Читать книгу Narrativa Breve de León Tolstoi - León Tolstoi - Страница 26

X

Оглавление

Índice

—He aquí ahora cómo caí en el lazo. Era yo lo que se llama un enamorado, y no era a ella sola a la que consideraba como la perfección personificada, sino que yo mismo, durante el tiempo que fuimos novios, me creía el mejor de los hombres. No hay nadie en este mundo que, aun siendo malo, buscando con un poco de paciencia no encuentre a otro que sea peor que él (lo cual es origen de alegría y de orgullo). Este era el caso en que yo me hallaba. No me casé por el afán del dinero, al que no tenía apego, a diferencia de muchos conocidos míos que habían hecho del matrimonio un negocio, bien para procurarse un capital con la dote, bien para crearse una posición con las nuevas relaciones. Yo era rico y mi mujer pobre. ¿Qué me importaba eso a mí? Había, además, otra cosa que me enorgullecía, y era que, al contrario que los que al casarse no abandonan sus ideas de poligamia, yo me había jurado vivir siempre como monógamo en cuanto me casara. Era un miserable y me creía un ángel.

No fuimos novios durante mucho tiempo y no puedo evocar sin enrojecerme los recuerdos de aquella época, ¡que vergüenza y qué asco! Si hubiese sido un amor platónico, puesto que es de éste del que hablamos y no del sensual, habría debido manifestarse en conversaciones, en palabras; pero no hubo nada de eso. En nuestras entrevistas la conversación era penosa, un verdadero trabajo de gigantes. Apenas encontraba un tema, ya estaba, agotado, y vuelta buscar otro. Nos faltaban asuntos de los que hablar, habiendo agotado cuanto podíamos decir acerca de nuestro porvenir y establecimiento. ¿Qué nos quedaba? Si hubiésemos sido animales, sabido tuviéramos que no había de qué hablar; sin embargo, carecíamos de objeto, porque la cosa que a ambos nos preocupaba no era de las que tienen solución en una conversación. Añada a esto la deplorable costumbre de comer golosinas; luego, los preparativos de la boda; ver la habitación, las camas, las ropas que se han de usar durante el día, las de noche, la ropa blanca y los objetos de tocador, etc., etc. Ya está viendo que el que se casa al uso antiguo, con arreglo a los preceptos del Domostroy, como decía ese señor viejo que se fue, considera los edredones, las camas y la dote como otros tantos detalles que contribuyen a hacer del matrimonio algo sagrado. Pero para nosotros, que en la proporción de uno por diez no creemos, no, en ese algo sagrado, ¡y que se crea o no importa poco!, sino en las promesas que hacemos nosotros-de los que apenas un uno por ciento no habrá ya tenido que ver con mujeres y de los que apenas uno de cada cincuenta no estará dispuesto a ser inmediatamente infiel a su mujer—, para nosotros, repito, que no vamos a la iglesia más que a cumplir con un requisito exigido antes de poseer a una determinada mujer, todos esos detalles no tienen más que un significado bien preciso. Es un contrato innoble. Se vende una virgen a un libertino y esa venta se verifica con la apariencia de las cosas más puras, adornándola con poéticos detalles.

Narrativa Breve de León Tolstoi

Подняться наверх