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V
ОглавлениеEl diablejo de Tarass, terminada su tarea, partió en auxilio de sus camaradas como estaba convenido. Llegó al campo del Imbécil, buscó y a nadie halló. Sólo encontró un agujero. Se fue al prado y tropezó con la cola de su segundo compañero y, en el campo de centeno, otro agujero, Ah! —se dijo—. Les habrá ocurrido alguna desgracia. Debo substituirles para combatir a Iván.
Y el diablillo se fue en busca de Iván. Pero éste había concluido sus faenas en los campos y estaba cortando árboles en el bosque. Sus hermanos, encontrándose estrechos en la casa de Iván, le habían mandado que les construyese casa propia, Y el diablillo corrió al bosque, se deslizó entre las ramas y se propuso estorbar a Iván en su trabajo.
Iván cortó el árbol de modo que cayera en un sitio adecuado y comenzó, luego, a empujarlo: pero el árbol se desvió, y se enredó con los árboles contiguos; Iván se dio muy mal rato antes de lograr derribarlo.
Atacó entonces otro árbol y se produjo el mismo hecho. Trabajó como un desesperado y, sólo a costa de grandes esfuerzos, logró abatirlo.
Todavía cortó otro y otro, mas siempre sucedíale lo mismo. Iván pensaba cortar unos cincuenta, y no había logrado cortar diez cuando sobrevino la noche. Estaba rendido, su cuerpo despedía un vaho como una niebla en el bosque, y seguía trabajando. Sintió tal fatiga que, no pudiendo ponerse en pie, tiró el hacha y se sentó para descansar.
El diablillo, al ver que Iván se sentaba, se alegró. Pensó:
—¡Bueno! Ahora abandonará el trabajo. También yo descansaré un rato.
Y se sentó a horcajadas sobre una rama, muy contento. Pero he aquí que Iván se levanta, empuña nuevamente el hacha, la blande y la tira con todas sus fuerzas contra un árbol, que cayó de un golpe, crujiendo El diablillo no tuvo tiempo de retirarse, la rama se desgajó y le pilló una pata.
—Pero bicho feo, ¿otra vez por aquí?
—Es que yo —dijo— soy otro. Yo estaba en casa de tu hermano Tarass.
—Quienquiera que seas, tendrás tu merecido.
Iván, enarbolando el hacha, se disponía a dar con ella al diablillo.
—No me des con el hacha —suplicó—. Haré por ti cuanto quieras.
—¿Y qué puedes tú hacer?
—Tanto oro como desees.
—Pues ya lo estás fabricando —ordenó el Imbécil.
—Recoge estas hojas de roble —explicó el diablillo—, frótalas entre tus manos y verás caer el oro a raudales.
Iván tomó las hojas, las frotó y el oro cayó.
—Servirá para juguete de los niños El diablejo pidió la libertad e Iván. Cogiendo la pértiga, le soltó diciendo: Vete con. Dios.
De igual modo que los otros, apenas el Imbécil hubo pronunciado el santo nombre de Dios, el diablillo se hundió en los abismos de la tierra, como la piedra en el fondo del agua, y no quedó de su paso más rastro que un agujero.