mostrarse amable; de lo contrario, podrían utilizarlo para salirse con la suya.

—¿Vas a dejar que podamos menear un poco el esqueleto con nuestra canción? —le dice Vanesa a Alejo.

—Toda tuya —le responde dándome un beso cariñoso en la mejilla. Se ha tomado el papel al pie de la letra.

Hace tiempo que no me entrego ni un mínimo a una pista de baile, y no recordaba lo bien que se me daba. Sí, modestia aparte. Si no fuera por los tacones de ajuga de diez centímetros que llevo, todo sería mucho más cómodo.

—¿Va a dejar de comerte con los ojos? —me pregunta cuando hacemos un parón.

—¿Quién? —Inevitablemente mis ojos se dirigen a la barra, pero no, Álvaro ni siquiera me está mirando.

—Alejo. No sé qué le ha dado esta noche contigo, pero lo tienes más que engatusado.

—No exageres, somos amigos y solo se ha metido en el papel. —Le dedico una sonrisa a mi supuesta pareja.

—Qué engañada estás. Solo te digo que disfrutes y vuelve a la Gran Manzana satisfecha del todo— me guiña un ojo antes de estirarme del brazo y volver a la pista.

Vuelvo a mirar en dirección a Alejo, y sí, Vanesa tiene razón, nos está mirando a nosotras. Pero por la misma regla, podría estar mirándola a ella y no a mí. La que se entretiene observándolo soy yo, y es que el chico es una alegría para la vista. No sé si es porque estoy un poco falta de amor, pero me gusta lo que veo. Siempre ha sido guapísimo, pero ahora, siendo un adulto, quizás se intensifica más.

No sé cuánto tiempo paso en el centro del local. Dejarse llevar por la música es realmente sencillo, y, sentirse sexi, mi gran aliado. No destaco tanto como me pensaba. Sí que los del pueblo van bastante cómodos, pero en el ambiente podemos encontrar de todo, así que mi vestido negro pasa desapercibido. Los tacones no tanto, pero tengo la suerte de haber aprendido a vivir con ellos, si no, ya estaría más que muerta. Pero que sepa vivir con ellos no quita que necesite un descanso para hidratarme y reponer fuerzas; no creo que la noche haya acabado para mí.

—Bueno, bueno, veo que la noche está realmente animada —se oye por los altavoces—... Vamos a darle una pausa al movimiento de pelvis y a provocar acercamientos. Verdes, espero que a estas alturas de la noche hayáis encontrado con quien bailar; rojos, es momento de arrimarse a vuestras parejas y saborear el cuerpo del otro; y naranjas…: una buena ocasión para comprobar qué os importa más, seguir con vuestro proyecto de media naranja o sacar a bailar a quien os plazca.

Empieza a sonar I will follow you, de Toulouse, y en la pista se concentra un gran número de parejas. Observo como Teresa va a buscar a Álvaro, pero este se niega rotundamente a bailar. Si no recuerdo mal, nunca lo he visto bailar en público. En la intimidad sí, un montón de veces. Incluso en ocasiones poníamos música en su apartamento y nos dejábamos llevar por el momento. Era como un sueño y me sentía plena de tenerlo tan cerca. Nos compenetrábamos. Alejo se dirige a la barra y creo que me voy a ir con él a por esa copa que venía buscando.

—Esperaré a la próxima lenta para sacarte a bailar —me dice cuando llego a su altura—; esta se la doy a la cerveza, para comprobar si me tira más —me sonríe.

—Entonces, te acompaño, pero con un cosmopolitan. La siguiente, toda nuestra.

—No puedes negarme este baile —me asustan al otro lado.

—No llevas ninguna pegatina, así que sí.

—Soy el dueño del local, no la necesito, y tú la tienes naranja, por lo que no tienes ataduras que me impidan compartir contigo esta canción.

Me giro hacia Alejo, que me hace un gesto con la cabeza para mostrarme que no le molesta. No estoy pidiendo permiso, no somos nada más que amigos, pero no me siento bien dejándolo solo. Sin embargo, este hombre me intriga desde el primer momento en que lo vi y necesito saber por qué, y por qué se comporta así conmigo. Me tiende la mano y, a pesar de que dudo un instante, acabo cediendo y siguiéndole a la pista de baile.

Deposita su mano en mi cintura y se arrima a mí. Lo que me provoca no lo sé, pero lo que tengo claro es que no estoy incómoda. Su roce es suave y no ha necesitado palabras para que me deje llevar. Cierro los ojos e intento imaginarme que estoy bailando con Álvaro en el piso de la escuela. Él y yo solos frente a las mejores vistas que he presenciado jamás. Sintiendo la música, sintiéndonos nosotros y guardando el recuerdo de algo que no sé si volverá.

El hombre misterioso deposita una mano al final de mi espalda y creo que despierta a mis partes íntimas. Tiene un buen movimiento de cadera y sabe guiarme en cada paso, por lo que no es extraño que pueda encenderme con su cercanía. Tampoco soy de piedra como para no sentir nada frente a alguien que está… ya me entendéis. Ahora mismo puedo decir que se me han subido los calores y necesitaría frenar esto.

—Llevas toda la noche martirizándome con estos tacones —me susurra en la oreja mientras su mano acaricia mi espalda.

Solo tengo un plan A

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