Читать книгу Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas - Leandro Vesco - Страница 14
Almacén CT & CÍA.,
sabores que revivieron a Azcuénaga
ОглавлениеAzcuénaga. Partido de San Andrés de Giles
“Nuestra propuesta es simple, sencilla y abundante. Las pastas son bien caseras, elaboradas casi en el momento de cocinarlas, preparadas con la receta familiar. Las carnes son seleccionadas como si fueran para el asado del domingo. Fuimos armando la carta también con los platos que nos gustan, como pescados y mariscos. Algunos hitos en la carta son el pernil de cerdo con salsa de frutos secos, que es un plato que lleva más de 10 horas de cocción, y la salsa de tomate con carne con hueso y hongos de pino remojados en Malbec. Una receta netamente familiar que hacía nuestro padre y que llamamos con gran orgullo ‘salsa Coarasa’ en su honor”, de esta manera presenta Lucas Coarasa el restaurante Almacén CT & Cía.
No se puede separar esta vieja y campera esquina con la familia. Diez hermanos sostienen el sueño de don Enrique Coarasa. “El Almacén CT & Cía. funciona en el antiguo edificio de la Casa Terrén, un almacén de ramos generales que existió en Azcuénaga desde finales del siglo XIX hasta casi concluida la década del 60. Nuestro abuelo Rafael fue uno de los integrantes de la firma”, explica Lucas. Los procesos propios de las crisis argentinas alejaron la esquina de la familia. “El sueño de papá fue recuperar el lugar”, afirma. La epopeya de los Coarasa fue hacer esto realidad.
El sentimiento y el legado paterno explican el amor con el que se trabaja. La elección de las recetas, el ambiente, la cordialidad, el diseño de cada pequeño detalle. Cuando se prueban estos platos surge esta secuencia entre el mayorazgo de los Coarasa y su padre, mientras caminaban por el almacén: “Papá, que ya estaba enfermo y consciente de lo avanzado de su enfermedad, le dijo: ‘Cuidalo hijo, no permitas que se venda, conservalo siempre en la familia y mantenela unida’”. Mi hermano mayor –Enrique (H)– lo cuenta poco pero lo sintió como una despedida y, a pesar de que ya hace 24 años que papá falleció, cuando lo hace, se le inundan los ojos de lágrimas. Te puedo asegurar que mi hermano lo cumple a rajatabla y para él es su deber en la vida”.
“Mi viejo era muy estricto y tan explosivo como amigable y afectuoso. Le gustaban mucho los chicos, claro está, será por eso, tal vez, que todos lo extrañamos tanto aunque este lugar sea un verdadero y vivo homenaje a su memoria”, describe Lucas la relación que tienen estas paredes con ellos.
Volvamos a nuestros días. Azcuénaga dejó de ser lo que era. Fue un pueblo nodal importante para la historia. En la estancia cercana La Merced se juntaron por última vez los políticos Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga. En su estación ferroviaria, que data de 1880, bajaba el presidente Julio Argentino Roca para viajar hacia su estancia La Argentina. En los años 30 del siglo pasado vivió su época de esplendor con el agro y la ganadería. El trabajo sobraba.
“Por muchos años la dinámica consistía en ver partir a familias enteras y a los jóvenes como nosotros hacia otros destinos. Hoy, participando como agentes del turismo rural y de la resignificación de la ruralidad, muchas personas no solo nos visitan sino que eligen nuestro pueblo como lugar para vivir”. Vueltas de la vida, círculos que lentamente vuelven a abrirse, relacionarse y cerrarse.
El almacén tuvo mucho que ver con la recuperación de Azcuénaga. El trabajo de los diez hermanos generó una energía que se derramó por las solariegas calles de tierra. Entre los ladrillos se ve en la mirada de los vecinos. Nunca fue fácil, pero la epopeya resultó. El coraje de recuperar una vieja esquina, tener una idea y llevarla a cabo, a pesar de nuestro país. Lo ganado tiene aroma a gesta. “El almacén es una gran familia. Es el concepto principal de nuestro proyecto que también refleja nuestra propia realidad. Toda nuestra historia familiar está puesta en cada ladrillo de este edificio. A mí me toca representar a la tercera generación de la familia Coarasa. Cuando nadie creía posible que este lugar volviera a latir, lo hicimos”, reflexiona, orgulloso, Lucas.
El salón comedor es amplio. Muy amplio, bien iluminado. Las mesas están adentro y afuera, en las galerías que dan a un patio, al aire libre. La decoración es cuidada. Se tiene la sensación de entrar a un museo de la historia de la esquina, de la familia y de los recuerdos e impresiones que los clientes dejan. “La experiencia que les proponemos a los visitantes se basa en tres conceptos sencillos y vitales: calidad, cantidad y calidez, a lo que se le suma nuestra historia, la que se cuenta sola cuando cruzás la puerta de entrada”, explica Lucas.
“Con el correr de los años podemos decir que muchas personas entraron como clientes anónimos y regresan como amigos de la familia. Hemos crecido junto a ellos”, resume Lucas. En las paredes se ven artefactos, elementos, fotos que los propios clientes llevan. Un dato curioso: a aquel que va se le ofrecen platos para ser firmados. Escribir una frase, desahogarse luego de ser testigo de una experiencia inolvidable.
Las palabras están de más. ¿Cómo explicar en palabras un locro servido dentro de un zapallo, un asado, la boloñesa de los domingos, el pan casero, la picada con productos locales? ¿Cómo explicar la felicidad? ¿Cómo describir el orgullo de un hijo que hizo realidad el sueño de un padre? Eso es el Almacén CT & Cía. + info: www.almacenct.com / Facebook: Almacen CT&cia / Instagram: elalmacenct
“Azcuénaga es nuestro lugar en el mundo, es el pueblo que nos vio crecer y que nos supo esperar cuando ya no le teníamos fe. Es la casa donde crecimos; la casa de la que nos fuimos casi escapándonos y que nunca nos reclamó ese abandono. Es ese lugar que no nos dijo nada cuando decidimos volver, simplemente puso la pava, preparó unos mates, nos miró y nos dio un abrazo cálido sin quejarse de nada. Azcuénaga es ese lugar en el que muchos quisieran vivir y, definitivamente, en el que yo quiero morir”, la descripción de Lucas sintetiza el sentir de la pequeña y pintoresca localidad.
Frente a la estación ferroviaria está el restaurante La Porteña, conocido por sus pastas. Inolvidables para una legión de sibaritas que recorren los 108 kilómetros que separan esas pastas de la ciudad de Buenos Aires. El lugar fue la sastrería del pueblo. El menú se limita a lo que mejor saben hacer, acaso la clave del éxito de la propuesta. Ocurre algo sorprendente: la magia del lugar se traduce en la luz al entrar por los grandes ventanales, la postal de la calle del pueblo, el campo de la estación. El tiempo quedó detenido en los buenos días de este pueblo. Hay que reservar, no hay muchas mesas y se llena con facilidad. Nadie quiere perderse estas pastas, absolutamente caseras. Canelones de carne y hongos, de calabaza, de verdura. Ñoquis de papa (de verdad) o espinacas. Tallarines (los cortan con cuchillo). Ravioles de seso, espinaca o calabaza. Las salsas son medicinales: de vegetales, boloñesa, tuco y carne, mixta y cuatro quesos. Un imperdible: sorrentinos de osobuco. Clásicos que no pueden faltar en la apertura de la mesa: empanadas con una picada. Nos muestran el camino al paraíso. + info: Av. Terrén y Los eucaliptus / E-mail: la.portena@gmail.com / Facebook: Restaurante La porteña / Instagram: laportenarestaurante
Los fines de semana Azcuénaga revive. Los emprendedores del pueblo salen a la calle principal, frente a la estación, para exhibir sus productos. Pastelería, panificación, conservas, quesos, fiambres, artesanías. Todo aquello con lo que se sueña llevar de un pueblo aquí se consigue. Soñada la feria. Por la misma calle, están el Club Recreativo Apolo y la panadería La Moderna, con su típico horno de leña. El pan y las facturas no tienen comparación.
Por la ruta 7, cerca del kilómetro 100, una YPF anuncia la llegada. Es un pueblo de pocos habitantes que tiene mucha actividad en sus hornos de ladrillo. Aquí un viejo almacén de ramos generales reciclado se convirtió en el punto de atracción del pueblo. Casa Gallo es hoy un típico boliche de campo. Muy bien mantenido, lo atiende un matrimonio joven que decidió dejar la ciudad para volver a darles vida a estas paredes por donde pasó toda la historia de esta pequeña localidad. Se hacen picadas y un horno de barro cocina carnes y empanadas únicas. Una de las estanterías está solo dedicada a ofrecer artículos orgánicos. + info: Instagram: casagallo1880
A pocos metros está la panadería Santa Teresita, centenaria, con horno a leña. Tres generaciones de panaderos le han forjado una fama importante. Panes, facturas, prepizzas, grisines. Muchas cosas ricas, saladas y dulces completan la oferta. Imposible irse sin visitarla. + info: Instagram: panaderiasantateresitacucullu