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<LISTA DE OBJETOS DE BRONCE>

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[28] Tal vez a alguno de vosotros, jueces, os parezca que son pocos. Pero pensad que, antes de que Conón venciera en la batalla naval24, Aristófanes no poseía más tierra que una pequeña finquita en Ramnunte. Y la batalla se libró en el [29] arcontado de Eubúlides. Por consiguiente es difícil, jueces, en el término de cuatro o cinco años, sin tener antes hacienda, ejercer dos veces la coregia en los concursos trágicos —por sí mismo y por su padre— y ser trierarca tres años consecutivos, y pagar numerosas contribuciones y comprar una casa por cincuenta minas y adquirir más de trescientos pletros de tierra25. ¿Y todavía pensáis que debían haber quedado numerosos bienes muebles? Ni siquiera quienes [30] tienen fama de antiguos ricos podrían exhibir objetos dignos de mención, pues en ocasiones no es posible, por mucho que uno lo desee, comprar objetos de una calidad tal, que podrían proporcionar placer para el futuro a quien los compró.

Mas considerad esto: de cuantos habéis confiscado los [31] bienes, no es ya que no vendierais los enseres, sino que incluso las puertas habían sido arrancadas de las habitaciones26. Nosotros, en cambio, cuando ya estaban confiscados y mi hermana había salido, apostamos un vigilante en la casa abandonada a fin de que no se perdieran ni puertas ni vasijas ni ninguna otra cosa. Los bienes muebles fueron vendidos públicamente en más de mil dracmas, cantidad que jamás habíais recibido de nadie.

[32] Además de esto, estamos dispuestos, lo mismo que antes ante los síndicos, a prestar también ahora el juramento mayor que hay entre los hombres27 de que nada tenemos de los bienes de Aristófanes y que, por contra, además de éstos se nos adeuda la dote de mi hermana y <las> siete minas [33] que tomó de mi padre al marchar28. ¿Cómo, pues, podría haber hombres más desventurados, si, después de perder los bienes propios, se piensa que tienen los de aquéllos? Y lo que es más terrible de todo, el hacernos cargo de mi hermana con un montón de niños, y alimentar a éstos sin que nosotros mismos poseamos nada si vosotros nos priváis de nuestra hacienda.

[34] Pero veamos, por los dioses Olímpicos29 —pues así es como habéis de considerarlo, jueces—, si casualmente uno de vosotros hubiera dado en matrimonio a Timoteo30, el hijo de Conón, su hija o hermana y, ausente éste y víctima de la calumnia, se hubieran confiscado sus bienes —y de la venta de todos ellos no se hubiera producido para el Estado un beneficio de cuatro talentos— ¿habríais considerado justo que se vieran perdidos también sus parientes por el hecho de que sus dineros resultaron ser una ínfima parte de vuestras expectativas?

Pero es más, todos sabéis también que Conón era quien [35] mandaba y Nicofemo hacía lo que éste le ordenaba. Pues bien, es razonable que Conón diera a cualquier otro una parte ínfima de sus beneficios, de manera que si las gentes piensan que Nicofemo tenía muchos, admitirían que los bienes de Conón era más de diez veces mayores. Aparte de [36] que no parece que nunca tuvieran diferencias entre ellos, de manera que es lógico que también en los asuntos de dinero tuvieran la misma opinión, a saber, que cada uno dejara aquí lo suficiente para su hijo y el resto lo retuvieran en su poder: tenía Conón en Chipre hijo y mujer31, y Nicofemo hija y mujer; y consideraban que los bienes de allí estaban a salvo por igual para ellos lo mismo que los de aquí. Además [37] de ésto, pensad que si alguien hace entre sus hijos un reparto de bienes que no ha adquirido, sino heredado de su padre, no dejaría para sí mismo la parte menor: que todo el mundo prefiere que lo cuiden sus hijos teniendo dinero a pedírselo a éstos por carecer de recursos.

Pues bien, si ahora confiscarais los bienes de Timoteo [38] —lo cual ojalá no suceda, a menos que se vaya a producir un gran bien para el Estado— y recibierais por ellos menos de lo que resultó de los de Aristófanes, ¿consideraríais justo que los parientes de aquél perdieran los suyos propios por esta razón? No es razonable, jueces: la muerte de Conón32 y el testamento que hizo en Chipre, demostraron claramente que su dinero era una parte ínfima de lo que vosotros esperabais. Y es que consagró en ofrenda33 a Atenea y a Apolo [40] en Delfos cinco mil estateras; al sobrino suyo que le guardaba y administraba todo en Chipre, le entregó unas diez mil dracmas y a su hermano tres talentos; el resto —diecisiete talentos— se lo legó a su hijo. El total de estos bienes [41] asciende a cerca de cuarenta talentos. Y a nadie le sería posible afirmar que hubo detracciones o que no se declaró todo legalmente: fue él mismo quien, durante su enfermedad, hizo testamento estando en el uso de sus facultades. Llámame a los testigos de esto.

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