Читать книгу Todos somos humanos... pero unos somos más humanos que otros - Luis Calderón - Страница 18
ОглавлениеLA EMPRESA ESQUIZOFRÉNICA*
Esto es real y ocurrió ayer. Un gerente general fue despedido por tener razón. Tanto tenía la razón que casi todos los accionistas de la empresa lo llamaron para decirle que tenía razón, pero que igual estaba despedido. Alguno le llegó a decir que le daba toda la razón, que estaba de su lado, que lo apreciaba y respetaba, pero que estaba despedido.
¿Su delito? Tener la razón: haberse opuesto a una orden que sólo un irresponsable hubiera obedecido, pero que venía de un accionista que tiene la merecida fama de testarudo... pero, ya saben, cuando papi es accionista... ¡y con la familia no se juega!
En los discursos de despedida de los demás accionistas le recalcaron que reconocían su profesionalismo, ética intachable, compromiso, inteligencia... pero que si hubiera querido mantener su puesto debería haber actuado de modo no ético, no profesional y necio, aceptando una orden dañina. Imagínense: para que el gerente general de la empresa conserve su trabajo, los mismos accionistas le exigían que atente contra la empresa y que implemente una orden dañina.
¿Que parece mentira? Claro que parece mentira, pero no lo es. Ojalá esto fuera anecdótico y excepcional. Ojalá que fuera mentira. Pero ni es mentira ni es excepcional. Y, lo peor, estoy seguro de que muchos de ustedes conocen casos semejantes.
En este caso, como en muchos, por razones familiares en vez de tomarse decisiones inteligentes y razonables se termina cediendo a caprichos... aunque en el mediano plazo esto destruya el dinero de la misma familia. (De hecho, en mi experiencia de consultor soy testigo de familias de abolengo que han terminado totalmente quebradas por obedecer más a los caprichos de los familiares que a los dictados del sentido común en el manejo de sus empresas).
La consecuencia de esto será definitivamente negativa para la empresa: un accionista aumentará su cuota de poder pero a costa de que la empresa pierda competitividad... y quien pretendía evitar este absurdo es despedido.
Suele decirse que estos absurdos ocurren por el carácter familiar y subdesarrollado de nuestras empresas. Y se trata de una explicación parcialmente verdadera, pues esto no sólo ocurre en empresas familiares (aunque se cree que sucede de un modo más dramático en las empresas familiares) y tampoco en empresas de países subdesarrollados (aunque parece suceder de un modo más dramático en países subdesarrollados).
Lo cierto es que por razones como estas nuestras empresas no despegan, no son competitivas en el ámbito internacional y nuestro país no sale del subdesarrollo. Y si, como es legítimo, me preguntas cómo hacemos para que el sentido común se imponga sobre la necedad y el profesionalismo se imponga sobre los caprichos de un hijo del accionista, mi respuesta es “no lo sé”.
Es casi imposible convencer a quien siempre lo tuvo todo y que cree merecerlo todo de que el universo no gira a su alrededor. Solo nos queda rezar para que los incompetentes quiebren pronto y una nueva casta de empresarios y gerentes realmente profesionales y competitivos tome el control de las empresas, de las instituciones y, ojalá, de todo nuestro país.
¡Ah!, me olvidaba: ¿Por qué he llamado a este artículo “Empresa esquizofrénica”? Pues porque lo que acabo de describir tiene mucha similitud con una enfermedad mental y parece increíble que los implicados sean personas “normales”, gente de “éxito”. La palabra esquizofrénico puede asociarse con la idea de “doble personalidad” y sucede que los implicados en esta triste historia, en una de sus personalidades, son gente inteligente, ética y razonable. Pero en su segunda personalidad son absurdos, amorales, caprichosos y hasta suicidas. Y ambas cosas residen en la misma persona.
Tal vez sería bueno explorar cuánta gente de este tipo dirige nuestras empresas e instituciones (y hacer algo al respecto, ¿no?) aunque los resultados puedan ser espeluznantes.
Advertencia: Toda similitud entre hechos o personajes de este artículo con hechos o personajes de la vida real no es ninguna coincidencia. Se ha omitido los nombres de los implicados para proteger a los verdaderos culpables.