Читать книгу La tentación de Becca - Lena Valenti - Страница 10

Capítulo 5

Оглавление

Hemos acabado en la enfermería. Lo sé, es ridículo. Pero es que ha sido así. Y ahora, gracias a Dios, cada uno estamos reposando en nuestras casitas playeras.

El diagnóstico ha sido el siguiente: Faina tiene un esguince cervical, y a Genio se le han hinchado los labios del golpe que se ha dado contra el agua.

Carla y Eli tienen cada una el lado derecho del muslo con un hematoma importante por el impacto.

Y a mí se me han hinchado los ojos, porque he aterrizado con la cara.

El único que está bien es Axel, porque claro, él está hecho de esa sustancia con la que se hace a los superhéroes y a los Madelman.

Pero lo tengo aquí a mi lado, no sin antes haber tenido una charla con los del remolque sobre velocidad. Además, ha hablado con el director del hotel para ponerle en advertencia y amenazarle con una reclamación por lesiones. Esto es inaudito.

Sé que James y Jackson no lo han hecho a propósito, pero era la primera vez que probaban el remolque con la lancha y tendrían que haber calculado mejor la velocidad y las consecuencias de un impacto a esa potencia. Salimos disparados todos como muñecos de trapo.

Pero una vez se nos ha pasado el susto, ahora me lo tomo con filosofía y pienso: al menos estamos vivos.

Conozco a mi novio y sé que está peleando contra las ganas de reírse. Porque Axel es muy serio y borde si le caes mal, como yo le caía al principio. Pero luego es un guasón. Por eso sé que está pensando en la experiencia y en cómo un remolque inflable ha jugado con nosotros hasta el punto de convertirse en una catapulta de humanos.

Me estoy poniendo el vendaje frío que me ha facilitado la enfermera del hotel en los ojos para descongestionarlos.

Soy un cuadro. Podría haber cerrado los ojos al caer al agua, pero no. Yo ahí con los ojos abiertos como un muñeco Bebé Llorón.

Axel se sienta en la cama mi lado y me alza la barbilla con dos de sus dedos.

—¿Cómo estás, loquera? ¿Te duele?

—Un poco —admito—. ¿Los tengo muy hinchados? Los noto como si tuviera los ojos de un bulldog.

Axel me da un beso y dice que no con la cabeza.

—Solo están rojos. Pero ya has oído lo que te ha dicho la enfermera. Mañana ya estarás bien. Faina tendrá que llevar el collarín un par de días, y lo de Eli y tu hermana se irá con el tiempo. No ha sido nada, al final —reconoce—. No sabía que iban a conducir como Vin Diesel en A todo gas.

Me echo a reír y me muerdo el labio inferior con incredulidad.

—Ha sido el puto infierno. Por un momento creí que nos matábamos.

Axel se ríe y se encoge de hombros.

—Bueno, ya sabemos lo que no tenemos que hacer aquí. Nada de remolques hinchables —sus ojos verdes chispean y me miran con ternura.

—Nada de remolques.

Me tumbo en la cama y él me mira de arriba abajo. Me lloran los ojos, pero le veo bien.

—¿Qué estás haciendo, bribón?

—Chequeo que todo tu cuerpo esté en perfecto estado —se tumba a mi lado y se apoya en un codo sin dejar de mirarme—. ¿Sabes qué?

—¿Qué? —alzo mi mano y acuno su mejilla rasposa.

—He estado pensando mucho estas semanas en las que he estado viajando…

Los dedos de su mano se deslizan por mi garganta, mi clavícula y el canalillo de mis pechos…

—¿Ah, sí? ¿Y qué has pensado?

—En nosotros…

—Igual no lo notas, porque tengo los ojos como bolas de billar, pero te estoy mirando con suspicacia.

A él se le eleva la comisura de los labios, pero continúa concentrado en el sendero de sus dedos, que ahora juegan pasando por encima de mi ombligo hasta que toda su mano abierta reposa sobre mi vientre.

—¿En nosotros en qué, Axel? —insisto. Cuando se pone así de contrito y pensativo me pone un poco nerviosa.

—No sé —se encoge de hombros—. En nuestra situación.

—¿Qué quieres decir con…?

Rata inmunda Animal rastrero Escoria de la vida Adefesiooooo mal hecho…

Mierda.

Los dos miramos mi móvil, y sabemos perfectamente de quién se trata y a quién le he adjudicado ese tono de llamada.

Es Fede. El Súper. Hermano de Axel. Y Lucifer a tiempo completo. Sabe que estamos de vacaciones y que no queremos que nos molesten. Pero, precisamente, como se cuida mucho de obedecernos de un tiempo hasta aquí, la llamada es inquietante y nos sorprende.

—¿Qué hago? ¿Se lo cojo? —le pregunto a Axel.

Él se deja caer en la cama, tan largo y con tanto músculo como tiene y parece un ángel caído. Fija su mirada verde en el techo de la habitación y dice dejando ir una larga exhalación:

—Cógeselo. A ver qué quiere.

—Está bien —murmuro. Se lo iba a coger igualmente. Pienso que, si me llaman en mis vacaciones, es para alguna urgencia, o porque ha pasado algo, aunque después cuando descuelgo, no suele ser nada importante.

—¿Hola? —saludo a Fede.

—Becca Ferrer —dice aliviado—. Menos mal que me coges el teléfono.

Percibo un tono muy angustiado en su voz.

—¿Por qué llamas? Sabes que estoy de vacaciones.

¿Es que ha pasado algo?

—Llamo porque eres mi cuñada. Y eres la que mejor me cae.

—No cuela. Soy tu única cuñada —resoplo mirando a Axel—. ¿Qué pasa, Fede?

Él se queda en silencio unos segundos, hasta que, de repente, lo vomita todo con una ansiedad que yo desconocía en él, hasta este preciso momento.

—Sé que me pedisteis que no os molestara y que queríais estar alejados del mundanal ruido. Pero, créeme, no te molestaría si esto no fuera algo muy serio.

—Me estás asustando. ¿Estás bien? ¿Estás enfermo?

—Estoy bien, pero a punto de sufrir un ataque al corazón y con crisis de ansiedad, Becca. Y me tienes que ayudar.

—¿Qué pasa? —digo preocupada.

—Pasa que estoy muy jodido como productor. Que el proyecto que tenía que lanzar en dos meses para contrarrestar el programa de mayor audiencia de nuestra cadena enemiga, se acaba de ir al garete y que teníamos dos semanas de plazo por delante para grabar toda la temporada, y resulta que no podemos hacerlo porque medio equipo ha sufrido un accidente cuando iban al set de grabación.

Axel me pide que ponga el manos libres. Yo lo hago, coloco el vendaje frío de nuevo sobre mis ojos y me concentro en lo que me está contando.

—Vaya… lo siento mucho, Fede. ¿Qué necesitas de mí? ¿Terapia telefónica?

—No, Becca. No quiero terapia telefónica —contesta apremiante—. Necesito una jodida heroína ahora mismo. Te necesito para que me salves de esta y estaré en deuda contigo toda la vida. Ya lo estoy, por haberme ayudado a medio recuperar a ese novio tuyo belga y arisco que tengo como hermano y que, seguro que está ahí, como el vigilante psicópata que es, escuchando toda la conversación.

—Te conoce —le digo a Axel bromeando.

—¿Qué quieres, Fede? —pregunta Axel en voz alta.

—Pues nunca pensé que diría esto. Pero os necesito para que me salvéis el culo directamente. Así os lo digo, sin paños calientes.

—No sé cómo podemos ayudarte.

—He perdido a medio equipo antes de empezar a grabar La Isla del pecado. Queríamos que compitiera con La isla de las Tentaciones, íbamos a estar en Prime Time y os juro que íbamos a reventarlo. Pero ayer hubo un huracán terrible que golpeó de lleno a parte del equipo y a los participantes del programa.

—Un momento, Fede… —digo. Estoy empezando a sentir un martilleo en las sienes—. Es que sigo sin entender para qué me llamas.

—Tengo de baja a tres participantes, al editor y al cámara jefe, a la presentadora y a la terapeuta. Hemos pagado mucho dinero por esto, y hay mucho en juego. Mi reputación, sobre todo. Tengo pactado este lanzamiento con la cadena y hay varios países pendientes de los derechos audiovisuales. Me juego el cuello. Y no puedo permitirme el lujo de detener el proyecto. Esto tiene que salir sí o sí en las fechas pactadas. Me dijiste que Smart os pagó un viaje a Punta Cana. Estamos rodando en la Isla de Samaná, que está, casualmente, en Punta Cana. Os pago lo que me pidáis, os firmo el contrato que necesitéis, Becca —me suplica realmente desesperado—, y le doy a mi hermano lo que le pertoca de herencia de papá, aunque él no la quiera, a cambio de que tú, Axel, y los que van con vosotros, que sé que Faina y Genio están ahí y nos servirían también como pareja mediática, porque ya son conocidos del Diván, vayáis a suplir las bajas y os hagáis cargo del formato del programa.

—¿Qué? —digo sin dar crédito. ¿Qué está diciendo este hombre? ¿Le ha dado un aire?

—Que te necesito en Samaná. Os necesito en Samaná —reconoce por primera vez en un tono humilde que me suena completamente desconocido en él—. Para que arregléis el desastre en el que se ha convertido mi proyecto y me ayudéis a salvarlo. Os necesito en el programa. Os suplico que me echéis un cable porque no tengo a nadie a quien pueda recurrir. Absolutamente a nadie en tan poco tiempo.

Axel se queda sentado en el colchón y mira al frente muy serio. Sé que no quiere nada de su padre, pero también sé que Fede le ha estado ayudando mucho en todo lo que es la comprensión de los derechos audiovisuales del Diván, y con todo lo del Chantilly… Y bueno, de algún modo, sé que no puede estar enfadado con Fede porque, gracias a él, él y yo estamos juntos. Pero no sé qué está valorando esa cabecita pasional, pero a veces fría y metódica como la de un sicario.

A mí me sudan las manos. Me he quedado bloqueada. Es lo último que me hubiera esperado de Fede.

—Por favor… —repite Fede—. Sé que es precipitado, que es una locura, pero no tengo ninguna duda de que Becca Ferrer se hará con el formato en una hora. Y que no estarás sola. Estarás acompañada de tus amigos, y también de Axel.

—Yo no voy a obligar a nadie a que haga nada — replico.

—Pero ayúdame a convencerlos. Te juro que el cheque que os voy a dar os va a alegrar la vida.

—No todo es el dinero, Fede.

—No, pero ayuda a que todo sea mejor.

—Pero ¿qué quieres que haga? ¿Que haga de Sandra Barneda? ¡Nadie puede hacer de Sandra Barneda!

—Es un reality sobre parejas, y sobre infidelidades, deseos y tentaciones. Es el competidor de la Isla, joder — dice frustrado— el formato es igual, aunque con matices. Tú eres empática y sabrás conectar con la desesperación y los miedos y las inseguridades de todos.

—Fede… —digo medio murmurando—. Estoy especializada en Toc, Tags y otros derivados… no soy terapeuta de pareja.

—Coño, ni Mónica ni Sandra lo son y están ahí. Te necesito como presentadora. Eres un rostro conocido, la gente te adora, eres famosa y no conozco a nadie mejor que tú para que sepa sobrellevar esto en tan poco tiempo y que no se vuelva loca en el intento.

—Fede, siempre estás tocando los huevos —dice Axel.

—Sí, no te voy a replicar —asume Fede—. Sí a todo.

Pero ayudadme. Somos familia. Un poco desestructurada, sí —rectifica—, pero familia, al fin y al cabo. Axel, no tengo a nadie más. Somos solo tú y yo. Y Becca. Échame una mano. Invertid estas dos semanas en mí y os daré pasta suficiente como para que os toméis años de vacaciones si os apetece. A vosotros y a vuestros amigos.

Lo más tentador de la oferta es saber que, si accedo y los demás ven bien la aventura, se alegrarán mucho por cobrar lo que van a cobrar. Pero salir en televisión, en un reality, solo para salvar el pellejo a Fede, también puede tener consecuencias para todos.

Yo estoy lidiando con la popularidad. Una popularidad que no pedí, y no sé si me llevo bien con ella.

—A mí no me digas nada —dice Axel—. Todo pasa por las manos de Becca. Ella tiene la última palabra. Si ella quiere ayudarte, yo estoy dentro. Pero es ella quien tiene que verlo bien.

—¿Lo harías, Axel? —le pregunto sorprendida.

—Yo voy contigo donde me necesites, nena. Ya deberías saberlo.

Axel me acaba de contestar a una de mis dudas. No estaba segura de si él iba a querer estar ahí o no. Pero me acaba de afirmar que sí, que me acompaña donde sea, y es tan bonito oírle hablar con esa sinceridad que, cuando cuelgue, posiblemente, lo desnude.

Pero antes de eso… ¿Y yo? ¿Yo qué quiero hacer realmente? Está en mi código, que cuando alguien me pide ayuda y está en mi mano ayudarle, pues siento la necesidad de darle eso que me pide. Y me siento mejor cuando lo hago, pero eso no quiere decir que deba ayudar a todo el mundo. El problema es que Fede no es todo el mundo, es familia ahora. Y sé las dificultades por las que han pasado él y Axel, y creo que es bueno poder echarle una mano. Y también es bueno para mí sentirme bien trabajando y sin ansiedad porque alguien pueda ir tras mis pasos. Un reality sobre la isla no tiene nada que ver con el Diván, pero sí sobre el amor y sobre el miedo a perder ese amor o a traicionarlo. Y yo, como terapeuta especializada que soy, debo aprender a trabajar con cualquier ansiedad humana, y afrontarla en cualquier situación como lo que es: miedo. Porque en las relaciones sentimentales también hay fobias e inseguridades.

—Antes de responderte, déjame hablarlo con el grupo —respondo a Fede. Mis palabras no sorprenden a Axel. Eso es porque sabía que no iba a decirle que no—. Y prepárame un contrato que les pueda enseñar con lo que les vas a pagar por estar dos semanas ahí. Estos programas suelen cambiar la vida a sus participantes, y no sé qué rol van a tener que tomar, pero es justo que les diga lo que me has dicho y que valoren si son capaces o no de exponerse así. Ellos tendrán la última palabra.

—¿Cuándo tendré una respuesta?

—Esta noche —contesto mirando a Axel.

—Está bien, ahora te mando lo que me pides, Becca. Ojalá me digas que sí. Puede que no me lo merezca. Pero me harás muy feliz. Me haréis muy feliz los dos —dice en voz más alta para que lo oiga Axel.

Axel se levanta de la cama y se dirige a la ventana para mirar al exterior, a la zona privada de la casa.

—En cuanto tenga la respuesta de todos, te llamamos.

—Gracias, chicos.

Cuando cuelgo, aún no sé muy bien qué decir o hacer después de recibir una llamada así. Pero sé, perfectamente, que no es nada de lo que esperaba de nuestro viaje.

Pero que no sea nada de lo que esperaba no tiene por qué significar que sea peor. En todo caso, será diferente.

Me acerco a Axel y él sin decirme nada, me pasa un brazo por encima y me abraza con fuerza contra él.

—Haremos lo que tú digas, Minimoy. Lo que decidas, estará bien.

—Nunca había oído a Fede hablar así.

—Los tiene por corbata… —asegura también impresionado por el tono de su hermano.

—Creo que quiero ayudarle. Pero, solo si los demás dicen que también se apuntan a esta locura… Hemos venido aquí con ellos. No quiero dejarles atrás.

Axel besa mi cabeza y ambos, yo todavía con el móvil caliente en la mano por la llamada y él, seguro de que diga lo que diga, va a estar ahí, nos quedamos abrazados y en silencio.

Porque tenemos un nuevo desafío ante nosotros, y este es totalmente fortuito.

Casi como nuestro accidente en el remolque inflable.

La tentación de Becca

Подняться наверх