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El factor de profundización fisiológico en Nietzsche y Bergson

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Seguimos a Bergson bergsonianamente, sin la ilusión retrospectiva que producirían sus obras posteriores en la comprensión del Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. En ese proceso, siguiendo una sugerencia de Nietzsche, y al igual que este, en Bergson encontramos el cuerpo como factor imprescindible en el proceso de profundización que supone el ejercicio filosófico: si el punto de partida es la experiencia interior de la duración, el cuerpo se encuentra en el camino que conduce desde afuera de nosotros mismos hasta la duración pura, desempeñando un papel decisivo en los intercambios entre los estados internos y el mundo exterior. Siguiendo el hilo de nuestras preguntas iniciales acerca de la relación entre cuerpo y filosofía, es pertinente afirmar que una filosofía como la de Bergson apuesta por un regreso a la duración como vivencia más pura de la vida de los procesos internos; esa filosofía mira desde ahí el significado de la actividad de la conciencia en el mundo, con lo cual reinterpreta, a la luz de la duración, los distintos niveles en los que se desenvuelve la totalidad de nuestra vida, incluida la del cuerpo. Una filosofía así deja en evidencia que el sentido más profundo de la actividad de la conciencia proviene de lo más interior, y que todo acto verdaderamente original refleja el alma entera.

Así pues, a lo largo de esta primera parte asumimos cierta continuidad entre las preocupaciones nietzscheanas por hacer de la filosofía una forma de vida –cuestión vivencial suscitada por la relación entre enfermedad y pensamiento– y la preocupación bergsoniana por hacer del ejercicio filosófico un esfuerzo por volver a situarnos –por haber sido dejado de lado por la ciencia– en el sentido más originario del tiempo como dinamismo interno, es decir, en la vida interior entendida como duración. Si Nietzsche encuentra en el cuerpo un factor irreductible, sin el cual el ejercicio de pensar es imposible, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la fisiología actúa en su filosofía como un dato inmediato –para extender el uso de la expresión bergsoniana– y cuya interpretación está comprometida en la comprensión humana de la realidad. Ahora bien, ese dato inmediato es objeto de experiencia y esta puede ser transfigurada en filosofía; de este modo, el pathos del pensamiento vendrá a ser entendido, como tendremos ocasión de estudiarlo en el siguiente capítulo, como pasión del conocimiento. Por su parte, en Bergson, por lo menos en lo que llevamos estudiado de su punto de partida filosófico, el cuerpo no parece ser el dato inmediato de la conciencia; dicho dato es la duración como un dinamismo interno con el que se expresa nuestro yo más profundo. De tal manera que, si nos habíamos propuesto encontrar una comunidad temática entre Nietzsche y Bergson, esta no parece darse.

No obstante, Nietzsche propone que el dolor es factor de profundización y ello lo hace imprescindible al cuerpo vivo en el ejercicio de observación e introspección que supone la filosofía como forma de vida. A nuestro juicio, se debe observar que más que una comunidad temática entre los dos filósofos, lo que hay en el estudio que ambos emprenden sobre el cuerpo es un motivo profundo, donde la afinidad se da en el pensamiento, entendido en términos de proceso de interiorización o, mejor, profundización. Así, si se puede decir de este modo, el pathos que mueve la filosofía bergsoniana es la experiencia del carácter interno de la duración; sin desconocer este hecho, encontramos desde el comienzo de la filosofía de Bergson una preocupación marcada por los procesos del cuerpo y su papel protagónico en el esfuerzo que implica volver a situarnos en la duración pura. En este sentido, el cuerpo es también, para este autor, un dato inmediato en el que confluyen las corrientes de sentido contrario que constituyen nuestra vida y que estudiamos más arriba. Si, de acuerdo con nuestra manera de exponer las filosofías, se las caracteriza como filosofías de la experiencia, ambas encuentran en la fisiología un dato inmediato, que actúa como factor irreductible en el momento de emprender el camino de comprensión de nuestra vida más interior.

Finalmente, queremos llamar la atención sobre un aspecto que adquirirá una significación decisiva en la segunda parte de nuestro trabajo. En el particular camino que emprendimos por los cauces del cuerpo, que se encuentra en medio del tránsito de las corrientes contrarias que emanan de lo exterior y de lo interior, surge un hecho del que no podemos desconocer su sentido existencial profundo; a saber, el dolor, en el caso de la experiencia de la enfermedad en Nietzsche, o la resistencia al dolor, estudiada en el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. En este libro el dolor físico es examinado en el fenómeno del esfuerzo muscular sentido como transformación en dolor, donde el cuerpo, sobrepasa un umbral cuantitativo, al involucrarse paulatinamente un número creciente de músculos que reaccionan frente a un aumento desmesurado del peso. Ese umbral señala la diferencia ya no numérica sino cualitativa que va de la sensación de peso a la de dolor. Y ello implica una reacción del cuerpo como, digámoslo de este modo, conjunto viviente. Este hecho nos muestra un cuerpo que no se reduce a su significado eminentemente espacial; lo cual nos lleva sospechar de su carácter a la vez cualitativo. Desde fuera, como dato irreductible –‘somos cuerpo’, diría Nietzsche– ocupa un lugar en el espacio y recibe las influencias de las cosas exteriores, influencias que pueden ser evaluadas a partir de la magnitud. Pero siendo umbral, escenario de intercambios, cauce, fuente y ubicación del dolor, lo podemos también observar, desde dentro, sobrepasando umbrales, causando transformaciones cualitativas y sentidas –en Nietzsche, por ejemplo, dando lugar al arte de la transfiguración propio de la filosofía–, y, además, dando lugar a la exteriorización progresiva del acto singular emanado de las profundidades del yo –como sucede en Bergson–.

La resistencia frente al dolor, por ser profunda y porque el dolor que pasa por los huesos cala hasta las profundidades del alma, es una de las más auténticas acciones que nos definen; por lo tanto, nos da qué pensar. La pasión vivida como pasión o afecto, la resistencia y el esfuerzo involucran constitutivamente la fisiología; en esta, lo externo y lo interno se encuentran, gracias a su particular propiciación. En el caso de Bergson, el esfuerzo que supone la resistencia al dolor no es, sin más, muscular, obedece a los motivos más profundos para conservarnos y, además, vivir una vida que no se reduce a lo biológico; de ese modo, en Materia y memoria la afección, explicada a través de la resistencia corporal al dolor, será una pieza clave para entender la continuidad entre lo externo y lo interno y entre lo interno y lo externo, en la que el cuerpo, como propondremos al final de la segunda parte de este escrito, actuará como un intervalo entre el espíritu y la materia. El estudio de la afección en Materia y memoria indicará el encuentro de estos dos extremos en una continuidad; nos dejará comprender el cuerpo sentido desde dentro y no solo como cosa externa, por lo cual hablaremos de un significado cualitativo del cuerpo. La pasión y la dinámica de los impulsos fundamentales, en Nietzsche, y la afección, en Bergson, marcarán el punto de convergencia y de complemento en torno al tema de la fisiología en los dos autores; este será el tema de fondo de la segunda parte de nuestro estudio.

1 Bergson tiene como interlocutor a Kant en las “Anticipaciones de la percepción”. Cf. KRV, A 166 / B 207-208.

2 Bergson se refiere al artículo de R. H. Lotze titulado “De la formation de la notion d’espace” (1877).

3 Sobre la relación de Bergson con las matemáticas, véase J. Milet (1974).

4 Esta pregunta es fundamental para entender en Bergson el proceso de profundización y la comprensión de la realidad en sus distintos ámbitos, obviamente incluido el de la conciencia; ella apunta hacia el carácter interior de la duración como unidad de dinamismo.

5 Sobre la relación de Bergson con las tesis de Kant, véase Philonenko (1994, pp. 28-47); Worms (2004, pp. 40-48); Heidsieck (2011, pp. 44-51); Bouaniche (2011, pp. 35-59).

6 Cf. “Dossier critique”, nota 28 del segundo capítulo, en E (p. 226).

7 Mercedes López Salvá traduce λογισμῷ νόθῳ por ‘razonamiento bastardo’.

8 Cf., a este respecto, Vieillard-Baron (2004, pp. 45-52).

9 Es decir, la posibilidad de aplicarle el principio de la conservación de la energía y, por ello, de concebir para ella un tiempo reversible.

10 En el capítulo cuarto volveremos sobre otros aspectos del fenómeno de la atención; allí encontraremos de nuevo al cuerpo desempeñando un papel decisivo.

El cuerpo duradero

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