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El Enamorado
Esta Carta del Tarot en PHI ha manifestado su Energía perfectamente en cuanto a su propio diseño: en el corto lapso de tiempo entre que fue concebido y editado por primera vez para su venta al público, la Carta ha tenido siete motivos distintos.
La presencia de este Arcano nos hace ver que hemos llegado en nuestro recorrido a un punto clave de nuestro desarrollo espiritual e intelectual. Hasta aquí, cada carta nos mostraba a un Arquetipo que tenía una enseñanza para nosotros, algo de qué apropiarnos. En cambio, con la llegada del Enamorado, ya no se trata de consultar y aprender a partir de una respuesta; a partir de esta carta, la respuesta deberemos darla nosotros mismos, puesto que la forma que toma aquí es la de una Decisión, y nadie más puede tomar una decisión por nosotros. Otra cosa muy distinta es que las opciones que veamos sean tan dispares que dicha decisión parece ya tomada, pero en esa misma palabra se enconde precisamente el factor Imaginario de la frase.
La Escena Arquetípica encerrada en esta carta es el joven atrapado en un conflicto ante el cual debe Decidir, sabiendo que esa decisión deja por fuera las demás opciones. Muchos de nosotros, sino todos, en algún momento hemos atravesado una situación de estas características con distintos grados de profundidad.
En la imagen está representado el instante que decidió el destino de Troya y de todos los participantes (humanos y dioses) en ese épico conflicto; vale la pena tomarnos unos minutos en repasarla.
Todo comenzó en una gran fiesta en la que se celebraba la boda de Peleo (uno de los Argonautas) con la nereida Temis (que comparte el nombre pero no es la diosa de la Justicia), a la cual habían invitado a una gran cantidad de mortales y dioses. A mitad del festejo, todos quedaron asombrados cuando ven llegar, sucia y vestida con harapos, a la diosa Eris, personificación de la Discordia, quien no había sido invitada debido al ambiente conflictivo que solía generar.
Parándose en mitad de la gente, Eris extrajo una manzana de oro del prohibido jardín de las Hespérides (se guardó muy bien de mencionar su procedencia, sin embargo), con la palabra grabada kallisti (“para la más hermosa”), y la extendió en dirección donde estaban las diosas mirándola con desconfianza. Entonces, simuló tropezar y la manzana quedó suspendida en el aire, a dos pasos de donde ellas estaban. Inmediatamente, Hera (esposa de Zeus y diosa de la Familia y el Matrimonio), Afrodita (hija de Zeus y la ninfa Dione, y diosa del Amor Físico) y Palas Atenea (hija partenogénica de Zeus –literalmente surgió de la cabeza de su padre… ¡cosas de los mitos griegos!- y diosa de la Sabiduría y la Guerra Estratégica), dieron un paso adelante extendiendo la mano para tomar el obsequio… dado que cada una de ellas se pensaba la más hermosa. Ante esa incómoda situación, las tres comenzaron a discutir satisfaciendo así a Eris, quien se alejó con una amplia sonrisa y su propósito cumplido, puesto que las semillas de una discordia mucho mayor ya habían sido sembradas y comenzaban a germinar. Cuando el nivel de la discusión escaló, fue pedida la intervención de Zeus para dirimir y poner orden; y entonces él determinó que debería hacerse un juicio pero que él no podría presidirlo, ya que una de las querellantes era su esposa y las otras dos sus hijas… y el rey de los dioses sabía con qué fuerzas mejor no medirse. Delegó rápidamente la resolución a su hijo Hermes, quien eligió entonces como jurado entre los mortales a un pastorcillo muy joven llamado Paris -el cual sin saberlo era legítimo príncipe de Troya-, para que tome esta difícil decisión.
Lo cierto es que aparentemente, mientras el joven meditaba sobre su voto, las tres diosas consiguieron un momento a solas con él y cada una le prometió un favor divino a cambio de que la elija a ella. Hera le ofreció el poder político, ser soberano sobre todas las naciones de la tierra; Paris se tentó y le prometió su voto, imaginándose en un alto trono desde el que miraba a todos los mortales desde arriba. Luego, Atenea le prometió que con su don sería invencible en las guerras; Paris entonces reconsideró su elección, dado que su corazón era joven y la pulsión por las batallas y la gloria le resultaron más atrayentes que un aburrido trono donde ya no quedaba nada por conquistar, así que le prometió su voto a la diosa de la Guerra. Pero fue entonces que se acercó Afrodita, y con su dominio sobre las pasiones humanas, tocó la fibra más pulsante de ese joven que apenas se había convertido en hombre, ofreciéndole a cambio de su elección el corazón y el deseo de la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra: Helena, reina de Esparta y esposa de Menelao. Una visión de la belleza de esta hija de Zeus fue suficiente para que Paris olvide todas sus aspiraciones como glorioso comandante, y decida ante todos y a viva voz que la más hermosa de las tres era sin duda Afrodita. Puesto que la Ley estaba establecida, el Juicio era inapelable; y la diosa de las Pasiones Humanas tomó la manzana jactanciosamente ante sus adversarias, quienes no perdonaron ni a la elegida ni al juez que las traicionó. Y cuando luego, durante un viaje de Menelao a Creta, Helena huye con Paris a Troya con los tesoros de su reino y se desata la Guerra de Troya, Hera y Atenea fueron las primeras que tomaron partido a favor de los ultrajados aqueos, como una forma de saciar su sed venganza.
En este Mito está encriptada la energía de esta carta, especialmente en el momento en que Paris es elegido como árbitro y se ve sopesando las distintas alternativas y sus consecuencias.
La toma de decisiones es un factor crucial de nuestro crecimiento; no podemos vivir sin hacerlo. Todos los días de nuestras vidas realizamos elecciones de menor o mayor envergadura, y con menor o mayor impacto (aparente) en nuestra vida. Y cada una de ellas representa un momento de crisis que (cuando por ejemplo esa decisión se toma una y otra vez de manera rutinaria) en algunos casos ya ni siquiera la experimentamos conscientemente.
El gran problema con esta cuestión de elegir es precisamente lo que acosa a Paris: optar por una implica renunciar a las otras. Es esa sensación de perder la que nos provoca ese sabor agridulce incluso cuando disfrutamos de los resultados de una buena elección, porque el ser humano lo quiere TODO (aunque es incapaz de soportarlo, pero esa es otra cuestión), y es frecuente que se pregunte ocasionalmente qué hubiera pasado si su decisión hubiera sido otra, si estaría mejor o peor que ahora, etc. Y es esa nota de amargura la que muchas veces no le permite ser completamente feliz y saborear los frutos que con su elección ha cosechado.
El nombre del Arcano es El Enamorado porque en los asuntos del corazón, en los que se pone en juego el amor propio, el amor hacia el otro y el amor del otro hacia mí, es donde estas elecciones suelen dejar las cicatrices más profundas. Y en mi opinión, en el planteo general en cuanto a si la persona tomó o no la decisión correcta, se esconde el error fundamental, ya que lo fallido, como decimos en Enseñanza, es el Desde Dónde. Nunca se trata de si la tuya fue una buena o mala elección: se trata Desde Dónde la efectuaste. Una elección no es buena o mala, esas son adjetivaciones que pone en juego nuestro yo; simplemente tiene un Desde Dónde correcto o fallido, incluso independientemente a veces de los resultados obtenidos.
El caso de Paris es el arquetipo de una elección con un Desde Dónde fallido: el joven simplemente decidió siguiendo sus impulsos, desdiciendo su Palabra y sin ningún tipo de evaluación sobre las consecuencias ni aspiraciones a largo plazo, y muchísimo menos Desde Dónde llegaba él a esa situación y hacia Dónde estaba direccionado su verdadero Deseo.
Pero hay que reconocerle algo al pobre Paris, juzgado de manera tan poco favorablemente a lo largo de los siglos: al menos, decidió y se hizo cargo de su elección. Porque otra variante de esta energía, cuando está invertida, es cuando la persona no se hace cargo, y se sitúa en una imagen de conveniente Víctima. Cuando el ser humano se encuentra ante una escena de conflicto, muchas veces se miente y se convence de que puede escapar de esa situación si no realiza en realidad ninguna elección.
Hay otro gran Mito que habla de esto, y “casualmente” también tiene como protagonista del conflicto a una manzana de un árbol prohibido. Me estoy refiriendo, por supuesto, al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, también llamado Árbol del Conocimiento. Según el mito, Adán y Eva, moradores del Jardín del Edén, tenían permitido comer de cualquier fruta excepto de la que ofrecía este árbol. En realidad, en ningún lado se menciona que este Árbol fuera un manzano, y de hecho Enoch menciona que sus frutos parecen uvas, pero en el mito establecido (probablemente por la raíz latina de manzana –mallum- y siendo conocido como el Árbol del Bien y del Mal), el fruto ha sido representado hasta el cansancio como una manzana.
Pero volvamos al punto que nos interesa: la cuestión de la Responsabilidad que es inherente a una elección. Sin entrar en juicios respecto a la validez o las intenciones de por qué ese fruto estaba prohibido, ni de por qué la serpiente –o Lilith- le ofrece a Eva comer del fruto, cuando más tarde Dios encuentra a estos dos seres cubriéndose con hojas y les interroga sobre lo acontecido, Adán sólo dice: “Eva me convidó”, mientras que Eva dice “la Serpiente me engañó y me ofreció el fruto”. Es decir: “Yo no decidí, sólo soy una víctima de la situación”. Aparentemente, jamás cruzó por la frente de nuestros padres ancestrales que alguno de los dos podía decir: “No, gracias”. Esta es una vertiente muy común de esta carta cuando la energía de la misma está invertida: delegar nuestras decisiones en el otro, para después poder quejarnos de las malas elecciones que ese otro (gracias a mi transferencia de poder), aparentemente realiza por mí. Y digo aparentemente porque incluso cuando cedemos dicho poder, estamos optando por hacerlo. Jamás un “otro” puede tomar una decisión por nosotros, no importa ni siquiera el grado de poder o dependencia que exista, y aceptar esa responsabilidad es un trago muy amargo a veces para algunos paladares.
El quid de la cuestión, entonces está primero en asumir esta Responsabilidad, y luego enfocar la decisión con un Desde Dónde adecuado, lo cual implica un proceso de evaluación y madurez emocional. Esto no implica, lamentablemente, que haciendo esto la decisión sea la mejor, ni asegura el éxito en la empresa o en la relación, dependiendo de lo que se trate. Pero sí significa (y es una diferencia abismal respecto de otro Desde Dónde), que la elección de una opción por sobre las demás será realizada de manera madura, respetuosa y sana, considerando cuidadosamente mis actitudes negativas, esas programaciones automáticas que suelen jugársenos de distinta manera en distintos aspectos de nuestras vidas, pero que en definitiva son distintas expresiones del mismo rostro: el de nuestro ego. Y entendiendo además que la forma de honrarla es ponerle diariamente toda la energía necesaria para ayudar a que esa semilla crezca fuerte y vigorosa, desde el amor hacia lo Elegido. Una Elección con estas características jamás puede provenir de nuestro centro egoico.
Antes de cerrar este Capítulo, centrémonos un segundo en el número que lleva en su parte superior. El Seis es un número perfecto para Pitágoras, proveniente de la suma de las componentes de la Tríada: 1 + 2 + 3 = 6. Numerológicamente, el Seis nos habla de dualismo y ambigüedad, al ser conformado también por dos 3 enfrentados: el poder para crear el Bien como para crear el Mal. Desde otro punto de vista: el Seis es Equilibrio, y se representa geométricamente a través del hexagrama usado en el Sello de Salomón: la estrella conformada por la intersección de dos triángulos: uno masculino, con el vértice hacia arriba –simbolizando el elemento Fuego de la Alquimia-, y otro femenino, con el vértice hacia abajo –simbolizando el elemento alquímico del Agua. Es a través del sabio uso de estos dos elementos que el Enamorado deberá sopesar su decisión, Considerando tanto sus pasiones como sus deseos (no se deben confundir unas con otros), sus emociones como sus sentimientos.
En la Cábala, la sexta séfira es Tiferet (Belleza), la cual es muy particular por numerosas razones: es la única que se conecta con todas las demás séfirot, excepto Malkut y Daat (aunque pasa por donde esta última está), y se sitúa en el pilar central y Neutral del Árbol de la Vida, el del Equilibrio; simboliza la Síntesis entre las polaridades de Hesed (Bondad, Compasión) y Geburah (Fortaleza, Severidad), representando así Tiferet la Sabiduría de cuándo actuar amistosamente y cuándo con dureza, pero desde una cosmovisión superior y en equilibrio, donde cualquiera de ambas manifestaciones es sólo un medio puesto en juego para un objetivo superior. La Belleza, entonces, no es un concepto rígido, sino una fuerza integradora de estos dos poderes que la rodean, utilizando a una u otra no mediante fórmulas o límites preestablecidos, sino dando y reteniendo a medida que es necesario para el equilibrio. Aplicado a lo que recorrimos hasta ahora, Tiferet nos aconseja a que cuando tomemos nuestras decisiones, lo hagamos no desde la rigidez de rencores o pautas preestablecidas, pero tampoco sin memoria, destruyendo la experiencia. Se trata de un delicado arte que implica ni más ni menos que Aceptar, Considerar, Evaluar, Decidir… y Sostenerse.