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1.10 Vías abiertas

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A pesar de todo lo avanzado en la identificación de sismos en los siglos XVI y XVII, quedan aún vetas por explorar: ¿Cuándo ocurrieron otros? Para Trujillo, ciudad de la que sabemos sufrió los grandes terremotos de 1619, 1725 y 1759, el testimonio del corregidor Feyjoo es revelador, ya que afirmaba que “todos los años por lo regular se experimentan unos ligeros movimientos de tierra, principalmente a principio y fines del verano pero son unos temores ocasionados del ruido sin resultas de manifiesto peligro” ([1763], 1984: cap. XI).

Otras vetas abiertas se desprenden de la necesidad de perfilar mejor las biografías de autores que nos son poco conocidos: son los casos de Tomás Berjón de Caviedes, Francisco Bejarano de Loayza o el mismo Rodrigo de Carvajal y Robles. Otros temas merecen profundizarse. Por ejemplo, nos hallamos frente a dificultades derivadas de la atribución de la hora exacta de ocurrencia. Solo en un caso, el de 1650, un autor decidió evaluar las similitudes que existían entre las fuentes disponibles dedicadas a dicho sismo (Villanueva Urteaga, 1962: 22), pasando revista a las diferentes horas que se le atribuyen. Aún no sabemos nada sobre la difusión del uso del reloj y su emplazamiento en las ciudades, aunque conocemos, por ejemplo, que ya para 1558 había relojes en Lima (Vargas Ugarte, 1968: 77).

En suma, las fuentes constituyen el único respaldo documental disponible para la reconstrucción de la sismicidad histórica, aun cuando su uso se deba ajustar a ciertos parámetros que permitan contar con la mejor versión, a fin de dar cuenta, de la manera más fidedigna, del comportamiento sísmico del pasado.

Historia de los sismos en el Perú

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