Читать книгу Historia de los sismos en el Perú - Lizardo Seiner-Lizárraga - Страница 39
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ОглавлениеEl año 1512 es significativo en la historia sísmica peruana, pues si nos atenemos a la información proporcionada por Garcilaso —la que precisa la llegada de Vasco Núñez de Balboa al océano Pacífico en 1515—, deberíamos situar la ocurrencia sísmica ese año, dado que se indica que esta se produjo tres años antes del descubrimiento del mar del Sur. Constituye, entonces, la primera referencia documental de un evento sísmico producido en territorio peruano en el siglo XVI. Se trata de un hecho relevante, pues ocurre en una época muy temprana, anterior incluso al propio arribo de los españoles al Perú (1532). Es bueno hacer notar que la referencia no solo alude a un hecho sísmico, sino que informa sobre un conjunto de fenómenos geofísicos, como deslizamientos de tierra en la sierra sur y visibles oscilaciones del mar, probable efecto de algún maremoto o quizá algún fenómeno de menor envergadura, como un maretazo.
De las cuatro versiones de los Anales que insertamos con el propósito de identificar las coincidencias textuales: Mesa (1867), Polo (1898), Mendiburu (1902) y la edición a cargo de Félix Denegri (1980), otorgamos mayor peso y credibilidad a esta última, por haber sido compuesta utilizando exhaustivos métodos de cotejo de información, en los que se privilegió el uso de la fuente original de los Anales: un manuscrito depositado en la Biblioteca Pública de Nueva York (Denegri, 1980). En la fuente original (Esquivel y Navia), la información sísmica se encuentra acompañada de valiosos datos sobre manifestaciones religiosas prehispánicas cusqueñas.
Del análisis de la información consignada por Polo, llama la atención un hecho: que se refiere, efectivamente, a tales fenómenos, pero los agrupa en torno al periodo 1513-1515, lapso no mencionado en ninguna de las cuatro versiones consultadas, en las que, por el contrario, apenas se indica un solo año: 1513. Ante ello, podríamos inicialmente suponer hallarnos ante un inserto textual arbitrariamente incluido por Polo, que podría inducir a equívoco y que Silgado, lamentablemente, copió en su integridad (y lo anotado por Silgado ha sido el magister dixit de los geofísicos peruanos en los últimos treinta años). Por lo tanto, debe corregirse tal inexactitud, pues se estaría informando sobre una supuesta actividad sísmica entre los años 1513-1515, cuando solo es válido identificarla stricto sensu para un solo año: 1512. Debe corregirse también la información inserta en los catálogos sísmicos disponibles usados ampliamente por la comunidad científica peruana y extranjera (Ocola, 1984; Huaco, 1986), pues se basa en las obras de Polo y Silgado.
Tampoco debe soslayarse el hecho de que en las fuentes no se ha hallado ninguna alusión específica a algún evento sísmico. Si nos atenemos a la edición más confiable (Esquivel y Navia [1740-1749], 1980), esta no menciona ni fecha ni lugar específicos de ocurrencia, por lo que mal podría afirmarse que dicha actividad se hubiese producido efectivamente en el Cusco. En consecuencia, como nos encontramos ante una información que no proviene de una fuente contemporánea a los hechos y en la que, además, no se precisa ni el lugar ni la fecha del suceso, consideramos necesario otorgarle 1 como nivel de confiabilidad, y ponemos bajo interrogación tanto el lugar (Cusco) como el año (1512) posibles de ocurrencia.
Si nos hallásemos ante el caso de que Polo sí hubiese consultado la edición de Mesa o revisado el manuscrito de los Anales depositado en la Biblioteca Nacional —antes de ser entregado por Palma a la imprenta en 1902—, entonces parecería cierta nuestra presunción sobre las modificaciones que introdujo el erudito y que se evidencian a través de la comparación de los textos. La primera y más clara es la síntesis que hace de la información contenida en la fuente original, circunscribiéndola de manera explicable a la noticia sísmica y dejando de lado la información ritual que la acompaña. En segundo lugar, si reparamos en su mención específica de los movimientos ocurridos en el mar, mientras que en las dos primeras fuentes se alude estrictamente a las “crecientes”, Polo agrega el término “menguante” a su relato, ausente en ambos textos.
Si descartásemos el hecho de que Polo perpetró un inserto arbitrario, ello supondría reconocer dos posibilidades: o bien consultó uno de los varios manuscritos de las Noticias cronológicas —hallable en Lima a fines del siglo XIX— y del cual podría haber copiado literalmente la expresión “crecientes y menguantes”, o accedió a una edición de los Comentarios reales, donde sí se encuentra dicha expresión. A través de su propio testimonio, sabemos que consultó una de las primeras ediciones de los Comentarios: la publicada en Madrid en 1722 y que, bajo el título Historia general del Perú, incluyó, por primera vez, juntas, las dos partes de estos, publicados separadamente en 1609 y 1612.7
En suma, más allá de elucubraciones heurísticas, gracias al aserto de Garcilaso —secundado por las varias versiones confrontadas de los Anales— contamos con un testimonio valioso, de inicios del siglo XVI, que da cuenta de una múltiple actividad geofísica tanto en la sierra como en la costa.