Читать книгу La locura de ser cura - Leandro Bonnin - Страница 11
ОглавлениеBuscando la transversal del péndulo
Años atrás recibí un mensaje de texto donde el remitente me contaba acerca de un retiro espiritual en el que participaron alrededor de cincuenta jóvenes.
Entre las cosas bellas y alentadoras que narraba, me quedó dando vueltas una expresión referida al estilo y los frutos del retiro:
“Algunos aprendieron a desmarcarse –despacito– de espiri-tualidades fláccidas y sentimentalistas y otros –también despacito– de asfixiantes sistemas gélidos y rígidos... Unos y otros anduvimos juntos por la transversal del péndulo hasta perforar la napa de la Tradición”.
Y aunque no estoy totalmente seguro de comprender la metáfora tomada de la física, entiendo que hay una enorme intuición en ese andar por la transversal del péndulo. Pienso que así es, efectivamente, toda la vida cristiana, y especialmente la vida sacerdotal.
Andar por la transversal del péndulo es el anhelo del equilibrio –que no es tibieza–, es la comprensión de la vida cristiana como un cosmos en el cual todo debe estar en su sitio, donde es necesario mantener unidos en su justa proporción aspectos diferentes, pero no contrapuestos ni irreconciliables.
El problema es que en la vida concreta siempre nos resulta más fácil elegir uno de los extremos del movimiento pendular. Pero así nos perdemos de la verdadera belleza del pensamiento y de la concepción católica de la realidad. Nos perdemos el tesoro que de modo casi imperceptible ha constituido y nos ofrece la Tradición.
En algunas ocasiones pueden surgir falsas opciones en la presentación del ideal cristiano, y especialmente del ideal sacerdotal que son parciales e inconclusas. Opciones preferenciales que al absorber de un modo excesivo la atención, terminan resecando la vida interior del ministro y volviendo a este incapaz del gozo de la totalidad, de lo católico. Por ejemplo, como si no le fuera posible a un cura:
Defender con todas las fuerzas y por todos los medios la ortodoxia, y amar con todas las fuerzas y por todos los medios a quienes están en el error.
Vivir en la pobreza y la austeridad respecto de las propiedades personales, y buscar lo mejor para Dios en la Liturgia.
Amar el latín, el griego y el riguroso pensamiento teológico, y disfrutar y admirar la experiencia sencilla de fe de quienes tal vez no saben leer el castellano, pero han leído e interpretado el lenguaje de Dios.
Ser personas de una intensa vida de oración y contemplación, y dedicar horas a estar gustosamente con los fieles, hablándoles y mostrándoles al Amado.
Cultivar una honda devoción al Dios Uno y Trino, al Misterio del Verbo encarnado, combinada con sencillos gestos de cariño a María y a los santos.
Amar con pasión a la Iglesia Católica deseando que todos lleguen a ser parte de ella, y respetar y valorar a quienes aún no están; y que en algunos casos tal vez no lleguen nunca a su seno.
Ser penitentes, sufrir y afligirse por los pecados propios y ajenos; ser un espíritu reparador de los agravios hechos al Divino Corazón, y a la vez cultivar el sentido del humor, la alegría continua y los placeres lícitos como una buena comida o bebida.
Ser claros e inequívocos en el anuncio de la Verdad moral y las exigencias del Evangelio, al mismo tiempo que ser mansos, delicados y cordiales para poner aceite y vino sobre las heridas de las personas.
Defender con pasión y verba encendida al nasciturus, y consolar con corazón de padre a la madre que llora al hijo que abortó.
Admirar el gregoriano y la polifonía sagrada, y disfrutar con las modernas producciones de música cristiana, cada una en su ámbito.
Saber decir que no, cuando sea preciso, con el rostro sereno, la mirada franca y transparente.
Ser personas de una fe intensamente formada, y, a la vez, cultivar la inteligencia, el razonamiento y el sentido común sin ningún temor de que estos hagan menguar la obediencia a Dios.
Practicar la excelencia en tareas pastorales tan diversas como las cátedras filosóficas o teológicas, la atención de los enfermos, la atención en el confesionario, la visita a los barrios, los medios de comunicación y la dirección espiritual, la adoración eucarística y las marchas provida, los retiros espirituales y la administración parroquial… el goce de un Oratorio de Bach y del partido de básquet del equipo preferido. Sin tener la necesidad de elegir exclusivamente una sola opción o, en todo caso, si existe una vocación de especial consagración a un único aspecto pastoral, que sea alabando y apoyando todo lo demás.
En esa búsqueda andaremos, hasta el fin, por la transversal del péndulo.