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ADMINISTRAR ES EJECUTAR UN PRESUPUESTO*

No sé por qué esta absurda frase me viene reiteradamente a la cabeza. Ocurrió hace unos catorce años, mientras seleccionaba personal para un cargo de gerente y un candidato proveniente del sector público la mencionó en la entrevista.

Por supuesto, ese simple hecho bastó para no recomendarlo pero no pude evitar que lo contrataran. El resultado, previsiblemente, fue desastroso, pues el buen señor (quien de hecho era una excelente persona) estaba convencido de que “administrar era ejecutar un presupuesto”.

Desde entonces vengo observando cómo las empresas (incluidas las transnacionales) más burocratizadas siguen creyendo que el presupuesto es el eje de la buena gestión y que los peores gerentes son sus más fieles seguidores.

Detrás de esto hay varias fantasías y paradigmas obsoletos que revisaré brevemente.

En primer lugar, está el rito ancestral de la confección del presupuesto. Al final de cada año cada unidad prepara el presupuesto del año siguiente. Eso, que finge ser un acto racional y técnico, es un pretexto para toda una serie de maniobras y manipulaciones que el psiquiatra Eric Berne llamaba “juegos organizacionales”. El jefe exagera las cifras del presupuesto, el subordinado las achica y ambos saben que el otro está faroleando. Al final todo es principalmente un juego de poder en el que las cifras definitivas dependerán de quién tenga el poder para imponerlas.

En segundo lugar, figura la creencia de que los sistemas de control deben estar basados en el cumplimiento del presupuesto. Mientras más incompetente sea el gerente, más estricto será en esto. Si llegas a lo pre-supuesto tienes un premio, si no, tienes un castigo. Les tengo malas noticias: en decenas de casos quien llega a lo pre-supuesto merece un severo castigo y quien no llega merece un gran premio. Adivina por qué...

En tercer lugar, que el presupuesto actúa como un incentivo perverso, es decir, genera toneladas de prácticas nocivas que se esconden detrás de las cifras. Sólo revisemos una de ellas, que me favorece a mí y se llama “consumir el presupuesto”. Curiosamente, hacia fines de año me llega una cantidad elevada de solicitudes para que conduzca talleres y retiros para las empresas. Hasta allí nada de malo; eso me da dinero y es bueno para la empresa porque mis talleres son muy bonitos, digo yo.

No, el problema es que en algunos casos se hace el taller sólo para cumplir con el presupuesto de capacitación y porque, si no lo consumen todo, el próximo año se los reducirán. Claro, esto pasa en todas las áreas de la empresa y en magnitudes mucho más relevantes. Como ven, eso de ahorrarle dinero a la empresa no siempre es bueno y hay que cumplir lo pre-supuesto a como dé lugar.

Finalmente, ya imagino lo que muchos de ustedes se estarán diciendo, porque mis alumnos y clientes siempre me lo repiten: “Pero si abandonamos la lógica del presupuesto como base del planeamiento, la gestión y el control nos quedaremos en el caos”.

Claro, tenemos tan metido en la cabeza el paradigma “predice y prepárate” que una visión diferente suena amenazante; pues no hay nada más inquietante que quedarnos sin falsas mediciones que nos den la ilusoria sensación de tenerlo todo bajo control.

No puedo agotar en extenso este tema aquí, pues ameritará muchos artículos más. Por el momento lo dejo a tu propia reflexión y sugiero que, mientras tanto, observes cómo usan los presupuestos los gerentes exitosos. Y claro, con “exitoso” no me refiero a aquellos gerentes que llegan o sobrepasan lo pre-supuesto. Me refiero a otra cosa, ya lo verás.

Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros

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