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[42] Desde luego, jueces, cualquiera habría pensado, antes de que se hicieran públicos, que los dineros de Nicofemo eran una ínfima parte de los de Conón. Y sin embargo Aristófanes compró tierra y casa por valor de más de cinco talentos, y gastó por sí mismo y por su padre en la coregia cinco mil [43] dracmas y en la trierarquía ochenta minas. Y ha pagado contribuciones de no menos de cuarenta minas por sí mismo y por su padre. Para la navegación a Sicilia gastó cien minas; para el envío de las trirremes —cuando vinieron los chipriotas y les concedisteis las diez naves34— y para la soldada de los peltastas y la compra de armas proporcionó treinta mil dracmas. La suma de todo esto es de poco menos de quince talentos. De manera que no sería razonable que [44] nos inculparais a nosotros, ya que ha quedado de manifiesto que los bienes de Aristófanes son más de una tercera parte de los de Conón, los cuales fueron declarados legalmente por él, según se reconoce, y parecían ser mucho mayores. Y no añadimos a la cuenta todo lo que retuvo personalmente Nicofemo en Chipre, dado que allí tenía mujer e hija.

Por consiguiente, jueces, no considero justo que, tras [45] haberos mostrado tantos y tan grandes testimonios, nos arruinemos injustamente. Yo desde luego he oído a mi padre y a otros ancianos que no sólo ahora, sino también en el pasado, os habéis equivocado en la fortuna de muchos que, mientras vivían, tenían fama de ricos, pero cuando murieron quedó en evidencia que estaban muy lejos de vuestra expectativa. Por ejemplo, mientras vivió, todos pensaban que Iscómaco35 [46] poseía más de setenta talentos, tal como he oído; pero cuando murió sus dos hijos no se repartieron ni siquiera diez talentos cada uno. De Estéfano de Talo se decía que tenía más de cincuenta talentos, pero, al morir, su hacienda se reveló en alrededor de once talentos. Y ciertamente el [47] patrimonio de Nicias se esperaba que fuera no inferior a cien talentos y, de éste, la mayor parte en casa. Pero cuando Nicérato estaba a punto de morir, afirmó que tampoco él dejaba plata ni oro y que la hacienda que había legado a su hijo no valía más de catorce talentos. Y en verdad, Calias, el [48] hijo de Hiponico, en el momento en que su padre acababa de fallecer, se pensaba que era el que más poseía entre los griegos: según dicen, sus abuelo valoró sus propios bienes en doscientos talentos36 y, sin embargo, su valoración actual no es ni de dos talentos. Y todos sabéis que Cleofonte37 administró durante muchos años todos los asuntos del Estado y se pensaba que estaba obteniendo muchos bienes del cargo. Cuando murió no se revelaron sus bienes, pero sus familiares y allegados, en cuyas manos los habría dejado, [49] son reconocidamente pobres. Parece, por tanto, que nos equivocamos mucho no sólo con los viejos ricos, sino también con los que han venido recientemente a tener fama de ello. Y me parece que la razón es que algunos se atreven a decir con ligereza que «fulano obtiene del cargo muchos talentos». Claro que no me extraño en absoluto de cuanto dicen sobre los que han muerto —pues no podrían ser refutados por éstos— sino, más bien, de cuanto intentan atribuir [50] calumniosamente a los vivos. Pues vosotros mismos oíais recientemente en la Asamblea que Diotimo38 tenía de manos de armadores y comerciantes cuarenta talentos más de los que confesaba; y pese a que, tan pronto como llegó, presentó un inventario porque no aguantaba el que en su ausencia lo calumniaran, nadie lo demostró —necesitado como estaba el Estado de dinero y estando aquél dispuesto a verificar las cuentas—. Imaginaos entonces qué habría sucedido [51] si, habiendo oído la totalidad de los atenienses que Diotimo tenía cuarenta talentos, le hubiera sucedido algo antes de llegar aquí. De seguro que sus parientes habrían estado en el mayor de los peligros si tenían que defenderse frente a tamaña calumnia sin saber nada de lo sucedido. Por consiguiente, los culpables de que vosotros os hayáis equivocado ya con muchos y de que, fijaos bien, algunos se hayan arruinado injustamente, son aquellos que osan mentir a la ligera y delatan a los ciudadanos por ambición.

[Porque39 creo que sabéis que Alcibíades fue estratego [52] durante cuatro o cinco años consecutivos dominando y siendo vencedor de los lacedemonios, y las ciudades consideraban justo darle a él el doble que a cualquiera otro de los estrategos, de manera que algunos pensaban que poseía más de cien talentos. Pero al morir demostró que ello no era verdad, pues legó a sus hijos una fortuna inferior a la que él había recibido de sus tutores].

Pues bien, es fácil saber que tales errores sucedieron en [53] el pasado, pero dicen que los mejores y los más sabios son los más dispuestos a rectificar su juicio. Si, pues, os parece que nuestras alegaciones son razonables y que presentamos pruebas suficientes, tened piedad, jueces, por todos los medios y procedimientos. Que, pese a la magnitud de la calumnia, nosotros siempre teníamos la esperanza de vencer con ayuda de la verdad; pero si vosotros no aceptáis en modo alguno dejaros convencer, ninguna esperanza de salvación [54] parecía ya quedarnos. Conque, por los dioses Olímpicos, jueces, preferid salvarnos justamente antes que perdernos injustamente; y creed que son éstos quienes dicen la verdad, los que incluso callando se muestran toda su vida prudentes y justos.

[55] Pues bien, sobre la acusación misma y de qué manera vinieron a ser parientes nuestros y que no eran suficientes los bienes de aquél para la expedición naval, sino que los tomó en préstamo de otros sitios, ya lo habéis oído y se os ha testificado. Pero deseo hablaros brevemente sobre mí mismo. Yo, que ya tengo treinta años, jamás levanté la voz a mi padre para contradecirle, ni me puso pleito ningún ciudadano; y, aunque habito cerca del mercado, nunca se me ha visto cerca de un tribunal ni de la sede del Consejo antes [56] de que sucediera esta desgracia. Y sobre mí sólo tengo esto que deciros. Pero sobre mi padre…, puesto que se le han lanzado acusaciones como si hubiera delinquido, perdonadme que os enumere los gastos que sostuvo con el Estado y con sus amigos, pues no los hizo por vanidad sino para dar prueba de que no es propio del mismo hombre el realizar muchos gastos sin necesidad y el ambicionar apoderarse [57] de alguno de los bienes públicos con el mayor riesgo. Algunos hay que adelantan unos gastos sólo con vistas recuperar el doble si los consideráis dignos de ostentar un cargo. Pero mi padre nunca ambicionó un cargo aunque desempeñó todas sus coregias, fue trierarca siete veces y realizó muchas y grandes contribuciones. Y para que las conozcáis también vosotros, se os leerán una por una.

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