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La Angelita, la pequeña Siria que enamora con sus aromas

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La Angelita. Partido de General Arenales

La Angelita es un pueblo pintoresco y detenido en el tiempo, que se rige por ceremonias y leyes propias, a un costado de la solitaria ruta 45. En la entrada hay una plazoleta dedicada al Sheij Saleh Al Ali, que luchó contra la ocupación francesa en la República Árabe Siria. Ya se advierte que el bagaje cultural es profundo. La fe árabe se vive con mucha intensidad. “Traemos a nuestros hijos, nosotros tenemos el deber de defender a nuestra gente”, reconoce Muhammad Abdul Karim, Sheij (sacerdote), quien se formó en Madrasas (escuelas) islámicas en Argentina y profundizó sus estudios en ciencias y ley islámicas (la Shari´a), en Siria. La imagen del líder sirio es un símbolo de la resistencia y la preserverancia de la identidad musulmana.

La mitad de los 270 habitantes son musulmanes (descendientes de sirios). Completamente integrados, se rigen por los preceptos del Islam. Tienen un nombre criollo, pero se reconocen en la comunidad por su nombre árabe. Es el único pueblo, conocido como La Pequeña Siria, con tantos musulmanes practicantes del Islam en el país. Este es uno de los pueblos de visita obligada.

“Rezamos cinco veces al día, orientándonos hacia La Meca”, sostiene el Sheij, quien fuera de La Angelita es conocido como Alejandro Kerim Abbas. “Todos hablamos y escribimos árabe”, afirma Yamile Salomón (40 años), referente de la comunidad.

Hay pocos servicios en el pueblo, muy poca señal telefónica y el agua la tiene cada familia a través de pozo. Se trata de la típica localidad rural bonaerense con niños paseando en bicicletas, adolescentes hablando en grupos, despreocupados. Un puñado de casas bajas, calles de tierra y la bandera siria que convive con la argentina. El pueblo más cercano es Ascensión, a 15 kilómetros. El silencio en las calles de la Angelita es un estado de gracia que convoca a la contemplación. No se necesita mucho más.

Sus vecinos se saludan diciendo Marhaban (hola), Salamu ‘alaikum (que la paz sea con vosotros). Los jóvenes, además de ir a la escuela tradicional, tienen dos veces por semana clases de idioma y religión. “Para nosotros es muy importante porque es nuestra identidad y debemos trasladarla a través de las generaciones”, dice Laial Sahyra Abraham, de 15 años. “La mayor dificultad es que en árabe escribimos de derecha a izquierda”, agrega Laial. Los libros comienzan al revés que los occidentales. “Nuestro comienzo es el fin de los libros normales”, completa.

“Tenemos amigos por Instagram de Siria, chateamos en árabe”, cuenta Widad Mohamad, de 18. Para practicar y asimilar la cultura, el WhatsApp lo tienen configurado en aquel idioma. Oyen grupos de pop árabes y casi todos han ido a Siria. No son cerrados, tienen amigos de otras religiones, fuera de la colectividad. “Nos respetan y saben cómo son nuestras ceremonias y horarios”, afirma Karim Brahim, de 15 años. “No podemos comer cerdo ni ningún animal impuro para el Islam, como conejo, por ejemplo”, cuenta Yamile. Cordero, pollo, pescado (cualquiera con escamas) y vaca son las carnes aceptadas. Nada de alcohol. En las picadas, muy usuales en la vida rural, solo pueden comer matambre de pollo y vaca. Mortadela, salame y jamón crudo, están vedados.

No hay mezquita en el pueblo, pero sí un espacio consagrado a la práctica del Islam, que está ubicado en la Sociedad Árabe La Angelita. Punto de encuentro por excelencia de la comunidad musulmana, que desde el 20 de marzo está cerrado por la cuarentena. Aquí está Al Mihrab, que es un nicho semicircular de adoración que está orientado a La Kaaba en La Meca (ciudad sagrada del Islam). Aquí se hacen las Salawat (rezos) y todas las ceremonias que el Islam exige y que sus devotos cumplen con inquebrantable determinación. La fe mueve montañas en la Pequeña Siria.

Las ceremonias árabes están presentes en cada pequeña actividad en el pueblo. “Bismi llahi al Rahmani al Rahim (En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso)”, afirma cada vez que termina alguna oración o menciona a Mahoma (aquí, Muhammad). Las Salawat obligatorias son cinco, pero también se pueden hacer algunas más, llamadas meritorias. “La Salat del alba (faŷr), a las 6.30 a.m.; la Salat del mediodía, (zuhr) a las 13 h; la Salat de la tarde (‘asr), a las 15 h; la Salat del ocaso (magrib), a las 18.30 h y la Salat de la noche (‘ishá), a las 21.30 h”.

Los rezos se hacen a través de diferentes posturas. Las mujeres deben hacerlos con Hiyab (velo sobre la cabeza). “La postura inicial es la de Quiam (estar parado), Qunút (la imploración), Ruku´ (la inclinación) y Suyyud (la prosternación). Al Taslim es la salutación final”, explica Muhammad. “Los vecinos del pueblo ya saben nuestros horarios”, agrega Yamile.

“Uno de los momentos más importantes en el año, es el Ramadán. Es un mes de ayuno y se trata de uno de los momentos más esperados del mundo árabe. Durante un mes, desde que sale la luna creciente hasta el ocaso (desde el amanecer hasta el atardecer), no está permitido tomar ninguna bebida, ni comida, ni fumar ni tener relaciones sexuales. Las mujeres embarazadas, con menstruación y enfermos graves, están exceptuados. En La Angelita se sacrificó un novillo y cada familia tuvo su porción para la iftar, la cena nocturna.

Los musulmanes se rigen por el calendario islámico, que es lunar, no solar como el gregoriano, y se basa en ciclos lunares de 30 años. Existen años de 355 días y otros de 354. Cada año se divide en doce meses, y dependiendo de los años, tienen 29 o 30 días. La semana tiene siete días, el más importante es el viernes, llamado al-yuma‘a, cuando se realiza una oración colectiva dentro de la Sociedad.

En el mes de Ramadán (el noveno), en La Angelita, la natural tranquilidad del pueblo se ve interrumpida por el altoparlante de la Sociedad Árabe, para llamar a realizar los cinco rezos diarios. “Al Muazzin es la persona que hace el Azzan (el llamado a la oración), dentro del sagrado mes de Ramadán”, explica Muhammad. Para no alterar tanto a los vecinos, el primer llamado (6.30 a. m.) no se hace.

El Islam y su práctica se basan en ceremonias y obligaciones. El trasla­do de la tradición es uno de sus pilares. A pesar de que no esté prohibi­do ha­cerlo con practicantes de otras religiones, los casamientos se suelen hacer entre los miembros de la colectividad. “Somos una gran familia, a mi suegra la llamo tía”, afirma Yamile. La mujer cumple un rol protagónico. “El paraíso está en los pies de tu madre”, cita el Sheij un dicho del profeta Muhammad. Ellas, además, son las que cocinan y unen a la familia alrededor de una mesa.

“Si tocamos algo crudo, jamás lo mezclamos con otro elemento”, cuenta. “Tenemos la obligación de higienizarnos todos los días”, completa. Recuerda que durante la peste negra, en España, los musulmanes tuvieron menos muertos por la higiene que enseña El Corán. “No somos bélicos. El Islam es paz con uno mismo y con el medio ambiente”, explica para barrer con el prejuicio. “Alá nos dotó con algo que el resto de las criaturas no tienen, la libertad. Nosotros somos responsables de esa libertad”, sentencia Muhammad. + info: La Angelita está sobre la ruta 45.

La Angelita no siempre fue un pueblo de mayoría musulmana. Hacia comienzos del siglo XX la zona era habitada por colonias de catalanes e italianos. Los sirios estaban dominados por el Imperio turco y luego, por Francia. En diferentes oleadas llegaron a Argentina escapando de las sucesivas guerras. En 1920 ya había una importante comunidad siria en La Angelita, que se fundó en 1926. En el pueblo, en la actualidad, viven dos refugiados que llegaron días antes del inicio de la cuarentena. “Han aprendido español”, asegura Yamile. La hermanad se practica y es parte de la fe islámica.

Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas

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