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Capítulo 7

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Horas después

El pequeño accidente acuático ha sido un trauma, pero el shock de la oferta de Fede y la aventura de ir a la Isla del Pecado ha sido mayor, fortuito e igualmente impresionante.

Hoy tenemos mucho que celebrar. Y también mucho por lo que temer, aunque nadie quiera pensar en eso o ni siquiera lo intuya.

No es mi primer programa, ya lo sabéis. Mi voz salía en Gran Hermano como psicóloga de los concursantes, me desvirgué con mi propio reality en el Diván, y ahora, voy a presentar algo que sé que va a reventar todos los índices de audiencia, como hace su máxima competidora: La Isla de las Tentaciones.

Después de mi secuestro en Estados Unidos, será un bombazo grabar esto para que se emita unos meses más adelante. Nadie me espera tan pronto en una cadena y menos con un reality así. No obstante, Smart nunca me prohibió poder hacer otras cosas para televisión fuera de Estados Unidos.

El ambiente en la cena del Resort es muy distraído.

La verdad es que están todos de celebración, como si les hubiese tocado la lotería. Y puede que así sea. Es mucho dinero por encerrarse dos semanas, separados de sus parejas, y jugando a todo lo que se proponga en el concurso con los tentadores y tentadoras. El precio será caro o barato dependiendo de cómo se superen esas dos semanas y eso es algo que ya creen superado todos. Y no va a ser fácil. Nada lo es. Nos creemos que tenemos el amor asegurado, que las personas son nuestras y las damos por sentadas muchas veces, cuando en realidad, pueden hacer que te vayas a Sevilla y que seas tú quien pierdas tu silla. Es una analogía extraña, pero así es.

La cena Gourmet nos ha congregado en el restaurante principal. En El Patio, especializado en comida mejicana. Es que a todos nos va lo latino, la verdad, y dado que la noche tiene este aire de fiesta, aquí es donde mejor vamos a comer y a beber. El agua de las piscinas que rodea el restaurante tiene ese brillo nítido y azulado que provocan los leds sumergibles. La noche está llena de estrellas, y la música de Thalía de Amor a la mexicana, está sonando en estos momentos, mientras brindamos con nuestros mojitos de frambuesa. Menos Axel y Genio que beben cerveza.

Me sigue llamando la atención cómo los hombres miran a Eli y a Carla, ajenos o no a que sean pareja. Con qué descaro, vayan o no acompañados de sus mujeres… A mí no me miran, porque Axel, con su presencia, lo haga a propósoito o no, les espanta. Pero a ellas… a veces es embarazoso.

Sé que mi hermana y mi mejor amiga son conscientes de ello, y que a veces les molesta y a veces no. Y esta noche, vestidas con esos vestidos tan cortitos, aunque presientan esos repasos y perciban los escaneos, hacen como que no existe nadie más en el mundo que no sean ellas mismas.

Hemos comido de todo: fajitas, enchiladas, burritos, frijoles, nachos, tequeños… De todo y todo delicioso. Y los postres han sido puro pecado. Axel sigue robándome comida, y a mí me cabrea. Pero, estoy trabajando en ello, y creo que se lo permito solo a él.

Y ahora, bajo el influjo de la música, Genio y Faina, que sigue con el collarín —con los dos, el ortopédico y el de las descargas— bailan otra de Thalía. Desde esa noche. Me pasa que cada vez que pienso en Thalía, me viene a la cabeza el … «Me sienteeeen, me escuchaaaannn». Y no se me va.

Carla y Eli también están bailando, y Axel, que es un excelente bailarín, se ha levantado de la silla y de un tirón ha hecho que pegue mi cuerpo al suyo. Y así, también nos movemos al ritmo de esa canción… Que nos recuerda a la noche en la que bailamos por primera vez, con Mágico de fondo. Creo que Axel siempre me gustó, pero me enamoré de él y caí como una mosca esa noche, cuando bailó primero con Faina para darle una lección al ex prepotente de mi amiga. Y después, bailó conmigo.

Y creo que, desde entonces, ambos seguimos bailando, encerrados en ese instante que ya es eterno.

Sus ojos verdes, sus pestañas tupidas, largas y negras, sus perfectas cejas arqueadas… Y luego cómo se mueve. Es una combinación perfecta que hace que segregue oxitocina. Y me hace estúpidamente feliz.

—Sé que estás nerviosa, Minimoy —me dice al oído, pasando sus manos por mis caderas hasta posarlas en la parte baja de mi espalda, casi en el nacimientodeltrasero—. Y sé que estás preocupada por ellos.

A veces, me asusta lo mucho que me conoce.

—Conmigo no tienes que hacer que puedes controlarlo todo, por muy capaz que seas.

—No hago eso. Solo estoy a la expectativa. Esto ha sido muy rápido —reconozco, dejando que él pose su barbilla en mi sien. Es tan tierno…—. Hemos tenido que tomar una decisión por Fede, y acabamos de interrumpir nuestras vacaciones porque…

—Porque van a cobrar mucha pasta —resume Axel.

—¿A cambio de qué? —me pregunto—. El dinero ayuda, pero el dinero sin estabilidad es una mierda. Y no quiero que, por ayudarme y por participar conmigo en la Isla del Pecado, ellos…

—No hagas eso —me reprende Axel.

—¿El qué?

—No cargues con el peso de la responsabilidad de las decisiones de los demás. Son todos adultos. Todos. Yo también voy —me recuerda—. Pase lo que pase, salga como salga esta aventura, todos deben asumir las consecuencias. No es un reality fácil, aunque ellos se lo tomen a cachondeo.

—Ya sé que no. Por eso me preocupa…

—Mira —me besa la sien y después roza sus labios contra mi mejilla. Tiene esa extraña facilidad de calentarme y sosegarme con su tacto y el tono de su voz—, son adultos. Todos lo somos. Y vamos a asumir lo que tenga que pasar ahí. Será una experiencia que nos hará crecer a todos.

—Sí, o hacer volar las relaciones en pedazos —contesto contrariada—. Les pasó a parejas que parecían muy sólidas.

—Esa es la clave, pequeña loquera sexi —musita mordiéndome el lóbulo de la oreja—. No es lo mismo ser sólido que parecer sólido. Y no es lo mismo decir de esta agua no beberé, que estar sediento frente a esa agua y mantener la misma convicción.

—¿Qué quieres decir?

—Que hay que probarse. Hay que ver cómo de sólida es una relación y cómo de sinceros somos todos con las personas que queremos y de las que decimos que estamos enamorados. Hay que ponerse frente al toro.

—Axel… —con el mordisquito se me ha erizado toda la piel, a la que le ha dado bastante el sol—. No me hagas esto… Ya sabes que…

—¿El qué? ¿Esto? —esta vez, desciende los labios por el lateral de mi cuello y clava suavemente sus blancos dientes en mi carne. Y es como una pequeña explosión en mi interior.

Yo retiro el rostro y lo miro con mis ojos azules muy encendidos. Ya está. Ya tengo el motor en marcha y a ver ahora quién me para.

Axel se ríe al verme así. Sabe qué tecla ha presionado, y a mí me vuelve loca cuando actúa como un pirata.

Alzo una de mis cejas rojas y le digo:

—Sácame de aquí.

Él ni siquiera se despide de los demás. Hacemos un ghosting. Me agarra de la mano, tira de mí, y nos dirigimos a la velocidad de Flash, a nuestro precioso apartamento. Por el camino, visitamos los rincones de una palmera, un macetero, y también una sombrilla de paja oscura.

No sé ni cómo hemos llegado a la habitación. Pero aquí estamos.

Y nos sobra la ropa.

La tentación de Becca

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