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GERENCIA MINIMALISTA, GERENCIA MAXIMALISTA*

Les propongo un experimento: busquen en su experiencia un solo caso de un gerente que, por iniciativa propia y sin que medie ninguna crisis, haya propuesto a su empresa: “Para el próximo año necesito menos presupuesto”, o “necesito menos personal” o menos lo que sea.

No niego que el caso pueda existir, pero es dificilísimo encontrarlo. De hecho, si conocen alguno me avisan porque por más que he tratado yo no lo he encontrado hasta ahora... y sigo buscando.

Ningún gerente dirá, por más que la racionalidad lo indicara, que es conveniente minimizar su propia gerencia y porque ello significará un incremento del valor de la empresa para los accionistas.

¿Y saben por qué casi nadie minimiza su gerencia? Porque nadie está guiado prioritariamente por la racionalidad. Claro que todos tenemos racionalidad y que la usamos, pero la racionalidad es una herramienta, no es la que fija los objetivos por maximizar. En realidad, lo que guía a todos los humanos, especialmente a los gerentes, es su necesidad de poder y su necesidad de autosatisfacer su ego.

Cierto que somos racionales, algunas veces, secundariamente y en parte. Por supuesto, con cierta frecuencia usamos nuestra racionalidad, pero ella está al servicio de nuestros fines, propósitos, necesidades y urgencias, los que prioritariamente son no conscientes y no racionales.

Esto es algo que la mayoría de gerentes y académicos ignoran, pues prefieren continuar tapando el sol con un dedo y siguen jugando a considerar la gerencia y la educación gerencial como un asunto racional y de aprendizaje de herramientas racionales.

Pero si alguien se da el trabajo de observar a los gerentes en su día a día, se daría cuenta de que rara vez usan las herramientas como la teoría recomienda.

Tomemos, a modo de ilustración, un ejemplo antiguo. Todo sucedió a fines de los años ochenta e inicios de los noventa. Un gerente dirigió dos instituciones financieras que crecieron espectacularmente y quebraron con el mismo estruendo. En ambos casos el patrón fue idéntico: crecimiento brutal, gran notoriedad pública, artículos en los periódicos mencionando el milagro de cómo ambas instituciones habían crecido, rápida declinación y fulgurante muerte.

Lo que muchos no se percataron fue que en ambos casos las instituciones habían crecido pero no se habían desarrollado, es decir, se inauguraban agencias cada semana pero sin que la mayoría tuviera línea telefónica, ni computadoras, ni los demás recursos esenciales. ¿Qué explicaría entonces está tendencia maximalista cuando el más mínimo análisis racional hubiese indicado que era necesaria una actitud minimalista para no crecer caóticamente, sino esperar a tener los recursos para un desarrollo sólido?

En realidad, ese gerente hizo quebrar las dos instituciones financieras porque sus afanes de grandiosidad le exigían gerenciar una organización cada vez más grande. La necesidad de satisfacer su ego era, como es usual en todos los humanos, mayor que su racionalidad.

Lo mismo explicaría por qué las personas aceptan cargos para los que no están capacitados. ¿Por qué? Porque es rico el ascenso en sí: toda la familia, amigos y tal vez hasta la prensa hablarán más de uno. Además, por supuesto, está también el dinero que conlleva y, sobre todo, el prestigio y poder.

Idéntica situación se produce en la empresa familiar, donde he visto a personas de abolengo destruir el patrimonio heredado de muchas generaciones por priorizar las torpes urgencias de sus sobrevaluados egos antes que preferir la simple y racional rentabilidad de sus empresas.

Pero volviendo al tema y para terminar, preguntemos de qué nos puede servir todo esto de la gerencia minimalista y maximalista.

Creo que es hora de poner la racionalidad en su correcta perspectiva. El asunto no radica en estar en contra o a favor de ella, se trata de entender que es sólo una herramienta subalterna, que será aplicada al servicio de los objetivos mayormente inconscientes que el usuario de la herramienta quiera.

En conclusión, el ego es maximalista, aun cuando la racionalidad diga que, en muchos casos, debieras ser minimalista. Y debemos tener muy claro quién predominará siempre ante dicha contradicción.

Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros

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