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CAPÍTULO 2

Periostio periorbitario periórbita

Toda la órbita ósea está tapizada por una membrana fibromuscular delgada pero resistente. Esta membrana, llamada periórbita, aunque puede separarse fácilmente de las paredes, se adhiere, no obstante, con fuerza a las diferentes suturas de la cavidad orbitaria.

La periórbita prolonga, sin solución de continuidad, la hoja parietal (o externa) de la duramadre craneal a partir de sus emergencias del agujero óptico y de la hendidura esfenoidal (fig. 8).

Está reforzada por un pequeñísimo músculo liso, el músculo orbitario de Müller, que se inserta cerca de la hendidura esfenomaxilar y se pierde en ésta. El músculo de Müller parece funcionar como un tensor de la periórbita, y es inervado por algunas fibras parasimpáticas procedentes del ganglio esfenopalatino.

El periostio periorbitario se prolonga por el periostio del conducto lagrimal, por el periostio de los huesos de la cara, después de haber dado inserción al septo palpebral, elemento fibroso que participa en la constitución de los párpados. En el fondo de la órbita se engrosa y forma el tendón de Zinn, en el que se insertan la mayoría de músculos oculomotores.

Por otro lado, dicha periórbita envía prolongaciones fibrosas a los otros orificios de la órbita, ya que:

– no sólo se invagina en los agujeros etmoidofrontales, acompañando al paquete vasculonervioso que pasa por ahí, y se hunde en la duramadre adyacente de la hoja cribosa del etmoides,

– sino que también envía, al nivel de la hendidura esfenomaxilar, una expansión hacia la fosa pterigopalatina, que va a envolver el nervio maxilar superior (ramo medio del trigémino) en su trayecto, y mezclar sus fibras con el tejido celulograso que rodea el ganglio esfenopalatino.

Relaciones osteopáticas

Hemos de insistir en los puntos siguientes:

– La periórbita forma parte de la capa profunda de las fascias, puesto que no es más que la prolongación de la hoja parietal de la duramadre de la fosa cerebral media, y que se prolonga por el periostio de los huesos de la cara (formando parte ella misma de las fascias profundas). Esta membrana sufrirá por lo tanto las tensiones procedentes de las fascias externas del cráneo o de las membranas intracraneales, por medio de sus sólidas inserciones a las suturas. Por consiguiente, en caso de lesión de la órbita, su movilidad MRP podrá ser alterada.


Figura 8: Periórbita.

– La tensión del periostio periorbital está bajo control del músculo de Müller, a su vez dependiente de la inervación parasimpática procedente del ganglio esfenopalatino. En esas condiciones, es plausible considerar las repercusiones sobre el sistema membranoso periocular de una lesión de la fosa pterigopalatina con sus incidencias sobre el ganglio que contiene.

– Debido a sus prolongaciones en los canales etmoidofrontales y en la fosa pterigopalatina, los desequilibrios de tensión de la periórbita podrán ser responsables de ciertas rinitis y sinusitis etmoidales o de problemas asmatiformes.

– La periórbita, que da inserción a los músculos oculomotores, a las vainas aponeuróticas de esos músculos y a los septos orbitales (ligamentos anchos de los párpados), podrá pues determinar disfunciones de esos diferentes elementos (cf. capítulos 4, 5 y 6).

Osteopatía y oftalmología

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